—Te culpas en exceso —replicó David—. Yo nunca te ayudé. Después del segundo aborto, centré todas mis energías en el trabajo y te dejé sola. Te quedaste demasiadas noches sola en casa. Eso es mucho tiempo y muchas razones para estar enfadada.
Había verdad en ello, pensó Sarah. Verdad y arrepentimiento, y tal vez fuese eso todo lo que ella había querido de él.
—Ya no estoy enfadada.
—Yo tampoco.
Durante unos instantes contemplaron el río en silencio.
—Sabes, he estado viendo a alguien más —dijo él por fin.
—¿Quién?
—Otra mujer. —David observó la expresión sorprendida de Sarah, después sonrió—. Mi madre.
Pues claro, pensó Sarah. Qué tonto por su parte, todos estos meses, haberse imaginado a David infinitamente solo. Los muertos siempre tienen compañía, generación tras generación.
David la tomó de la mano y, por una vez, notó su palma cálida como el sol que los bañaba. Se inclinó y la besó en la mejilla, tan suavemente que Sarah sintió que podía disolverse en el cuerpo de David, como si siempre hubiese sido permeable, como si sólo hubiera imaginado las fronteras de carne y hueso.
—Adiós, mi hermosa esposa.
Sarah permaneció sentada, contemplando la corriente, mientras David salía del muelle y se alejaba andando sobre la hierba. Sólo cuando él llegó a la linde del bosque, Sarah se levantó y miró atrás:
—¡David! ¡Espera!
Él se volvió, saludó con la mano y desapareció. Pasaron otros diez minutos antes de que Sarah se marchase del embarcadero; el sol coronaba los árboles cuando por fin cruzó el jardín. Dentro de la cabaña, Carver leía un National Geographic en el sofá. Se puso en pie cuando Sarah entró.
—¿Estás lista? —preguntó.
—Sí —respondió ella con calma—, estoy lista.
Fin
La historia de la literatura inglesa está poblada de maridos muertos. En ocasiones aparecen como fantasmas, como el Rey de Hamlet, tan atormentado por la sexualidad de su viuda como por su propio asesinato. Otras veces aparecen como hombres vivos que han simulado su muerte para espiar a sus esposas. Chapman, Moliere, Behn y Steele (por nombrar a unos pocos) crean unos maridos que salen a la luz cuando sus viudas toman nuevos amantes. Finalmente están los maridos que sólo existen en la imaginación de sus viudas, porque tanto en libros morales como en tratados didácticos se ha fomentado que las mujeres imaginen los espíritus de sus maridos como entidades siempre presentes, cuyos ojos, junto a los ojos de Dios, lo ven todo.
La idea para esta novela surgió del capítulo preferido de mi tesis sobre las viudas en la literatura inglesa, de ahí que mi primer agradecimiento sea para la directora de ese proyecto, Patricia Meyer Spacks. A partir de ahí, muchos lectores han contribuido a dar forma a la historia. Los miembros fundadores del grupo de escritura Southern Inn, Chris Gavaler, Molly Perty y Paul Hanstedt, leyeron el primer borrador a medida que tomaba forma, capítulo a capítulo. Stephanie Wilkinson, Anne Davies, Beth Colocci, Kerry Humes, Marian Bouchard, Leigh Shemitz-Winters, Tinni Sen, Marsha Heatwole, Carolyn Capps, Michael Matin, Carol Howard, John Leland y Laure Stevens Lubin me ofrecieron consejo y ánimos; y Ron Smith, editor de She-nandoah, me dio todo su apoyo. Un agradecimiento muy especial a Rosemary James y Joseph deSalvo por su infatigable promoción de nuevos escritores mediante su trabajo como cofundadores de la Pirate's Alley/Faulkner Society, que otorgaron a Sé que estás allí el premio Faulkner-Wis-dom 2005 a la mejor novela en desarrollo. La novela nunca se habría publicado sin los esfuerzos combinados de Gail Hochman, mi agente, que vio las posibilidades de la historia y me animó a seguir escribiendo, y mi editora, Jackie Cantor, cuyo entusiasmo ha sido inquebrantable.
Más cerca de casa, mis vecinas Jeanette Coleman y Catherine Tomlin cuidaron de mis hijas, concediéndome tiempo para escribir. Siempre estoy en deuda con mi esposo y mis hijas, a quienes dedico esta novela.
LAURA BRODIE, es licenciada por Harvard y profesora invitada de Filología Inglesa en la Washington and Lee University de Virginia, EE.UU. Su primer libro, «Breaking Out: VMI and the Coming of Women», fue publicado por Pantheon y aplaudido por la crítica estadounidense. Harper ha publicado sus memorias sobre el año que educó a su hija de diez años.
«Sé que estás allí», su primera novela, obtuvo la beca Faulkner Society/Evans Harrington 2005 a la mejor novela en desarrollo. Laura vive con su marido y sus tres hijas en Lexington.