Authors: Christopher Moore
Ella hizo un gesto de lavarse la cara y le señaló. Okata fue al espejito del baño, se vio cubierto de sangre y se rió, sus ojos se arrugaron formando sonrisas a su vez. La miró por encima del hombro y volvió a reírse, entonces se frotó la cara con un paño hasta limpiársela y se dirigió a la puerta.
—Jody —dijo. Señaló a las escaleras de fuera—. No. ¿Vale?
—Vale.
Una vez se hubo ido, se arrastró fuera del futón y se tambaleó hasta el banco de trabajo, donde descansó antes de intentar moverse más, y miró el trabajo de Okata. Bloques de madera para imprimir, algunos acabados, otros con solo dos o tres colores, quizá pruebas. Formaban una serie, la progresión de un monstruo negro y esquelético contra un futón amarillo, y el progresivo engorde de la figura: los cuidados, el envolverla en el kimono, el darle de comer su sangre. El último seguía en la etapa de boceto. Debía de estar trabajando en él cuando ella despertó. Estaba hecho en papel de arroz y pegado al bloque de madera con el que imprimiría la tinta negra del grabado, y que estaba tallando para dejar clara la línea del dibujo. Eran muy bellos, y precisos, y simples, y tristes. Sintió asomar una lágrima y se volvió para no gotear sangre sobre el grabado.
¿Cómo se lo podría decir? ¿Señalando al primer boceto, ese donde la figura parecía un grabado medieval de la misma Muerte, y luego señalándolo a él?
Lo primero que noté al verte fue el aura vital que te envuelve, y era negra. Por eso no he dejado que me des tu sangre, Okata. Te estás muriendo.
—Vale —diría él—. Gracias —volvería a decir, con su recién encontrada sonrisa.
Las crónicas de Abby Normal:
¿me traicionáis, moradores diurnos?
Tengo el corazón partido, y debo enfrentarme a la revelación de que mi apasionado científico loco con un pelo que es una pasada igual es un capullo sin sentimientos que ha mancillado mi inocencia y eso, para luego despreciarme vilmente. Y eso jode.
Pues eso, que, como dice la Biblia, «un gran poder conlleva una gran responsabilidad», cosa que descubrí cuando forcé mis habilidades vampíricas al límite por presumir ante Fu atravesando las ventanas entabladas. Así que la cagué y caí desmayada, pero desmayada de verdad, de lesión cerebral, no desmayada como un vampiro. Y Fu y Jared me dieron sangre cuando estaba inconsciente y me curé, así que cuando desperté en el dormitorio, salí al salón de un salto, con las garras dispuestas para desgarrar carne y liarme a hostias.
Y solté: «¡Rawr!».
¿Y a quién veo sino al vampiro Flood, mi enloquecido señor que escapó hace poco y que nunca me había visto con este atuendo, y menos siendo vampi?
Así que solté: «¡Rawr!», esperando estar enseñando los colmillos.
Y él dijo: «Hola, Abby».
Y yo: «¡Rawr! ¡Temedme!».
Y él: «Eso no es de vampiros. Decir rawr no es algo de vampiros».
Y yo respondo: «Sí que lo es. Estoy mostrando mi poder animal y mi ferocidad».
Y él replica: «No, no lo es, solo dices rawr en voz alta. No es algo de vampiros».
«Podría serlo», digo en mi defensa.
Y Jared va y dice: «No creo que lo sea, Abs».
Y yo: «¿Qué te parece si te chupo hasta dejarte hecho polvo y luego te echo en la caja del gato, Jared? ¿Sería eso de vampiros?».
Y él: «Vale. Lo siento. Rawr es algo de vampiros».
Así que miro a Flood con pena, porque lo he humillado en el campo de batalla. Pero es en el monstruo bondadoso donde más brilla la humanidad, así que le digo: «Es cosa de vampiros solo para algunos de nosotros. Y mira, soy una nosssssferatu. Igual que tú, solo que, bueno, sin ser un retrasado en moda. Por cierto, ¿por qué pareces salido de un escaparate de Banana Republic?». Flood siempre ha ido de vaqueros y franela, como si estuviera atrapado en un vórtice grunge de los noventa, pero ahora va todo de lino y cuero.
