Muere la esperanza (9 page)

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Authors: Jude Watson

BOOK: Muere la esperanza
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—De acuerdo —Eritha puso cara de desconcierto—. Soy cabezota, pero no estúpida.

—Vale —murmuró Qui-Gon—. Vámonos.

Capítulo 14

Avanzaron sin despegarse de las paredes de piedra y las enormes rocas. Después, sin pensarlo dos veces, recorrieron la corta distancia que les separaba de la entrada de la cueva. Qui-Gon y Obi-Wan buscaron escáneres a medida que se acercaban, pero no vieron nada. Obi-Wan supuso que los Absolutos pensaban que su escondite era tan recóndito que no necesitaban tomar esas medidas.

Se introdujeron en la oscuridad de la cueva, aliviados. Nada más entrar vieron a la derecha un cobertizo donde se guardaban gravitrineos y pequeños deslizadores. Había una caja llena de tecnochaquetas. Qui-Gon hizo un gesto a los otros, y cada uno se puso una. Eritha se escondió el pelo bajo una gorra y se ensució la cara para que no la reconocieran.

Sintiéndose más seguros, se adentraron en la cueva. Había barras luminosas colgadas de las paredes, emitiendo una luz débil. Se dieron cuenta de que la pequeña entrada de la cueva era engañosa. A medida que avanzaban, los espacios se hacían más amplios y se expandían en la distancia.

—Esto pasa por debajo del agua —dijo Qui-Gon en voz baja—. Es más grande de lo que parece.

Unos Absolutos que vestían las mismas tecnochaquetas se acercaban en dirección contraria. Qui-Gon les saludó con una impersonal inclinación de cabeza. Ellos respondieron de la misma forma y siguieron andando.

Eritha dejó escapar un suspiro.

—Vaya.

—Parece que hay suficientes Absolutos trabajando aquí como para que no se conozcan entre ellos —murmuro Qui-Gon—. Eso es bueno. Obi-Wan, busca dispositivos de alta seguridad en los túneles de salida de la cueva. Podrían indicar dónde se encuentra Tahl.

Obi-Wan podía sentir la tensión de su Maestro. Ya estaban muy cerca. Utilizó la Fuerza para asegurarse de sus percepciones. Nada podía salir mal. Si les capturaban, sufrirían un retraso que podría costar la vida a Tahl.

Se detuvieron frente a un túnel que estaba repleto de equipos informáticos.

—Ésta debe de ser la zona de control técnico —dijo Qui-Gon. Se alejó rápidamente, en cuanto vio que alguien entraba por una puerta de duracero y se ponía a trabajar con los ordenadores.

Siguieron avanzando, encontrándose con otros seres que les saludaron con la cabeza o pasaron de largo, concentrados en sus tareas. Eritha procuró mantener la cara oculta, por si la reconocían a pesar de su camuflaje. Obi-Wan vio un control de seguridad en uno de los túneles secundarios. Se lo señaló a Qui-Gon.

—Vamos a probar —dijo Qui-Gon.

Obi-Wan contempló la entrada del túnel secundario.

—Hay un escáner de retina a la derecha. Si pasamos, saltará la alarma.

Qui-Gon contempló cuidadosamente los sensores y el escáner de retina.

—Lo han puesto muy bajo —dijo—. Creo que si utilizamos los lanzacables podremos pasar por encima de los sensores sin que se activen. Probablemente no tuvieron tiempo de perfeccionar el sistema. Mira los agujeros que tienen los sensores alrededor; es un trabajo reciente.

—¿Quizá lo hicieron cuando Balog trajo aquí a Tahl? —preguntó Obi-Wan.

—Puede —Qui-Gon se giró hacia Eritha—. Tienes que quedarte aquí, Eritha. Si hay algún problema, avísanos con la señal silenciosa de tu intercomunicador. Volveremos en cuanto podamos. Si viene una patrulla, vete como si tuvieras algo que hacer, y luego da media vuelta. Si escuchas la alarma, escóndete. Quizá no signifique que nos han capturado. Enciende el localizador de tu intercomunicador para que podamos encontrarte.

Eritha asintió.

