The Chicano/Latino Literary Prize (15 page)

BOOK: The Chicano/Latino Literary Prize
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N
ADA

La última despedida en Barcelona fue en la calle Urgel. Pedro y Merced habían organizado una fiesta.

Ya en la mañana Adrián me había ayudado a llevar las maletas a la estación de tren. Más bien le pedí que fuera a la casa para facilitar la despedida de la casa de la señora Aguado. Eran las diez y Adrián no venía por eso salí a comprarle unas rosas, esas que venden en la esquina. Sería un adecuado regalo de despedida. En dos días de seguro se secarían. Y con ellas, mi presencia en esa casa. Cuando Adrián llegó, le presenté a mi “señora”. Nunca le conté que allí comí coliflor y patatas todos los días. Por eso saludó atentamente a la señora. Ella platicó brevemente sobre sus ya acostumbradas despedidas; sonreía y daba un beso, creo que eso era parte de su rutina. Salí de la calle Guinardó como si fuera al cine.

En la casa de la calle Urgel, Pedro, Mercedes, Pamela y yo brindábamos mientras Leticia arreglaba sus maletas. El trago “43” me mareó pues había comido sólo una bolsa de churros en todo el día. Celebramos toda la tarde. Yo prometí escribirles y no olvidarlos. Lo dije al tomar otra copa de anís. Pedro me retrató con Pamela y Leticia. Quizá también era la última vez que las veía. Brindamos muy confiados de nuestro futuro.

Salí antes que otro invitado estropeara mi despedida. Por eso los abracé a todos y me fui a caminar por la calle Pelayo. Cuidadosamente fotografiaba todos los lugares significativos de esa ciudad. Tuve tentación de comprarle un cachito de lotería al cieguito de la esquina pero no creí que se acordaría de mí si lo hiciera. Por eso caminé por las Ramblas hasta llegar a la estación.

Estuve leyendo el
Washington Post
mientras el “Rápido” arrancaba. Mis manos tranquilas jugaban con las páginas del periódico. Compré un bocadillo de tortilla de patatas y dos cervezas “Skol”. Miré hacia fuera, estaba todo muy obscuro. Creo que ya habíamos pasado por Tarragona.

P
ARTE
III: S
IN DUDA AQUÍ
N
O DEJES QUE AFLOJEN
, P
EDRO

“¿Por qué escuchas tanto a Pedro Infante?”

“¿Por qué lo preguntas? Tú también lo escuchas, y te gusta. No metas el dedo en la retórica que no es el propósito de estas canciones”.

“Bueno es que tanta música que podemos escuchar pero nos aferramos a refugiarnos en el pasado. No quiero oponerme pero el hecho es que contradice nuestra vida académica”.

“Mira, cuando estaba en la secundaria, escuchaba las canciones ‘intelectuales' de David Bowie y aprendí que en 1984 se acabará el mundo. Por eso no quiero discutir. Nos queda poco de vida. Disfruta la música y esconde por allí la retórica”.

“¿Y si le cantaras al profesor Oviedo una canción de éstas, qué crees tú que pensaría?”

“Lo primero que debería de pensar es que una vez, en un lejano espacio, también fue chavo con inquietudes sanas. De seguro le gustaron las morras y les mandaba poemitas. Ya será todo cursi para él pero pasó por todo este proceso, compadre. Ahora. Si le dijera a Oviedo que el filósofo que más ha estimulado mis sentidos es sin duda José Alfredo Jiménez, el ranchero compositor, el hijo del pueblo, me mataría su expresión. Le chorrarían sus ‘babas de diablo' para decirlo más a su nivel. ‘No hay que llegar primero pero hay que saber llegar'. Estoy seguro que ya alguien lo dijo anteriormente en la historia del hombre. Lo perfecto fue que yo lo escuché primero en español, en voz de Pedro Infante (composición de José) que en la de un Descartes o Kant o cualquiera de su pandilla”.

“Pero no sólo él te fregaría. Muchos de nuestros compañeros no saben que las cantamos. Entonces es raro para ellos ese desbordo de emoción. No te has fijado, en las juntas nos han acusado de borloteros sentimentales. En las fiestas cantamos hasta con ronquera y muchos de ellos quieren acompañarnos pero se niegan la ropa que usan y el make-up de las viejas los controla completamente. Creo que debernos aprender que entre más culturas penetramos, más nos enriquecemos. Eso tenemos que aprender si es que uno quiere realizarse en este país. ‘¿Y qué?' es una actitud bastante estúpida y lamentosa”.

