Durante la segunda invasión francesa, Federico, el último de los reyes de la dinastía de Aragón napolitana, se refugió en Ischia y desde allí pactó con el rey francés la entrega de lo que quedaba de su reino a cambio de un título y sustanciosas rentas en Francia. A Innico d’Avalos, cuya familia había luchado por los reyes de Aragón contra Francia y sus aliados los nobles napolitanos angevinos, le desagradó semejante trato y dio largas al cumplimiento de la orden de entrega de las islas a Francia. El rey francés le fue presionando hasta declararle rebelde. Mientras, Innico negociaba con su amigo Bernat de Vilamarí su fidelidad al rey de Aragón, Fernando II. Obtuvo del rey que se le concediera como propio y hereditario el gobierno de las islas de Ischia y Procida, e importantes suministros de dinero y armas. Alzó las banderas de España en la pascua de Resurrección de 1503 y resistió con éxito los ataques de la flota francesa.
Junto con su hermana Constanza mantuvo en la isla una corte de artistas que vivieron protegidos de las guerras y el hambre. Murió sitiando una fortaleza angevina bajo las órdenes del Gran Capitán, y su hermana le sustituyó en el gobierno de Ischia, bajo las órdenes directas del rey Fernando de España. Los D’Avalos continuaron dando grandes militares a España y a su imperio.
Gonzalo Fernández de Córdoba,
El gran capitán
Era hijo segundo de un noble andaluz de Montilla, Córdoba. Se distinguió en la guerra civil castellana en el bando de la reina Isabel y en la de Granada con innumerables hechos de armas que le proporcionaron un gran prestigio.
En 1495 partió hacia Italia con un ejército para hacer frente a la invasión francesa en apoyo del rey de Nápoles, pariente del rey Fernando de España. Fernández de Córdoba demostró de nuevo unas habilidades militares y políticas excepcionales y el reino volvió a manos de los reyes de la dinastía aragonesa de Nápoles. Antes de regresar a España, el rey Fernando le pidió que acudiese en auxilio del papa Alejandro VI y recuperara Ostia. La toma de la ciudad y su fortaleza por el Gran Capitán tuvo lugar en marzo de 1497 y los hechos acontecieron tal como se relata en la novela.
En el año 1500, en ayuda de los venecianos contra los turcos recupera Cefalonia como capitán general de las fuerzas cristianas. En 1501, el rey Fernando le nombra capitán general de Sicilia y Calabria e inicia la ocupación del reino de Nápoles según el acuerdo de repartición de aquel con Francia, tal como se explica en la novela. El rey Fernando, sabiendo que sus tropas eran inferiores, le ordena no entrar en conflicto con los franceses, pero el choque se produce porque los territorios de frontera no estaban asignados en el tratado. El rey Fernando le reprochó haberle metido en una guerra que no podía pagar. La batalla de Ceriñola, que ocurrió como se cuenta en la novela, fue determinante para la conquista española del reino en su totalidad. Y también lo fue en la historia militar, pues la estrategia innovadora del Gran Capitán cambió las técnicas de combate y fue la base de los famosos tercios españoles, que conquistaron media Europa. También son hechos históricos los motines de las tropas porque no recibían las pagas y las ejecuciones mediante horca y empalamiento. La anécdota del Gran Capitán, sus hijas y el capitán Iciar también ocurrió como se cuenta en la novela, aunque no en Barletta.
El 28 de diciembre de 1502 venció a los franceses en la batalla del Garellano, y el 3 de enero de 1503 rinde Gaeta, el último bastión francés de importancia en Nápoles.
Como gobernador de Nápoles en nombre de Fernando el Católico, el Gran Capitán concedió un salvoconducto a César Borgia. Este llegó a Nápoles el 28 de abril y fue recibido con todos los honores por Fernández de Córdoba en el Castel Nuovo. El 26 de mayo se le encarceló por orden del rey de España. Se ha especulado mucho sobre esa traición y si fue voluntaria por parte del Gran Capitán o forzada por el rey. Parece lo segundo, pues Gonzalo trató de recuperar por todos los medios el documento por él firmado y que le llenaba de oprobio en el que ofrecía asilo a César.
No fue esa la primera vez en la que ocurría algo semejante. En 1501, durante la ocupación de Nápoles, el Gran Capitán sitió Tarento, donde se encontraba el heredero de la corona napolitana. Para lograr su rendición, el Gran Capitán le ofreció otro salvoconducto al príncipe, que este aceptó. Sin embargo, Alfonso de Aragón no pudo reunirse con su padre, pues fue enviado a España como rehén, aunque tratado con todos los honores, también por orden de Fernando el Católico.
Quizá por esa razón, las relaciones entre el general y su rey se deterioraron. La situación empeoró a la muerte de Isabel la Católica, acaecida en noviembre de 1504. Fernando se vio expulsado de Castilla por la nobleza castellana mientras Felipe el Hermoso, esposo de su hija Juana la Loca, nueva reina de Castilla, conspiraba en su contra.
