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Authors: Anselm Audley

Tags: #Fantástico

Vespera (47 page)

BOOK: Vespera
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Y eso fue bastante fácil. La parte más dura estaba por llegar, porque desde el puente de la
Cerúlea
él sólo había dispuesto de una vista superficial de la laguna y, además, las distancias podían ser engañosas bajo el agua. Sin embargo, había una diferencia en la superficie del agua cuando debajo había una manta en desarrollo, y él podía estimar la distancia por medio de las pasarelas.

Le llevó más de una hora hacer un cálculo, e incluso entonces no acabó de estar seguro, porque había zonas de agua completamente despejadas que albergaban grupos de mantas a un año o menos de su finalización, tres o cuatro a la vez. Demasiado encerradas por la vegetación; sería imposible extraerlas de allí... pero ¿por que había siete zonas de aquéllas? Dos muy lejanas, en el lado de la laguna cerca de la otra salida oriental más apartada. ¿Había alguna manta allí? Los números no cuadraban si así era.

«Doce mantas al año en estos momentos», le había dicho su guía. Pero las zonas de aguas despejadas ofrecían espacio para mucho más. A menos que una zona albergara mantas rayas. Oficialmente, Aruwe no producía mantas rayas, ya fueran comerciales o de combate. Las mantas rayas de escape no contaban, ya que no eran navíos independientes y no se vendían separadamente.

Si sus cálculos y su juicio estaban cerca de ser certeros, Aruwe estaba produciendo mucho más de lo que decía.

A Rafael le quedaba aún la mayor parte de la noche, tiempo más que suficiente para investigar una de las zonas, si lo hacía nadando. No era algo que le apeteciera hacer, sobre todo después de haber planeado mantener una distancia de seguridad, pero la alternativa era obligarlos a mostrarle todo e imaginar lo que no le enseñaran.

No, por mucho que no quisiera implicarse directamente todavía, no había otra solución que nadar e inspeccionar aquellas zonas de cerca. Volvió a plegar el sextante, asegurándose de memorizar los números y el esquema del astillero y se volvió por donde había venido. En lugar de regresar a los edificios, se apartó, permaneciendo al abrigo de los árboles para hacerse menos visible desde el lago.

Le llevó un cuarto de hora más o menos alcanzar el grupo de rocas que creyó que estaban más cerca de su punto de destino. Éstas tenían la ventaja añadida de que le ocultarían de las miradas al entrar y al salir del agua.

«Por lo menos, de la mirada de alguien que no esté ya allí», pensó Rafael mientras apoyaba la mano en una de las piedras para erguirse.

Una voz salió de entre las sombras.

—Estás jugando a un juego muy peligroso.

Capítulo 15

—Reduce la velocidad dos nudos.

La áspera voz del capitán Aldebrando segó el tenso silencio en el puente de mando de la
Soberana
, pero una luz verde sobre el panel del timonel fue la única confirmación que obtuvo; él estaba demasiado absorto en aquella diabólica maniobra de navegación como para contestar de cualquier otra manera.

—Dos brazas al fondo y disminuyendo —alertó el oficial de sondeo desde la radio. Era un oceanógrafo naval más que un oficial regular, pero para hacer lo que estaban haciendo necesitaban emplear los conocimientos de todos. Los ojos del capitán se quedaron fijos sobre el panel, la imagen de éter de la extraña procesión abriéndose paso a través de los bajíos del canal Corala. Era de noche en la superficie, así que no disponían de nada para guiarse excepto la imagen de éter y los ligeros brillos plateados sobre el agua por encima de ellos, lo que apenas suponía ayuda alguna.

—Velocidad constante.

En el círculo del almirante en el puente, Valentino estaba sentado completamente inmóvil, observando los progresos que hacían en su panel personal, que tenía enfrente. Por una vez, su armadura de batalla no le estaba haciendo pasar demasiado calor, ya que la
Soberana
era un buque totalmente nuevo y parecía que los ingenieros por fin habían conseguido que los recicladores de aire funcionaran correctamente.

Thetis, qué bien sentaba estar haciendo algo de nuevo. Se había pasado demasiado tiempo de brazos cruzados en Vespera Halando con Iolani, Leonata y el Consejo, esperando a que los asesinos hicieran su próximo movimiento mientras Silvanos revoloteaba por ahí bailando con las sombras. No es que pusiera en duda la capacidad de Silvanos, pero él no parecía ser consciente de la urgencia de la situación. Era demasiado frío, demasiado remoto.

Bien, había llegado el momento de proporcionar a Silvanos un nuevo puñado de conspiradores a los que interrogar y de enviar alguna prueba a Vespera de cómo debía manejarse aquello; que les mostrara cómo deberían haber actuado todo aquel tiempo, si poseyeran una brizna siquiera de carácter.

