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Authors: Cilla Börjlind,Rolf Börjlind

Tags: #Intriga, #Policíaco

Marea viva (3 page)

BOOK: Marea viva
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—Puesto que nos separaremos dentro de unos días, he decidido, saltándome un poco el plan de estudios, daros una pequeña tarea para las vacaciones de verano. Es optativa. Aquí tenéis un compendio de varios antiguos casos de asesinato sin resolver, yo mismo los he recopilado. Podéis elegir algunos y realizar vuestro propio análisis de la investigación, echar un vistazo a lo que podría haberse hecho de otra manera con los métodos policiales actuales, técnicas de ADN, análisis geográfico, escuchas electrónicas, etcétera, etcétera. Será una especie de ejercicio, para que practiquéis un poco y podáis haceros una idea de cómo se realiza el trabajo policial en casos abiertos. ¿Alguna pregunta?

—O sea que no es una tarea obligatoria.

Olivia miró a Ulf de reojo. Siempre preguntaba por preguntar. Åke acababa de decir que era optativa.

—Es optativa.

—Pero ¿si lo hacemos constará como un plus en nuestro expediente?

Cuando terminó la clase, Olivia se acercó a la mesa y cogió una carpeta. Åke se acercó y señaló la que ella había escogido.

—Tu padre trabajó en uno de los casos reunidos en esa.

—¿De veras?

—Sí, pensé que podría ser divertido incluirlo.

Olivia se sentó en un banco a cierta distancia del edificio principal de la escuela, al lado de tres hombres. Estaban muy callados, pues eran de bronce. Uno de ellos representaba al Bello Bengtsson, un notorio seductor de una época pasada.

Ella nunca había oído hablar de él.

Los otros dos eran Tumba. Tarzán y el agente Björk. A este último le habían colocado una gorra de policía en la rodilla. Y una lata de cerveza vacía encima.

Olivia abrió su carpeta. No había pensado hacer trabajos extraescolares durante sus vacaciones de verano, aunque fueran optativos. Inicialmente había sido sobre todo una manera de escabullirse de Ulf y no tener que aguantar sus tonterías.

Sin embargo, ahora sentía curiosidad. Su padre había participado en uno de los casos contenidos en aquella carpeta.

Pasó las páginas rápidamente. Se trataba de resúmenes bastante breves. Datos acerca del procedimiento, lugares y fechas, un poco acerca de las investigaciones. Estaba bastante familiarizada con la terminología criminalista. Había oído a sus padres discutir procesos penales en la mesa de la cocina durante toda su infancia. Su madre, Maria, era abogada penalista.

Lo encontró casi al final. Entre los máximos responsables de la investigación se encontraba Arne Rönning, comisario de la Brigada Criminal.

Papá.

Olivia levantó la cabeza y dejó vagar la mirada. La escuela estaba ubicada en una zona casi virgen, con grandes y cuidados céspedes y preciosos bosques que se extendían hasta el agua de la ensenada de Edsvik. Un ambiente extraordinariamente plácido.

Pensó en Arne.

Había idolatrado a su padre, lo había querido profundamente, y ahora estaba muerto. Solo tenía cincuenta y nueve años. Injusto, pensó. Y entonces volvieron aquellos pensamientos a su cabeza. Los que la martirizaban, a menudo, y casi le producían dolores físicos. Los que trataban de su traición.

A él.

Habían mantenido una relación muy estrecha y profunda durante su adolescencia, y luego ella lo había traicionado cuando él de pronto enfermó. Huyó a Barcelona para estudiar español, trabajar, relajarse… ¡divertirse!

Me escapé, pensó. Solo que entonces no lo entendí. Me largué porque no tenía fuerzas para aceptar que él estaba enfermo, que podía empeorar, que de hecho podría morir.

Y así fue. Cuando Olivia estaba fuera, todavía en Barcelona. Seguía recordando la llamada que recibió de su madre: «Papá se nos ha ido esta noche.»

Se frotó los ojos ligeramente y pensó en su madre. En el tiempo posterior a la muerte de su padre, cuando volvió de Barcelona. Una época horrible. Maria estaba destrozada y se mostraba retraída, encerrada en su dolor. Un dolor que no tenía cabida para los sentimientos de culpa y la angustia de Olivia. Así que vagaban silenciosas, dando vueltas una alrededor de la otra, como si temieran que el mundo se resquebrajara si exteriorizaban sus sentimientos.

Poco a poco, las cosas se fueron arreglando, claro, pero siguieron sin comentar nada.

Ni por asomo.

Cuánto echaba de menos a su padre.

—¿Has encontrado algún caso interesante?

Era Ulf, que a su manera especial volvía a materializarse a su lado.

—Sí.

—¿Cuál?

Olivia bajó la mirada a la carpeta.

—Uno en la isla de Nordkoster.

—¿De cuándo?

—Del ochenta y siete.

—¿Por qué lo has elegido?

—¿Y tú has encontrado alguno? ¿O es que pasas? Al fin y al cabo no es obligatorio.

Ulf sonrió levemente y tomó asiento en el banco.

