Vampiros (31 page)

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Authors: Brian Lumley

BOOK: Vampiros
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Ehrig tropezó con algo en un rincón. Se tambaleó, cayó… entre un pequeño montón de huesos mondos y casi blancos. Huesos humanos
.

«¿Vasily?», logré decir, al cabo de un rato
.

Ehrig asintió con la cabeza, se apartó de mí, arrastrándose por el suelo como un cangrejo
.

«El Ferenczy… ¡no nos dio nada de comer!», dijo en tono de súplica
.

Agaché la cabeza y me volví, asqueado. Ehrig se puso en pie y se me acercó con cautela
.

«Mantente lejos de mí», le ordené, en voz baja y llena de desprecio. «¿Por qué no le
rompiste
los huesos, para comer el tuétano?»

«¡Oh, no!», dijo, como si explicase algo a un chiquillo. «El Ferenczy me dijo que guardásemos los huesos de Vasily para… Para eso que excava la tierra, eso que tomó forma en el viejo Arvos y lo consumió. Vendrá a buscarlos cuando todo esté tranquilo. Cuando nosotros estemos durmiendo.»

«¿Durmiendo?», grité, volviéndome a él. «¿Crees que yo dormiré? ¿Aquí? ¿En la misma celda, contigo?»

Se volvió y se encogió de hombros
.

«¡Oh, eres orgulloso, Thibor! Yo también lo era. Dicen que esto precede a la caída. Tu hora no ha llegado aún. En cuanto a mí, no te haré daño. Aunque me atreviese, aunque mi hambre fuese tal que… Pero no me atreveré. El Ferenczy me cortaría en pedazos y los arrojaría al fuego. Me amenazó con esto. De todos modos, te quiero como a un hermano.»

«¿Como querías a Vasily?», le dije. No me contestó. «Déjame en paz», gruñí. «Tengo mucho en qué pensar.»

Me dirigí a un rincón. Ehrig, a otro. Permanecimos sentados en silencio
.

Pasaron horas. Por fin, me quedé dormido. En mis sueños (la mayoría olvidados, tal vez afortunadamente), me pareció oír unos deslizamientos extraños, y ruidos como de chupadas. Y también como si triturasen algo
.

Cuando me desperté, los huesos de Vasily habían desaparecido
.

Capítulo 9

La voz del vampiro extinto se apagó en la mente incorpórea de Harry Keogh. Durante un largo rato, no se dijo nada más, e iban pasando unos segundos vacíos que Harry no podía perder. En el momento menos pensado, podía llamarlo su hijo pequeño, y tendría que volver, a través del laberinto del continuo de Möbius, al ático de Hartlepool. Pero, si el tiempo era importante para Harry, también lo era para el resto de la humanidad.

Empiezo a compadecerte, Thibor
, dijo, con su fuerza vital resplandeciendo azul, como una luciérnaga de neón, en el oscuro claro del bosque.
Ahora veo cómo luchaste contra aquello, cómo no querías convertirte en aquello en lo que te convertiste en definitiva
.

¿En definitiva?
, dijo al fin la vieja Cosa enterrada.
No fue en definitiva, Harry, ¡pues ya me
había
convertido en aquello! Desde el momento en que la semilla de Faethor se apoderó de mi cuerpo y de mi cerebro, estuve condenado. Pues desde aquel momento aquello estaba creciendo en mí, y deprisa. Primero, sus efectos se manifestaron en mis emociones, en mis pasiones. Digo «se manifestaron», pero muy poco a mí mismo. ¿Puedes tú sentir cómo se cura tu cuerpo después de un corte o de un golpe? ¿Te das cuenta del crecimiento de tus cabellos o de tus uñas? El hombre que pierde poco a poco el juicio, ¿sabe que se está volviendo loco?