Una luz blanca emitió un destello en el borde del panel de éter.

—Contacto en alcance extremo, manta de gran tamaño —anunció un instante después el oficial de comunicaciones.

—¿Antes del giro del canal? —preguntó Valentino.

—El giro del canal se encuentra a siete minutos a la velocidad actual... el tiempo estimado para que la manta sin identificar esté en posición es de nueve minutos.

—¿Existe algún modo de esconderse entre donde estamos y el giro? —preguntó Valentino al oceanógrafo.

—No frente a algo de este tamaño, emperador —dijo con tono de disculpa.

—Llámame sólo señor, lugarteniente. No estamos en la ciudad.

Valentino había dejado las ropas blancas por la familiaridad de su uniforme de almirante, azul cobalto con plata, que llevaba sobre su armadura de escamas para entrar en batalla. Las batallas marinas podían degenerar en sangrientas refriegas cuerpo a cuerpo si se producían abordajes, y una armadura como aquélla podía llegar a devolver un golpe o frenar un fragmento letal de manta desprendido en una explosión.

Además, no había nada en el mundo comparable a una armadura de escamas, excepto quizá la nueva aleación con acero que estaban produciendo en Mons Ferranis.

—Sí, señor.

—Aumente la velocidad tres nudos —ordenó Valentino.

—Señor, a esa velocidad, no podremos evitar la colisión si el lecho marino se eleva demasiado.

—Si el lecho marino se eleva demasiado, comandante, solucionaremos ese problema entonces. Teniendo en cuenta que este canal definitivamente no es suficientemente ancho para evitar la colisión con esa manta que, en realidad, no puede vernos.

Aceleraron, aunque la diferencia era apenas perceptible en el panel de éter. La ventana de profundidad de un crucero de batalla de cuatro pisos con naves escolta acopladas al casco en la parte superior e inferior era, incluso, más estrecha de lo que se había esperado, ya que debían navegar a la profundidad suficiente para no dejar estela. Los otros navíos, la
Desafiante
y la
Valerosa
, eran mantas de guerra de tamaño normal y lo tenían más fácil, aunque ambas carecían del crucial grabador de éter.

Y sin un registrador de éter, nadie los creería si encontraban alguna cosa.

La nave escolta ya había llegado a la entrada ensanchada del canal Corala y describió el giro, protegida por el kelp de sus sensores de éter. El mago en su nave consorte aún se mantendría en contacto para transmitir órdenes.

—El mago Aelithian informa de que el canal está despejado ochocientos metros más allá de la entrada —dijo la maga de contacto, sentándose al lado de Aesonia—. El primer kilómetro es impracticable para la
Soberana
.

—Corten el kelp —ordenó Valentino—. Destaquen a otra maga en el giro del canal para ocultarlo de esa manta mercante. —Un pensamiento le asaltó—. ¿Es impracticable para la
Desafiante
y la
Valerosa
?

Se produjo una pausa...

—Negativo. Hay espacio suficiente para la
Desafiante
. Posiblemente no para la
Valerosa
, que es un poco mayor.

Aesonia dirigió la mirada hacia Valentino y sonrió ligeramente. Ningún canal desatendido durante cuarenta años tendría espacio para permitir el paso a una manta.

Avanzaron muy lentamente, mientras la figura negra de la manta mercante se acercaba a una alarmante velocidad. Iba más rápido que cualquiera de ellos, cuyo paso se veía dificultado por el par de naves escolta que los estaban protegiendo de los sensores de éter y de ojos enemigos.

—Dos minutos para girar. La manta mercante estará allí en cinco. Pertenece al clan Decaris.

Ya no había esperanza de persuadir a su tripulación de que fueran discretos.

—¿Deberíamos detenerla? —preguntó el capitán.

—Señor, con todos mis respetos —era el primer oficial de la
Soberana
, el comandante Merelos, nacido en un clan vesperano—, si no llega a tiempo, los clanes ocasionarán aún más problemas.

—También se les podría persuadir más fácilmente —dijo Aesonia.

—No —decidió Valentino—. No podemos prescindir del escolta. Acelera tanto como te atrevas. Envía una señal a la
Unidad
para que se quite de en medio.

La
Unidad
era su piquete, la conexión con el resto de su ejército, que se hallaba dos horas por detrás de ellos.

—Si vamos más deprisa, las magas tendrán dificultades para encubrir nuestras turbulencias —dijo Aesonia.

—Muy bien. Ordena a la
Desafiante
y a la
Valerosa
acercarse a la distancia mínima.

Pasaron los minutos y, finalmente, llegaron a la curva del canal donde había estado el viejo corredor hacia Corala, ahora abierto por la nave escolta que había estado cortando hojas de kelp para despejar un camino para el crucero de batalla y su escolta. Había casi siete kilómetros hasta las ruinas desde allí.