—¿Te molesta si me siento aquí?

—Sí.

A Olivia se le daba muy bien marcar a la gente. Además, quería concentrarse en el caso que acababa de encontrar.

El caso en que había trabajado su padre.

Como comprobaría más tarde, era bastante peculiar. Estaba resumido de manera tan interesante que Olivia quiso saber más.

Fue hasta la Biblioteca Real y bajó a la planta baja, a la sala de lectura especial donde guardaban los periódicos en microfilm. La encargada le indicó cómo buscar entre las estanterías y qué lectores podía utilizar. Todo estaba minuciosamente organizado, cada uno de los periódicos guardado en un microfilm a partir de los años cincuenta. Solo tenía que elegir un periódico y un año, sentarse al lector y empezar.

Comenzó por un periódico local que cubría Nordkoster, el
Strömstad Tidning
. La fecha y el lugar del asesinato estaban en la carpeta. Puso en marcha el buscador, que apenas tardó unos segundos en mostrar un gran titular en la pantalla: MACABRO ASESINATO EN KOSTERSTRAND. El artículo estaba firmado por un reportero entusiasta y ofrecía bastante información.

Ya había puesto manos a la obra.

Las siguientes horas fue ampliando el círculo con los periódicos
Bohusläningen
y
Hallandsposten
. Diarios matinales de Gotemburgo. Vespertinos de Estocolmo. Grandes periódicos de alcance nacional.

Tomó notas.

Febril y exhaustivamente.

El caso había despertado mucho interés en todo el país. Por varias razones. Se trataba de un asesinato refinado y especialmente cruel, cometido contra una joven embarazada por un asesino desconocido. No se había encontrado ningún sospechoso. No se había esclarecido ningún móvil. Ni siquiera se conocía el nombre de la víctima.

El caso había seguido siendo un enigma durante todos esos años.

Olivia se sentía cada vez más fascinada. Tanto por el caso como por su repercusión social, pero sobre todo por el crimen en sí. Se había cometido una noche de luna llena en la ensenada de Hasslevikarna, isla de Nordkoster. Habían asesinado de un modo brutal a una joven embarazada.

Ahogándola con la marea.

¿La marea?

Un método de tortura en toda regla, pensó Olivia. Una forma inmisericorde de ahogamiento. Lento, diabólico.

¿Por qué precisamente de esa forma?

¿Por qué un método tan inaudito?

La imaginación de Olivia se activó. ¿Acaso había conexiones ocultas? ¿Adoradores de las mareas? ¿Adoradores de la luna? Se había perpetrado avanzada la noche. ¿Había sido una especie de sacrificio? ¿Un rito? ¿Una secta? ¿Acaso pretendían sacar el feto y sacrificarlo a algún dios lunar?

Ahora tienes que irte, pensó.

Olivia cerró el lector, se reclinó en la silla y echó un vistazo a su libreta de notas llena de garabatos: una mezcla de hechos y especulaciones, de verdades, conjeturas e hipótesis más o menos creíbles de diferentes reporteros y criminólogos.

Según una «fuente fidedigna», se habían encontrado rastros de droga en el cuerpo de la víctima. Rohypnol. La clásica droga de las violaciones, pensó Olivia. Pero la mujer estaba en un estado de gestación muy avanzado. ¿La habrían dormido? ¿Para qué?

Según la policía, entre las dunas se había encontrado un abrigo oscuro. Y pelos de la mujer en el abrigo. ¿Dónde estaba el resto de la ropa, si es que realmente se trataba del abrigo de la víctima? ¿Se la habían llevado los asesinos y se dejaron el abrigo en un descuido?

Se había librado una orden de búsqueda internacional de la mujer, sin resultado alguno. Es extraño que nadie eche de menos a una mujer embarazada, pensó.

Según la policía, tenía entre veinticinco y treinta años, probablemente de origen latinoamericano. ¿Qué querían decir con «origen latinoamericano»? ¿Qué zona geográfica abarcaba este concepto?

Un niño de nueve años había presenciado el suceso; según un periodista local, se llamaba Ove Gardman. El niño había corrido a avisar a sus padres. ¿Dónde estaría ahora? ¿Podría dar con él?

Según la policía, la mujer se hallaba inconsciente pero con vida cuando los padres de Ove Gardman llegaron a la playa. Intentaron reanimarla, pero cuando aterrizó el helicóptero sanitario había muerto. ¿A qué distancia vivían los Gardman? ¿Cuánto tiempo tardó el helicóptero?

Olivia se levantó. La cabeza le daba vueltas por las impresiones y los pensamientos. Medio incorporada, estuvo a punto de perder el equilibrio. La sangre se le fue a los tobillos.

Se dejó caer en el asiento del coche en Humlegårdsgatan y sintió que el estómago se le encogía. Mitigó la sensación con una PowerBar que sacó de la guantera. Llevaba varias horas en la sala de lectura y se sorprendió al mirar el reloj. El tiempo había quedado anulado allí abajo. Echó un vistazo a su libreta de notas. Se había quedado atrapada por el antiguo caso de asesinato en la playa, no solo porque su padre hubiera trabajado en él, lo que era un aliciente personal, sino también por sus extraños ingredientes. Un detalle en especial se había grabado en su mente: nunca se había descubierto la identidad de la víctima. Fue y seguía siendo un misterio, a pesar de los años transcurridos.