De pronto, al extinguirse de nuevo la voz del vampiro, un fuerte parloteo se abrió paso en la mente de Harry. Un grito de frustración, de rabia. Lo había esperado más pronto o más tarde, pues sabía que Thibor Ferenczy no estaba solo aquí, en los oscuros montes cruciformes. Y ahora, una nueva voz formó palabras en la conciencia del necroscopio, una voz que conocía de antiguo.

¡Viejo embustero! ¡Viejo diablo!
, gritó la inflamada chispa, el iracundo espíritu de Boris Dragosani.
¡Ay! ¿No es un magnífico sarcasmo? No basta con que esté muerto, sino que he de tener por compañero en mi tumba a una criatura a quien odié más que a todas las demás. Y peor aún, saber que mi mayor enemigo en vida, el hombre que me mató, ¡es el único hombre vivo que puede alcanzarme en la muerte! ¡Ja, ja! Y
estar
aquí, oyendo una vez más las voces de esos dos, una exigente, la otra zalamera, engañosa, mintiendo como siempre… y la futilidad de todo ello; pero todavía anhelante, ardiente en deseos de… ¡intervenir en todo! Oh, Dios mío, si hay un Dios, ¿no querrá… alguien… hablar… conmigo?

No le prestes atención
, dijo al momento Thibor.
Delira. Pues, como sabes muy bien, Harry, ya que contribuíste a ello, cuando él me mató se mató a sí mismo. Esta idea es suficiente para trastornar a cualquiera, y el pobre Boris estaba ya medio loco

¡Alguien me volvió loco!
, gritó Dragosani.
¡Una sucia y embustera y asquerosa sanguijuela!. ¿Sabes qué me hizo, Harry Keogh?

Sé algunas de las cosas que te hizo
, respondió Harry.
La tortura física y mental parece una actividad incesante de las criaturas de vuestra calaña, vivas o muertas. ¡O no-muertas!

Tienes razón, Harry
. Ahora hablaba una tercera voz desde más allá de la tumba. Era una voz suave, como un susurro, pero no sin cierta inflexión siniestra.
Sois indeciblemente crueles, ¡y no hay que fiarse de ninguno de vosotros! Yo ayudé a Dragosani; era su amigo; fue mi dedo el que apretó el gatillo y disparó la bala que atravesó el corazón de Thibor y lo dejó clavado allí, medio dentro y medio fuera de la tumba. Y fui yo quien tendió a Dragosani la guadaña para cortar la cabeza del monstruo. ¿Y cómo me lo pagó? ¡Ay, Dragosani! ¿Cómo puedes hablar de mentira y de traición y de maldad, si tú mismo…?

Tú… eras… un… ¡monstruo!
, replicó Dragosani a las acusaciones de Max Batu.
Mi eximente es sencilla: tenía en mí la semilla de vampiro de Thibor. Pero ¿y tú, Max? ¿Qué? ¡Un hombre tan malvado que podía matar con una mirada!

Batu, un mongol perceptor extrasensorial, que en vida había tenido el secreto del «mal de ojo», se ofendió.

¡Escuchad a este gran embustero, a este ladrón!
, siseó.
Me degolló, me desangró, destrozó mi cadáver y le arrancó mi secreto. Tomó mi poder para matar como yo había matado. ¡Ay! De poco le sirvió. Ahora compartimos la misma ladera de montaña. Sí, Thibor, Dragosani y yo, y a los tres nos rehuyen todos los muertos

Escuchadme todos
, dijo Harry, antes de que pudiesen empezar de nuevo.
Conque todos habéis padecido injusticias, ¿eh? Bueno, tal vez sí, pero ninguna tan grande como las que hicisteis vosotros. ¿A cuántos hombres mataste con tu «mal de ojo», Max, y los dejaste secos en el camino y estrujaste sus corazones como si fuesen de papel? ¿Y eran todos malos? ¿Merecían morir? ¿Y de una manera tan horrible? No; pues al menos uno era amigo mío, el hombre más bueno que existió jamás
.

