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Authors: Mark Fabi

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

Wyrm (38 page)

BOOK: Wyrm
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—¿Qué diablos es esto? -preguntó Ragnar.

Todos observaron atentamente sus premios. Entonces, Tahmurath se echó a reír.

—¿No lo entendéis? -dijo-. Es una galleta mágica.

—¿Una qué? -preguntó Zerika.

—Es una expresión de la jerga de los piratas. Es como un código para que pueda realizarse una determinada. Pero ¿qué es esa otra cosa?

—Esto es el Fróbnulo de Oro -dijo el hada-. Lo necesitaréis en vuestro viaje.

Tuhmarth se metió el Fróbnulo de Oro en el bolsillo. Cuando los aventureros sus galletas, recuperaron la salud por completo. Incluso Magaera que había estado a las puertas de la muerte, estaba ahora de pie y totalmente.

—¿Puedes recoger la tuya, Malakh? -preguntó Tahmurath.

—Me temo que no.

—Eso no tiene sentido. ¿Por qué te da una, si no puedes usarla?

Discutieron el problema por unos minutos, pero no sabían cómo devolver la vida a Malakh ni cómo usar la galleta. Por fin, zanjaron la cuestión y pasaron a examinar el siguiente problema, que era el de investigar el portal por el que había venido el hada (si lo era).

—Parece un museo -comentó Zerina asomándose a través del umbral.

La enorme sala estaba llena de pinturas y esculturas. Algunas de ellas eran conocidas, como la estatua de Cellini que mostraba a Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa. Otras les resultaban desconocidas, pero parecían representar a una impresionante variedad de culturas.

—Matadores de dragones -dijo Ragnar.

Se había detenido frente a un óleo que mostraba a un caballero montado a caballo y con armadura, que hundía su lanza en un dragón mientras una doncella de aspecto virginal observaba la escena. El dragón del cuadro era ridículamente pequeño en relación con al leviatán con el que se acababan de enfrentar

—Creo que Ragnar tiene razón -dijo Megaera-. No reconozco a muchos de estos personajes, pero los que conozco son famosos por haber matado dragones.

—Medusa no es precisamente un dragón -repuso Malakh. Su estado etéreo no le impedía cruzar el portal con el resto del grupo.

—No, no era un dragón -confirmó Megaera-. Pero Perseo mató un dragón marino para salvar a Andrómeda. De hecho, algunos estudiosos dicen que la leyenda de san Jorge es una reinterpretación cristiana de la historia de Perseo.

—¿Y qué me decís de este tipo? -preguntó Zerika.

Se hallaba frente a una enorme estatua de un hombre con el cuerpo cubierto de ojos. La escultura llenaba un rincón de la gran sala.

—Había un personaje de la mitología griega que estaba cubierto de ojos -dijo Megaera-. Creo que era Argos. No sé si se le atribuye la muerte de algún dragón.

—Un segundo, voy a consultarlo -dijo Ragnar-. Según este libro, Argos mató a Equidna.

—Entonces, ¿Equidna era un dragón? -preguntó Zerika.

—No, es como un oso hormiguero cubierto de espinas -dijo Megaera.

—Muy divertido -prosiguió Ragnar-. Equidna tenía la parte superior de mujer y la inferior de serpiente. No parecía exactamente un dragón, pero según ciertas fuentes era madre de dragones, como Ladón y la Hidra de Lerna.

—Parece un poco pillado por los pelos -opinó Malakh-. ¿Y esa broma sobre un oso hormiguero con espinas, Megaera? No la he entendido.

—No era una broma. Equidna es el nombre de un animal insectívoro que tiene el cuerpo cubierto de espinas. Es uno de los dos mamíferos que ponen huevos. Hasta ahora no sabía el significado del nombre, que es muy bueno para una especie que comparte características de mamífero y reptil.

—No sé nada de Argos ni de osos hormigueros, pero eso es una estatua de Indra -dijo una voz.

Todo el grupo se volvió al unísono y vieron a alguien de aspecto y ropaje muy semejantes a los de Malakh.

—¿Quién eres? -quiso saber Zerika.

—Llamadme Gunnodoyak. Y parece que mi llegada ha sido muy oportuna, ya que veo que necesitáis a un nuevo caminante de sueños.

—¿Eres tú, Krishna? -preguntó Tahmurath.

—En efecto.

—¿Cómo has podido…?