“Bueno, pero somos estudiantes universitarios que debemos de saber poder analizar cualquier situación. ¿O no? ¿Qué pasó con el tema interesante de Cortázar defendiendo su posición como autor exiliado pero a la vez considerándose revolucionario, en ese artículo que leímos en clase? Además, ¿qué pasó con el Buscón Pablos, es en verdad un personaje picaresco? ¿A eso venimos a la universidad? A ver si después de largos años podemos orgullosamente mostrar que la ‘Benina' de Galdós era en verdad una dulce y desinteresada mujer? ¿O que don Juan Tenorio inconcientemente violaba el sí de las niñas? ¿No es el propósito de venir a la universidad para purgarse de simplicidades? ¡¡Todo es contradicción, amigo!! En mi situación. O dejo de escuchar a José Alfredo o dejo de jueguitos en aulas con deditos en mejillas, disfrazados de interés intelectual. Imagínate. Ayer la clase discutió
Residencia en
la tierra
: que si Neruda era poeta a pesar de describir imágenes atroces; que si le prestó pesetas a César Vallejo para desempeñar su bolsillo. Y yo, esa misma tarde regreso al apartamento a escuchar canciones de los Corazones Solitarios. No dejé de sentir una fuerte contradicción. Sentí tristeza, amigo. Lo curioso fue que tú llegaste y te sentaste a escucharlas y desapareció la inquietud. Nunca te lo dije, pero te di las gracias”.

“Vamos a callar. Deja que toque la música. Creo que todo es parte del proceso”.

U
NO NUNCA SABE

Hablaste con Susana. Te dió ride en su Volkswagen. ¿Será eso un hecho histórico? Bueno es en sí histórico, pero, ¿será ella una futura poeta chicana? Eso es el gran misterio de toda la bola de ustedes. No se atreven a criticar a nadie, ni al más tímido y misterioso porque nadie quiere “meter la gran pata histórica”. “Meter la pata” y decir que cierta persona no sirve para escribir literatura. ¡Claro! Nadie quiere quedar en ridículo en su futuro. Toda poesía chicana es fabulosa, dicen. Prometedora, demandan. Todo escrito en chicano es bueno, serio y justificador. ¡Cuidado con reprocharlo! “All is heavy,” dice el “Tecolote”. ¿Quién será el gran escritor chicano del futuro? Todos pueden o nadie, nadie puede serlo. Por eso es tan posible que la gente pueda escaparse con un diploma de este colegio. No te extrañaría si Susana, o el “Tecolote” o Armando Tan-Tan, o el tal Manuel que todavía no conoces, serán los fregones escritores del futuro. Como diría tu amigo Carlos Cid, “los más chingones”.

Pero perdón.

Tú renuncias. Sí. Tú renuncias las actividades de esta noche. Eres tú sin mitote, eso es todo. Y podrías agregar “¿y qué?” pero no vale la pena.

Eres tú sin mitote. No aplaudes a esos futuros hombres ilustres de la lectura de hoy. No fumas la marihuana de Manuel ni de aquellos que la pasan para ser más camaradas, más carnalitos. La renuncias, la renuncias porque los que la ofrecen lo hacen por puro mitote.

Quizá ellos tengan razón en todo lo que hacen. Quizá tú no comprendas la situación histórica. ¿Entonces qué estás haciendo aquí? Te aseguro que no eras el único en preguntarte esta pregunta.

Esta noche, en la lectura de poesía, Roberto Durán te impresionó porque fue sincero en su presentación. ¿Y la autoridad? Empedándose y rifando. O.k. Está bien, eso no tiene nada que ver, pero, ¿para qué poner las caras idiotas? ¡Idiotas de falsa seriedad! Con el licor y la rifa toda palabra es bella, toda palabra es clásica, “tan-tan”. Son la crema de los verdaderos chingones del colegio. Son los auténticos chingones por eso los mandas a la chingada, porque resulta que tú crees en una busca más sincera sin ayuda alguna de su pinche falsedad.

¿Y ahora qué? ¿Qué harás ahora? Esa ilusión ya la perdiste. Solitario carnal. Estás solitario. “Tú a lo tuyo y ya tendrás tu recompensa”, dijo María, la de España. Solitario carnal, estarás solitario. Tú no naciste para participar con la bola de “escuelanos”. Tú sólo quieres ver el futuro en forma muy personal. No quieres tener miedo de vivir tus pensamientos. No quieres pertenecer a ningún club de solicitudes. Eso ya es riesgo tuyo. Por eso al ver hoy
a la Debbie no solicitaste una conferencia con ella pues es sin duda el enemigo extremo de tu tranquilidad. Por eso también te gustaría mandarla a la chingada. Pero hablarás con ella. Eso ya lo sabes. Será inevitable, el destino lo demanda. La verás y hablarás con ella. No para hacerla de pendejo, como antes, sino para que le molesten tus pláticas, cada una de tus palabras. Te dicen que la Debbie habla perfecto español. ¡Sí! Entonces que te dé el beso que te debe y que siga desarrollándose en su mierda de ambiente. Eso decíselo hoy mismo, ahora que todavía vive el coraje.

¿Y
AHORA QUÉ
?

