Nacida bajo el signo del Toro (4 page)

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Authors: Florencia Bonelli

BOOK: Nacida bajo el signo del Toro
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A la mañana siguiente entró en la Escuela Pública Número 2 con otra disposición. Miraba a sus compañeros, incluso a los chicos de otras divisiones, y reflexionaba: “A diferencia de ustedes, yo trabajo para sustentarme”, porque había decidido que no volvería a pedir dinero a sus padres ni siquiera para los útiles y los libros escolares. La sensación de seguridad y el sentimiento de superioridad sufrieron un traspié cuando sus ojos cayeron sobre Bárbara Degèner y Lucía Bertoni; regaban su alegría, belleza y desparpajo con una soltura fascinante y avasalladora al mismo tiempo.

Recuperó algo de su buen talante durante la primera clase de francés, que, para la mayoría de la división, era la primera aproximación a esa lengua; para ella, pan comido. Aun el inteligente y siempre imbatible Lautaro Gómez se dio vuelta para preguntarle cómo se pronunciaba
avoir
y qué quería decir
voiture
. Lo mejor ocurrió cuando, después de que leyese un párrafo por pedido de la profesora, Sebastián Gálvez le gritó:
—¡Ey, princesa! ¿También sabés hablar francés?

Se limitó a mirarlo sobre el hombro con una sonrisa y el corazón palpitante. Durante el recreo, no le molestó su soledad como en el pasado. Se decía que, en pocas horas, abandonaría ese edificio viejo y decrépito, dejaría atrás a sus compañeros inmaduros y dependientes, y comenzaría una nueva vida, la de una mujer que se valía por sí misma. Sus pensamientos se cortaron de súbito cuando Sebastián se sentó a su lado.

—Hola, Cami.

—Hola —dijo, sin aliento. Era impacto suficiente que se sentase a su lado; ni mencionar que la llamase “Cami”.

—Quería pedirte un favor. ¿Podrías traducirme esto? —Le pasó una hoja con la canción “Bring me to Life

, de Evanescence—. Este tema me quiebra.

Camila lo miró de reojo y descubrió por primera vez un brillo sincero en él, un gesto despojado de la vanidad que lo caracterizaba.

—Está bien.

—¿Me la das antes de irnos?

—Bueno —dijo, y enseguida se arrepintió. Se acordó del reproche de Gómez: “Y vos se lo leíste, por supuesto”.

Como si lo hubiese llamado con el pensamiento, levantó la vista y lo descubrió a unos metros; estaba con Karen y Benigno, pero la observaba a ella con esa insistencia inexplicable. Lo evitó; su mirada la hizo sentirse idiota.

 

♦♦♦

 

Se topó con Sebastián a la salida de la clase de gimnasia. ¿Se había quedado a esperarla? Las clases de los varones eran los miércoles y los viernes. Lamentó la traza a la que la había reducido el zarandeo en el campo de
handball
. ¡Cómo detestaba los deportes! Ni qué decir del estado en que la dejaban: sudada, colorada y despeinada. Por otra parte, el pantalón de gimnasia le marcaba el trasero del tamaño de un globo terráqueo, en opinión de su hermano Nacho.

Devolvió la sonrisa a Sebastián y se acomodó con disimulo el flequillo. En tanto se aproximaba, iba sacando la hoja con la traducción para entregársela y seguir su camino, deprisa, sin contacto visual ni mayores aspavientos. Así lo hizo; Sebastián, no obstante, caminó junto a ella.

—¿Por qué caminás tan rápido? ¿No querés ir a tomar un café conmigo?

Camila experimentó un golpe en el estómago. Era la primera vez que la invitaban a tomar un café. Que fuese Sebastián Gálvez, el lindo de la división, sirvió para dejarla muda y con el corazón desbocado.

—¿Vamos a tomar un café? —insistió.

—No puedo.

—¿No podés? —preguntó, escandalizado, y Camila, pese a todo, reprimió una sonrisa. Gálvez no hacía un misterio de su vanidad.

—Estoy llegando tarde.

—¿Adónde?

—A mi trabajo.

—¿Trabajás? —La detuvo sujetándola por el brazo—. ¿Adónde trabajás?

—Soy
babysitter
—atinó a decir. Después de mirar fijamente a Gálvez y de apreciar el verde de sus ojos, se despidió—: Nos vemos mañana, Sebastián. En serio, tengo que irme. — Reemprendió la marcha, consciente de que lo dejaba atrás y de que él le miraba el “globo terráqueo”.

