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¿Nos encontramos, entonces, ante un mero refrito de información a la que alguien añadió algunos párrafos, bastante mal redactados, con los que relacionar a Zougham con Al Qaeda?

Teniendo en cuenta el excelente inglés que Jean-Charles Brisard utiliza en sus informes a la ONU, resulta muy dudoso que fuera él quien redactara el informe recibido por Del Olmo.

¿Lo redactó, quizá, algún subordinado suyo francófono, que podría haber cometido el mismo tipo de errores de traducción que un español? Podría ser, pero, dejando aparte los errores "
lingüísticos
", Jean-Charles Brisard dispone del suficiente material sobre Al Zarqawi bien redactado en inglés como para que ese subordinado no hubiera tenido que cortar y pegar trozos de páginas web.

Pero la confirmación de que alguien debió de pedir desde España a Jean-Charles Brisard que le hiciera el favor de enviar ese informe al juez Del Olmo la tenemos gracias a unas declaraciones del propio Brisard difundidas el 26 de marzo de 2004 por Associated Press. En esas declaraciones, Brisard afirmaba que "
miembros de la Policía española le habían dicho que algunos sospechosos de los atentados del 11-M estaban en contacto con Al Zarqawi sólo uno o dos meses antes de los atentados
".

Es decir, Brisard declara el 26 de marzo de 2004 que la Policía española le ha informado de esa conexión del 11-M con Al Zarqawi y una semana después le envía un informe al juez Del Olmo para ponerle al corriente. Si la Policía española era consciente de esa conexión, ¿qué necesidad veía Brisard de informar de ella a Del Olmo? ¿Es que tenía algún motivo para suponer que la Policía española le transmitía esa información a él, pero no al juez del caso?

Apuntes nostálgicos

Los menos jóvenes de los lectores recordarán perfectamente otro episodio igualmente peregrino que tuvo lugar siendo ministro de Justicia e Interior el inefable Juan Alberto Belloch, en tiempos de Felipe González. Tras unas arduas e inexplicadas negociaciones con el ex-director de la Guardia Civil Luis Roldán, que se había supuestamente fugado de España, el ministro Belloch compareció ante los medios para anunciar a bombo y platillo que Luis Roldán había sido detenido en Laos. Como demostración, el ministro exhibió un fax supuestamente enviado desde Laos, en francés, por un tal capitán Khan.

La superchería fue descubierta por Víctor de la Serna, del periódico
El Mundo
, que habla francés a la perfección y puso de manifiesto cómo aquel fax aparentemente recibido desde Laos estaba plagado de expresiones macarrónicas que sólo podría haber escrito un español que estuviera traduciendo literalmente al francés. El ministro quedó en evidencia hasta tal punto que su nombre ya ha quedado indefectiblemente ligado al de ese inexistente y esperpéntico capitán Khan.

Al analizar el episodio de JCB Consulting, uno no puede evitar la sensación de estar volviendo atrás en el tiempo.

¿Quién redactó en realidad ese refrito infumable en un inglés macarrónico? ¿Envió alguien desde España ese informe a JCB Consulting para que esa empresa se lo reenviara al juez Del Olmo, como si fuera de cosecha propia? ¿Por qué podría alguien tener interés en que un experto internacional hiciera llegar al juez Del Olmo un informe "
avalando
" la conexión de Jamal Zougham con Al Qaeda? ¿Quiso alguien recurrir a la "
voz autorizada
" de ese experto internacional para tratar de apuntalar unas acusaciones contra Zougham que no se sostenían por ninguna parte?

Aunque no son las únicas preguntas que suscita la lectura del informe. ¿Es casualidad que JCB Consulting enviara el informe precisamente el 2 de abril, el día anterior a la explosión del piso de Leganés? ¿O ese informe era una pieza más de esa puesta en escena en la que tan digno papel jugaron el esperpéntico atentado contra las vías del AVE o el esperpéntico fax amenazante enviado al periódico ABC el mismo 3 de abril?

Ante todo, que quede claro que no creo en absoluto que Jean-Charles Brisard tenga ninguna responsabilidad en el asunto. Creo, simplemente, que le metieron un gol, igual que pretendían metérselo al juez Del Olmo y a todos los españoles. ¿Quién fue el responsable del tiro a puerta? No tengo ni idea, pero algunos equipos parecen mostrar, año tras año, los mismos vicios de juego, no importa cuánto tiempo pase.

¡Bienvenido de nuevo, capitán Khan!

Capitulo 23

Brigada de limpieza

Los vecinos de Leganés recuerdan al menos dos intervenciones policiales en aquel piso maldito de la calle Carmen Martín Gaite 40. Muchos meses antes del estallido del piso se produjo una operación de incautación de 200 kg. de droga por parte de la Guardia Civil. Los vecinos no recuerdan muy bien a la familia que vivía por aquel entonces en el piso, sólo saben que eran sudamericanos.

