Algo más lejos. Otro bloque de apartamentos. Allí donde de un modo u otro irán a parar todos. Sin escrituras, sin inversiones atinadas o un golpe de suerte. Donde se es invitado con naturalidad. Sin reuniones de vecinos, sin un administrador aburrido o un vecino demasiado ruidoso. Ese sitio donde no importa cuánto ganas sino cuánto has sido capaz de dar. El cementerio. En el silencio de esos céspedes cuidados, tantos nombres o simples fotos no logran contar demasiado de todas esas vidas. Pero los rostros, las sonrisas, el dolor de sus visitantes cuentan en un momento la belleza de todo lo que han sido y su continua ausencia. Eso es. Hace algún tiempo que Pollo ya no está solo. Ahora hay otro pedazo de la vida de Step que le hace compañía: su madre. Los dos tienen flores preciosas, aún frescas de vida y de amor. Ese amor que Step nunca se ha ahorrado, que nunca ha tenido la posibilidad de demostrar hasta el fondo. Y en el silencio de cada día, en el eco lejano de la música de la vida que continúa, un amigo y una madre están hablando. De él. De todo lo que ha pasado, de lo que los roles de la vida no nos han permitido decir. Esas palabras que nunca han sido dichas pero que siempre han llegado. Porque el amor nunca se pierde.
Cuando subo a la moto ya anochece. Es precisamente en ese momento cuando veo regresar a Gin. Conduce veloz, tal como es ella. Acompaña la curva con la cabeza, canturrea la canción que está escuchando en ese momento. Quién sabe cuál es. Me parece otra vez alegre. Como siempre. Tal como la había dejado. Contenta de su sonrisa, de la vida que lleva, de los sueños que persigue, de los límites que no conoce. Libre. Libre de todo eso que no le interesa e incluso más aún. Y entonces me alejo así, viéndola asombrada, mientras sonríe. Y soy feliz. Como hace mucho que no lo era… Culpable sólo de esa inscripción, inmensa, que ocupa toda la fachada de su casa. Espléndida, directa, hermosa. Y ahora ya no tengo dudas. No tengo remordimientos, ya no tengo sombras, no tengo pecado, no tengo pasado. Sólo tengo unas ganas enormes de volver a empezar. Y de ser feliz. Contigo, Gin. Estoy seguro. Sí, es así. ¿Ves?, hasta lo he escrito: «Tengo ganas de ti».
FEDERICO MOCCIA (Roma, 1963). Su historia es increíble: su primera novela,
A tres metros sobre el cielo
, fue rechazada por todas las editoriales a las que la mandó, por lo que Moccia decidió publicarla por su cuenta, y tuvo un éxito tan clamoroso que pronto fue contratada por una gran editorial que apostó por el autor y lo catapultó a la fama. Desde entonces, Federico Moccia se ha convertido en un referente para millones de lectores con sus novelas:
A tres metros sobre el cielo
,
Tengo ganas de ti
,
Perdona si te llamo amor
,
Perdona pero quiero casarme contigo
y
Carolina se enamora
.
En
Tengo ganas de ti
, la esperada segunda parte de
A tres metros sobre el cielo
, Federico Moccia nos cautiva con una deliciosa novela que nos habla de deseos, amor y sueños. Tras pasar dos años en Nueva York, Step regresa a Roma. El recuerdo de Babi lo ha acompañado todo este tiempo y teme el momento de reencontrarse con ella. Pronto se da cuenta de que las cosas han cambiado y de que, poco a poco, tendrá que reconstruir su vida en Italia: hacer nuevos amigos, conseguir un empleo, empezar una nueva etapa… Cuando conoce a Gin, una chica alegre y preciosa, cree que podrá volver a enamorarse. Pero no es fácil olvidar a Babi y cuando, por casualidad, tropieza con ella siente cómo todo su mundo se tambalea… ¿Es posible revivir la magia del primer amor?