 

♦♦♦

 

Comió en casa de Alicia, mientras Lucito jugaba con un Winnie The Pooh de goma. No pasó por su casa para cambiarse. No tenía deseos de ver a su madre. Seguiría malhumorada después de la discusión de la noche anterior. Se empeñaría en demostrarle que no descuidaría los estudios y que sus notas serían las mejores, como siempre. ¿Su madre no la conocía para suponer que disminuiría el rendimiento? Se le hacía un nudo en el estómago de pensar en llevarse una materia o de sacar notas mediocres. Siempre había sido la primera de la clase, hasta que, en la Escuela Pública Número 2, se topó con Lautaro Gómez, un adversario imposible de vencer.

Sacó a Lucito de la silla, comprobó que tuviese seco el pañal y lo llevó al comedor. Era adorable, con sus ojos grandes, de pestañas rizadas. Mordisqueaba con ahínco el juguete de goma para rascarse las encías.

Recorrió el lugar, contemplando los adornos, mirando por la ventana, analizando el tapiz de las sillas. Se detuvo ante la biblioteca. Comprobó de un vistazo que había pocas novelas; encontró libros de psicología y de astrología. Escogió uno al azar, más bien gordo, con el lomo rojo:
Los signos del Zodíaco
y su carácter
, de Linda Goodman. Dejó al bebé dentro del corralito y se puso a hojearlo.
Tauro, el toro
, leyó en el índice y fue a esa página directamente.
¿Cómo reconocer a Tauro?
Los párrafos se sucedían, y ella no daba crédito a lo que leía. Después de todo, la astrología no era un cuento como sostenían su mamá y la abuela Laura; no podía ser casualidad que acertasen en la mayoría de las características:
…el Toro típico
es preferentemente lento en el movimiento y parco en el hablar
, aunque, si había nacido con una fuerte influencia de Géminis, Aries o Sagitario, era más “gárrulo”. ¿Qué significaba gárrulo? Buscó un diccionario. Halló un Larousse.
Gárrulo, la, adj. Muy
hablador
. De seguro ella no había nacido bajo la influencia de ninguno de esos signos, porque, en verdad, no le gustaba hablar. Últimamente se había mantenido más silenciosa que de costumbre.

Oyó que Alicia despedía a su paciente y esperó, expectante, a que se presentase en el comedor. La vecina solía pasar con su hijo el tiempo entre paciente y paciente.

—Veo que te has interesado por la astrología —le comentó, al verla con el libro gordo y rojo en la mano.

—Es increíble —admitió Camila—. Acierta en todas mis características.

—¿A ver? Vení a mi consultorio.

Camila sacó a Lucito del corralito y caminó detrás de Alicia, que levantó la tapa de la computadora portátil y tecleó con velocidad.

—Decime día, mes, año y hora de tu nacimiento.

—10 de mayo del 95. ¿La hora? —Dudó un momento—. Cinco y media de la tarde.

—¿Naciste aquí, en Buenos Aires?

—Sí.

—Bien. Veamos qué nos dice tu carta natal.

—¿Qué es la carta natal?

—La carta natal refleja la disposición de los planetas y del Sol en el cielo en el momento exacto en que vos naciste.

—Ah.

—Sí, ya sé. Me dirás: ¿y eso qué tiene que ver conmigo? —Camila sonrió—. Tiene que ver porque, por alguna razón extraña, la energía de los planetas nos determina la personalidad y, en muchos casos, el destino. La verdad es que la carta natal, o astral, como la llaman algunos, es una herramienta para conocerse y conocer a los demás, lo que te ayuda a comprenderlos. Por ejemplo, Lucito siempre será terco, pero no puede evitarlo. Así son ustedes, los taurinos. ¿A ver? ¿Qué pasaba mientras Camila asomaba su cabecita al mundo? —Concentró la mirada en la pantalla, donde se dibujaba un círculo plagado de símbolos incomprensibles—. Ajá. Interesante. Muy interesante.

—¿Qué ves? —preguntó, con ansiedad, y de pronto se sintió estúpida. Se suponía que la astrología era un cuento.

—Bueno, como ya sabemos, tenés el Sol en Tauro. Tu Luna está en Virgo, lo cual me hace pensar que no me equivoqué al elegirte para que cuides a mi hijo. Los nacidos con la Luna en Virgo son responsables y aplicados. Y, por último, tu Ascendente está en Escorpio, tu opuesto complementario. Qué
mix
más fascinante, Camila.

—¿De verdad?

El sonido del portero eléctrico anunció el fin del interludio. Camila y Lucito regresaron al comedor, y Alicia se aprestó a recibir al próximo paciente.