Y Flood replica: «Hasta hace unas horas corría desnudo por las calles».
Y yo le digo: «Vale. Perdona».
Y él: «Tenemos que irnos, Abby. Tengo que encontrar a Jody y necesito tu ayuda».
Entonces Fu, que ha estado haciendo cosas científicas en la cocina, se acerca y dice: «Abby, puedo convertirte en humana. Puedo convertiros a los dos. Aún tengo el suero que hice para Tommy».
Y yo le digo: «Estás très mono cuando te ves amenazado». Y salto hasta él y lo beso a fondo, hasta oír que le crujen tres vértebras. Y luego voy a abofetearlo para que no me crea una zorra, pero Tommy me coge la mano.
Y me dice: «Tienes que dejar de hacer eso, Abby. Podrías matarlo».
Y yo: «¿De verdad?».
Él asiente con la cabeza, mientras Fu mueve los labios diciendo «gracias», como si yo no tuviera oído vampírico y no supiera que está siendo un cabrito al respecto. Así que me vuelvo hacia Fu y le hago: «Rawr».
Me da igual lo que diga Tommy. Fu tembló de miedo.
Y Tommy va y me suelta: «Vámonos, Abby». Como si Fu no hubiera soltado prenda.
Cojo mi bolsa de mensajero de
pirate bunny
y empiezo a meter dentro el portátil con el cargador, y Flood me dice: «Déjalo aquí».
Y yo respondo: «¿Y cómo voy a expresar entonces mi angustia y mi inspiración oscura y eso?».
Y Flood: «Creía que chupándole la sangre a la gente».
Y yo: «Vale, pero sigo llevándome el portátil. Tengo que escribir en mi
blog
. Tengo suscriptores». Y los tengo. «Bueno, tengo uno.»
Y él: «Lo perderás si nos convertimos en niebla».
Y yo: «No sabes cómo hacer eso».
«Ahora sí.»
«Enséñame. Yo no he ido como tú a una escuela de vampiros de antigua maldad.»
«Tengo diecinueve años, ¿recuerdas? Fui a una escuela pública. En Indiana.»
Y Fu suelta: «¿Solo tienes diecinueve años? ¿No tienes ni edad para beber?».
Y Jared suelta: «Cállate. Es su Señor Oscuro. Nuestro Señor Oscuro».
Y Fu replica: «Vale. Idos. Tened cuidado. Mensajeadme. Yo me quedaré aquí intentando salvar el mundo».
Y Tommy va y dice: «Yo solo quiero salvar a la mujer que amo, que para mí es tan importante como el mundo».
Y voy yo y… nada. Me quedé mirando a Tommy. Y en ese momento me lo habría tirado hasta en una cama de tachuelas.
Así que salimos de la guarida de amor, que técnicamente ya no es de Fu y mía ahora que sus legítimos dueños no están encerrados en bronce, y voy y digo: «¿Por dónde empezamos?».
Y Flood va y responde: «Empezaremos por buscar un lugar seguro donde dormir durante el día».
Y yo digo: «La guarida de amor. Fu y Jared serían nuestros esbirros y eso».
Y él: «La última vez que estuve allí desperté dentro de una estatua, y la última vez que fuiste tú, tu ninja del amor te dio sangre con somníferos».
«No.»
«Sí.»
Y yo: «¡Fu, friki mierdero! ¿Puedo volver a abofetearlo un poco?».
Y Flood: «Iba a convertirte en humana. Para salvarte».
Y yo le suelto: «¿Sin preguntármelo primero? Pues por ahí no paso, mi noble vampirretrasado. En cuanto encontremos a la condesa vuelvo a por él. Le voy a armar una buena».
