Marte Verde (32 page)

Read Marte Verde Online

Authors: Kim Stanley Robinson

BOOK: Marte Verde
12.11Mb size Format: txt, pdf, ePub

«Estimaciones del calor acumulado liberado por los molinos de viento calefactores de la Colina Subterránea», lo detuvo en seco. Lo leyó entero dos veces, sintiendo un ligero desaliento mientras lo hacía.

La temperatura media de la superficie marciana antes de su llegada al planeta era de 220°K, y uno de los objetivos de la terraformación universalmente aceptados era elevar la temperatura media un poco por encima del punto de congelación del agua, que era de 273°K. Elevar la temperatura media en superficie de todo un planeta más de 53°K era un reto intimidante, que requeriría la aplicación de no menos de 3,5 x 106 julios a cada centímetro cuadrado de la superficie marciana, según los cálculos de Sax. En su propio modelo, Sax siempre había tenido por objetivo alcanzar una media de 274°K, calculando que con esa media el planeta mantendría el suficiente calor durante la mayor parte del año para crear una hidrosfera activa, y por tanto, una biosfera. Muchos abogaban por un calentamiento superior, pero Sax no lo creía necesario.

En cualquier caso, los métodos para añadir calor al sistema eran juzgados por el grado de crecimiento de la temperatura media global; y el cartel que estudiaba el efecto de los pequeños molinos calefactores de Sax estimaba que en el plazo de siete décadas no habían añadido más de 0,05°K. Y él no pudo encontrar ningún error en ninguno de los supuestos y cálculos del modelo descrito en el cartel. En realidad el calentamiento no había sido la única razón por la que había distribuido los molinos de viento; con ellos pretendía también dar calor y refugio a uno de los primeros criptoendolíticos elaborados genéticamente que quería probar en la superficie. Pero todos aquellos organismos habían muerto inmediatamente después de quedar al descubierto, o muy poco después. Así que no se podía decir que aquélla hubiese sido una de sus mejores ideas.

Continuó la ronda. «Aplicación de procedimientos de nivelación químicos en el modelado hidroquímico: Cuenca de Dao Vallis, Hellas»,

«Aumento de la tolerancia al CO
2
en las abejas», «Recuperación epilimnética de los radionucleidos de la ruptura de Compton en los lagos glaciares de Marineris», «Eliminación de la arena de los raíles de las pistas de reacción», «Calentamiento global como resultado de la liberación de halocarbonos».

Este último hizo que se detuviera de nuevo. El cartel era el trabajo del químico atmosférico S. Simmon y algunos de sus discípulos, y al leerlo se sintió mucho mejor. Cuando Sax había sido nombrado director del proyecto de terraformación en 2042, había iniciado de inmediato la construcción de fábricas para producir y liberar en la atmósfera una mezcla de gases de invernadero, compuesta principalmente de tetrafluoruro de carbono, hexafluoretano y hexafluoruro de azufre, además de metano y óxido nitroso. El póster se refería a esta mezcla como el «Cóctel Russell», que era como la llamaba el equipo del Mirador de Echus en los viejos tiempos. Los halocarbonos del cóctel eran poderosos gases de invernadero, y lo mejor de todo era que absorbían la radiación planetaria que escapaba de una longitud de onda de entre 8 y 12 micras, la llamada «ventana» donde ni el vapor de agua ni el CO
2
tenían mucha capacidad de absorción. Cuando estaba abierta, esa ventana permitía que escapasen al espacio cantidades extraordinarias de calor, y Sax se había decidido desde el principio a intentar cerrarla liberando el cóctel hasta que su presencia en la atmósfera llegara a diez o veinte partes por millón, siguiendo el modelo clásico del tema planteado por McKay
et al
. Así, a partir de 2042 se había hecho un esfuerzo importante para construir esas fábricas automatizadas, repartidas por todo el planeta, para procesar los gases a partir de las fuentes locales de carbono, azufre y flúor, y luego liberarlos. Cada año las cantidades bombeadas habían ido en aumento, incluso después de que se hubiese alcanzado el nivel de veinte partes por millón, porque querían mantener esa proporción en la atmósfera en proceso de espesamiento, y también porque tenían que compensar la continua destrucción de los halocarbonos por la radiación ultravioleta en las capas altas de la atmósfera.

Como las tablas del cartel de Simmon dejaban bien claro, las fábricas habían continuado funcionando durante los sucesos de 2061 y en las décadas posteriores, y habían mantenido los niveles en unas veintiséis partes por millón. La exposición concluía que esos gases habían calentado la superficie unos 12°K.

Sax pasó a otro cartel con una pequeña sonrisa en los labios. ¡Doce grados! ¡Eso sí era significativo! Más de un veinte por ciento del calentamiento que necesitaban, y todo por el temprano y continuo despliegue de un bien diseñado cóctel de gases. Era elegante, vaya si lo era. Había algo tan consolador en la simple física...

