Por qué fracasan los países (44 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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Mientras Bigge intentaba hacer retroceder el tiempo, los ex convictos y sus hijos e hijas demandaban más derechos. De nuevo, se dieron cuenta de que lo más importante, como en Estados Unidos, para consolidar totalmente sus derechos políticos y económicos, era contar con instituciones políticas que los incluyeran en el proceso de toma de decisiones. Exigieron elecciones en las que pudieran participar como iguales, así como asambleas e instituciones representativas en las que pudieran ocupar cargos.

Los ex convictos y sus hijos e hijas estaban dirigidos por el escritor, explorador y periodista William Wentworth. Este interesante personaje fue uno de los líderes de la primera expedición que cruzó las Blue Mountains, que abrieron las amplias tierras de pastoreo a los
squatters
. Existe un pueblo en esas montañas que todavía lleva su nombre. Sus simpatías estaban con los convictos, quizá porque su padre había sido acusado de asaltar caminos y había tenido que aceptar la expulsión a Australia para evitar el juicio y la posible condena. En aquel momento, Wentworth era un fuerte defensor de que hubiera instituciones políticas más inclusivas, de una asamblea electa, de los juicio con jurado para ex convictos y sus familias y del fin de las deportaciones a Nueva Gales del Sur. Creó un periódico, el
Australian
, desde el cual atacaría a las instituciones políticas a partir de ese momento. A Macarthur no le gustaba Wentworth y, sin duda, tampoco lo que pedía. A partir de una lista de nombres, describió así a los seguidores de Wentworth:

 

Condenado a la horca desde que vino aquí.

Repetidamente azotado en la parte posterior de la carreta.

Judío londinense.

Dueño de un bar judío privado posteriormente de su licencia.

Subastero deportado por traficar con esclavos.

A menudo azotado aquí.

Hijo de dos convictos.

Timador: profundamente endeudado.

Aventurero americano.

Abogado despreciable.

Extranjero que hace poco que fracasó con una tienda de música.

Casado con la hija de dos convictos.

Casado con una convicta que antes tocaba la pandereta.

 

La vigorosa oposición de Macarthur y los
squatters
no pudo detener la oleada en Australia. La demanda de instituciones representativas era fuerte y no se pudo suprimir. Hasta 1823, el gobernador había controlado Nueva Gales del Sur más o menos por su cuenta. Aquel año, su poder fue limitado mediante la creación de un consejo nombrado por el gobierno británico. Inicialmente, los designados pertenecían a la élite no convicta y
squatter
, Macarthur entre otros, pero aquello no podía durar. En 1831, el gobernador Richard Bourke cedió a la presión y, por primera vez, permitió que hubiera ex convictos que actuaran como jurados. Los ex convictos y, de hecho, muchos nuevos colonos libres también querían que cesara la deportación de convictos desde Gran Bretaña, porque creaba competencia en el mercado laboral y hacía descender los sueldos. Los
squatters
eran partidarios de los sueldos bajos, pero perdieron. En 1840, la deportación a Nueva Gales del Sur se detuvo y, en 1842, se creó un consejo legislativo con dos tercios de sus miembros elegidos (el resto fue nombrado). Los ex convictos se podían presentar como candidatos a cargos y votar si tenían la suficiente propiedad, y muchos lo hicieron.

A partir de 1850, Australia introdujo el derecho a voto de los hombres adultos blancos. Las demandas de los ciudadanos, los exconvictos y sus familias, habían avanzado mucho más de lo que William Wentworth había imaginado. De hecho, en aquel momento, estaba del lado de los conservadores e insistía en un Consejo Legislativo no electo. Sin embargo, igual que Macarthur antes que él, Wentworth no fue capaz de detener la marea hacia la existencia de instituciones políticas más inclusivas. En 1856, el estado de Victoria, que se separó de Nueva Gales del Sur en 1851, y Tasmania se convertirían en los primeros lugares del mundo que introdujeron un voto secreto efectivo en las elecciones, lo que puso fin a la coacción y la compra de votos. Hoy en día, el método estándar de lograr secretismo al votar en unas elecciones todavía se denomina en inglés
australian ballot
(voto australiano).

Las circunstancias iniciales de Sídney (Nueva Gales del Sur) eran muy parecidas a las de Jamestown (Virginia) ciento ochenta y un años antes, aunque la mayoría de los colonos de Jamestown no eran convictos, sino trabajadores contratados. En ambos casos, las circunstancias iniciales no permitían la creación de instituciones coloniales extractivas. Ninguna colonia tenía una densidad de población indígena que pudiera explotar, ni acceso fácil a metales preciosos como oro o plata, ni tierra y cultivos que hicieran que las plantaciones con esclavos fueran viables desde el punto de vista económico. El tráfico de esclavos todavía estaba activo hacia 1780 y Nueva Gales del Sur podría haber estado llena de esclavos si hubiera sido rentable. Pero no lo era. Tanto la Virginia Company como los soldados y colonos libres que dirigían Nueva Gales del Sur cedieron a las presiones, creando poco a poco instituciones económicas inclusivas que desarrollaron junto con instituciones políticas inclusivas. Esto sucedió con menos luchas en Nueva Gales del Sur que en Virginia, y los intentos posteriores de cambiar el rumbo de esta tendencia fracasaron.

