Una monarquía protegida por la censura (30 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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CHANNEL 4 DESAFÍA A LA CASA REAL BRITÁNICA

Frente a una RTVE volcada acrítica y hagiográficamente hacia la Casa Real española, en monarquías parlamentarias democráticas y consolidadas eso no ocurre, como por ejemplo en Gran Bretaña. Mientras por aquí se cerraba
El
Jueves
, en Londres los hijos de Lady Diana Spencer, Guillermo y Enrique, enviaban una carta a ese canal de televisión para que no emitieran imágenes de su madre. Y no es que yo sea partidario del todo vale, ni que todo sea libertad de información, sobre todo si se hiere la sensibilidad de dos jóvenes que no quieren que ciertas imágenes de su madre moribunda sean transmitidas por televisión; pero resalta este hecho extremo, por un lado, por el hecho extremo, por el otro, el español, cuando en este país no hay una sola información sobre esta familia intocable.

Y es que es fiel a su espíritu iconoclasta.

A pesar de la carta, Channel 4 provocó las iras de la realeza británica al mantener en su parrilla un polémico documental con imágenes de Diana de Gales tras el accidente que acabó con su vida. Ante el revuelo provocado por el reportaje, los hijos de la difunta habían remitido una carta a la cadena para exigir la censura dle los planos más polémicos. Pero los reproches de los príncipes no sirvieron de nada. «Creemos que es un filme responsable que ilumina importantes aspectos del accidente a través del testimonio de testigos y de un número limitado de fotografías no explícitas», explicó el canal.

El escándalo estalló cuando el dominical
The Observer
reveló que Channel 4 rompería uno de los escasos tabúes que todavía respetaban los medios británicos: la publicación de imágenes de Diana en plena agonía. De inmediato, los responsables del canal desmintieron la noticia y puntualizaron que sólo emitirían un plano de un médico aplicando una mascarilla de oxígeno a la princesa, cuyas facciones quedaban ocultas. Sin embargo, estas explicaciones no convencieron a la Casa Real, por lo que ambas partes negociaron un visionado previo de la controvertida cinta para tratar de acercar posturas. Al final, tanta diplomacia no sirvió de nada. Los representantes de la Corona se quedaron espeluznados ante el contenido de un documental que, según ellos, no aportaba información novedosa a los ciudadanos, pero que hería profundamente a los hijos de la difunta.

La cadena aseguró que las fotografías no formaban parte del material considerado tabú por la prensa británica y que, de hecho, habían sido ya utilizadas en el pasado por
The Sun
y la BBC. «Tenemos la convicción de que el programa no va mas allá, ni visualmente ni en el tono, que otros programas de la televisión británica», aseguraba el director de contenidos de Channel 4, Kevin Lygo, en su carta de respuesta a los príncipes. «Lamentamos sin ambages la angustia que ha podido causar a los príncipes la cobertura de prensa de estos días sobre el programa [...], pero Channel 4 ha de contrapesar esas comprensibles emociones con el importante valor público que creemos que contiene este documental», sostuvo Lygo.

¿Se imaginan algo así en España? No, ¿verdad? Pues ésa es la prueba del algodón.

LA INSTITUCION MÁS VALORADA

Es uno de los comentarios recurrentes que se hacen sobre el general Franco. Al parecer, le debió de preguntar alguien sobre el dedicarse o no a la política y Franco debió contestar: «Haga como yo. No se dedique a la política». No es extraño, pues, que esta actividad de servicio con todo lo que esto supone sea un renglón denostado en las encuestas cuando sorpresivamente la Monarquía es la institución más valorada.

Claro está, la afirmación tiene trampa porque sólo se hacen tres preguntas sobre la Monarquía en las encuestas del CIS. Son estas: el grado de confianza de la Monarquía, la importancia del rey como árbitro y moderador del régimen y el grado de importancia de D. Juan Carlos para el funcionamiento de una democracia que ha cumplido ya tres décadas.

Seguramente harán otras, aunque nunca las publican. No sería políticamente correcto que la gente opinara sobre las cacerías del rey, sus infidelidades matrimoniales, la relación con sus amigos los comisionistas, la manera cómo despidió a Sabino Fernández Campo, sus relaciones con Mario Conde, Ruiz Mateos, Javier de la Rosa y Kio, sus vacaciones y un largo etcétera que nos irían conformando una imagen diametralmente distinta a la que se exhibe gracias a la férrea censura existente.

Curiosamente, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) aclaró en un comunicado, por primera vez, que en su banco de datos había al menos 46 preguntas relacionadas con el papel y las opiniones sobre la Monarquía.

Al parecer, había hecho una encuesta sobre la inmigración a mediados del 2004 y, como coincidía que por esas fechas era la boda de Felipe y Letizia, incluyó dos preguntas en relación con dicho enlace.

