Ria siempre había querido ser alta. Esa era una de las cosas que no había heredado de su padre. En vez de eso, se había quedado con la altura diminuta de su madre, pero no con el cuerpo naturalmente esbelto de Alex. No, Ria se había quedado con el corto y «curvilíneo».
«Ja, más bien generosamente acolchado». Su madre se comía seis bolas de masa guisada de una sentada y tenía sitio para más. Ria comía tres y engordaba casi dos kilos.
—¿Duermes? —fue un ruido sordo contra la oreja.
Sacudió la cabeza.
—Estoy despierta —más o menos.
—Te saldrán algunos moratones en la cara —le dijo Tamsyn— pero no hay daño permanente.
Le puso algo suave sobre la piel.
—Esto ayudará a evitar los morados.
—Xie xie —le salió automáticamente, una respuesta al toque de esta sanadora.
Tamsyn tenía manos como su abuela. Manos cariñosas. Manos de confianza.
—De nada —pudo oír la sonrisa aunque tenía los ojos cerrados—. Emmett, debes dejarnos solas unos minutos.
Sintió que el gran cuerpo que la rodeaba se tensaba. Forzándose a abrir los párpados, le tocó el pecho, no exactamente segura de donde había encontrado el valor. Los cambiantes leopardos eran mortales cuando se les provocaba. Pero, a pesar del ceño feroz de su cara, ella tenía la sensación de que este gato nunca le haría daño.
—Estaré bien.
—Tammy —discutió Emmett, el ceño más profundo—, está medio dormida.
—Debo hacerle algunas preguntas personales —dijo Tamsyn con voz tranquila y capaz—, para poder ver si necesita alguna otra medicina.
El cerebro borroso de Ria se aclaró.
—No llegó tan lejos. Sólo me golpeó algunas veces.
Un gruñido llenó el aire. Ella se enderezó de golpe, el corazón le latía a cien por hora.
—¿Qué fue eso?
—Emmett.
Parpadeando ante el tono de Tammy, miró al hombre que la sostenía.
—¿Tú?
—Soy un leopardo —dijo, como si se sorprendiera por su sorpresa.
—Olvídalo —contestó Tamsyn, atrapando la mirada de Ria mientras le desinfectaba los rasguños de las rodillas—. ¿Estás segura de lo que sucedió, gatita?Nadie va a juzgarte.
Era imposible no confiar en esta mujer.
—Le tiré mi bolso, le di un rodillazo en las pelotas. Después de eso, estuvo más interesado en pegarme que en… ya sabes.
Tamsyn asintió.
—Bien, entonces. Pero si alguna vez necesitas hablar, llámame —deslizó una tarjeta en el bolso gigante que alguien había recuperado y puesto en la ambulancia mientras Ria no miraba.
—Eso es… —empezó Ria cuando hubo un tumulto fuera.
—¿Dónde está mi hija? ¡Usted! ¿Dónde está ella? Dígamelo en este momento o…
—Mamá —Ria sintió que se le saltaban las lágrimas por primera vez cuando su madre entró en la ambulancia, apartando a Tammy fuera de su camino como si la otra mujer no fuera más fuerte y más alta.
—Mi pequeña —Alex la tocó por todas partes, besándole la frente con un tierno calor maternal—. Ese pedazo de mierda.
—¡Mamá! —su madre nunca juraba. Cuando la abuela de Ria se sentía malvada, llamaba a Alex «culo tieso» para verla estallar, su abuela era dinamita.
—¡Usted! —Alex clavó su penetrante mirada sobre Emmett—. ¿Por qué tiene a mi hija en sus brazos?
Esos brazos la abrazaron más estrechamente.
—La estoy cuidando.
Alex resopló de furia.
—No la cuidó muy bien, ¿verdad? Fue atacada aquí mismo, casi en la calle principal.
—Mamá —dijo Ria, intentando parar la diatriba, cuando Emmett asintió con calma y dijo:
—La culpa fue mía. Lo arreglaré.
—No fue tu culpa —dijo Ria, pero nadie la escuchaba.
—Bien —Alex se volvió hacia Ria—. Tu abuela te espera.
—¿Cómo lograste hacer que esperara en casa?
—La dije que desearías tu té especial de jazmín cuando volvieras.
Emmett había crecido en un clan fuerte y vibrante. Se había figurado que podría manejar a la familia de Ria. Eso fue antes de conocer a su abuela. Metro y medio de nada más que pura furia y una rabia tan fuertemente contenida que era impresionante por su control. Ria iba primero, por supuesto. Emmett habría permitido que Ria fuera primero, desde luego. Emmett no habría permitido nada menos, incluso si su abuela no le hubiera ordenado que llevara a Ria, quien protestaba que «
puedo andar, por amor de Dios
», a lo que parecía el dormitorio de la abuela, para que pudiera lavarse y cambiarse. Tan pronto como completó esa tarea, fue desterrado a la cocina para esperar.