—Estaré bien.

Obi-Wan se dio cuenta de que a Qui-Gon no le gustaba tener que dejarla atrás, pero no había elección. Contempló a su Maestro apuntando con cuidado, lanzando su cable por los aires hasta clavarlo en el techo del túnel secundario. Activó el lanzador y se elevó por los aires. Casi se da con la cabeza en el techo de la cueva, pero dejó atrás los sensores y aterrizó en el otro lado.

Obi-Wan esperó tener la misma habilidad que su Maestro. Siguiendo los pasos de Qui-Gon, aguantó la respiración hasta que comprobó que su lanzacables estaba firmemente asegurado. Entonces activó el modo arrastre y el cable tiró de él rápidamente, mientras él trepaba por el abrupto techo. Pasó por encima de los sensores y se adentró en el túnel. Aterrizó junto a Qui-Gon.

Avanzaron a toda prisa. Al final del pasillo encontraron una puerta de duracero encajada en la pared de la cueva. No había paneles de seguridad fuera.

—¿Y ahora qué? Si Tahl está ahí dentro, quizás haya alguien con ella.

Qui-Gon cerró los ojos.

—No la percibo —dijo él en voz baja—. Pero tenemos que averiguar por qué tiene tanta seguridad este túnel, cuando los otros no. Tenemos que entrar.

Activó el sable láser y cortó el duracero, abriendo un agujero lo suficientemente grande como para entrar por él. Qui-Gon se escabulló por la abertura, y Obi-Wan le siguió rápidamente.

Se encontraron en una zona de almacenamiento llena de cajas y bidones. No había rastro de Tahl ni del contenedor de privación sensorial en el que estaba cautiva. En lugar de eso, la sala estaba llena de explosivos. Todas las cajas estaban etiquetadas, demostrando que en su interior se encontraban dispositivos extremadamente poderosos.

—Esto debe de ser lo que robaron a los Obreros Mineros —dijo Obi-Wan.

—Y también hay cosas compradas en el mercado negro —añadió Qui-Gon—. Mira. Ésta es la marca de Mota. Aquí hay explosivos de sobra para saltar la ciudad por los aires.

Obi-Wan miró preocupado a su Maestro.

—¿Qué significa esto?

—Que están preparados para un asalto violento, si es necesario —dijo Qui-Gon—. Pero, ¿a qué viene este cambio de planes? Por lo que sabemos, los Absolutos estaban trabajando para obtener poder a través de la infiltración y el engaño.

Qui-Gon miró rápidamente a su alrededor.

—Vámonos, padawan. Aquí no hay nada que nos lleve a Tahl. Y no me gusta que Eritha esté allí sola.

Por no mencionar el agujero que habían abierto en la puerta blindada, pensó Obi-Wan. En cuanto lo descubrieran, el complejo entraría en estado de alerta.

Volvieron a subir por el túnel hacia la caverna principal. De repente, Obi-Wan sintió una perturbación en la Fuerza. Comenzó a caminar más despacio, igual que Qui-Gon.

No necesitaron ni mirarse. Ambos sabían lo que sentían. Que algo había salido mal.

Se pegaron a las paredes del túnel y avanzaron con cuidado. La cueva apareció ante ellos. Vieron a Eritha rodeada de miembros de seguridad. Obviamente, estaba intentando escapar, pero no podía hacerlo. Miró por última vez, desesperada, hacia el túnel.

Qui-Gon le puso una mano a Obi-Wan en el brazo, indicándole que no se moviera.

—No podemos —murmuró—. En cuanto nos vean harán saltar la alarma. Y quien tenga a Tahl sabrá que hay intrusos en la cueva. No podemos arriesgarnos. Veamos cómo se las arregla Eritha con esto.

Eritha alzó el volumen de su voz, que resonó contra las paredes de la cueva.

—Idiotas, ¿acaso no sabéis quién soy? Soy Eritha, hija de Ewane. Llamad a mi hermana Alani ahora mismo. ¡Estamos ayudando a los Absolutos, idiotas!

—Pero eres una Obrera... —comenzó a decir uno de los guardias.