Eso intrigaba a Olivia.

Quería saber más.

Si su padre siguiera vivo, ¿qué podría haberle contado?

Sacó el móvil del bolso.

Åke Gustafsson y una mujer de mediana edad estaban hablando un poco apartados, en el césped de la Escuela de Policía. La mujer era de Rumanía y se ocupaba del cátering de la escuela. Invitó a Åke a un cigarrillo.

—No hay mucha gente que fume hoy en día —comentó ella.

—Pues no.

—Supongo que tiene que ver con todo eso del cáncer.

—Supongo.

Y entonces fumaron.

A medio cigarrillo sonó el teléfono de Åke.

—Hola, soy Olivia Rönning. Sí, he elegido el caso de Nordkoster, y quería…

—Sí, ya lo recuerdo —la interrumpió Åke—. Tu padre intervino en la investigación y…

—Pero no es por eso.

Olivia quería dejar las cosas claras. Se trataba de ella y del presente. No tenía nada que ver con su padre, al menos no en cuanto a su director de estudios. Había elegido un caso y lo resolvería a su manera. Ella era así.

—Lo he escogido porque me parece interesante —dijo.

—Pero muy complicado.

—Sí, lo sé, por eso te llamo. Me gustaría echarle un vistazo al expediente de la investigación. ¿Dónde podría encontrarlo?

—Supongo que en el archivo central de Gotemburgo.

—¿De veras? De acuerdo, qué pena.

—Aunque todavía no te dejarán consultarlo.

—¿Por qué no?

—Porque se trata de un caso sin resolver que aún no ha prescrito. No se permite a nadie acceder a una investigación todavía abierta si no forma parte del equipo de investigación.

—¡Vaya! Entonces ¿qué hago? ¿Cómo puedo conseguir más información?

Se hizo el silencio al otro lado de la línea.

Olivia estaba sentada al volante con el móvil pegado al oído. ¿Qué estaría pensando su director de estudios? Vio que se acercaba una policía de tráfico con paso decidido. El coche estaba aparcado en una plaza para discapacitados. Mala suerte. Puso en marcha el motor al tiempo que volvía a oír la voz de Åke.

—Prueba a hablar con la persona que dirigía la investigación entonces —dijo.

—Se llamaba Tom Stilton.

—Lo sé.

—¿Dónde puedo encontrarlo?

—Ni idea.

—¿En la comisaría de la Brigada Criminal?

—No lo creo. Pero habla con Olsäter, Mette Olsäter, ella es la comisaria, solían trabajar juntos. A lo mejor ella lo sabe.

—¿Y dónde puedo encontrarla a ella?

—En las dependencias de la Brigada Criminal, edificio C.

—Gracias.

Olivia salió del aparcamiento delante de las narices de la agente de tráfico.


¡Situation Stockholm
! ¡Nueva edición! ¡Lean sobre la princesa Victoria y apoyen a los sin techo!

La voz de Vera
la Tuerta
no tenía problemas para alzarse por encima de la muchedumbre de acomodados habitantes del barrio de Sofo que entraban y salían del centro comercial de Söderhallarna, donde se ofrecía una mezcla de abundancia y opulencia. Toda su representación parecía hecha para el gran escenario del teatro Dramaten. Una variante un poco desgastada de Margaretha Krook en sus mejores épocas. La misma mirada aguda, el mismo aplomo natural y un carisma insoslayable.

Era una magnífica vendedora.

La mitad de su montón de revistas ya había desaparecido.

Arvo Prät no vendía tanto, mejor dicho, no vendía nada. Estaba apoyado contra la pared a unos metros de Vera. No era su día y no quería estar solo. Miró a Vera con el rabillo del ojo. Admiraba su coraje. Sabía alguna que otra cosa acerca de sus noches oscuras, la mayoría de su círculo las conocía. Sin embargo, allí estaba, en una actitud con la que parecía reivindicarse como reina del mundo. Una sin techo, salvo que se contabilizara como hogar una caravana desvencijada y lúgubre de los años sesenta.

Vera así la consideraba. «Yo no soy una sin techo.» Como le dijo en su día a un cliente que le compró una revista y se interesó por su vida, «estoy entre dos residencias». Lo que en cierto modo era cierto. Estaba en la lista de espera de viviendas del ayuntamiento, Bostad Förstlista, un proyecto político con el que se pretendía maquillar la situación de los sin techo de Estocolmo. Si tenía suerte le adjudicarían una vivienda en otoño, le habían dicho. Un piso de prueba. Si se comportaba, tal vez podría llegar a ser suyo.

Vera tenía la intención de comportarse.

Siempre se comportaba. Casi siempre. Tenía su caravana y una jubilación anticipada de unas cinco mil coronas al mes. La administraba lo mejor posible a fin de que le alcanzara para lo más imprescindible. El resto lo sacaba de los contenedores.

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