Tal vez al hablar con ellos puedes encontrar respuestas. Ya basta que te pases las horas evaluando situaciones. Deberías de escucharlos mejor. Mira, rezar no lo haces y con Dios no sabes platicar. Visitas iglesias sólo para escaparte de la gente. No hombre, es mejor que hables más con ellos. Ellos sí que te ayudarán a encontrar lo que tú buscas. No dejes que Alberto cante solo. Háblale y dile que no se agüite. Convenciéndolo que olvide su güera, te convences también a ti mismo. 'Ora si tú no quieres, no hay problema, haz lo que quieras. Pero es mejor hablar con él. A la neta, no dejes que tome solo. Por ahora deja que las cosas se desarrollen, ¿o no? Pero después, no te dejes manipular por ningunos tacones “jeans” ni por gringas que hablen perfecto español. A ti te ha tocado mala suerte con ellas. No es bueno intentar otra vez. Hazme caso en lo que te digo. Tus miradas no penetran en ellas. Tal vez al hablar más con ella te puedas convencer mejor. Pero, ¿para qué buscar esos labios de cristal? No 'mano, tú a lo tuyo, ya basta de humillaciones. No me gustaría que le enviaras esa carta a Tetsuo Mizutani. No quiero que vayas a Nagasaki en busca de más alternativas y de nuevos escapes de la rutina. Ya sabes que en el extranjero es casi imposible encontrar respuestas. Te incorporas a otra rutina, a una forma más remota de sentir compañía. Viviendo y caminando no sabías a dónde ir. No busques a otra señora Aguado. No escribas otro resumen. No quiero que no sientas nada. Piénsalo bien y no mandes la carta a Tetsuo Mizutani. Ya no te dejes engañar por nuevas perspectivas. Ya ves que creías que estando fuera de tu ambiente podrías ver mejor el tuyo, pero no resultó. ¿No te acuerdas del problema a tu regreso? Cuestionaste a tus colegas del colegio. Cuestionabas más a tu ambiente, te sentías más centrado en ti mismo. No hermano, esa parte del proceso déjalo para el pasado. No vayas a Nagasaki. Ya no hables de enormes distancias y sus respuestas. Es sin duda aquí donde tendrás que enfrentarte a los problemas. Es parte del proceso decir tonterías y consumir falsas esperanzas. Pero eso se desarrolla. Por eso no tengas miedo de seguir buscando la respuesta a tu soledad. Aquí termina un proceso. Mañana empieza otro. Con la experiencia del anterior y con la madurez del próximo, el nuevo proceso será aún más difícil. Por eso perdona carnal que te diga que aquí nadie encuentra su busca. Pero estoy ya hablando del futuro y tú no me crees.

1981-82

Mary Helen Ponce

Honorable Mention: Short Story

Recuerdo: When Rito Died

I remember when my brother Rito died of tuberculosis in the Olive View Sanitarium. He had been ill when as a child my parents had lived in Ventura, where they settled upon arriving from Mexico. Later it was said that the cold of las limoneras had caused el t.b.

We did not have a telephone, all emergency calls were relayed to us through el Mister Williams, owner of la Tienda Blanca as we referred to Pacoima General Store. He was a good, kind person who extended credit to la gente mexicana of our barrio, who had agreed to give my parents a message from the sanitarium during the final days of my brother's illness.

One night or early morning, Mr. Williams came to give my parents the message: Rito was near death. I remember I woke up when our dog El Duque began to bark and the lights went on in the house. I heard voices coming from my mother's room: soft, murmuring. (There was never panic in our home.) Soon the car was cranked up. I heard it go out the driveway, then fell asleep. When I next woke up, the car was back, as was my father. A deadly silence permeated our home, only broken by the sound of muffled crying.

I don't remember who told me Rito had died. I don't remember if I cried. I was five years old and barely remembered the handsome stranger with blue-green eyes who had been away most of my life. I do remember the soft whispery voices, the shadowy figures that came and went, among them my Tío Luis and Tío Macario, only relatives of my mother in this country, special to her, and to us.

I didn't see my mother for most of the day. I believe she remained in her room where the neighborhood women kept going in and out. The men remained outside with my father and uncles where they huddled together, talking in short muted sentences. Toward evening they built a small bonfire around which they gathered.

Among the men was my older brother Berny who was about seventeen, thus allowed to be among los hombres. I recall I peeked out the door to see one of the men with a bottle which he passed around. My brother Berny
declined. Our father was muy recto, strict, so that Berny was not allowed to drink, not even on this somber occasion. The men stayed outside, around the fire. The bright yellow flames gave their sad, long faces a strange eerie look. Inside the black-robed women prayed and kept el velorio.

During the early 1940s, Mexican families such as ours had little money to spend on funerals; most were kept simple, due both to tradition and economics. The wake or viewing of the body was done at home, as it was convenient and less expensive.

I remember the day the carroza came to deliver my brother's body. I was playing hop-scotch toward the back of the house (where I wouldn't be seen or heard) when I looked out to see a black car approach. The driver leaned out to call, “Is this 13011 Hoyt?” “Yes,” I answered. Before I could ask what it was they wanted I heard movement inside the house, en la sala. The front door opened to let my cousin Mary (from Oxnard) and sister Elizabeth out. They began to direct the driver. I was told to go “in the back,” which I did. When next I looked, the black car was gone. Everything was still. Then I heard crying from inside the house. Soft, forlorn. I stood outside and listened to my mother's anguished cries, “Hijo mío, ay, hijo mío.” The cries came and went like waves of sound.

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