Las preguntas objeto de polémica en algunos foros de opinión fueron las siguientes: «¿Con qué interés ha seguido las noticias relativas a la boda del Príncipe Felipe?» (con un 50,3 por 100 de encuestados que manifestaron poco o ningún entusiasmo) y «¿Está de acuerdo con algunas de las cosas que dice la gente sobre la Monarquía?» — p. e., «asegura la sucesión del poder político», «es una institución de origen divino» o «es algo superado desde hace tiempo».

Estas respuestas seguramente no tienen nada que ver con las cuatro que me dio el Gobierno sobre el seguimiento de este sarao en RTVE, en el que nos vimos envueltos como un acto de propaganda acrítico de la institución.

¿Resistiría la institución monárquica encuestas y barómetros semestrales con preguntas libres sobre la Casa Real? Creo que no. No resiste la libertad de expresión, como para resistir la libertad de cuestión y de opinión. Y sin embargo, esta es una de las claves de por qué se sigue diciendo interesada y mentirosamente que es la «institución más valorada». Son encuestas dirigidas para obtener la respuesta que se busca y luego se manipula la información.

En diciembre de 1989, cuando el CIS preguntó sobre la Constitución y las instituciones democráticas, ese
juancarlismo
, que aún hoy pocos discuten aparentemente y que a algunos preocupa, se ponía de manifiesto cuando, a pesar de la mayoritaria aceptación de la figura del rey, el 42 por 100 de los encuestados consideraba superada la institución monárquica como sistema político.

Treinta años después, estamos como estamos porque la manipulación se ha hecho mucho más sutil, y más técnica y más constante.

LO QUE PENSABA LETIZIA

Lucía Méndez es una gran periodista. Trabaja en
El Mundo
y en este periódico escribió el 9 de noviembre de 2003 un trabajo muy documentado sobre «Las tres vidas de Letizia». Curiosamente, comenzaba el mismo de la siguiente manera:

Uno de aquellos amaneceres en los estudios de CNN Plus en Torre Picasso, cuando el canal de noticias acababa de ponerse en marcha, la presentadora del tramo matinal se quejó —lo hacía a menudo— del exceso de informaciones políticas. Prefería los temas sociales.

«¿Qué tenemos? ¿Más política, más País Vasco y más principito?» Otras veces se refería al Príncipe de Asturias como Felipito [...]

En otro apartado de este trabajo, la periodista comentaba que a Letizia en los pasillos de RTVE la llamaban Letizia, «la Ficticia»...

Pues bien. Si esto opinaba Letizia del abuso informativo sobre Felipito, ¡qué podemos pensar los demás! Pues eso.

LA DEMOSTRACIÓN FINAL

En mayo de 2008, en una de esas múltiples recepciones, el rey hizo del presidente del Gobierno, José Luis Zapatero, en declaraciones a una periodista de
El Mundo
, un panegírico que irritó a la derecha y confundió a más de un cortesano por su desmesura. Sus complejos de origen frente a la izquierda le hicieron decir lo siguiente de Zapatero: «Es un hombre muy honesto. Muy recto. Que no divaga. Sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué, y por qué hace las cosas. Tiene profundas convicciones. Es un ser humano íntegro». Le faltó pedir para él un premio Nobel o su beatificación.

Esta escandalosa declaración rompía cualquier mesura y neutralidad de su cargo, ya que no la aplica a otros, basándose su magistratura en su aparente imparcialidad. Fue tal la metedura de pata que fue acallada por la casa Real, que llamó a todas las redacciones de periódicos y medios audiovisuales pidiendo no se destacaran, ni comentaran, ya que ellos emitirían un breve comentario para apagar el incendio que su patoso jefe había iniciado una vez más.

Según los bomberos de La Zarzuela, los comentarios realizados «muestran la corrección institucional del jefe del Estado». ¿No es un chiste?

Sobre el carácter excepcional de que el rey valorara a un presidente del Gobierno en ejercicio, el citado portavoz de la Casa Real señaló que no era la primera vez que el rey realizaba comentarios de este tipo sobre los jefes del Ejecutivo. «Lo que ocurre —arguyó el muy cínico— es que en unas ocasiones se han publicado, y en otras, no.»

Ahí estaba la madre del cordero. Por una vez se habían publicado y mostrado al público la ligereza del personaje que había quedado como un cochero y el problema creado no era la boca suelta del monarca, sino que la periodista las había hecho públicas y eso dañaba la imagen sobre la neutralidad de la Institución. Ergo, hay que seguir aplicando la autocensura.

En el PSOE, su entonces secretario de organización, José Blanco, se puso la peluca y la levita de alto mayordomo de la Corte y respondió solemne: «No valoro las declaraciones del rey, sólo las respeto». Y se quedó tan ancho.

Mucho más hábil y sincero, Alfredo Pérez Rubalcaba, comentó en la radio sobre lo sucedido lo siguiente: «Las palabras del rey fueron inapropiadas, aunque aquí todo el mundo tiene derecho a tener la guardia baja».

