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Authors: C. S. Lewis

Tags: #Ciencia Ficción, Relato, otros

Más allá del planeta silencioso (10 page)

BOOK: Más allá del planeta silencioso
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—¿Por qué lo llaman
thulc
? —preguntó—. ¿Por qué el silencioso?

Nadie contestó.

—Los séroni lo saben —dijo Jnojra—. Es la clase de cosas que saben ellos.

Cuando le preguntaron cómo había venido y Ransom hizo un pobre intento de describir la astronave, le dijeron otra vez:

—Los séroni sabrían.

¿Había venido solo? No, lo habían acompañado dos de su especie: hombres malos (hombres «torcidos» era el equivalente jrossiano más aproximado) que trataron de matarlo, pero él había huido. A los jrossa les costó creer eso, pero finalmente estuvieron de acuerdo en que Ransom debería ir a ver a Oyarsa. Oyarsa lo protegería. Ransom preguntó quién era Oyarsa. Lentamente, y con muchos malentendidos, pudo sacarles la información de que Oyarsa (1) vivía en Meldilorn, (2) sabía todo y gobernaba a todos, (3) siempre había estado allí y (4) no era un jross ni uno de los séroni. Ransom les preguntó entonces, siguiendo su línea de pensamiento, si Oyarsa había hecho el mundo. Los jrossa casi aullaron en su fervor por negarlo. ¿Acaso la gente de Thulcandra no sabía que Maleldil el Joven había hecho y gobernaba aún el mundo? Hasta un niño lo sabía. Ransom preguntó dónde vivía Maleldil.

—Con el Anciano.

¿Y quién era el Anciano? Ransom no entendió la respuesta. Probó otra vez.

—¿Dónde está el anciano?

—No es de la clase de seres que necesitan un lugar donde vivir —dijo Jnojra y siguió con una extensa disquisición que Ransom no pudo entender, aunque captó lo suficiente para sentir una vez más cierta irritación. Desde que había descubierto el carácter racional de los jrossa se había sentido poseído por una escrupulosa preocupación acerca de si era o no su deber darles instrucción religiosa; ahora, como resultado de sus esfuerzos vacilantes, descubría que lo trataban como si él fuera el salvaje y le estuvieran dando un primer esbozo de religión civilizada, una especie de equivalente jrossiano del catecismo elemental. Se hizo manifiesto que Maleldil era un espíritu sin cuerpo, partes ni pasiones.

—El no es un
jnau
—decían los jrossa.

—¿Qué es
jnau
? —preguntó Ransom.

—Tú eres
jnau
. Yo soy
jnau
. Los séroni son
jnau
. Los pfifltriggi son
jnau
.

—¿Pfifltriggi? —dijo Ransom.

—A más de diez días de viaje hacia el oeste —dijo Jnojra—, el
jarandra
se hunde no hacia un
jandramit
, sino hacia un lugar más amplio, un espacio abierto que se extiende en todas las direcciones. Cinco días de viaje de norte a sur, diez días de este a oeste. Allí los bosques tienen colores distintos a los nuestros, son azules o verdes. Es un lugar muy hondo, que llega a las raíces del mundo. Allí están los productos más hermosos que puedan sacarse de la tierra. Allí viven los pfifltriggi. Les encanta cavar. Ablandan con fuego lo que extraen y hacen cosas. Son gente pequeña, más chica que tú, de hocico largo, pálidos, trabajadores. Tienen largos miembros anteriores. Ningún
jnau
puede igualarlos en hacer y moldear cosas, así como nadie puede igualarnos en cantar. Pero mejor que el
jombre
vea por sí mismo.

Se dio vuelta y habló con uno de los jrossa más jóvenes, y, poco después, después de pasar de mano en mano, llego hasta él un pequeño recipiente. Lo acercó a la luz del fuego y lo examinó. Era de oro y Ransom comprendió el interés de Devine por Malacandra.

—¿Hay mucho más material de este tipo? —preguntó.

