Marea oscura II: Desastre (25 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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—¿Qué? —Jacen señaló a los bafforr—. Son semi-inteligentes. Nos han salvado. ¿Cómo vamos a quemarlos?

—Tenemos que hacerlo. Tenemos que quemar todo el jardín —Corran hizo un gesto a Rade—. Hay que hacerlo. Sabemos que el polen de bafforr afecta a la armadura de cangrejos vonduun rápidamente. Los yuuzhan vong no lo saben, porque si no jamás habrían entrado aquí. Esta información es vital, y tenemos que evitar a toda costa que los yuuzhan vong se enteren de lo que ha pasado.

El joven Jedi negó con la cabeza.

—¿Y si sólo es el polen de este bosque? ¿Y si la genética de este bosque es única?

—Entonces coged esquejes, muestras de polen, todo lo que queráis —Corran miró a Rade—. Tenemos que prender cuatro hogueras para que los yuuzhan vong no sepan qué es exactamente lo que hemos querido quemar. También tendremos que destruir el sistema de eliminación de incendios para que todo salga bien. Sus muertos tendrán que arder también.

El líder de la resistencia asintió.

—Ya estoy en ello.

Jacen negó con la cabeza.

Este lugar, tanto verde. ¿Acaso no sientes la Fuerza aquí, Corran?

—Claro que sí, Jacen, pero debemos ir más allá —se puso de rodillas junto a Ganner, y ayudó a uno de los combatientes a ponerle un vendaje en la cara—. Los vong acabarán sabiendo lo que ha pasado aquí. Sólo espero que lo que estamos haciendo nos dé tiempo para establecer una defensa para Ithor. En caso contrario, este planeta morirá, y con él se irán nuestras esperanzas de expulsar a los yuuzhan vong de la galaxia.

Capítulo 20

Jacen comprobó la pantalla digital del inyector sedante que sostenía en la mano derecha.
Queda una dosis.
Los dos prisioneros habían recibido droga suficiente como para mantener a un grupo de hombres sedados una semana, y, aun así, podían moverse; aunque no mucho, dadas las fuertes ataduras que les habían puesto los noghris. Igual de fuerte era la impresión que le habían causado los experimentos de los yuuzhan vong, acompañada de visiones sangrientas de una larga guerra contra ellos.

Salió de la trasera del
Mejor Suerte y
pasó sigilosamente junto a Ganner, sentado con un vendaje a presión enrojecido en la cara. Salió por la escotilla y se acercó rápidamente donde Corran hablaba con Rade. Saludó a ambos, pero esperó a que terminaran su conversación antes de comenzar a hablar.

El garqiano sonrió algo triste.

—Aprecio la oferta, Corran, pero no voy a coger una de esas plazas libres que tienes en la nave. No puedo abandonar a mi gente, y ellos se negarían a acatar una orden de evacuación. Nos quedaremos aquí indefinidamente.

—No estoy siendo altruista, Rade. Tus conocimientos de los vong son muy valiosos, y los necesitamos.

—Pero todavía necesitáis más que nosotros sigamos aquí, en activo, para que los yuuzhan vong crean que el incendio del Jardín Xenobotánico fue un acto terrorista —el líder de la resistencia dio una palmadita en el hombro al Jedi de más edad—. Vuestra presencia aquí ha significado mucho, y seguiremos pasándoos información. Tenéis que iros para encontrar la manera de que los nuestros vuelvan a ser como antes. Tenemos que quedarnos aquí para asegurarnos de que haya alguien que dé la bienvenida a los que vuelvan.

Corran entrecerró sus ojos verdes.

—No os estamos abandonando, que quede claro. Volveremos para liberar Garqi.

Rade amplió la sonrisa.

Más os vale daros prisa en volver. Estamos planeando hacerlo por nuestra cuenta.

Jacen le enseñó el inyector.

—Nuestros huéspedes están sedados, pero no sé por cuánto tiempo. Queda una dosis. ¿Puedo dársela a Ganner? ¿La ha pedido él?

El chico negó con la cabeza.

—Pero está pasándolo mal.

Corran lo pensó un instante y asintió.

—Pregúntale si la quiere. Si te dice que no, dásela de todas formas.

—Será una broma…

Corran negó con la cabeza.

—Es un Jedi y está sufriendo. No quiero que se le dispare la telequinesia y que se rompa algo. No podemos irnos hasta que recibamos una señal, y quiero que estemos preparados para despegar cuando eso ocurra. Nuestro margen de escape no va a ser muy amplio.