Y Flood me dice: «Tú no tienes problemas para enfrentarte a la gente, ¿verdad?».
Y yo le respondo: «No. En realidad soy muy insegura, pero he descubierto que si te pones a gritar como una loca, con el pelo de punta y disparando las pistolas, a nadie se le ocurre mencionarte el grano que tienes en la frente». Lo cual es completamente cierto.
«Okey mackey», dice el vampiro Flood. «Buscaremos algún lugar bajo o uno alto. Uno bajo sería más seguro, así que deberíamos buscar algún cuarto de mantenimiento del metro, pero eso nos alejaría del norte de la ciudad, porque allí no hay metro. Los lugares altos son más difíciles de encontrar, pero hay más donde elegir y son menos evidentes si nos buscan Rivera y Cavuto. En las azoteas hay muchos cobertizos con contadores y para guardar herramientas.»
Y voy yo y le digo: «¿Vamos a dormir juntos?».
Y Flood: «No, pero estaremos muertos en el mismo espacio».
Y yo pensé: Qué romántico. Pero dije: «Busquemos un sitio alto».
Y Tommy va y suelta: «Me parece buena idea, Jody vivía en la parte norte de la ciudad, y yo también. Parece lógico que fuera hacia esa zona. Necesitamos un edificio alto desde donde se vean las demás azoteas y buscar un cobertizo o algo.
Lo de trepar no será problema. Y podremos saber si hay gente en ellas buscando la señal de calor. Sabes que ahora puedes ver el calor, ¿verdad?
Y voy yo y le digo: «He supuesto que era eso, o que todas las bombillas de la ciudad tenían un escape. Pero ¿cómo sabes todo lo demás?».
«No tengo ni idea.»
Y voy yo y suelto: «Si encontramos un cobertizo con palomar, tendríamos aperitivos para cuando despertemos».
Lo sé, eso me ha quedado muy
happy
. Debo combatir lo
happy
. Debo combatir lo
happy
.
Así que encontramos nuestra dulce tumba como una hora más tarde, en la azotea de un edificio del distrito financiero, y Flood y yo bajamos caminando por la calle Powell, hacia California y el Fairmont, donde se vio por última vez a la condesa. Y la ciudad parece tan viva como nosotros. Es como si hubiera dos ciudades y no me hubiera dado cuenta antes. Está la ciudad interior, la ciudad diurna, con gente dentro de apartamentos y restaurantes y oficinas y que no tienen ni puta idea de que hay una ciudad exterior. Y luego está la gente de la ciudad exterior, que se pasa todo el tiempo en la calle y que conoce todos los escondrijos y todos los árboles, y donde hay peligro y donde da mal rollo. Los habitantes de la ciudad exterior viven como en otro plano de existencia, como si tampoco vieran a los de la ciudad interior. Pero cuando se es vampiro, ves las dos ciudades. Puedes oír a la gente hablando y comiendo y viendo la tele en sus casas, y puedes ver y sentir a la gente de las calles tras los cubos de la basura, bajo las escaleras. Y ves sus auras, a veces incluso a través de las paredes. Es como si la vida brillara. Algunas auras son de un rosa luminoso, como la de Fu, o marrón o gris, como la del sidoso que vende cosas en la esquina de Powell con Post. Estoy perdiendo mi capacidad de aparentar aburrimiento porque todo es una pasada. Intento mantenerme fría ante Flood, pero quiero saber.
Así que le pregunto: «¿Qué es ese anillo rosa alrededor de la gente?».
Y él contesta: «Es su fuerza vital. Por ella sabes lo sanos que están. También puedes oler si se están muriendo, pero tardarás un poco en notarlo».
¡Lo sé! Uau. Así que le suelto: «Uau».
«Hay un motivo para que lo veas.»
«Explica,
s’il vous plaît
.»
«Es porque se supone que solo debes matar a los enfermos, a los moribundos. Es parte de nuestra naturaleza depredadora. No lo sabía antes de… de perderme, pero ahora lo sé.»