Ya eran las diez de la mañana, y a esa hora empezaba una conferencia fundamental a cargo de H. X. Borazjani, uno de los mejores químicos atmosféricos de Marte, precisamente sobre el tema del calentamiento global. Al parecer Borazjani iba a presentar sus cálculos de las contribuciones de todos los intentos de calentamiento desde 2100, el año anterior a la introducción de la soletta. Después de estimar las contribuciones individuales, juzgaría si se estaba produciendo algún tipo de efecto sinérgico. Era, por tanto, una de las conferencias cruciales del congreso, ya que iban a mencionarse y evaluarse los trabajos de muchas personas.

Tuvo lugar en una de las salas de reuniones más grandes, que estaba atestada, un par de miles de personas por lo menos. Sax se deslizó dentro justo cuando empezaba, y se quedó de pie detrás de la última hilera de sillas.

Borazjani era un hombre menudo de piel oscura y cabello cano. Estaba de pie con un puntero en la mano delante de una gran pantalla, que mostraba unas imágenes de vídeo de los diferentes métodos de calentamiento que se habían probado: polvo negro y líquenes sobre los polos, espejos orbitales que habían navegado desde la Luna, agujeros de transición, fábricas de gases de invernadero, asteroides de hielo consumidos en la atmósfera, bacterias desnitrificantes y la biota restante. Sax había puesto en marcha todos esos procesos entre los años 2040 y 2050, y miró la pantalla con más atención que el resto de la concurrencia. La única estrategia de calentamiento que él había evitado era la liberación masiva de CO
2
. Quienes estaban a favor de esa estrategia querían iniciar un efecto de invernadero incontrolado y crear una atmósfera carbónica de dos bares, argumentando que eso calentaría el planeta enormemente y detendría la radiación ultravioleta, estimulando el crecimiento de una vegetación exuberante. Todo era cierto, sin duda; pero para los humanos y los otros animales la atmósfera sería venenosa, y aunque los partidarios del plan hablaban de una segunda fase que barrería el CO
2
y lo reemplazaría por un aire respirable, los métodos que proponían eran vagos, igual que las escalas temporales, que variaban entre 100 y 20.000 años. Y el cielo tendría un blanco lechoso.

Sax no creía que ésa fuera una solución elegante al problema. Prefería su modelo de fase única, que perseguía directamente el objetivo global. Siempre andarían un poco escasos de calor, pero Sax pensaba que valía la pena. Y había hecho lo posible por encontrar sustitutos del calor que el CO
2
habría añadido, como por ejemplo los agujeros de transición. Desgraciadamente las estimaciones de Borazjani sobre el calor liberado por los agujeros eran bastante bajas: todos juntos habían añadido quizá 5°K a la temperatura media. Bien, no había vuelta de hoja, pensó Sax mientras tecleaba notas en el atril: la única fuente de calor buena era el sol. De ahí la agresiva introducción de los espejos orbitales, que habían ido creciendo como veleros solares salidos de la Luna, donde un eficiente proceso los había fabricado a partir del aluminio lunar. Esas flotas, dijo Borazjani, habían crecido lo suficiente como para añadir unos 5°K a la temperatura media.

La reducción del albedo, un objetivo que nunca había sido perseguido con demasiado entusiasmo, había añadido otros dos grados. Los aproximadamente doscientos reactores nucleares repartidos por el planeta habían sumado un grado y medio.

Entonces Borazjani llegó al cóctel de gases de invernadero.

Pero en vez de usar los 12°K del cartel de Simmon, él estimó en 14°K el calentamiento, y citó un artículo de J. Watkins de hacía veinte años para apoyar su afirmación. Sax había visto a Berkina sentado en la última fila, cerca de él; se acercó furtivamente, se inclinó y le dijo al oído.

—¿Por qué no utiliza el trabajo de Simmon? Berkina sonrió y susurró:

—Hace algunos años Simmon publicó un artículo en el que copiaba un complejo esquema sobre la interacción rayos ultravioleta-halocarbonos de Borazjani. Simmon lo modificó un poco, y esa primera vez se lo atribuyó a Borazjani, pero después siempre que lo ha usado sólo ha citado su propio artículo. Eso puso furioso a Borazjani; de todas formas piensa que los artículos de Simmon sobre ese tema se derivan de Watkins. Por eso siempre que habla de calentamiento se remite al trabajo de Watkins e ignora los trabajos de Simmon.

—Ah —dijo Sax.

Se irguió, sonriendo por la sutil pero reveladora pequeña venganza de Borazjani. Simmon, al otro lado de la sala, fruncía el ceño.

Pero Borazjani hablaba ahora del efecto del vapor de agua y el CO
2
que habían sido liberados en la atmósfera, y estimaba que habían añadido en conjunto otros 10°K de calor.

—Quizás esto podría considerarse como un efecto sinérgico —dijo—, puesto que la desorbción del CO
2
es resultado sobre todo de otras estrategias de calentamiento. Pero aparte de eso, no creo que la sinergia haya tenido una repercusión importante. La suma del calor generado por los distintos métodos se corresponde con bastante precisión con las temperaturas de los informes meteorológicos por todo el planeta.