El padre de Ria estaba todavía en el sitio, mientras evitaban que le diera a su agresor casi muerto otra paliza. También el hermano mayor de Ria. Lo cual lo dejaba en la cocina con la madre de Ria y su cuñada. Alex y Amber parecían hermanas. La madre de Ria era una mujer bonita, pequeña y elegante. Amber estaba cortada por el mismo molde, incluso tan embarazada como estaba ahora, sus rasgos eran delicados, sus brazos delgados y frágiles.
Emmett permaneció muy tranquilo en la silla donde le habían ordenado que se sentara. Tenía miedo de romperlas si las tocaba accidentalmente. Ahora Ria, era a Ria a quien quería manejar.
—¡Beba! —algo golpeó delante de él.
Bajó la mirada al charco de té de jazmín alrededor de la pequeña taza y decidió no mencionar el genio de Alex.
—Gracias.
—¿Cree que no lo veo? —le pinchó en el hombro—. Usted, ¿el modo en que mira a mi pequeña?
Nadie se atrevía a atacar a Emmett. Él no era uno de los leopardos más volátiles de los DarkRiver, pero era muy peligroso cuando estaba irritado. Y todos sus aprendices adorarían verlo ahora, sin atreverse a mover un dedo por temor a magullar a Alex.
—¿Cómo la miro?
Alex entrecerró los ojos.
—Como un gato grande a su comida —cerró las manos como si tuviera garras e hizo gestos como si empujara a otros aparte—. Así.
—¿Tiene un problema con eso?
—Tengo un problema con cada hombre que quiere salir con mi hija —con eso, Alex se dio la vuelta y caminó al mostrador—. Y su padre, él tiene dos veces el problema.
Emmett se preguntó si Alex esperaba que se asustara por eso.
—Crecí en un clan —estaba acostumbrado a la curiosidad de los compañeros del clan, a los padres gruñones y a las madres ferozmente protectoras.
Amber sonrió cuando Alex bufó y se dio la vuelta.
—Tienen problemas con las mujeres también —dijo en un susurro burlón.
Cuando comencé a salir con Jet, Alex me dijo que si le rompía el corazón, me golpearía con un rodillo.
Alex ondeó la mismísima herramienta en dirección de Amber.
—No lo olvides.
Riendo, Amber abrazó a Alex.
—Ria está bien, mamá. Se recuperará, mejor de lo que tú o yo haríamos.
Ahí fue cuando los parientes masculinos de Ria regresaron. La primera pregunta del padre fue:
—¿Quién demonios es él?
Ria se acomodó en el baño de burbujas que su abuela le había preparado y suspiró.
Una ligera llamada a la puerta llegó momentos más tarde.
—Está bien, Popo.
Entró su abuela. Aunque diminuta, con una cara que portaba las millones de marcas de una vida bien vivida, su zancada era constante y los ojos limpios. Miaoling Olivier tenía un montón de décadas acumuladas sobre ella, como le gustaba decir.
Ahora entró y tomó asiento en la tapa cerrada de la taza mientras el padre de Ria empezaba a gritar en la cocina.
—Aquí vamos —dijo Miaoling, poniendo los ojos en blanco—. A veces, creo que accidentalmente abrimos nuestra casa a los presos de un psiquiátrico.
Ria sintió que los labios se le curvaban, los ojos húmedos.
—Sólo están enojados y asustados por mí.
—Chica lista —estirando la mano tomó una de las palmas destrozadas de Ria y se la llevó a la boca.
El beso fue suave, cariñoso. Curó a Ria de dentro afuera.
—Te quiero, Popo.
—Sabes —dijo Miaoling—, que eres la única que me llama así. Ken y Jet dicen abuelita.
—Por eso ellos no son tus favoritos y yo sí.
—Shh —los ojos de Miaoling centellearon mientras devolvía la mano de Ria al borde de la bañera—. ¿Le diste las gracias al joven que te encontró? Quizá deberías hornearle un bizcocho.
Eso hizo sonreír a Ria.
—No me interesa —dijo a su abuela siempre optimista—. Es un poco demasiado guapo para mí.
El hombre rubio de los DarkRiver era claramente un miembro sumamente adiestrado del clan, pero esbelto, más parecido a un surfista adolescente que a un hombre crecido. Emmett por otro lado…
Su abuela suspiró.
—Continúa así y tus partes femeninas se secarán.
Ria bufó con risa.
—¡Popo!
—¿Qué? Sólo digo la verdad —el discurso de Miaoling cambió, yendo del perfecto inglés de Harvard a un ritmo que sólo utilizaba con aquellos con los que estaba cómoda—. A tu edad, yo tenía a tu madre en camino.
—Los tiempos han cambiado, tengo veintidós, apenas se han secado —descansó la cabeza contra la pared—. Cuéntame cómo conociste al abuelo.
—¿Por qué? Ya lo sabes.
—Por favor —la historia la calmaba, y ahora mismo, necesitaba consuelo.
—Bien, para mi Ri-ri —respiró hondo—. Yo vivía en una granja en la Provincia de Henan y mi familia trataba de arreglar mi casamiento. Pero, ai, yo era terrible. No me hubiera casado con ninguno de los chicos que me traían, demasiado flaco, demasiado gordo, demasiado estúpido, demasiado atado a las faldas de su mamá.
—¿Te permitían rechazarlos con eso?