—¡Soy una patriota! —gritó Eritha—. ¡Dejadme marchar!

—Antes tendremos que hacer unas comprobaciones —dijo el oficial—. Tendrás que venir con nosotros.

—¡No olvidaré esto! —dijo Eritha mientras la colocaban en el centro del grupo y comenzaban a llevársela—. Quiero el nombre de todos. ¡Tendréis noticias nuestras!

—La verdad es que no se ha mostrado asustada —dijo Obi-Wan con admiración.

—Sí, lo ha llevado bien —dijo Qui-Gon mientras se alejaba del amparo de la pared del túnel—. Por desgracia, ahora tenemos que rescatar a dos personas.

Capítulo 15

Qui-Gon y Obi-Wan esperaron un momento y salieron del túnel. Obi-Wan se dio cuenta de que su Maestro estaba alterado por el curso de los acontecimientos. Mantuvieron una distancia considerable entre ellos y Eritha y los guardas, pero sin perderla de vista. Los guardias la llevaron al interior de la cueva, hasta otra entrada en un túnel. Uno de los guardas abrió el panel de seguridad e introdujo un código. Luego acercó el ojo al sensor. Cuando su retina fue escaneada, se llevaron a Eritha en volandas por la entrada, a la profundidad del túnel.

—Quizá tengan ahí a Tahl —dijo Obi-Wan—. Sin duda es adonde llevan a los prisioneros.

—Es muy probable —dijo Qui-Gon. Contempló la entrada del túnel—. Pero esta vez no tenemos tanta suerte. Los sensores están bien colocados. No podremos entrar sin llamar la atención. Si los sensores saltan, podríamos poner en peligro las vidas de Eritha y Tahl. Y los Absolutos no son idiotas. Probablemente sospechen que Eritha no se infiltró sola en la caverna.

—¿Alguna otra idea?

—Creo que sólo podemos hacer una cosa —dijo Qui-Gon—. Necesitamos una distracción.

Volvieron sobre sus pasos, al túnel donde estaban las armas. Utilizando el mismo método, se impulsaron por encima de los sensores y entraron en el túnel sin problemas. Luego corrieron hasta la sala donde se almacenaban los explosivos.

Qui-Gon leyó rápidamente las etiquetas de los distintos bidones.

—Tenemos que tener cuidado —dijo—. Si nos pasamos, derribaremos la cueva. Pero tiene que ser suficiente para crear caos y confusión.

Obi-Wan no era un experto en explosivos. Dejó que Qui-Gon eligiera lo necesario. Qui-Gon le dio un puñado de pequeños explosivos.

—Tendremos que ponerlos lejos de aquí —dijo Qui-Gon—. Si nos quedamos demasiado cerca, podríamos causar una reacción en cadena.

Se metió más explosivos y temporizadores en la túnica.

—Con esto debería bastar. No puede haber heridos, pero tiene que haber confusión. Eso es todo lo que necesitamos. En cuanto encontremos a Tahl y a Eritha nos dirigiremos a la entrada de la cueva.

—¿Y si nos ven? —preguntó Obi-Wan—. Seguro que todos van hacia la entrada.

—Tendremos que conseguir una tecnochaqueta para Tahl. Y contar con el humo y la confusión.

Obi-Wan recordó lo que Lenz e Irini le habían contado sobre la droga que se empleaba para paralizar a los sujetos cautivos en el contenedor de privación. Estaba preparado para el hecho de que Tahl fuera incapaz de caminar o de moverse; pero Qui-Gon no parecía querer tener en cuenta esa posibilidad.

—Date prisa, Obi-Wan. Necesitamos llegar a Eritha antes de que le hagan algo.

Obi-Wan siguió a Qui-Gon al interior de la cueva. Depositaron una pequeña cantidad de explosivos más cerca de la entrada, y otra en la entrada del túnel de control técnico. Entonces corrieron hacia el cobertizo de los vehículos.

—Programaremos éstas para que salten después —dijo Qui-Gon—. Será una pequeña explosión, pero debería destruir la mayoría de los transportes. Por si acaso nos siguen —cogió otra tecnochaqueta y la escondió dentro de la suya—. Y ahora volvamos adonde se llevaron a Eritha.

