Por unos demonios más (60 page)

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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por unos demonios más
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—¿Por qué no me has despertado? —exclamé mientras me tiraba de la camisa y él derramaba polvo mezclado con hollín—. Kisten lleva toda la noche solo, ¡y no responde al teléfono!

—¿Estás bien? —me preguntó él, acercándose demasiado, y yo me eché hacia atrás, lo cual hizo que se me resintiese del cuello.

—Aparte de quedarme dormida en mitad de mi maldito día y de haber dejado solo a Kisten, sí —dije con sarcasmo, apoyándome en un solo pie—. ¿Por qué no me has despertado?

Las alas de Jenks emitieron un sonido más grave y aterrizó sobre la repisa de la chimenea.

—Te llamó. Después de quedarte dormida. Dijo que se iba a esconder para reducir las posibilidades de que alguien te hiciese daño para encontrarlo. Necesitabas dormir —dijo con una voz misteriosamente aliviada—. Y además puede que Piscary no crea que el foco valga lo suficiente como para protegeros a los dos. —Endureció sus facciones y no pudo evitar mover las alas.

Mi prisa por irme corriendo al apartamento de Nick se convirtió en una preocupación general, y me concentré en Jenks, que permanecía de pie y nervioso, sobre la chimenea.

¿
Kisten se ha escondido sin decírmelo
?

—¿Llamó antes del ocaso? —pregunté. No quería sentirme culpable por obligarlo a salir al exterior debido a mi ausencia. Jenks se encogió de hombros y yo murmuré—: ¿Por qué no me despertaste?

Jenks estiró el brazo y se limpió el hollín de las alas como si fuese un gatito. Estaba claramente afligido, y dijo:

—Necesitabas dormir. Que Kisten se esconda es lo mejor para todos.

—Ah, ¿sí? —dije amargamente—. Si no tiene cuidado va a estar escondido de manera permanente. —Frunciendo el ceño, volví a la cocina a buscar un poco de café. ¿
Se ha escondido
? ¿
Vestido con qué
? ¿
Con una toalla y una sonrisa
? ¿
Y a qué se debía que yo ahora estuviese siguiendo un horario humano
?

Jenks echó a volar para seguirme.

—Rache, Kisten estaba bien. Yo tampoco querría que estuvieses allí cuando quienquiera que sea lo encuentre.

—¿Por qué? ¿Porque podría salvarlo? —exclamé frustrada mientras me ponía bajo el sol y tiraba el café de ayer. Era un recordatorio doloroso de que Ivy se había ido: ella nunca dejaría el café así. Me dolía el brazo y me lo agarré con el otro mientras dejaba correr el agua para lavar la cafetera—. ¡Maldita sea, Jenks! Dejar que alguien le chupe toda la sangre hasta morir como gesto de gratitud es retorcido y enfermizo. Sobre todo cuando la persona que va a ser asesinada cree que es algo aceptable. ¡Piscary es un animal! ¿Crees que me gusta la idea de que sea la única persona a la que puedo recurrir para pedir protección? ¿Crees que me gusta el hecho de darle el foco? Si creyese que haría otra cosa que no fuese ocultarlo se lo daría a otra persona. Pero no dejaré morir a Kisten.

Jenks dejó caer las alas, se posó junto al señor Pez y el sol las atravesó dejando chispas en mis manos. Me sentía fatal por mi arrebato, así que puse agua fría en la cafetera y la sequé con un paño.

—Lo siento —dije, consciente de que ese animal era mi mejor seguro de vida a largo plazo.

¿
Cómo he llegado hasta aquí
?

Abatida, aparté la cafetera. Ya no me apetecía hacer café—. Kisten debe pensar que soy una boba por quedarme dormida —murmuré.

—Sabía que estabas cansada. —Tenía la frente arrugada y su voz era casi amarga—. No te preocupes por él. Probablemente, Kisten tenga planes que tú ni siquiera conozcas. —Jenks echó a volar y se sacudió para dejar caer lo que le quedaba de hollín en el fregadero—. Además, tengo noticias nuevas que harán que te mees encima.