Gonzalo Fernández de Córdoba debía lealtad a Castilla, y el reino de Nápoles, aunque incorporado por derechos dinásticos a la Corona de Aragón, había sido conquistado por tropas mayoritariamente castellanas.
Fernando, presionado entonces por Francia, su secular enemigo, y frente a la eventualidad de que Castilla se pusiera también en su contra, cambió de estrategia y se casó con la princesa francesa Germana de Foix, cerrando un pacto con Francia.
Esa situación debió de llevar al Gran Capitán a cuestionarse su lealtad a Fernando el Católico. La prueba es que cuando el Gran Capitán supo que el rey viajaba a Nápoles para tomar posesión del reino, se encontraba preparando la invasión de Ischia, gobernada por Constanza d’Avalos, que no rendía cuentas al Gran Capitán como virrey de Nápoles, sino directamente al rey Fernando. Dada la situación estratégica de Ischia y Procida, ese debía de ser el primer paso para apoderarse del reino. Unos meses después de su llegada a Nápoles, en 1507, Fernando el Católico destituyó al Gran Capitán como gobernador y este regresó a España, a su posesión de Loja, donde murió en 1515.
Durante su retiro quiso regresar a la acción y fue reclamado desde Italia para que dirigiera los ejércitos de las alianzas que España, el papa y otros estados habían formado para combatir de nuevo a los franceses. Pero Fernando el Católico, por temor o por venganza, impidió siempre su regreso.
Bernat II de Vilamarí
En Barcelona hay una calle dedicada a Bernat II de Vilamarí, quien además cuenta con un espectacular mausoleo renacentista de mármol blanco en la abadía de Montserrat.
Pertenecía a una ilustre estirpe de marinos. Era sobrino del almirante Bernat I de Vilamarí, fallecido en 1463, y sucedió a su primo Joan de Vilamarí en el almirantazgo a la muerte de este. Obtuvo una amplia experiencia en el combate marítimo, en especial en oriente, contra los turcos, bajo las órdenes de sus antecesores, y heredó de estos los títulos de señor de Palau Sabardera en el Ampurdán y Bosa en Cerdeña.
Se distinguió en numerosas empresas militares y fue decisivo en la victoria del rey en la guerra civil catalana al bloquear el puerto de Barcelona. Siempre con permiso del rey, combatió en distintas épocas a sueldo de Florencia, de Nápoles y del papa. Luchó contra los turcos, venecianos, genoveses y franceses, y contra corsarios y piratas. Sin embargo, hay pruebas evidentes de que, tal como hicieron sus antecesores, practicó el corso y la piratería cuando le resultó necesario.
En 1489, el rey Fernando ordenó expresamente el cese del corso, actividad en la que los Vilamarí se habían distinguido. El almirante no debió de ser demasiado obediente, pues el rey ordenó en 1492 el desguace de su flota por asaltos a naves genovesas en tiempo de paz y por reclutar tripulaciones y galeotes a la fuerza. En cualquier caso, el rey Fernando revocó la orden unos meses después cuando precisó de su flota para pacificar el Rosellón.
Tal como se relata en esta novela y en
Prométeme que serás libre
, en 1495, a raíz de la invasión francesa, transportó con su flota al rey de Nápoles junto con su familia y a Innico d’Avalos a la isla de Ischia. Allí, Innico fue nombrado gobernador en sustitución del anterior, al que el rey ejecutó por traición.
Participó en las guerras de Nápoles y se convirtió en un personaje determinante en las victorias españolas. Cuando el último rey napolitano cedió su reino a Francia, Vilamarí negoció con Innico d’Avalos la entrega de sus islas a España, como se refleja en la novela, y tuvo que refugiar su flota varias veces en Ischia ante la superioridad francesa.
En 1504, a raíz de la conquista española del reino, fue nombrado conde de Capacio, lo cual no le impidió continuar batallando contra turcos, venecianos, franceses y otros, bajo las banderas de España o como mercenario cuando el rey no necesitaba sus servicios.
Se casó con Isabel de Cardona, hermana de Joan de Cardona, gobernador de Nápoles, al que el almirante sustituyó en el cargo en 1513. A su vez, su sobrino Lluís Galzará de Vilamarí le sustituyó a él al mando de la flota. Presidió las primeras cortes de Nápoles y, junto a su cuñado, consiguió evitar la implantación de la Inquisición en Nápoles, persuadiendo (algo nada fácil de hacer) al rey Fernando de España.
A la muerte del rey, su sucesor, Carlos I, le confirmó en cargos y honores, aunque el viejo almirante solo sobrevivió al rey Fernando dos meses. Murió en marzo de 1516.
Los Reyes de España
Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón no solo sentaron las bases de la España moderna, sino que construyeron el imperio español que heredó Carlos I.