Sí, le dijeron; la mayor parte de los ríos lo arrastraba, pero el mejor y más abundante estaba entre los pfifltriggi, y ellos eran los que tenían la habilidad de moldearlo. Lo llamaban
árbol jru
, sangre del Sol. Volvió a mirar la escudilla. Estaba delicadamente grabada. Vio siluetas de jrossa y de animales más pequeños, parecidos a ranas, y luego, sorns. Los señaló con un gesto interrogante.

—Séroni —dijeron los jrossa, confirmando sus sospechas—. Viven arriba, casi en el
jarandra
. En las grandes cuevas.

Los animales con forma de rana (o con cabeza de tapires y cuerpo de ranas) eran pfifltriggi. Ransom barajó los datos en su mente. Según parecía, tres especies distintas habían llegado al raciocinio en Malacandra y ninguna de ellas había exterminado aún a las otras dos. Era muy importante para él averiguar quién era el verdadero amo.

—¿Cuál de los
jnau
gobierna? —preguntó.

—Oyarsa gobierna —fue la respuesta.

—¿Él es
jnau
?

Eso los confundió un poco. Suponían que los séroni se ocuparían mejor de ese tipo de preguntas. Quizás Oyarsa era
jnau
, pero un
jnau
muy distinto. Para él no había muerte ni juventud.

—¿Los séroni saben más que los jrossa? —preguntó Ransom.

Eso provocó más un debate que una respuesta. La conclusión final fue que los séroni o sorns eran perfectamente inútiles con un bote y no podían hacer poesía, y, aunque los jrossa la hicieran para ellos, sólo podían entender la más elemental; pero había que reconocer que eran buenos para averiguar cosas sobre las estrellas, para comprender las declaraciones más oscuras de Oyarsa y para contar qué había ocurrido en Malacandra hacía mucho tiempo… tanto que nadie podía recordar.

«Ah… la intelligentsia», pensó Ransom. «Deben de ser los verdaderos gobernantes, aunque lo hagan de forma disimulada.»

Trató de preguntar qué pasaría si los sorns utilizaran su sabiduría para lograr que los jrossa hicieran cosas —era la mejor forma de expresarlo con su dominio balbuceante del malacándrico—. De esa manera, la pregunta no sonaba tan apremiante como si hubiera dicho «utilizaran sus recursos científicos para explotar a sus vecinos incivilizados». Pero podría haberse ahorrado el esfuerzo. La mención de la mala valoración que hacían los sorns de la poesía había desviado toda la conversación hacia temas literarios. Ransom no entendió ni una sola sílaba de la acalorada y aparentemente técnica discusión que se desarrolló a continuación.

Como es natural, no todas las conversaciones con los jrossa tenían como tema Malacandra. Debía darles a cambio información sobre la Tierra. En esa tarea se sentía abochornado, tanto por los descubrimientos humillantes de su propia ignorancia sobre su planeta natal, como por su propósito de ocultar parte de la verdad. No quería contarles demasiado sobre las guerras y las industrias terrestres. Recordaba cómo el Cavor
[3]
de H. G. Wells había encontrado la muerte en la Luna; además sentía vergüenza. Experimentaba algo parecido a la desnudez física cada vez que lo interrogaban con demasiada precisión sobre los hombres, los
jombra
, como ellos los llamaban. Por otra parte, estaba decidido a no dejarles saber que lo habían traído para entregarlo a los sorns, porque cada día estaba más seguro de que eran la especie dominante. Lo poco que les contó bastó para encender la imaginación de los jrossa. Todos comenzaron a hacer poemas sobre la extraña
Jandra
donde las plantas eran duras como la piedra y la hierba verde como la roca y las aguas frías y saladas, y donde los
jombra
vivían arriba, en el
jarandra
.