No quería saber ninguno de sus cotilleos y levanté el antebrazo mientras intentaba recordar dónde había dejado el bolso. Tenía que hablar con Kisten. Maldita sea, eso no era justo. Estaba escapando como un gato viejo para morir en el bosque. Esa era la parte aterradora… que aceptase su asesinato voluntariamente. Como si mereciese ser tratado como un objeto inútil.

—Escúchame —dijo Jenks con una falsa emoción mientras se ponía delante de mí—. No te vas a creer quién ha llamado esta mañana.

Me sentía rara allí en mi soleada cocina con Jenks revoloteando cerca, demasiado cerca, mientras intentaba recodar dónde había dejado mi bolso. Me había llevado la mano al cuello y me obligué a bajarla. Me sentía muy rara… como si tuviese que recordar algo. Confundida, me centré en Jenks.

—Kisten no responde al teléfono. ¿Dónde está?

—¡Por las tetas de campanilla, Rache! —dijo aleteando con fuerza—. ¡Deja eso ya! Deja que el hombre se comporte como tal. Además, si lo llamas o vas a verlo, lo encontrarán mucho antes.

Me dejé caer contra el fregadero, bloqueada. Tenía razón. Mi coche era muy conocido y no estaba dispuesta a coger el autobús y arriesgarme a quedarme tirada en cualquier sitio. Renuncié a encontrar el bolso y fui al baño al sentir una necesidad cada vez más apremiante.

—¿Estás seguro de que está bien? —pregunté, frotándome el brazo por encima de la camisa. Aquella sería la última vez que dormiría en el sillón de Ivy. Era más duro de lo que parecía.

—Confía en mí. —Jenks me siguió con un zumbido suave y casi subliminal—. Ir a verlo no le ayudará en absoluto. Lo empeorará todo. Olvídalo, Rache.

Era un consejo excelente, aunque yo no quisiese aceptarlo, y miré amargamente a Jenks, de pie sobre la tapa de la lavadora con las piernas abiertas y las manos en la cadera. Tenía que utilizar el cuarto de baño, pero él parecía inamovible.

—¿Te importa? —dije, y él se sentó y dejó de mover las alas.

No podía hacer que se marchase y no iba a utilizar el retrete con él sentado allí, así que cogí el cepillo de dientes. La boca me sabía a hierbas muertas y puse un chorro extra de pasta de dientes mentolada en el cepillo.

—Tú sabes dónde está, ¿verdad? —le dije con tono acusador mientras me apoyaba en el lavabo para revisar mis dientes perfectos y, al verlo sonrojarse, continué—: ¿Se marchó sin su ropa? Fue a casa de una amiga, ¿verdad? Alguien que no tiene ninguna relación con Piscary.

Jenks no decía nada y evitaba mi mirada. Parecía sentirse muy, pero que muy culpable. Yo sabía que Kisten tenía a alguien a quien le chupaba la sangre y el hecho de que quienquiera que fuese pudiese desafiar a Piscary de manera voluntaria en el peor de los casos, me hacía sentir menos culpable. Además, una vampiresa probablemente fuese más dura que yo en una batalla campal. Siempre que no lo entregase.
Si lo hace la voy a matar a hostias
, pensé en un arranque de ira, y luego recé para no tener que tomar nunca esa decisión.

—¿Cuánto tardas en asearte? —dijo Jenks, y yo le hice una mueca.

—Ería ás ápida si no ejtuviejes ahí
—dije con la boca llena de espuma, molesta porque Jenks supiese dónde estaba Kisten y yo no. Si lo presionaba lo suficiente, me lo diría. Probablemente hasta vendría conmigo para salvarme cuando los malos me siguiesen hasta el escondrijo de Kisten.
Me cago en todo. No me gusta sentirme tan desvalida
.

Jenks agitó las alas.

—Ha llamado Glenn —dijo, como si aquello fuese un gran honor.

¡Yupi!

