Monstruos y mareas

Como autoproclamado guardián del Castillo de Otramano, Edgar el cuervo muestra una cierta dosis de alarma cuando observa como una cola bastante desagradable se esconde entre los ruibarbos del huerto, y después las mozas de la cocina empiezan a desaparecer misteriosamente. Por no decir nada de la inundación que amenaza al castillo.

Nunca se puede uno confiar cerca de la familia Otramano. Lord Pantalín, Mentolina, Silvestre y su mascota Colegui, y la hemana mayor, la hermosa y gótica Solsticio, a la que Edgar adora, tienen la facultad de meterse en los líos más horripilantes. Suerte que cuentan con Edgar.

Marcus Sedgwick


Crónicas de Edgar el cuervo - 1


ePUB v1.0


Crubiera
21.01.13


M
e temo que tengo pulgas otra vez.

Yo diría que es bastante probable. ¿Qué esperaban? Si me tienen encerrado en esta vieja jaula asquerosa y sólo me dejan mover un poco las alas por la Terraza Superior, con todos esos bloques ruinosos infestados de malas hierbas, tampoco es tan sorprendente que de vez en cuando acabe pescando visitantes, ¿no? La culpa no es mía. Cuando me despierto, me paso todo el tiempo que puedo hurgándome con el pico y las uñas entre las plumas, tratando de atrapar a esos bichejos entrometidos. Pero soy un cuervo viejo y me duele el cuello si lo retuerzo demasiado. Así que entonces me digo «bueno, me parece que uno o dos visitantes habrán de quedarse hasta la próxima inspección» y me doy por vencido. Tampoco es que tengan muy buen gusto, la verdad.

En fin, como decía, soy un cuervo viejo y ya no quiero meterme en más líos. Aunque me temo que eso es inevitable. Los Otramano son todos completamente tontos, incluso para ser personas, lo que ya es decir, así que me da la impresión de que tendré que seguir sacando a esa familia de los embrollos en los que siempre se meten ellos solitos.

El miércoles pasado, por ejemplo. El miércoles (un día nunca demasiado bueno si te paras a pensarlo) empezó cuando ese niño idiota, Silvestre, se puso a gritar que yo me había escapado otra vez. Juro que ese chico la tiene tomada conmigo. Todo por culpa de su mascota, un mono llamado Colegui. Un nombre absurdo para un mono, desde luego; eso lo sabemos tú y yo y todo el mundo de aquí a la China. La verdad es que Silvestre se tomó así la revancha por el nombre que le habían puesto a él. Cosa que fue culpa de sus padres, claro. En realidad, sólo de su madre. Fue ella la que decidió llamarlo Silvestre, porque antes había permitido que su marido le pusiera nombre a Solsticio, la hermana mayor de Silvestre. En fin, qué otra cosa podía esperarse de una pareja llamada Pantalín y Mentolina. Por si lo quieres saber, Pantalín es el cabeza de familia, nuestro amo y señor. Es un Lord auténtico, además: Lord Pantalín Plantagenet Vesuvius Pachuchus Otramano, del castillo de Otramano.

Mentolina es su esposa, Lady Otramano, aunque ella no se llama Mentolina, por supuesto, sería un disparate. Su auténtico nombre es Eufemia; Mentolina no es más que uno de esos espantosos apodos que los enamorados suelen ponerse. Se conocen como «diminutivos cariñosos», aunque ni siquiera a un mono doméstico se te ocurriría llamarlo Mentolina.