Se mostraron aún más interesados en lo que pudo decirles sobre el animal acuático de mandíbulas chasqueantes del que había huido en su mismo mundo, incluso en su mismo
jandramit
. Todos estuvieron de acuerdo en que se trataba de un
jnakra
. Se excitaron mucho. Hacía años que no aparecía un
jnakra
en el valle. Los jrossa jóvenes sacaron sus armas (arpones primitivos con punta de hueso) y hasta los cachorros se pusieron a jugar a la caza del
jnakra
en los bajíos. Algunas madres mostraron ansiedad y querían que los pequeños salieran del agua, pero en general las noticias sobre el
jnakra
parecieron ser muy bien recibidas. Jyoi partió de inmediato para hacer algunos arreglos en su bote y Ransom lo acompañó. Quería ser útil y ya empezaba a tener cierta habilidad en el manejo de las primitivas herramientas jrossianas. Caminaron juntos hacia la ensenada donde Jyoi tenía su bote, más allá de un corto trecho de bosque.

Por el camino, cuando el sendero se estrechó y Ransom tuvo que ir detrás de Jyoi, pasaron junto a una pequeña hembra jross, casi un cachorro. Habló mientras pasaban, pero no hacia ellos; tenía la mirada fija en un punto a unos cinco metros de distancia.

—¿A quién le hablas, Jrikki? —dijo Ransom.

—Al eldil.

—¿Dónde está?

—¿No lo has visto?

—No vi nada.

—¡Allá! ¡Allá! —gritó ella de pronto—. ¡Ah! Se fue. ¿No lo has visto?

—No vi a nadie.

—¡Jyoi! —dijo la pequeña—. El
jombre
no puede ver un eldil.

Pero Jyoi había seguido caminando con decisión y ya estaba fuera del alcance de sus gritos, sin que pareciera haber notado nada. Ransom supuso que Jrikki estaba «fingiendo», como los jóvenes de su propia especie. Volvió a reunirse con su compañero un momento después.

12

Trabajaron en el bote de Jyoi hasta el mediodía, luego se tendieron sobre la hierba, cerca del calor del riachuelo, y empezaron a almorzar. El carácter guerrero de los preparativos le sugería a Ransom muchas preguntas. No conocía la palabra para
guerra
, pero se las ingenió para hacer que Jyoi comprendiera lo que quería saber. ¿Los séroni, los jrossa y los pfifltriggi salían alguna vez así, con armas, contra los demás?

—¿Para qué? —preguntó Jyoi.

Era difícil explicarlo.

—Si ambos grupos quisieran una cosa y ninguno de los dos la entregara, ¿el otro recurriría finalmente a la fuerza? ¿Dirían: «entréguenlo o los matamos»?

—¿Qué clase de cosas?

—Bueno, comida, quizás.

—Si los otros
jnau
quisieran comida, ¿por qué tendríamos que negársela? A menudo se la damos.

—Pero ¿qué pasaría si no tuvierais suficiente para vosotros mismos?

—Pero Maleldil no va a permitir que dejen de crecer las plantas.

—Jyoi, si tuvierais cada vez más hijos, ¿Maleldil haría más grande el
jandramit
y haría crecer plantas suficientes para todos?

—Los séroni saben ese tipo de cosas. Pero ¿por qué tendríamos que tener más hijos?

A Ransom le costó contestar. Finalmente dijo:

—¿Engendrar hijos no es un placer entre los jrossa?

—Un magnífico placer,
jombre
. Es lo que llamamos amor.

—Si algo es un placer, un
jombre
quiere repetirlo. Podría quererlo más a menudo que el número de hijos que puede alimentar.

A Jyoi le llevó un buen rato captar la idea.

—¿Quieres decir —dijo con lentitud— que podría llegar a hacerlo no en uno o dos años de su vida, sino también en otros?

—Sí.

—Pero ¿por qué? ¿Querría cenar durante todo el día o dormir después de haber dormido? No entiendo.

—Pero una cena se repite todos los días. El amor que tú dices, ¿llega sólo una vez en la vida de un jross?

—Pero le lleva la vida entera. Cuando es joven tiene que buscar compañera, luego debe cortejarla, luego engendrar un hijo, luego educarlo, luego recordarlo todo y hacerlo bullir en su interior y transformarlo en poemas y sabiduría.

—Pero ¿debe contentarse sólo con recordar el placer?