Para un miembro del Gobierno todo había sido un problema de guardia baja que por una vez no había sido censurado.

Mejor demostración de la censura existente, para acabar este capítulo, imposible.

Capítulo XIV: El discurso de Navidad de Juan Carlos I

El 24 de diciembre de 2007 cayó en lunes. Ese día todavía se comentaban los premios de la Lotería, pero políticamente, casi todos los medios de cobertura estatal criticaban duramente al
lehendakari
Ibarretxe. Se le recriminaba contraponer en plano de igualdad, el terrorismo de ETA y un atentado tan brutal como el asesinato de los dos guardias civiles ocurrido en Capbreton, con actuaciones judiciales, policiales y con la política penitenciaria. No había tal, pero la crítica se consideró procedente y así se hizo. No había bula con el
lehendakari
Ibarretxe.

Contrastaba la dureza de la crítica con el anuncio del mensaje del rey a las nueve de la noche de esa Nochebuena en todos los medios de comunicación excepto en ETB. Se llegó a decir y repetir que, como colofón a ese Annus Horribilis que había vivido D. Juan Carlos, éste se referiría a él. De hecho, cuatro días después en el palacio de La Moncloa, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero reconoció públicamente dos errores de ese año 2007: el haber dicho, hacía un año, la víspera del atentado en la T-4 del aeropuerto de Barajas, que «dentro de un año estaremos mejor» y el haber puesto fecha a la llegada del AVE a Barcelona, ¿Mostró debilidad? Creo que no. Personalmente se lo agradecí. De alguna forma engrandeció la política. Cuando uno se equivoca y lo reconoce, porque humano es errar, se acerca al ciudadano.

No fue así el caso del rey. «Mantenella, y no enmendalla» debe seguir siendo el lema de una Casa Real que le prepara sus discursos. Su alocución fue el clásico rosario de tópicos al uso, ajenos a todo lo ocurrido durante ese año. Como el teflón. La sartén sirve para freír pero nada se pega en ella. El rey sobrevuela los problemas y las realidades. La concreción sólo existe cuando no lee. Y ahí está el ejemplo del «¿Por qué no te callas?».

Curiosa —y desgraciadamente—, ETA en ese momento estaba organizando un salto en su ofensiva terrorista. Tras los atentados contra los dos guardias civiles, a un escolta y a un juzgado, atacó por primera vez desde el fin de la tregua la sede de un partido. Una casa del pueblo del Partido Socialista de Euzkadi en Balmaseda fue el objetivo de los terroristas, aunque los principales damnificados fueron una quincena de familias que tuvieron que pasar aquella Nochebuena fuera de su casa. La bomba de cinco kilos de explosivo, estalló pasadas las nueve de la noche de ese lunes, prácticamente a la misma hora en que todas las televisiones, emitían el mensaje del rey, reclamando unidad contra ETA.

EL DECORADO

Juan Carlos de Borbón pronunciaba su discurso de Navidad número 32. El primero lo había transmitido el mismo año del fallecimiento del general Franco en diciembre de 1975. En aquellas palabras sólo hubo alusiones positivas para el dictador fallecido.

Todavía estoy recordando este mensaje que nos llenó de zozobra a todos los que buscábamos en aquella primera intervención algún dato que nos moviera a la esperanza. Pero eso no ocurrió en 1975.

En el 2007, a punto de cumplir en enero setenta años, el decorado era el tradicional. El nacimiento, la bandera y el árbol. Además, la foto escogida en ésta ocasión para adornar el despacho fue la del rey dispuesto a plantar un árbol en Santiago de Chile, donde había viajado el mes de noviembre para asistir a la cumbre anual de jefes de Estado y de Gobierno de los países latinoamericanos y en la que, con poca diplomacia, le había dicho al presidente venezolano Hugo Chávez aquello de «¿Por qué no te callas?». La frase fue utilizada convenientemente, y yo lo celebré, por la oposición venezolana destacando el «no» ante el referéndum convocado aquel 2 de diciembre en Venezuela para ratificar una reforma constitucional que llevaría al país a un sistema parecido al del régimen cubano. Afortunadamente prosperó el «no» y quizás aquella pifia política, por carambola, sirvió de bastante para que aquel país no cayera en una deriva totalitaria, aunque el chavismo criticara al monarca que, para una vez que improvisaba un discurso de cinco palabras, la hubiera organizado parda.

No fue el caso de su intervención esa Nochebuena. De hecho, el periódico ABC destacaba que «es el único mensaje que el rey pronuncia como jefe del Estado sin comunicar su contenido previamente al presidente del Gobierno. De esta forma, José Luis Rodríguez Zapatero debió de conocer el mensaje la Nochebuena cuando lo escuchó por radio o televisión como los demás españoles». Y este dato le parecía al ABC toda una hazaña digna de ser destacada.

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