¿Qué es el cine?

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Authors: André Bazin

Tags: #Ensayo, Referencia

BOOK: ¿Qué es el cine?
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El lector hallará en
¿Qué es el cine?
, en cada una de sus páginas, el palpitante sentir de un hombre que vibró con el cine y que dedicó su corta vida a hacernos más inteligible ese mundo de imágenes.

Y no lo hizo desde una cátedra academicista o desde prolijos estudios, sino, más bien, desde la más palmaria praxis, de ser un espectador incansable de películas. Por ello su teoría es una teoría no demasiado estructurada y sistemática.

Nos encontramos con un libro realizado por Bazin apoyándose fundamentalmente en algunos de sus innumerables artículos publicados en la prensa más o menos especializada. Un libro que -en esta edición- constituye una síntesis del original, realizada por Jeanine Bazin y François Truffaut. Presenciamos, de este modo, un poderoso fluir de ideas que, sin intentar establecer un corpus monolítico, plantean al lector una reflexión sobre el cine, y constituyen una siembra de amor a esta forma de arte, desde la proximidad de agudos pensamientos que conectan con la realidad y con el lector por medio de una abundante y continua cita de películas, logrando una creativa unidad entre la reflexión y su objeto, esto es, entre la teoría del cine y el cine.

André Bazin

¿Qué es el cine?

ePUB v1.0

minicaja
10.08.12

Título original:
Qu'est-ce que le cinéma?

André Bazin, 1976

Traducción: José Luis López Muñoz

Diseño portada: minicaja

Editor original: minicaja (v1.0)

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PRÓLOGO

Después de estar años agotada esta importantísima obra de la teoría del Cine, volvemos a reencontramos con André Bazin. Este mismo hecho es un claro indicativo del creciente interés que tiene la lectura de sus ensayos para los amantes del cine.

El lector encontrará en ¿Qué es el cine?, en cada una de sus páginas, el palpitante sentir de un hombre que vibró con el cine y que dedicó su corta vida
[1]
a hacernos más inteligible ese mundo de imágenes. Y no lo hizo desde una cátedra academicista o desde prolijos estudios, sino, más bien, desde la más palmaria praxis, de ser un espectador incansable de películas. Por ello su teoría es una teoría no demasiado estructurada y sistemática. Así, nos encontramos con un libro realizado por Bazin apoyándose fundamentalmente en algunos de sus innumerables artículos publicados en la prensa, más o menos especializada. Un libro que —en esta edición— constituye una síntesis del original, realizada por Jeanine Bazin y François Truffaut.

Nos encontramos, de este modo, con un poderoso fluir de ideas que, sin intentar establecer un corpus monolítico, plantean al lector una reflexión sobre el cine, y constituyen una siembra de amor al cine, desde la proximidad de agudos pensamientos que conectan con la realidad y con el lector por medio de una abundante y continua cita de películas, logrando una creativa unidad entre la reflexión y el objeto de reflexión, esto es, entre la teoría del cine y el cine. Esto otorga a los escritos de Bazin una gran coherencia, lo que lleva a su discípulo y amigo François Truffaut a decir que Bazin «más que un “crítico” era un “escritor de cine”, que se preocupaba más de escribir los films que de juzgarlos»
[2]
. Sin embargo, Bazin comenzó y ejerció su labor como crítico y redactor en publicaciones como
L’Ecran Français, Esprit, Le Parisien Libéré, Télérama
(llamada entonces
Radio-Cinéma-Télévision
) y
L’Observateur
[3]
, e inició con Jacques Doniol-Valcroze
Cahiers du Cinéma
, donde logró aglutinar, entre otros, los trabajos de François Truffaut, Jean-Luc Godard, Pierre Kast, Eric Rohmer y Claude Chabrol.

Sin duda Bazin es hoy uno de los autores que más interés suscita entre cinéfilos y estudiosos, incluidos los jóvenes estudiantes, según he podido comprobar en mis tareas docentes, pese a que su postura no ha estado precisamente de moda en el establishment intelectual contemporáneo.

Una razón para este nuevo interés puede ser el general descubrimiento de posturas teóricas realistas en ámbitos muy variados, desde el filosófico hasta las praxis artísticas en sus muy diversas manifestaciones. André Bazin es uno de los grandes teóricos de la escuela cinematográfica realista, según se observa desde el primer ensayo que abre ¿Qué es el cine? con el título «Ofitología de la imagen fotográfica», en claro desafío a posturas formalistas o estructuralistas. Y es que los mejores años en la producción de Bazin son los que están entre 1945 y 1950, que coinciden, prácticamente, con el auge del neorrealismo y de un tipo de cine nada formalista. No sabemos cómo hubiera evolucionado su teoría si no hubiera fallecido en 1958; tampoco podemos saber, pese a que lo podemos ciertamente imaginar, cuál sería su opinión al contemplar la evolución de algunos creadores neorrealistas y como, por ejemplo, Roberto Rossellini o Vittorio de Sica…

Tal vez sea éste uno de los pocos inconvenientes de la teoría de Daziti: acota un período un tanto monocromático y, por otro lado, puede «saber a poco». Según Jean Mitry, otro de los grandes de la teoría del cine, «parece que Bazin elige casi siempre, en malos films, las formas de estilo que quiere combatir; de tal modo que, buscando demostrar la falta de validez de un procedimiento, se basa a menudo en aplicaciones que resultan ser falsificaciones o contrasentidos. Tiene, pues, razón al recusar esos ejemplos lamentables, pero sus generalizaciones le inducen casi siempre al error (…)
[4]
. Como se ve, también se pueden encontrar algunas críticas a las que no les falta algo de razón. Pero, a la vez, su gran mérito es abrir expectativas, poner las bases y explicar el cine de forma que cada cual pueda establecer su propio pensamiento u opinión.