¿El jefe del espionaje británico?
, replicó de inmediato Batu.
¡Pero Dragosani me ordenó que lo matase!
.

¡Era nuestra misión!
, replicó Dragosani.
No te hagas el inocente, mongol. Mataste a otros antes que a él
.

También ordenó la muerte de Ladislau Giresci
, dijo Batu.
Un paisano suyo, ¡completamente inocente! Ah, pero Giresci conocía el secreto de Dragosani, ¡sabía que era un vampiro!

¡El era un peligro para… para el Estado!
, farfulló Dragosani.
Yo sólo trabajé para la Madre Rusia y

¡Sólo trabajaste para ti!
, lo interrumpió Harry.
La verdad es que deseabas ser poderoso en la tierra. No, ¡no en todo el mundo! Miente todo lo que quieras, Dragosani, pues esto es propio de los vampiros, pero no te engañes a ti mismo. Yo hablé con Gregor Borowitz, ¿te acuerdas? ¿Y murió también él por la Madre Rusia? ¿El jefe de vuestra Organización E?

Te han pillado, Dragosani
, dijo Thibor, riendo entre dientes.
¡Te han pillado con tus propias armas!

No te jactes, Thibor
. La voz de Harry era todavía más grave.
Eras tan malo y probablemente peor que esos dos
.

¿Yo? ¡Yo he yacido aquí durante quinientos años! ¿Qué mal puede hacer una pobre criatura enterrada, sola con los gusanos, en la fría y dura tierra?

¿Y qué me dices de los quinientos años anteriores?
, dijo Harry.
Sabes tan bien como yo que Valaquia tembló durante siglos al oír tus pisadas. La tierra está negra de la sangre que derramaste. Y no lo atribuyas todo a Faethor Ferenczy. El no tiene toda la culpa. Sabía lo que eras, o no te habría elegido

¿Y has venido para esto?
, preguntó Thibor, al cabo de un momento.
¿Para despotricar y acusar y denunciar?

No, he venido a aprender
, dijo Harry.
Ahora mira, no sé mentir tan bien como tú. Ni en mis mejores tiempos fui un buen embustero. Por consiguiente, estoy seguro de que lo descubrirías si tratara de engañarte. Por eso iré directamente al grano

Muy bien
, dijo Dragosani.
Desembucha, si te place
.

Harry prescindió de él y guardó silencio durante unos segundos.

Thibor
, dijo al fin,
hace un momento has preguntado qué daño habías podido hacer, enterrado aquí quinientos años
.

Yo puedo decirte el daño que hizo
. Dragosani no se resignaba a que prescindiesen de él.
¡Mírame! Yo era un niño inocente, y me enseñó el arte de la necromancia. Más tarde, de joven, me engatusó con su hipnotismo y sus mentiras. De adulto, puso en mí su semilla de vampiro, y cuando ésta había madurado, él

¡Tu historia no me interesa en absoluto!
, lo interrumpió Harry.
Como tampoco las calumnias o las acusaciones que puedas dirigir contra Thibor u otro cualquiera
.

¿Calumnias?
Dragosani estaba furioso.

Silencio
. Harry había agotado su paciencia.
Callad enseguida u os dejaré pronto, para que esperéis eternamente en vuestra soledad. Los tres
.

Se hizo un silencio malhumorado.

Muy bien
, dijo Harry.
Como estaba diciendo, me importan poco los crímenes de Thibor o los presuntos crímenes contra ti, Boris Dragosani. En cambio, me interesa saber lo que hizo Thibor a otra persona. Me refiero a Georgina Bodescu, que vino aquí un invierno con su marido. Él murió aquí, en este mismo lugar. Ella estaba encinta y se desmayó al ver la sangre. Y después

¿Eh?
, dijo Thibor, sintiendo que aumentaba su interés.
Pero eso ya te lo he contado. ¿Quieres decir… que aquello surtió efecto?