 

 

Australia, como Estados Unidos, experimentó un camino distinto hacia las instituciones inclusivas que el que tomó Inglaterra. Las mismas revoluciones que sacudieron a Inglaterra durante la guerra civil y la Revolución gloriosa no fueron necesarias en Estados Unidos ni en Australia por las circunstancias tan distintas en las que se fundaron aquellos países. Esto, evidentemente, no significa que las instituciones inclusivas se establecieran sin ningún conflicto, y, en el proceso, Estados Unidos tuvo que deshacerse del colonialismo británico. En Inglaterra había una larga historia de gobierno absolutista que estaba profundamente arraigada y fue necesaria una revolución para eliminarla, pero en Estados Unidos y Australia no existía. Aunque lord Baltimore en Maryland y John Macarthur en Nueva Gales del Sur pudieran haber aspirado a aquel papel, no pudieron establecer un control suficientemente fuerte en la sociedad para que sus planes dieran fruto. Las instituciones inclusivas establecidas en Estados Unidos y Australia significaron que la revolución industrial se extendiera rápidamente a aquellas tierras y empezaran a hacerse ricos. El camino que tomaron aquellos países fue seguido por colonias como Canadá y Nueva Zelanda.

Había otros caminos posibles para lograr instituciones inclusivas. En muchos puntos de Europa occidental tomaron un tercer camino hacia las instituciones inclusivas bajo el impulso de la Revolución francesa, que derrocó el absolutismo en Francia y, posteriormente, generó una serie de conflictos entre Estados que extendieron la reforma institucional a través de gran parte de Europa occidental. La consecuencia económica de estas reformas fue la aparición de instituciones económicas inclusivas en la mayor parte de Europa occidental, la revolución industrial y el crecimiento económico.

 

 

Romper las barreras: la Revolución francesa

 

Durante los tres siglos anteriores a 1789, Francia fue gobernada por una monarquía absolutista. La sociedad francesa estaba dividida en tres segmentos, los denominados estados. Los aristócratas (la nobleza) formaban el primer estado; el clero, el segundo, y el resto de la población, el tercero. Los distintos estados estaban sujetos a leyes diferentes, y los dos primeros estados tenían derechos de los que carecía el resto de la población. La nobleza y el clero no pagaban impuestos, mientras que los ciudadanos tenían que pagar distintos impuestos, como cabría esperar de un régimen que era altamente extractivo. De hecho, la Iglesia no solamente estaba exenta de pagar impuestos, sino que, además, era propietaria de grandes extensiones de tierra y podía imponer sus propios impuestos a los campesinos. La monarquía, la nobleza y el clero disfrutaban de un estilo de vida lujoso, mientras que gran parte del tercer estado vivía en la miseria. Las leyes no solamente garantizaban una posición económica altamente ventajosa para la nobleza y el clero, sino que, además, les daban poder político.

La vida en las ciudades francesas del siglo
XVIII
era dura e insalubre. La manufactura estaba regulada por gremios poderosos, que generaban buenos ingresos para sus miembros, pero impedían que otros se dedicaran a aquellos oficios o crearan nuevas empresas. El denominado Antiguo Régimen se enorgullecía de su continuidad y estabilidad. La entrada de emprendedores y personas con talento en profesiones nuevas podría crear inestabilidad y no era tolerada. Si la vida en las ciudades era dura, en los pueblos era probablemente peor. Como hemos visto, en este momento, la forma más extrema de servidumbre, que ataba las personas a la tierra y las obligaba a trabajar para los señores feudales y a pagarles impuestos, hacía tiempo que estaba en declive en Francia. Sin embargo, existían restricciones sobre la movilidad y los campesinos franceses debían pagar multitud de impuestos feudales al monarca, la nobleza y la Iglesia.

Con este telón de fondo, se produjo la Revolución francesa, un acto radical. El 4 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente cambió por completo las leyes francesas proponiendo una nueva Constitución. El primer artículo afirmaba:

 

La Asamblea Nacional suprime enteramente el régimen feudal y decreta que los derechos y deberes, tanto feudales como censales, todos los que se originan o representan la servidumbre real o personal, sean abolidos sin indemnización.