Obi-Wan había visto a su Maestro concentrado en algo muchas veces. Pero esto era diferente. Había determinación en su mirada, pensaba cada uno de sus movimientos. Aunque Obi-Wan podía sentir la ansiedad de Qui-Gon, no daba muestras de ello en su forma de hablar o en sus acciones. Parecía totalmente tranquilo. ¿Dónde estaba su desesperación? Obi-Wan admiraba cómo había controlado su Maestro sus sentimientos, y cómo se había adaptado a la disciplina y al propósito. Era el ejemplo perfecto de cómo debía actuar un Jedi.

Estaban a pocos pasos del desvío del primer túnel cuando se produjo la explosión inicial. La cueva se estremeció por un momento, las paredes y las rocas temblaron. Comenzó a sonar una sirena, y, de repente, los Absolutos aparecieron en los pasillos de la cueva, corriendo desde las distintas entradas y ramificaciones de los túneles.

—¡Es por ahí! —gritó Qui-Gon. Se dirigieron en esa dirección, y Obi-Wan y él avanzaron un trecho. Dejaron que la gente les siguiera y luego comenzaron a volver sobre sus pasos.

El humo comenzó a flotar hacia ellos. Entonces, Obi-Wan vio una figura aparecer y desaparecer por delante de ellos, entre la nube de humo.

—Creo que es Balog —dijo a Qui-Gon—. Se dirige hacia el túnel de explosivos.

Se pegaron a la pared de la cueva y contemplaron a Balog pasando por el escáner de retina. Se apresuraron a volver al túnel.

—¿Deberíamos seguirle? —preguntó Obi-Wan.

—Esperemos aquí. Sabemos que Tahl no está ahí. Cuando vuelva, le seguiremos —dijo Qui-Gon.

Sonó otra explosión. El humo se acercó hacia ellos.

—Eso debe de ser el centro técnico —dijo Qui-Gon.

De repente apareció Balog, saliendo a toda prisa del túnel secundario. Obi-Wan reconoció su cuerpo rechoncho y musculoso y su andar autoritario. Sin mirar siquiera a los que se dirigían hacia la entrada de la caverna, él tomó el camino contrario.

Qui-Gon asintió, sombrío.

—Cuando se te quema la casa, vas a buscar lo que más valoras.

—Va a por Tahl —asintió Obi-Wan.

Los dos Jedi le siguieron. Obi-Wan esperaba que Balog entrara en el túnel en el que se encontraba Eritha, pero él siguió avanzando. Otra explosión hizo estremecerse la cueva. Esta vez fue un estallido más pequeño.

—Los depósitos de combustible de los vehículos —dijo Qui-Gon.

Pasaron por un túnel secundario con un cartel que ponía: "ENTRADA A LA BASE SUBAC". Obi-Wan se fijó al pasar. Tenía que ser la entrada a la parte subacuática del complejo secreto.

Balog giró repentinamente por un pequeño túnel que carecía de sensores de seguridad. Ellos se metieron tras él. Las barras luminosas no funcionaban, y la oscuridad era casi completa. Apenas podía ver el brillo de una puerta de duracero ante ellos.

Balog se detuvo frente a la puerta para entrar. Obi-Wan dudó, inseguro de lo que debían hacer a continuación. Pero, a su lado, Qui-Gon ya estaba en marcha. Su Maestro se movió a toda velocidad cuando Balog se coló por la puerta. Dando un salto majestuoso, Qui-Gon le siguió, y la puerta se cerró de repente.

Capítulo 16

Qui-Gon aterrizó con su sable láser ya activado, y oyó cómo se cerraba la puerta tras él.

Balog estaba en el centro de la habitación, entre Qui-Gon y Tahl. El contenedor de privación sensorial estaba apoyado contra la pared de la cueva, con Tahl dentro. Sólo podía verle los ojos a través de un pequeño visor. Supo que estaba viva. Sus pápados se movieron. Ella podía sentir la presencia de Qui-Gon, como siempre. Una pequeña perturbación en la Fuerza indicó al Jedi que ella estaba intentando llegar a él.

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