—¿Eh? —dije con el cepillo de dientes en la boca. Tenía el pelo suelto por encima de los hombros y fruncí el ceño mientras me cepillaba los dientes. Normalmente los niños de Jenks hacían unos peinados estupendos, pero esta trenza se me había deshecho por completo. Hice un gesto de dolor cuando el cepillo de dientes chocó contra la parte interior del labio. Me incliné sobre el lavabo y escupí y vi el hilillo rosa que había en la pasta.

—¿Qué quiere Glenn? —pregunté mientras me acercaba el espejo y, al doblar hacia fuera el labio inferior, veía una línea roja. ¿
Cuándo me he hecho esto
?—. ¿Más tabasco?

—Tiene una orden —dijo Jenks, revoloteando tan cerca que tuve que apartarme hasta que vi dos imágenes gemelas de dos pixies nerviosos entre yo y mi reflejo—. O la tendrá pronto.

Vale. Ahora sí que me interesaba.

—¿Para quién? —dije aclarándome la boca y escupiendo, feliz de no ver más sangre.

Jenks sonrió. Parecía aliviado.

—Para Trent.

Levanté la cabeza de repente.

—¿¡Qué!? —grité—. ¿Lo ha conseguido? ¿Ha conseguido una orden? ¿¡Por qué no me lo habías dicho!?

Jenks despedía polvo plateado y volvió a ponerse sobre la lavadora.

—Tiene la aceptación verbal y está de camino a la sede de la AF1 en Detroit para recoger el documento original en papel. Por eso te dejé dormir. No quiere que hagas nada hasta que tenga los papeles en la mano. Todavía faltan horas. ¿Necesitas ayuda en la cocina?

—¡Joder! —exclamé, con el pulso a cien por hora. Miré lo que llevaba puesto y luego la ducha mientras me desabrochaba un botón. Tenía que lavarme. Eso era demasiado bueno.

—Fuiste tú —dijo Jenks con el rostro reluciente de orgullo—. Al decirle que Trent había confesado los asesinatos, Glenn consiguió un permiso para volver a examinar el cuerpo de Brett. Sacó una huella de una uña del dedo del pie de Brett antes de que lo volviesen a convertir en persona y lo destruyesen. Coincidió con una que obtuvieron de Trent cuando conseguiste meterlo en la cárcel el año pasado.

—¡Ay, la leche! —susurré, demasiado emocionada como para que me afectase que tenía algo más que la admisión de Trent de que había secuestrado, torturado y matado a otra persona en nombre de… cualquiera que fuera esa misión sagrada en la que se creía embarcado—. Tengo que vestirme. Tengo que ir a trabajar. —Me llevé una mano a mi pelo enmarañado y vacilé—. Mmm… Glenn lo va a detener, ¿verdad?

—Sí. —Jenks se elevó un centímetro de la porcelana fría zumbando ligeramente con las alas—. Dijo que te lo iba a dejar a ti, ya que tú… Espera un momento. Quiero decir esto bien. Dijo que no eras detective, sino más bien el tipo de persona que les pega la bofetada y los mete en la cárcel. Lo único que te pide es que esperes hasta que tenga el papeleo en sus manos. Por eso va a buscarlo en persona. Tiene miedo de que se pierda en la máquina de fax o algo.

No le culpaba. No por un momento de gloria. Eufórica, fui a la cocina a ver si necesitaba hacer algo.

—Tengo una orden para Trent por asesinato —dije resbalando el último metro por el suelo en calcetines y aterrizando en el umbral—. ¡Voy a arrestarlo! ¡Meló voy a quitar de encima para siempre! ¡Y no tengo que rescatar al familiar de un demonio para hacerlo!

Jenks me estaba sonriendo.

—Eres tan divertida —dijo—. Para ti es como si fuese Navidad.

—Vale —dije, sintiendo la sangre correr por mis venas cuando entré en la cocina bañada por el sol. La ventana estaba abierta pero, aun así, el leve aroma a tejo de la poción de olvido que planeaba hacer para Newt seguía en el aire—. Déjame pensar. ¿Vas a estar por aquí esta tarde, Jenks? Voy a necesitar tu ayuda.