La pantalla de vídeo mostró la tabla final, y Sax hizo una copia simplificada de ella en el atril:

De Borazjani, 14 de febrero 2, 2102:

Halocarbonos: 14

H20 y CO2: 10

Agujeros de transición: 5

Espejos pre-soletta: 5

Reducción del albedo: 2

Reactores nucleares: 1,5

Borazjani ni siquiera había incluido los molinos de viento calefactores, pero Sax los añadió en sus notas. Todo junto sumaba 37,55°K, un paso respetable, pensó Sax, hacía el objetivo de los 53° positivos. Sólo llevaban sesenta años en ello, y ya ahora, en muchos días de verano se alcanzaban temperaturas por encima del punto de congelación, permitiendo que la vida vegetal ártica y alpina floreciese, como él había podido comprobar en el Glaciar Arena. Y todo esto antes de la introducción de la soletta, que incrementaba la insolación en un veinte por ciento.

El período de preguntas había empezado, y alguien preguntó a Borazjani si creía que la soletta era necesaria, en vista de los progresos hechos con los otros métodos.

Borazjani se encogió de hombros como lo habría hecho Sax.

—¿Qué significa
necesario
? —replicó—. Depende de cuánto calor quiera uno. De acuerdo con el modelo estándar iniciado por Russell en el Mirador de Echus, es importante mantener el nivel de CO
2
tan bajo como sea posible. Si lo hacemos así, tendremos que aplicar otros métodos para compensar la pérdida del calor que el CO
2
habría aportado. La soletta podría considerarse como una manera de compensar la reducción gradual del CO
2
a niveles respirables.

Sax asintió a pesar suyo.

—¿No cree usted que el modelo estándar es inadecuado, en vista de la cantidad de nitrógeno que tenemos? —preguntó otro.

—No si todo ese nitrógeno acaba en la atmósfera.

Pero eso era muy poco probable, como el mismo interrogador se apresuró a señalar. Una buena parte del total permanecería en el suelo, y en verdad era allí donde las plantas lo necesitaban. Así que andaban escasos de nitrógeno, como Sax siempre había sabido. Y si mantenían el CO
2
atmosférico en los niveles más bajos posibles, eso dejaba el porcentaje de oxígeno en un nivel peligrosamente alto, debido a su inflamabilidad. Otra persona se levantó para afirmar que era posible que la falta de nitrógeno pudiera compensarse liberando otros gases inertes, como el argón. Sax apretó los labios; él había estado introduciendo argón en la atmósfera desde 2042, pues había previsto el problema y había cantidades importantes de argón en el regolito. Pero no era fácil de liberar, como sus ingenieros habían descubierto, y como otros estaban señalando ahora. No, el equilibrio de gases en la atmósfera se estaba convirtiendo en un arduo problema.

Una mujer apuntó que un consorcio de transnac coordinado por Armscor estaba construyendo una flota de transbordadores continuos para recolectar nitrógeno en la atmósfera de nitrógeno puro de Titán, licuarlo y transportarlo a Marte, y luego bombearlo a la atmósfera superior. Sax bizqueó un poco e hizo algunos cálculos rápidos en su atril. Sus cejas salieron disparadas hacia arriba cuando vio el resultado. Los transbordadores tendrían que hacer muchos viajes para conseguir algo significativo, o bien tendrían que ser enormes. Era muy curioso que alguien hubiera pensado que valía la pena la inversión.

Ahora volvían a hablar de la soletta. Era cierto que tenía la capacidad de compensar los 5 u 8°K que se perderían si eliminaban el CO
2
del aire, y era muy probable que añadiese aún más calor. En teoría, Sax calculó que añadiría unos 22°K. La eliminación en sí no sería fácil, señaló alguien.

Un hombre cerca de Sax, de un laboratorio de Subarashii, se levantó para anunciar que más adelante habría una conferencia sobre la soletta y las lupas aéreas en la que se aclararían algunos de esos puntos, y antes de sentarse añadió que las graves deficiencias del modelo de fase única hacían la creación de un modelo de dos fases casi perentoria.

La gente puso los ojos en blanco al oír esto, y Borazjani señaló que la próxima conferencia tenía que empezar ya. Nadie había hecho comentarios sobre su hábil modelo, que había determinado con tanta precisión la contribución de los distintos métodos de calentamiento. Pero en cierto modo era una señal de respeto, pues tampoco nadie había puesto en duda el modelo, y la preeminencia de Borazjani en esa disciplina se daba por supuesta. La concurrencia se puso de pie, y algunos se acercaron para hablar con Borazjani. Mil conversaciones distintas se iniciaron mientras la gente se derramaba por los vestíbulos.

Other books

The Meddlers by Claire Rayner
The Advent Calendar by Steven Croft
Hunters' Game by Denyse Bridger
Forever Black by Sandi Lynn
Say No To Joe? by Lori Foster
The Beauty of the End by Debbie Howells
Helping Hand by Jay Northcote
Of All the Stupid Things by Alexandra Diaz
Intriguing Lady by Leonora Blythe