Lo sé, uau. Así que le suelto: «Vale, ¿y cómo te conviertes en niebla?».
Y va él y dice: «Es algo mental. Del todo. No puedes pensar en ello, tienes que serlo».
Y yo: «Te estás quedando conmigo, ¿verdad?».
Y él: «No, no puedes hacerlo si lo piensas. Tienes que limitarte a serlo. Las palabras te lo impiden. Creo que por eso los gatos pueden hacerlo de forma instintiva. Esa es la clave, el instinto. Y yo no funciono bien por instinto. Lo mío son las palabras».
Y voy yo y le suelto, como un gilidiccionario, que: «Lo mío también son las palabras». Lo sé. ¿Como es que yo, señora en activo de la zona de Gran Bahía a oscuras, me veo reducida a soltar frases de reina de belleza con nanocerebro en vez de gozar del terrible poder de mi inmortalidad vampírica? Simple, me puede el puto romanticismo, y no puedo hacer nada por evitarlo. Si un tío dice o hace algo romántico, yo suelto: «Oh, por favor disculpe, señor, deje que me reduzca el cociente intelectual y, oh, si no le importa, señor, puedo ofrecerle esta vagina, húmeda a la vez que indefensa, que parece haberse perdido en el camino». Es evidente que he nacido en la época equivocada. Debí nacer en tiempos de Cumbres borrascosas. Aunque si yo hubiera sido Cathy, habría ido a por Heathcliff y lo habría sacudido con la fusta como cualquier puta sado tras quedarme su American Express negra. Para que os enteréis.
No sacamos nada en el Fairmont. Hablamos con el portero y con el de recepción, que habló con el de conserjería que dijo que no estaba autorizado para hablar de los huéspedes, hasta que le enseñé un billete de cien y dijo que «la pelirroja» no había vuelto desde el día en que fueron los policías preguntando por ella. Dijo que los polis se llevaron la neverita de su cuarto.
Y Tommy va y dice: «Ha desaparecido».
Y yo le digo: «¿Quieres un café? En el mensajero llevo una bolsa de sangre y diez mil dólares». Los nosferatus pueden beber café con leche siempre que le echen algo de sangre, a no ser que tengan intolerancia a la lactosa.
Y él se me queda mirando. «¿En serio llevas diez mil dólares? ¿Tú crees que habrá bastante?»
Y yo le replico: «Bueno, tú puedes beber del barato, pero a mí me gusta el café con leche directamente de las venas de un recién nacido, y esos cabritos no salen baratos».
Y él: «Vale, acabas de dejarme completamente espeluznado».
Y yo: «Eres un asco para estas cosas. Vamos a tomar un café y a hacer cosas de vampiros, como pegar a chuloputas y eso».
«¿Desde cuándo pegar a chuloputas es cosa de vampiros?»
«Desde que me puse a buscar a la condesa y no paraban de intentar reclutarme porque soy tan terriblemente sexi que los perdedores más desesperados pagarían por echarme un polvo, lo cual es halagador y eso, pero me parece que se habrían aprovechado de mí porque soy joven e ingenua.»
«Así que quieres ir a sacudirles.»
«Quiero probar con ellos eso del kung-fu en que les arrancas el corazón y se lo enseñas mientras todavía late. Très macabre, non? Y seguro que vale la pena hacerlo solo por ver la cara que ponen. ¿Lo hiciste cuando ibas matando gente con Chet?»
«No recuerdo nada de eso, no recuerdo haber matado gente.»
«Por eso querían reclutarme los chulos, porque Chet y tú os comisteis a sus fulanas.»
«Haces que suene de lo más sórdido.»
«Vale, pues a ver cómo haces que suene bonito lo de comer fulanas. Haz una poesía, escritorcillo.»
Y parece que se le parte el corazón y eso. Y dice: «Así me llamaba Jody».
Y yo: «Perdona. ¿Dónde quieres que vayamos a buscarla ahora?».
«No lo sé. ¿Qué hora es?»