¡Alerta, Harry Keogh!
, interrumpió Dragosani.
No le digas más. Yo escuché también este cuento, cuando te lo contó el viejo embustero. Si aquel feto es ahora un hombre, será un esclavo de Thibor. Sí, aunque su amo esté muerto. ¿No lo ves? Este diablo se vería vivo de nuevo, en el cuerpo y la mente de este nuevo discípulo
.

¡Perro!
, aulló Thibor.
Tú eres wamphyri ¿No significa esto nada para ti? Podemos pelear entre nosotros, pero no divulgamos nuestros secretos a los demás. ¡Serás condenado para siempre, Dragosani!

Viejo imbécil, ¡ya lo estoy!
, gruñó Dragosani.

Está bien
, dijo Harry, y suspiró.
Ya veo que estoy perdiendo un tiempo precioso. Siendo así, me despido de vosotros

¡Espera!
La voz de Thibor temblaba de angustia.
No puedes marcharte después de decirme aquello… ¡Es… inhumano!

¡Ah!
, bufó Harry.

Entonces, hagamos un trato. Terminaré mi historia, y tú me dirás si el niño nació y vive. Y
… cómo
vive. ¿De acuerdo?

Harry pensó que ya había hablado bastante, lo cual podía ser en sí mismo una buena razón para proseguir. Ahora debía tratar de descubrir cuatro cosas principales. Primera: el pleno alcance del poder de un vampiro; segunda: cómo, exactamente, podía Thibor tratar de utilizar a Yulian Bodescu. Pues Dragosani parecía creer que era posible que Thibor resucitase en aquél; tercera: el resto de la historia de Thibor, concerniente a lo que había pasado mil años atrás en el castillo de Faethor Ferenczy, para poder saber si existía todavía algún mal en aquel lugar, y cuarta: cómo matar a un vampiro,
definitivamente
.

En cuanto a lo último, Harry había
creído
que lo había sabido ocho meses antes, cuando combatiera en el
château
Bronnitsy. Pero al mirar ahora hacia atrás vio que la muerte de Dragosani se había producido únicamente gracias a una afortunada combinación de sucesos. En primer lugar, Dragosani había sido cegado: sus ojos habían sido inutilizados por un rayo mental reflejo, cuando la facultad robada a Max Batu había rebotado contra él desde uno de los
zombies
de Harry; pues, desde luego, Harry había contado con sus tártaros
zombies
, su tropa de choque, para respaldarlo en aquella contienda. Había sido uno de ellos, sacado de la turba protectora, quien había cortado la cabeza de Dragosani, y otro quien había clavado al vampiro parásito con una estaca en su pecho, cuando abandonaba su cuerpo destrozado. Harry no habría podido hacer todas estas cosas, tal vez ninguna de ellas, por sí solo. En realidad, el único triunfo verdadero de Harry había sido su dominio del continuo de Möbius: cuando había sido casi cortado por la mitad por un fuego de ametralladora, había volado de su cuerpo moribundo y arrastrado consigo la mente de Dragosani.

En el continuo de Möbius, había lanzado a Dragosani a través de una puerta del pasado, que había conducido al nigromante hacia Thibor en su tumba. Y allí, un Dragosani «anterior» había atraído y matado a Thibor, sin saber que, con el mismo golpe, había determinado también su propio destino. En cuanto a la mente incorpórea de Harry, había seguido adelante, había encontrado el hilo vital de su hijo uniéndose a él, yaciendo con él en el vientre de Brenda, en espera de nacer. Ella había sido su amante, su esposa, y ahora podía ser incluso considerada, en cierto modo, como su madre. Su segunda madre.

Pero ¿y si había dejado la mente de Dragosani en su cadáver, en el
château?
¿Por cuánto tiempo había
seguido siendo
un cadáver aquel cuerpo destrozado? Esto era dudoso…

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