Posteriormente, entraría a vivir en ese piso una familia colombiana que luego se mudaría a otro piso del portal contiguo, el del número 38 de la misma calle. Tras esa familia, pasó a ocupar el piso un grupo de chicos colombianos.

Poco es lo que sabemos de estos inquilinos inmediatamente anteriores a los suicidas de Leganés. Sólo que uno de ellos, de nombre Fernando B.P. era un colombiano nacionalizado marroquí, como el propio sumario recoge.

A mediados de febrero de 2004 tendría lugar la segunda operación policial que los vecinos recuerdan. Policías armados se presentaron a detener a ese grupo de colombianos, pero éstos habían volado, dejándose allí todas sus pertenencias.

Al quedar vacío el piso, la persona encargada de la limpieza de aquellos bloques, de origen ucraniano, intentó alquilar la vivienda, pero la contestación que le dieron es que ya estaba alquilada, como consta en su declaración ante el juez. Sin embargo, lo cierto es que esa casa no estaba alquilada todavía.

A primeros de marzo, apareció en la casa un grupo de tres personas para realizar reformas y pintar el piso.

Estaban todavía pintando el 8 de marzo cuando un marroquí llamado Mohamed Belhadj se presenta en una inmobiliaria de la zona, sita en la Avenida de los Derechos Humanos nº 20 de Leganés, y solicita un piso en alquiler. El propietario de la inmobiliaria acompañó a Belhadj a ver el piso de la calle Carmen Martín Gaite y, como le pareció adecuado al potencial inquilino, fueron juntos a la asesoría GEINSA, donde formalizaron el contrato entre Belhadj y el dueño del piso, Lorenzo Carrasco Moreno. El contrato, firmado por el dueño del piso y por Mohamed Belhadj, consta en el sumario: tiene una duración de cinco años y se realizó por un importe de 600 euros mensuales.

Aquel piso fue, por tanto, alquilado el 8 de marzo, tres días antes de los atentados de Madrid. Sin embargo, los vecinos no recuerdan que nadie entrara en la casa hasta muchos días después, aproximadamente en torno al 18 o 19 de marzo.

Los únicos que vieron a los suicidas de Leganés fueron los vecinos que compartían rellano con ellos, que pudieron reconocer (aunque con alguna contradicción menor) a 6 de los 7 en su declaración ante la Policía (el único al que no pudieron reconocer fue a Allekema Lamari). Esos vecinos recuerdan también que vieron a
El Tunecino
con un niño de diez años. Sin embargo, de ese niño no aparece en el sumario rastro alguno (salvo las propias declaraciones de esos vecinos).

Ninguno de los restantes vecinos de la casa recuerda haber visto a los suicidas. Por el contrario, sí recuerdan a dos chicos bien vestidos y educados que saludaban al cruzarse con los vecinos, que hablaban correctamente español y que no tenían aspecto especialmente árabe (aunque tampoco podría decirse por su aspecto que no lo fueran).

En aquellos diez días escasos que el piso estuvo habitado, no hicieron ningún ruido. Aquellas paredes son de papel, a pesar de lo cual los vecinos no recuerdan haberles oído hablar o gritar en la vivienda. Lo único extraño era el olor especial que tenía la comida que hacían, el hecho de que por la noche entraba y salía gente de aquel piso y también que las persianas del piso estaban constantemente bajadas.

También la persona que limpia los bloques recuerda algún detalle curioso. Varios de los días anteriores al estallido del piso observó muchas huellas de barro en el portal, que llegaban hasta aquel piso habitado por los supuestos islamistas. Sin embargo, le llamó la atención que esas huellas de barro del portal no continuaban en la calle, donde no había ni rastro de pisadas.

También recuerda uno de los vecinos que le llamó la atención, en los días anteriores al estallido, oír abrirse y cerrarse las puertas de la escalera a mediodía, como si alguien subiera o bajara andando por los distintos pisos, en lugar de usar el ascensor, que era lo habitual. Asimismo, contamos con testimonios de otro vecino que observó, en los días anteriores a aquel sábado 3 de abril, un coche que parecía vigilar la zona, y que él asumió que era de la Policía.

El día del estallido del piso, nadie vio ni habló con los presuntos suicidas. Sí recuerdan los vecinos haber oído los disparos. Y recuerdan haber oído los estremecedores cánticos y gritos de esos islamistas. Pero nadie vio a ninguno de los suicidas de Leganés. Sólo a ese que salió huyendo del piso y que nos dicen que era Abdelmahid Bouchar.