Isabel y Fernando eran primos, por lo que precisaban de dispensa papal para casarse. Lo habían hecho con una bula falsa, y fue Alejandro VI, cuando aún era el cardenal Rodrigo de Borgia, quien les entregó la bula papal que legalizaba su unión. También fue Alejandro VI quien les concedió el título de Católicos y empezó a llamarlos
reyes de España
. Lo último comportó una airada protesta del rey de Portugal, puesto que el término
España
hasta aquel momento se había usado como el antiguo de
Hispania
o el actual
península ibérica
. Aun así, la relación de los Reyes Católicos con Alejandro VI fue en muchos momentos de franca enemistad..
Fernando ayudó a su esposa en la guerra civil castellana hasta que esta, después de proclamarse reina, venció toda oposición. Sus reinos también contribuyeron, en la medida de sus posibilidades, en la guerra de Granada. Una vez conquistada, pasó a incorporarse a Castilla. Por su parte, Castilla, que era demográfica y económicamente mucho más potente que los territorios de la Corona de Aragón, aportó sus ejércitos y al Gran Capitán a la conquista de Nápoles, que se incorporó a Aragón.
En la novela se menciona casi exclusivamente al rey Fernando porque la acción ocurre en sus territorios y porque su esposa había delegado la mayor parte de la política internacional en él. En especial, después del quebranto que la reina sufrió con la muerte de su primogénito Juan en 1497 y de su hija Isabel al año siguiente. La reina Isabel falleció en 1504, antes del final de la acción de la novela, y Fernando lo hizo en 1516.
Los episodios del rey con Vilamarí y el Gran Capitán relatados en la novela, en especial la falta de envío de fondos para las campañas bélicas, son ciertos. También su uso de la Inquisición como instrumento político y como fuente de ingresos.
Fue sin duda un habilísimo político y ejemplo para
El príncipe
de Maquiavelo. Entre otras cosas, Niccolò dei Machiavelli dice de Fernando II de Aragón que es un modelo porque partió de muy poco y se convirtió en un gran príncipe que supo mantener sus conquistas. También dijo de él que «predica continuamente la paz y la lealtad siendo en realidad enemigo de ambas; de hecho, si hubiera observado la una y la otra, habría perdido repetidamente el prestigio y el estado» y «es un hombre que consigue grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconoce los principios de la piedad y la humanidad». A pesar de lo anterior, Maquiavelo expresa su admiración por el rey al escribir: «Al actual rey de España Fernando de Aragón se le puede considerar un príncipe nuevo porque de ser un rey débil, se ha convertido por fama y por gloria en el rey más grande de la cristiandad, y si consideráis sus acciones, veréis que todas ellas han sido grandísimas y algunas, extraordinarias».
UBICACIONES DE LA NOVELA
Calles de Barcelona
Se ha usado un plano de la ciudad del año 1492, conservado en el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona y que aparece reproducido en el libro. Durante el tiempo que transcurre desde el año 1484 —en el que se inicia la acción de
Prométeme que serás libre
— a 1514 —en que termina la de
Tiempo de cenizas
—, la estructura urbana de la ciudad, dada la penuria económica existente, no varió, por lo que dicho plano refleja exactamente la Barcelona en la que se desarrollan ambos relatos. Los nombres de las calles y su ortografía se han mantenido según aparecen en el mapa. Así, las calles que hoy son Canvis Vells y Canvis Nous aparecen como Cambis Vells y Cambis Nous. Boquería aparece como puerta de la Bocharia, donde se extendía el mercado y la calle de la Bochia.
Para recorrer la Barcelona de la época en el plano mencionado y seguir los pasos de los protagonistas, el lector deberá acceder a través de mi página oficial —www.jorgemolist.com— a «
Tiempo de cenizas
» y «Barcelona» o ir directamente a www.tiempodecenizaslanovela.com o a www.barcelona1492.com.
La librería de Joan y Anna
En la época de la novela, existía efectivamente una librería en la calle Especiería, hoy Llibreteria, esquina con la calle Paradís. Tenía dos entradas, una por la calle Paradís y otra por Especiers, que daba a la plaza de Sant Jaume. Fue inaugurada en el año 1495 por Hans, el sobrino de Anton Koberger, el gran editor de Nuremberg. Podemos afirmar así que Koberger era una multinacional del libro que editaba en latín. En 1497, la librería se traspasó a un librero napolitano, Antoni Gontier, que pagaba un alquiler de siete libras y quince sueldos. La librería fue vendida de nuevo en el año 1504, fecha en que la compra, en la ficción, el matrimonio Serra.
El puente del Rey Martí
El puente del Rey Martí unía el palacio real con la catedral, cruzando por encima de la calle dels Comtes, y conducía a una tribuna construida en tiempos del rey Martín el Humano desde donde el monarca podía asistir a la misa sin mezclarse con el pueblo. Hoy aún puede verse al acceso a dicho puente en la parte izquierda de la portada de San Ivo de la catedral a la altura del primer piso. El puente debió de desaparecer al construirse el palacio del Lloctinent en 1549 o en la reconstrucción de la catedral del siglo XIX.