Conocido es que para Bazin «el cine alcanza su plenitud al ser el arte de lo real»
[5]
, y lo real se entiende inicialmente como algo físico y material, que ocupa un lugar, un espacio y es, por ello y visualizable. Surge de este modo una estética del espacio que no es extraña a una tarea psicológica, evitando caer en un «pseudorrealismo que se satisface con la ilusión de las formas». La psicología proporciona una «satisfacción completa de nuestro deseo de semejanza por una reproducción mecánica de la que el hombre queda excluido». Para Bazin —como dice en este libro— existe una «esencial objetividad», ya que «entre el objeto inicial y su representación no se interpone más que otro objeto. Por vez primera una imagen del mundo exterior se forma automáticamente sin intervención creadora por parte del hombre, según un determinismo riguroso. (…) La fotografía obra sobre nosotros como un fenómeno “natural”». Esta naturalidad confiere al cine una credibilidad ausente en cualquier otro tipo de arte, ya que en ésta la representación es verdaderamente re-presentación, esto es, hecho presente en el tiempo y en el espacio por una transferencia de realidad de la cosa a su reproducción, algo así como una «realidad verdadera pero irreal», según las palabras del teórico y discípulo declarado de Bazin, Henri Agel. Pero, hay que recordarlo, no se trata de un mero efecto psicológico logrado por una manipulación imaginativa de los elementos por el hombre. Se trata de un realismo del espacio que tiene menos que ver con la exactitud de la reproducción que con su origen, cuando el hombre borra la diferencia que existe entre la fotografía y su objeto. Es el espacio que muestra la «huella» o los «trazos» que la realidad deja en el celuloide.
[6]

El cine ha nacido y se desarrolla tras esta búsqueda de plasmación de realidad, y por ello, según Bazin, la «unidad semántica y sintáctica no es el plano; en el que la imagen no cuenta en principio por lo que añade a la realidad, sino por lo que revela en ella.» Es por esto que Bazin cree que la profundidad de campo es el mejor medio para hacer resaltar la estructura realista de una escena en detrimento del montaje.

Dentro de la teoría realista se encuentra, también, Siegfried Kracauer, autor de un denso estudio titulado Teoría del Cine y subtitulado de una forma muy sugerente: La redención de la realidad física. Esta coincidencia en el modo de enfrentarse con el cine ha hecho pensar a algunos que ambos son como «dos ramas de un mismo tronco común», y tanto parece ser así, que podría decirse que son como «hermanos espirituales»
[7]
, algo que de entrada parece, al menos, un poco exagerado. Con todo, del contraste entre ambos, pueden surgir luces para mejor comprender la postura de Bazin.

Ambos autores resultan un tanto diversos en cuanto a su método de trabajo; cerebral y academicista Kracauer, más espontáneo y práctico Bazin; bebiendo de las abundantes fuentes de las bibliotecas uno y de las luminosas pantallas el otro. Lo cual, efectivamente, llevó a Bazin a tener un concepto de «realismo» mucho menos literal que Kracauer, aunque no se entienden las razones para afirmar que «lo que Bazin idolatra no es el realismo per se, sino el “realismo del espacio”, concepción eminentemente cinematográfica y mucho más sofisticada que la de Kracauer»
[8]
. Quizá esto sea así por la simple razón de que Bazin había quemado sus retinas ante la pantalla y se había enfrentado directamente con las películas, y no tanto —como Kracauer— con libros que hablasen de esas películas. Por ello, Bazin es capaz de formar unos conceptos claramente cinematográficos, fruto de esa praxis, elaborados, creados, para esa realidad. Poco dado a extrapolaciones de otros saberes, también hay que decir que a Bazin —crítico que teoriza— la memoria le juega en ocasiones alguna mala pasada, al referir detalles de películas que están en su imaginación sin haber estado realmente en las pantallas. Gages del oficio y también espontaneidad del amante del cine.

No se ve la razón clara de por qué Bazin parece, como se ha dicho, que concibe un realismo menos puro. ¿Se quiere decir con ello, tal vez, que el «realismo del espacio» encajona la realidad por el encuadre como una «delimitación del espacio», preocupándose sólo por su «funcionamiento» sin más? No parece que esto pueda ser de este modo. Basta con hojear el capítulo sobre «el cine y la exploración», donde Bazin destaca que el espacio está mostrando, «re-presentando», una realidad en toda su viva palpitación espontánea; y cita dos películas: Scott of the Antartic (de Charles Fred) y Kon-Tiki (de Tor Heyerdahl), marcando su capacidad de transmitir autenticidad, y de establecer una verdadera conexión, real y vital, con lo acaecido. A Bazin le preocupa, en efecto, explicar de qué manera funciona la realidad en el medio fílmico, sin que se convierta en algo frío que quite su espontaneidad o desprecie el flujo de la vida.

Resulta acertado afirmar que «la sombra de Bazin es más alargada que la de Kracauer»
[9]
, que su influjo teórico tiene un largo alcance: «Bazin siempre pareció fascinado por el funcionamiento de la realidad en el interior del objeto cinematográfico y mientras que Kracauer prefería considerar el resultado como un todo unitario. De ahí que las teorías de este último culminen en sí mismas y que, a pesar de su estrecha relación con la de Bazin, no hayan tenido continuidad en la hermenéutica fílmica, al tiempo que las del francés, de una manera u otra, han sobrevivido, como base justificatoria, hasta el advenimiento de Metz, el último teórico sistemático de la historia del cine».
[10]

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