De hecho, uno de los vecinos de aquella manzana, que vivía en uno de los bloques situados al otro lado de la piscina, fue testigo privilegiado de los hechos. Vio salir de la vivienda a ese supuesto terrorista, que se dirigió al patio interior de la comunidad para tirar la basura y salió huyendo al ver allí a unos policías. Logró escapar saltando la valla que cerca esa zona comunitaria (ver Fotografía 1).

Fotografía 1

Después de eso, ese vecino fue testigo de los intercambios de disparos entre las cinco y las cinco y media de la tarde.

Los disparos se oían a través del enrejado de celosía que tiene la cocina del piso. No vio a nadie asomarse a la ventana, ni levantar persianas, ni pudo ver quién efectuaba esos disparos, porque la celosía lo impide.

Después de cesar los disparos, los vecinos pudieron oír cánticos y gritos, que duraron como un cuarto de hora. Tras terminar los disparos y los gritos, pasó una hora u hora y media hasta que los habitantes de la calle Carmen Martín Gaite 40 recibieron orden de desalojar, en torno a las 7 y cuarto. La Policía les dijo que desalojaran bajando por el ascensor.

Ni siquiera los geos llegaron a ver a aquellos suicidas. La historia de aquel asalto se ha contado con todo lujo de detalles en los periódicos: se ha dicho que los suicidas estaban en corro entonando sus cánticos dentro de la casa, pero es imposible que nadie haya visto esa escena, porque las persianas estaban bajadas y los geos no llegaron nunca a entrar. Por tanto, esa escena es pura fantasía. Se ha contado también que uno de los suicidas salió al rellano de la escalera envuelto en una sábana, pero las declaraciones al diario ABC de uno de los geos que resultó herido en el asalto lo desmienten: los geos no llegaron nunca a ver a nadie. Tan sólo oían tremendos cánticos de las personas presuntamente recluidas en esa casa.

Demasiadas preguntas

El relato de los hechos deja un mal sabor de boca. Los propios vecinos afectados no se recatan en comentar que todo les parece muy extraño. Resulta extraña, por ejemplo, esa evidente predilección de diversos delincuentes hacia esa vivienda. ¿Era acaso una vivienda marcada? ¿Es casualidad que se produjera esa operación policial en el piso pocas semanas antes de la masacre de Madrid, motivando que el piso quedara vacío? ¿En qué consistió esa operación? ¿En qué fecha exacta fue? ¿Quién era ese colombiano nacionalizado marroquí que habitaba el piso?

¿Por qué, una vez vacío el piso, no se le alquila a la persona encargada de la limpieza, que lo había solicitado?

¿Por qué, si los presuntos islamistas tenían todo tipo de pasaportes y carnets de identidad falsos, alquila uno de ellos ese piso usando su documentación real?

¿Por qué los supuestos responsables de los atentados tardan una semana, después del 11-M, en refugiarse en ese piso? De hecho, ¿por qué llegan a refugiarse en él, en lugar de ir, por ejemplo, a la casa que habían alquilado en Albolote (Granada) o huir del país pasando a Francia?

¿Quién era ese niño de diez años que acompañaba a uno de los supuestos terroristas? ¿Vivía también en el piso? ¿Qué fue, entonces, de él? ¿Quién dejó en el portal de la casa, en los días previos al estallido, esas huellas de barro milagrosas que no llegaron a manchar la acera? ¿Por qué tenían que tener las persianas constantemente bajadas unos terroristas que, sin embargo, se cruzaban a cara descubierta con los vecinos?

¿Quién era ese hombre sin rostro que disparaba desde detrás del enrejado sin que (como hemos visto en un capítulo anterior) quedaran vainas de cartuchos como resultado? ¿Por qué nadie pudo ver a ninguno de los terroristas en la casa aquel sábado 3 de abril? ¿Por qué se tardó tanto (más de cinco horas después de rodear la Policía el piso) en dar la orden de desalojo de los vecinos?

Pero, sobre todo, ¿quién y por qué ha estado filtrando a los medios de comunicación escenas absurdas sobre lo que sucedió en el piso? ¿Qué necesidad había de inventarse corrillos de musulmanes fanáticos o presuntos terroristas envueltos en sábanas?

Paisaje después de la batalla

La explosión de Leganés reventó por completo el piso en que se hallaban los presuntos terroristas. El estallido fue tan brutal que quedaron arrasados prácticamente todos los tabiques de las plantas primera, segunda y baja, como puede fácilmente apreciarse en las fotografías difundidas por las televisiones y los periódicos. Pero esas fotografías no hacen justicia a la verdadera dimensión de ese estallido, porque todas las imágenes que se han difundido son imágenes tomadas desde fuera del edificio. En la siguiente fotografía puede apreciarse el estado del edificio desde dentro un mes después de la explosión, cuando ya las tareas de desescombro y apuntalamiento habían hecho seguro el piso para la visita de los vecinos.

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