 

Su artículo 9 proseguía:

 

Los privilegios pecuniarios, personales o reales, en materia de impuestos, son abolidos para siempre. Los impuestos se cobrarán a todos los ciudadanos y sobre todos los bienes, de igual manera y en la misma forma. Se considerarán planes por los que los impuestos se pagarán de forma proporcional por parte de todos, incluso para los seis últimos meses del año en curso.

 

De este modo, la Revolución francesa abolía de un plumazo el sistema feudal y todas las obligaciones y deberes que implicaba, y eliminaba totalmente las exenciones de impuestos de la nobleza y el clero. Pero, quizá lo más radical, e incluso impensable en aquella época, era el artículo 11, que afirmaba:

 

Todos los ciudadanos, sin distinción de nacimiento, podrán ser admitidos en todos los empleos y dignidades eclesiásticas, civiles y militares, y ninguna profesión útil reportará deshonra.

 

Por lo tanto, en lo sucesivo, habría igualdad ante la ley para todos, no solamente en los negocios y la vida diaria, sino también en el terreno político. Las reformas de la Revolución continuaron después del 4 de agosto. Posteriormente, se abolió la autoridad de la Iglesia para recaudar impuestos especiales y se convirtió a los miembros del clero en empleados del Estado. Junto con la eliminación de los rígidos papeles políticos y sociales, se eliminaron barreras críticas para las actividades económicas. Se abolieron los gremios y todas las restricciones ocupacionales, lo que creó una mayor igualdad de condiciones en las ciudades.

Estas reformas fueron un primer paso hacia el fin del reino de los monarcas absolutistas franceses. Tras las declaraciones del 4 de agosto, hubo varias décadas de inestabilidad y guerra. Sin embargo, se había dado un paso irreversible para separarse del absolutismo y las instituciones extractivas y acercarse a las instituciones políticas y económicas inclusivas. Después de estos cambios, se producirían otras reformas en el terreno económico y político, que, finalmente, culminarían en la Tercera República de 1870, que llevaría a Francia el tipo de sistema parlamentario que la Revolución gloriosa puso en marcha en Inglaterra. La Revolución francesa creó mucha violencia, sufrimiento, inestabilidad y guerra. No obstante, gracias a ella, los franceses no quedaron atrapados en instituciones extractivas que bloqueaban el crecimiento y la prosperidad económicos, como hicieron los regímenes absolutistas de Europa oriental como Austria-Hungría y Rusia.

¿Cómo llegó la monarquía absolutista francesa al borde de la Revolución de 1789? Al fin y al cabo, hemos visto que muchos regímenes absolutistas fueron capaces de sobrevivir largos períodos de tiempo, incluso en mitad del estancamiento económico y la agitación social. Como en la mayoría de las revoluciones y cambios radicales, fue una confluencia de factores lo que posibilitó la Revolución francesa, y éstos estaban estrechamente relacionados con el hecho de que Gran Bretaña se estaba industrializando rápidamente. Y, evidentemente, el camino, como es habitual, era circunstancial, ya que muchos intentos de estabilizar el régimen por parte de la monarquía fracasaron y la Revolución resultó ser más eficaz para cambiar instituciones en Francia y otros puntos de Europa de lo que muchos podrían haber imaginado en 1789.

Muchas leyes y privilegios de Francia eran vestigios de tiempos medievales. No solamente favorecían al primer y segundo estados respecto de la mayoría de la población, sino que, además, les daban privilegios frente a la Corona. Luis XIV, el Rey Sol, gobernó Francia durante cincuenta y cuatro años, desde 1661 hasta su muerte en 1715, aunque, de hecho, llegó al trono en 1643, a los cinco años. Consolidó el poder de la monarquía, apoyando el proceso hacia un mayor absolutismo que se había iniciado siglos antes. Muchos monarcas a menudo consultaban a la denominada Asamblea de Notables, formada por aristócratas clave elegidos por la Corona. A pesar de ser principalmente consultiva, la Asamblea todavía actuaba como una leve restricción al poder del monarca. Por esta razón, Luis XIV gobernaba sin convocar a la Asamblea. Bajo su reino, Francia logró cierto crecimiento económico, por ejemplo, a través de la participación en el comercio atlántico y colonial. El capaz ministro de Finanzas de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert, también supervisaba el desarrollo de la industria patrocinada y controlada por el gobierno, un tipo de crecimiento extractivo. Esta cantidad limitada de crecimiento beneficiaba prácticamente en exclusiva al primer y al segundo estados. Luis XIV también deseaba racionalizar el sistema impositivo francés, porque, a menudo, el Estado tenía problemas para financiar sus frecuentes guerras, su gran ejército permanente y el séquito, el consumo y los palacios lujosos del rey. Su incapacidad para cobrar impuestos incluso a la nobleza menor ponía graves límites a sus ingresos.

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