—Era la única chica después de tres chicos. Estaba mimada —dijo con una sonrisa cariñosa—. Entonces un día, mi padre vuelve a casa y dice, Miaoling, vístete bien, un médico americano va a venir a la aldea a revisar los ojos de los ancianos.
—Cataratas.
—Sí. Mi padre dice, quizá el norteamericano loco deseará una esposa china loca que no escucha a nadie. Por supuesto, eso me hace querer no gustar al norteamericano en absoluto.
Ria rió tontamente, mientras se involucraba en la historia como había hecho de niña.
—Entonces el abuelo fue a la casa para cenar.
—Yo llevaba un vestido marrón, un vestido marrón muy feo con zapatos marrones feos —la mano de su abuela acarició el pelo de Ria, el pelo que Miaoling había dicho una vez que contenía la seda de China pero la sombra exuberante del chocolate de una cultura enteramente diferente—. Pero es tan guapo. Bonitos ojos verdes, pelo rubio. Y es agradable. Toda la noche, se ríe de mí en silencio a través de la mesa de comedor. Sabe lo que estoy tramando.
—Pero te pidió matrimonio de todos modos.
—Después de una semana. Y la loca de Miaoling dijo sí, y vinimos a América.
—Tan rápido —dijo Ria, sacudiendo la cabeza—. ¿No estabas asustada?
—Bah, ¿por qué asustada? Cuando se trata del amor, no asustada. Sólo impaciente.
—¡No lo digas, Popo!
Pero era demasiado tarde.
—¡Impaciente por utilizar las partes femeninas!
Emmett ocultó la sonrisa en su té de jazmín. Su audición era tan aguda como la de un leopardo. Podía oír todo lo que la abuela de Ria decía, y maldición si no estaba ya medio enamorado de la dama. No es de extrañar que el abuelo de Ria se hubiera casado con ella.
Alzando la mirada, captó la expresión de Alex cuando su marido la atrajo a sus brazos. Ella apartó toda su bravuconería, Alex estaba realmente preocupada por Ria.
—Nadie va a herir a su hija otra vez —dijo tranquilamente, levantándose.
Todos lo miraron durante un largo minuto, hasta que por fin, Simon, el padre de Ria, asintió. Pero cuando habló, fue para decir:
—Ella no es para usted. Está comprometida.
Emmett levantó una ceja.
—No lleva anillo —y si algún imbécil había sido lo bastante estúpido para no reclamarla cuando había tenido la oportunidad, eso no era problema de Emmett.
—Lo llevará —dijo Simon—. Hemos sido amigos de la familia de Tom, los Clark, durante años. La proposición de matrimonio es una formalidad.
Emmett podía oír a Ria y a su abuela todavía, riéndose tontamente en el cuarto de baño. Ninguna de las dos había mencionado a ese Tom en su discusión sobre utilizar las «partes femeninas». El leopardo dio una sonrisa felina de satisfacción, aunque el hombre mantuvo la cara sin expresión.
—Tengo el presentimiento de que no hay nada dado por hecho con su hija, ella toma sus propias decisiones —por supuesto, él tenía toda la intención de asegurarse de que le escogiera a él, pero no tenía ninguna necesidad de decírselo a sus padres.
Todavía no.
Dos horas más tarde, después de una reunión rápida con el alfa de los DarkRiver y con varios soldados, Emmett se frotó los ojos arenosos mientras aceptaba la cerveza que Nathan le ofrecía.
—Tengo que volver a casa y dormir algo.
—Tomate unos minutos para relajarte —le dijo el centinela, uno de los soldados de más alto rango del clan—. Has estado tenso como un arco toda la noche. ¿Todo va bien con la chica que fue atacada?
—Sí —Emmett no tenía la intención de discutir sobre Ria con nadie. No esta noche—. ¿Qué era lo que Luc decía acerca de los psi?
Las preocupaciones de los cambiantes rara vez se cruzaban con las de la raza sin emociones, pero por lo que había captado esta noche, este podría ser el caso.
Nate tomó un trago de su cerveza.
—Sabe cómo dominan la política. Hemos oído que quizás traten de neutralizar a los Crew por su cuenta.
—¿Por qué? Les importa una mierda las bajas humanas y cambiantes —la única razón por la que la otra raza permanecía en el poder, aparte del hecho de que sus competidores tenían la costumbre de retirarse de la carrera después de la publicación de un escándalo u otro, era su habilidad para ganar dinero, dinero que se filtraba ocasionalmente a los votantes.
—Comenzamos a pisarles los dedos —dijo Nate—. A los psi les gusta ser los principales mandamases en cualquier situación.
—Supongo que tendremos que movernos rápidamente.
—Tenemos un poco de tiempo —el otro hombre dejó su cerveza—. Aparentemente, no todos en las filas psi están convencidos de que representemos una amenaza creíble.
Emmett bufó.
—¿Realmente no pueden ver más allá de sus torres de marfil, verdad?
—Humanos y cambiantes no figuran mucho en su radar —la sonrisa de Nate era claramente complacida—. Y mientras están ocupados decidiendo si molestarse en prestarnos atención o no, nosotros tomaremos la ciudad.