La
Soberana
giró, aceleró ligeramente en el interior del canal. Todavía se estaba despejando el kelp por delante, pero el escolta debería tener el acceso libre a tiempo. Poco después, las otras mantas giraron tras ellos y el escolta que iba detrás volvió a tomar posición en el canal, manteniendo en su sitio al kelp desplazado mediante magia de agua hasta que la manta decaris hubo pasado. Un golpe de mala suerte, pero Valentino lo había tenido en cuenta en sus planes.

—Arrecife exterior de Corala a tres kilómetros y cerrándose. Casco despejado a cuatro brazas, subiendo... Almirante, la entrada a Corala es demasiado baja para nosotros. Está a dos brazas menos que en las cartas de navegación.

Maldita sea. En el último momento habían perdido el elemento de sorpresa, aunque, naturalmente, había una alternativa. Las otras dos mantas eran mucho menos poderosas. La
Desafiante
era una vieja manta que se estaba aproximando al final de su vida útil, pero con una tripulación y un capitán excelentes. La
Valerosa
no era un navio robusto, pero era moderno y estaba mejor armado.

—¿Hay espacio para que nos pasen la
Desafiante
y la
Valerosa
?

—Sí, el justo. 1.200 metros en el interior.

—Reduce a cinco nudos y ordénales que nos adelanten allí. Primero la
Desafiante
.

La
Valerosa
avanzó sigilosamente, siguiendo el borde del viejo canal submarino alrededor de la curva y, afortunadamente, fuera del campo de visión de la manta scartaris. Después se detuvo, presionándose contra el kelp mientras las otras mantas pasaban. Las puntas de sus aletas estaban apenas a tres metros de las de la
Soberana
. Si entraban en contacto, a los magos les sería muy difícil amortiguar el ruido.

Pero pasaron y la abertura del arrecife exterior del lago Corala estaba a menos de un kilómetro y medio.

—¡Contacto! —exclamó el oficial de comunicaciones, irguiéndose repentinamente—. La
Desafiante
informa de cinco, no, seis... ocho rayas en el lago, en formación de batalla. —Y un momento más tarde—: Señor, las lanzaderas están activas, repito: las lanzaderas están activas.

Valentino se sonrió y golpeó el brazo de su asiento. ¡Así que habían descubierto la base jharissa!

—¿Nos han localizado?

—Parece que... ¡nos estaban esperando! —exclamó de forma tan terriblemente alta que llegó a todos los rincones del puente, y apartó sus manos bruscamente del panel de éter.

—Están usando nadadores mentales —dijo Aesonia unos instantes después—. ¡A todos los magos: bloqueo! ¡Compañeros, devolvédsela!

Ella debió de desplegar un escudo alrededor de la mente de Valentino, porque él no sentía nada. Él vio a dos de las magas mirarse entre sí. Una de ellas sacudió la cabeza duditativamente. «No...», empezó a decir, pero Valentino tuvo que interrumpirla.

—¡A todas las unidades! ¡Velocidad máxima! ¡Separaos y atacad! —ordenó Valentino—. ¡Eliminad esas rayas! Comunica a la
Desafiante
que fuerce el desembarco lo antes posible.

—¡ La
Desafiante
tiene problemas con el reactor! —informó la maga de contacto mientras las dos naves escolta se desprendían del casco de la
Soberana
, el cual se golpeó con sus propias rémoras durante la operación. Todavía no habían despejado la entrada al lago, pero la
Desafiante
ya estaba dentro—. El núcleo del reactor sube. ¡No puedo detenerlo!

—La
Desafiante
ha disparado.

—¡Escudo de luz! —gritó el capitán un momento después.

Pero no había tiempo, y Valentino instintivamente apartó la mirada cuando una bola de fuego terriblemente brillante explosionó en el agua enfrente de ellos. Sabía cómo era; ya lo había visto antes. Bolas de fuego, esferas en expansión de agua y fuego, el casco reducido a cenizas.

Valentino volvió la vista nuevamente al frente y sintió que se le helaba la piel. La bola de fuego se estaba desvaneciendo y había fragmentos de la
Desafiante
flotando y esparciéndose por todas partes del lago.

En aquel buque había ciento cincuenta hombres buenos y leales.

—La
Valerosa
informa...

Pero entonces también la
Valerosa
fue destruida, y contra el escudo de luz de la
Soberana
se estrellaban rayos de éter. ¡Maldita sea! Si el capitán de la
Valerosa
hubiera tenido un mínimo de sentido común, habría desplegado sus escudos tan pronto como vio lo que le había ocurrido a la
Desafiante
.

«Estaban esperándonos.» Valentino se las estaba viendo con un traidor.

—¡Dos rayas alcanzadas, la
Desafiante
disparó torpedos! —el oficial de armamento informó en medio de un terrible silencio—. ¡Y un escolta!

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