—Eso es como decir «debo contentarme sólo con comer mi alimento».

—No entiendo.

—Un placer llega a su plenitud sólo cuando se lo recuerda.
Jombre
, hablas como si el placer fuera una cosa y la memoria otra. Todo es uno. Los séroni podrían expresarlo mejor que yo, aunque no mejor de lo que yo podría expresarlo en un poema. Lo que tú llamas «recordar» es la última parte del placer, así como el
craj
es la última parte de un poema. Cuando tú y yo nos encontramos, el encuentro terminó en seguida, no era nada. Ahora se está transformando mientras lo recordamos. Pero seguimos sabiendo muy poco sobre él. El verdadero encuentro será lo que yo recuerde cuando me tienda a esperar la muerte, lo que haya producido en mí hasta entonces. El otro es sólo el comienzo. Dices que en tu mundo hay poetas. ¿No te enseñaron esto?

—Quizás algunos —dijo Ransom—. Pero incluso respecto a un poema, ¿un jross nunca desea oír un espléndido poema por segunda vez?

Desgraciadamente, la respuesta de Jyoi giró alrededor de uno de los puntos del idioma que Ransom aún no dominaba. Había dos verbos y los dos significaban, por lo que pudo entender, «ansiar» o «anhelar»; pero los jrossa hacían una neta distinción, incluso una oposición, entre ambos. Para Ransom, Jyoi parecía estar diciendo tan sólo que todos lo ansiarían (
wondelone
), pero que nadie en su sano juicio podía ansiarlo (
jluntheline
).

—Y justamente el poema es un buen ejemplo —continuó—. Porque el verso espléndido sólo llega a serlo gracias a todos los versos siguientes; si volvieras atrás lo encontrarías menos espléndido de lo que creías. Lo matarías. Quiero decir en un buen poema.

—¿Y en un poema torcido, Jyoi?

—Un poema torcido no es escuchado,
jombre
.

—¿Y qué me dices del amor en una vida torcida?

—¿Cómo podría torcerse la vida de un
jnau
?

—¿Quieres decir que no hay jrossa torcidos, Jyoi?

Jyoi reflexionó.

—He oído comentar algo parecido a lo que tú expresas —dijo al fin—. Dicen que a veces en algún que otro sitio un cachorro se comporta extrañamente a cierta edad. Supe de uno que quería comer tierra; quizás haya en algún lugar un jross semejante que quiera prolongar los años del amor. Nunca supe de algo así, pero podría ser. He oído algo aún más extraño. Hay un poema sobre un jross que vivió hace mucho tiempo en otro
jandramit
y que veía todas las cosas dobles: dos soles en el cielo, dos cabezas en un solo cuello, y dicen que al final cayó en un delirio tan grande que deseó tener dos compañeras. No te pido que lo creas, pero así lo cuentan: que amaba a dos jressni.

Ransom reflexionó sobre lo que había oído. A menos que Jyoi lo estuviera engañando, la suya era una especie sexualmente contenida y monógama por naturaleza. ¿Era tan extraño, sin embargo? Sabía que algunos animales tenían épocas regulares de reproducción y si la naturaleza podía obrar el milagro de controlar el impulso sexual, ¿por qué no podía ir más allá y fijarlo, no moral sino instintivamente, a un único objeto? Incluso recordaba haber oído algo sobre que algunos animales terrestres, algunos de los animales «inferiores», eran monógamos por naturaleza. De todos modos, era obvio que, entre los jrossa, la procreación ilimitada y la promiscuidad eran tan escasas como la más rara perversión. Finalmente comenzó a caer en la cuenta de que el misterio no eran ellos, sino su propia especie. Era poco sorprendente que los jrossa tuvieran esos instintos, pero ¿cómo podía ser que dichos instintos coincidieran tanto con los ideales nunca alcanzados por la humanidad, esa especie tan diferente, de instintos tan lamentablemente diversos? ¿Cuál era la historia de la humanidad? Pero Jyoi estaba hablando otra vez.

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