—¿Acaso crees que me perdería esto? —Estaba sonriendo y parecía feliz y relajado.

Radiante de felicidad, abrí la alacena de los encantamientos y pasé las manos por los amuletos. Tenía suficientes de todos, excepto del de disfraz, pero no lo necesitaría para atrapar al malote más popular de Cincy.

—Tengo que darme una ducha —dije, emocionada mientras cruzaba a zancadas la cocina—. ¿Estás seguro de que Kisten está bien?

Jenks se posó sobre el grifo moviendo las alas de manera irregular, proyectando destellos de luz matutina a todas partes.

—Espero que esté exactamente igual que cuando lo dejaste.

Tenía que confiar en aquello. Y ahora estaría bien hasta que se pusiese el sol. Tal y como había dicho Jenks, la SI probablemente me estaría vigilando y transmitiría mis movimientos a cualquiera que estuviese buscando a Kisten. En realidad, eso podría hacer más difícil el hecho de detener a Trent, a menos que…

—Arréglate —le dije a Jenks mientras me dirigía a la ducha—. Tenemos que ir a una boda.

—¿Qué? —dijo Jenks mientras me seguía—. ¿Vas a arrestar a Trent en su propia boda?

—¿Por qué no? —dije mientras me detenía en el umbral de la puerta del baño. Tenía la mano en el marco de la puerta, pero no quería cerrársela en las narices—. Es el único lugar en el que puedo arrestarlo sin que azuce a Quen para que me ataque. Y sin que la SI me moleste. Estoy invitada. —Sentí que mi expresión se endurecía—. Y Piscary, probablemente. Quizá sea mejor hablar allí con él que en su zona de influencia. —Aquello iba a salir redondo en muchos aspectos. Era perfecto.

Jenks soltó un suspiro audible.

—Rachel, eres cruel.

—Así es —dije, levantando las cejas—. ¿Te crees que Trent de verdad quiere casarse con Ellasbeth?

Él se encogió de hombros y salió como un rayo de la cocina preguntándole a gritos a Matalina si sabía dónde estaba su lazo bueno. Abrí la ducha y me desnudé. Lo hice con movimientos lentos al darme cuenta de que me dolía la cadera por haber dormido en el sillón de Ivy… ¿Y el pie también? Me toqué el tejido tierno e hinchado mientras esperaba a que se calentase el agua y pensé que era demasiado joven para tener tanto dolor por dormir en una silla. Pero el agua estaba cliente y, al meterme debajo de ella, se me aliviaron todos los dolores. Kist estaba escondido y yo podría regatear por su seguridad, bueno, por la de ambos, una vez cayese la noche. Pero antes de eso tenía que coger a Trent, por fin.

Joder, iba a ser un día genial.

33.

Estiré una mano para agarrarme al asiento que tenía delante de mí mientras el autobús avanzaba dando saltos a través de la intensa niebla. Llevar mi coche a la boda de Trent habría sido más fácil, pero esto era más seguro si pensaba en que me podía coger la SI y detenerme por conducir con un permiso retirado. Y también estaba lo de la horrible abolladura que alguien me había hecho en el guardabarros, unida a la rotura del intermitente izquierdo. Había ocurrido en algún momento entre ayer y hoy y me cabreaba que pudiese ser la SI intentando aumentar mis cargos.

Me miré mis uñas rojas que sobresalían de la manga larga de encaje y pensé que el tejido negro favorecía mi piel pálida. Tenía el bolso a mi lado y Jenks estaba colgado de un asa del techo, despidiendo polvo plateado y convirtiéndose así en un punto brillante en el oscuro autobús. Estaba lleno de gente, pero todo el mundo me dejaba mucho espacio. Sonriendo, miré las botas de puntera que asomaban por debajo de la bastilla del delicado vestido de seda y me pregunté por qué.

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