El resto de la tarde se lo pasó leyendo el libro de Linda Goodman; se concentró en las características de los signos zodiacales de sus padres y de su hermano, con descubrimientos sorprendentes. También caviló en que Sebastián Gálvez habría podido encontrar fácilmente la letra de “Bring me to Life” en Google o en Youtube. Pero se la había pedido a ella. Y, como si fuese poco, la había invitado a tomar un café.

 

 

 

Con Alicia aprendió muchas cosas; por ejemplo, que la Luna define la manera en que uno se relaciona afectivamente con las personas, sobre todo con la madre; que el Ascendente determina la personalidad social (Alicia le dijo que ese término, “personalidad social”, lo había tomado de un libro de un tal Marcel Proust), es decir, el modo en que uno se presenta frente al mundo, una especie de escudo para preservar nuestro verdadero ser, delineado por la ubicación del Sol. Alicia también sostenía que el Ascendente marcaba el aprendizaje que corresponde encarar en la vida.

Existía una infinidad de elementos que Camila no manejaba y que la confundían; sin embargo, la afición por esa extraña y poco convencional ciencia se había desatado en ella y ya no podía alejarse de los cuestionamientos: “¿De qué signo será Mengano? ¿Dónde tendrá la Luna Zutano? ¿Y en qué casa estará el Plutón de Fulano?”.

Había aprendido que la carta natal se divide en doce casas, las cuales representan distintos aspectos de la vida. Por ejemplo, su Plutón estaba en la Casa I, que es la casa de la personalidad; todavía no había investigado qué consecuencias le traería contar con ese planeta en la casa que la definía como persona, aunque sí había entendido por qué nunca sería menuda ni delgada como Lucía Bertoni o Bárbara Degèner. Por un lado, su Sol en Tauro, el signo del Toro, corpulento y macizo, y Plutón en Casa I, que define nativos físicamente fuertes, con rasgos marcados, la convertían en quien era: una chica alta –casi un metro setenta–, de espaldas anchas, hombros bien plantados y piernas gruesas. Su afición por la comida, que también la heredaba de su amigo el Toro, hacía el resto. En opinión de Alicia, uno de los desafíos de su carta natal era aprender a controlar los impulsos, el de comer entre ellos. Esa revelación, la del origen de la forma de su cuerpo, de algún modo le brindó paz y la ayudó a reconciliarse con una figura que había detestado desde chica. Ahora se miraba en el espejo y repetía las palabras de Alicia:
—Mirá tus piernas, Cami. Son fuertes, sanas, hermosas, y te llevan y te traen dondequiera que vayas. No las rechaces. Mirá tu espalda, fuerte, digna hija de Tauro. Estas espaldas te permiten soportar un peso que a otro signo doblegaría en un tris. Amá tu cuerpo, porque es el que necesitás para la vida que te tocó vivir. Cuidalo también.

¡Qué fascinante le resultaba ese mundo al que había ingresado de la mano de Alicia! Pasaba mucho tiempo con ella, aun los sábados y algún que otro domingo en el que se escabullía sin que su madre lo notase. Alicia, triple Acuario (Sol, Luna y Ascendente en Acuario), era la mujer menos estructurada y reprimida que conocía. Para ella nada resultaba imposible. Su alma y su mente eran libres, no conocían de impedimentos ni de miedos. La admiraba.

—Cami —le repetía Alicia—, vos podés hacer lo que desees con tu vida. Los elementos que Dios o el cosmos te dio están en tu carta natal, es verdad. Pero lo divertido de esto es que, como somos seres conscientes, podemos hacer lo que se nos dé la gana, aunque los planetas no estén alineados de la mejor manera.

Camila no estaba tan segura. Ella experimentaba limitaciones y traspiés por los cuatro flancos. Que la fábrica de textiles hubiese quebrado, que hubiesen perdido la posición social y económica y que su vida hubiese dado un giro de ciento ochenta grados lo juzgaba como el revés más trascendental de sus dieciséis años. Según Alicia, debía analizar ese “revés” desde otra óptica.

—En los nativos con un Plutón y un Escorpio tan fuertes, como es tu caso, este tipo de tragedias —dijo, e hizo el gesto de entrecomillar la palabra tragedia— es parte del aprendizaje sustancial de la vida. Vos, por ser taurina, tenés un apego a la materia muy marcado, tanto que a veces los de este signo caen en el materialismo. Escorpio, por otro lado, es el signo del desapego a lo material, de la muerte que implica vida. Morir para volver a nacer. Es la transformación. La crisálida que será mariposa un día. Yo creo que la pérdida de la fábrica y de tu estilo de vida de niña rica es parte de este proceso de muerte para resucitar convertida en una mujer plena, más profunda, más segura, más genial. No veas este proceso como algo desafortunado, sino como una oportunidad para vivir nuevas experiencias, para ser mejor.

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