La idea de tener que inyectar a Ganner una dosis de sedante contra su voluntad le parecía a Jacen una violación de su intimidad y de su dignidad, y, por un momento, pensó que Corran le había dado la orden por la enemistad que existía entre ambos Jedi. Pero el razonamiento de Corran tenía mucho sentido, y el hecho de que lo hubiera pensado antes de decir a Jacen lo que tenía que hacer implicaba que había buscado posibles alternativas para no añadir agravio al sufrimiento de Ganner. La orden podía significar un mal trago para Ganner, pero era por el bien de la misión. Era obvio que los deseos de Ganner, o los de cualquier otro, tenían que subordinarse a lo que estaban haciendo.
Por esa misma razón, debería haberme ido de la plaza cuando Corran me lo ordenó, independientemente de las consecuencias.

De repente, Jacen vio la función de líder de la misión de forma totalmente diferente. Hasta ese momento, siempre había visto al líder como alguien con poder, y podía considerar esa posición deseable. Significaba que una persona era considerada superior a sus compañeros. Había que seguir sus órdenes, sus designios eran la ley. Para alguien tan joven como él, convertirse en un líder era como ser ascendido a un estatus de adulto, y no había mirado más allá.

La otra cara de ser un líder y lo que ello conllevaba comenzó a formarse en su cerebro. Sí, Corran podía dar órdenes, pero asumía completamente la responsabilidad de sus actos. El éxito o el fracaso de la misión recaía por completo sobre sus hombros. Jacen no dudaba de que, en caso necesario, Corran ordenaría un asalto suicida: lo que había sucedido en el jardín tenía esas características. Y aunque esas órdenes pudieran estar justificadas, Corran tendría que seguir viviendo con las consecuencias de sus actos.

Y
el tío Luke también…
Jacen se dirigió a la nave y entró. Su tío tenía una carga todavía más pesada que aguantar, y Jacen sintió de pronto alivio al pensar que ese peso no descansaba sobre sus hombros. No sólo era algo aplastante, sino que seguro que eso le impediría descubrir el tipo de Jedi que podía llegar a ser.

Ser responsable de los demás podría cegarme ante mi responsabilidad con la Fuerza.

Agachó la cabeza y atravesó la escotilla. Sonrió a Ganner.

—Corran me ha dicho que puedo darte la última dosis de sedante, si la quieres.

—No, no la necesito.

Jacen asintió y acto seguido se la inyectó en el muslo a Ganner. El inyector se adentró cinco centímetros en la carne y se detuvo como si estuviera intentando clavarse en transpariacero.

Ganner le miró.

—No me obligues a romper el inyector, Jacen.

Si puede concentrarse tanto, no creo que se le descontrole la telequinesia.

—Lo siento, Corran dijo que…

—Corran puede decir lo que quiera. No quiero sedantes. Por lo menos, no de momento —Ganner giró la cabeza y miró a uno de los noghris—. Sirkha, ayúdame, por favor.

El noghri se quitó el cinturón.

—Pide.

—El botiquín tiene un cauterizador de campo Nilar —Ganner se quitó el vendaje de la cara—. Utilízalo para cerrarme la herida.

El noghri asintió y se agachó para coger el botiquín de debajo del asiento de Ganner. Lo extrajo y lo abrió. De la caja sacó un aparato de dieciséis centímetros de largo capaz de emitir un rayo láser de baja frecuencia y corto alcance que quemaría la herida para cerrarla. El noghri se enderezó y, por primera vez, Jacen se dio cuenta de que algunos de los rasgos del rostro gris del noghri eran cicatrices. Seguro que algunas de ellas se las había cauterizado el propio Sirkha.

—Espera un momento —Jacen alzó una mano.

La herida del rostro de Ganner empezaba encima del ojo izquierdo, le partía la ceja y le atravesaba el pómulo hasta el mentón. La sangre manaba en la parte inferior de la herida mientras Ganner jadeaba, y era obvio que el anfibastón había llegado al hueso al abrirle la herida.

—¿Esperar a qué?

—Vamos a salir de aquí. Podrás sumergirte en un tanque de bacta. Si utilizas eso te quedará cicatriz.

—Ya me imagino —Ganner miró al noghri—. No quiero virguerías, limítate a cerrar la herida.

El noghri asintió y se puso a recomponer la carne de Ganner. Pasó el cauterizador por los bordes de la herida, que soltó pequeñas nubecitas de humo blanco. El olor agridulce de la carne quemada penetró en la nariz de Jacen, que no pudo eludirlo. Deseaba con todas sus fuerzas alejarse de allí, pero tampoco pudo hacerlo.

Ganner apretó fuertemente los apoyabrazos del asiento. Los músculos se le tensaban con cada roce del cauterizador. Jacen podía percibir el dolor emanando de él, pero era considerablemente menor que el asco que sentía el Jedi herido. Jacen tuvo la impresión de que, con cada toque del cauterizador, Ganner revivía el corte que le había abierto la herida.

—No te preocupes, Ganner, no volverán a engañarte.

Ganner no dijo nada hasta que Sirkha se arrodilló y comenzó a cerrar la herida del muslo del Jedi, que cogió un paño empapado en desinfectante y se lo pasó por la cara, limpiándose la sangre. Se fue casi todo el rojo, excepto la línea brutal que le cruzaba la cara desde la frente hasta la mandíbula. La cicatriz estaba en carne viva, pero Ganner se la limpió a conciencia sin problemas.

—No lo entiendes, Jacen, el yuuzhan vong no me engañó. Fui yo el que me engañé a mí mismo —Ganner cerró los ojos un momento y se recostó en el respaldo. Abrió el ojo derecho—. Desde que empezó la misión, e incluso desde la primera vez que oí hablar de los yuuzhan vong, quise demostrar que era mejor que ellos. Estaba furioso por el hecho de no haberme enfrentado a ninguno en Bimmiel. El primero que maté esta tarde, lo hice engañándole para que cayera en ese agujero. Yo sabía que era tonto, y murió por su estupidez. Y, de alguna manera, creí que era un genio comparado con ellos.

Pequeñas nubecitas de humo blanco se elevaron como un velo entre Ganner y Jacen mientras el noghri cerraba la otra herida.

—Ha sido una tontería por mi parte pensar que era un genio en comparación con los yuuzhan vong. Llevo pensando así mucho tiempo, a diferencia de otros Jedi. Tu tío, Corran, Kam, los demás, no pertenecen a nuestra generación de Jedi. Conocieron el Imperio, lucharon contra él o estuvieron a su servicio. Son mayores. No conocen la Fuerza como nosotros, no recibieron la formación que hemos recibido nosotros.

Con una inclinación de cabeza, dio las gracias al noghri, que ya estaba guardando el cauterizador.

—Krag Val me hizo pagar por mi arrogancia como nadie lo había hecho antes. Y podían haberlo hecho. Tu tío podía haberme dejado por los suelos.

Corran podía haber sido más desagradable, pero yo me tomé su amabilidad como un signo de debilidad. Hasta llegué a burlarme del hijo de Corran. Me porté como un idiota y Corran lo aguantó porque la misión que nos asignaron era más importante que sus sentimientos.

Ganner suspiró.

—Así que me quedará cicatriz, y me la he merecido. El viejo Ganner tenía un rostro perfecto para una actitud perfectamente arrogante. Pero eso se acabó.

Cada vez que me mire al espejo recordaré que ese Ganner murió en Garqi, y que yo ocupo su lugar.

El tono de frialdad en la voz de Ganner hizo que Jacen sintiera un escalofrío.

Quiso protestar, decirle a Ganner que no necesitaba un rostro desfigurado para recordar la clase de persona que debía ser. Pero no podía articular palabra.

Cuando crecemos cambiamos físicamente. Quizá Ganner necesite este cambio, no para
recordar quién debería ser, sino en señal de lo que ha llegado a ser. Mi tío perdió una
mano del mismo modo. ¿Qué me pasará a mí?

Ganner suspiró.

—Y ahora, si no te importa…

Jacen parpadeó.

—¿Qué?

—El sedante. Ahora sí lo quiero.

Jacen frunció el ceño.

—Pero podrías haberlo tomado antes, para facilitar todo.

—No quería facilitarlo, Jacen. Quería que fuera memorable —sonrió y cerró los ojos—. Despiértame cuando estemos de nuevo a salvo.

Jacen le introdujo el inyector y le administró una dosis completa de sedante.

Sonrió al ver a Ganner relajándose.
Esperemos, Ganner, que llegue el momento en que estemos de nuevo a salvo.

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