—Hace tiempo creé un
bot,
en parte para probar algunas cosas, aunque también en previsión de una situación como ésta. Lo programé para que os siguiera por las cavernas, y consiguió acumular bastante experiencia limpiando vuestras sobras. Por cierto, la última galleta era para mí. Me cargué a varios hombres-serpientes mientras vosotros estabais ocupados con el
guivre.
Es evidente que todo esto bastaba para permitir que me incorporara de manera oficial al grupo. En cualquier caso, estamos ya en una fase en la que puedo averiguar más cosas jugando con vosotros.

—Así también es más divertido -dijo Zerika.

—Perdonad mi ignorancia -intervino Megaera-, pero ¿qué es un
bot.

—Es un programa que juega en un MUD -explicó Gunnodoyak-. En principio, contiene una clase de inteligencia artificial de bajo nivel, aunque hay
bots
legendarios que, según dicen, han logrado engañar a otros jugadores haciéndose pasar por humanos.

—Ahora que estás aquí, ¿puedes resucitar a Malakh?

—Supongo que sí, pero no sé para qué, ya que tiene el cuerpo atrapado bajo ese gigantesco cadáver. Se volvería a morir enseguida.

—Tahmurath, ¿puedes hacerlo levitar y sacarlo de allí?

—Mi límite actual está en media tonelada, y esa bestia debe de pesar por lo menos cincuenta. Lo siento.

—En realidad, puede que sea una ventaja ir acompañados de un fantasma -dijo Zerika-. Puede hacer algunas cosas que nosotros no podemos hacer. Ahora, háblanos un poco más de Indra.

—Es el jefe de los dioses védicos -dijo Gunnodoyak-. Y mató al dragón Vritra.

—Ya lo sabía -dijo Ragnar-. Pero no sabía que estaba cubierto de ojos.

—A veces lo llaman Indra, el de los Mil Ojos, aunque de hecho no son tal cosa -explicó Gunnodoyak.

—Entonces, ¿qué son?

—Bueno, eh… en realidad, son vaginas. ¡Eh!, no me miréis como si fuese un pervertido: podéis consultarlo si no me creéis.

Tras examinar las obras expuestas en la sala, el grupo cruzó otra puerta que se hallaba en el extremo contrario. El umbral estaba enmarcado por tres gigantescos megalitos. En el mayor de los tres, que descansaba en sentido horizontal sobre los otros dos, aparecía la marca del símbolo del ouroboros. Era como si hubieran añadido un antiguo dolmen a las piedras más recientes de la sala. Alí se detuvo para contemplar el ouroboros.

—Malakh me habló de esto -dijo- y me explicó vuestras ideas sobre su significado. ¿Sabéis? También existe un mito africano sobre una serpiente que rodea todo el mundo y se muerde la cola.

—Como Jormungandr -dijo Zerika.

—En efecto. Según la versión africana, hay unos monos de pelambrera anaranjada que tienen la misión de alimentar la serpiente; sin embargo, como son monos a veces se olvidan.

—¿Qué ocurre entonces?

—La serpiente tiene hambre
y
devora otro trozo de su propia cola. Entonces se producen los terremotos. Se supone que así es como terminará el mundo.

Cuando cruzaron el dolmen para pasar a la siguiente cámara, una figura conocida les bloqueó el paso.

—¡Cuidado! -advirtió Zerika-. Es el troll otra vez.

Sin embargo, no parecía albergar sentimientos hostiles hacia el grupo, sino que una sonrisa conciliadora, que mostraba los dientes que tenía
y
los que le faltaban, se extendía por su peludo rostro.

—Fuzzys -dijo-. El anillo está con los Fuzzys.

Entonces, sin más, dio media vuelta y echó a correr con una rapidez sorprendente para un ser con unas piernas tan deformes.

—¡Guau! -exclamó Ragnar suspirando mientras seguían al troll-. Esto es la Gran Mazmorra Central.

Habían llegado a una enorme sala rodeada de cinco pisos de balcones. Existían diversas puertas de salida en los cinco niveles y en todas direcciones. Sobre cada puerta brillaba una pequeña luz; casi siempre era verde, pero había bastantes rojas. No podía distinguirse el menor rastro del troll.

—¿Qué diablos significa todo esto? -preguntó la voz desencarnada de Malakh.

—Una pista -dijo Zerika-. Apuesto a que el troll se refería al anillo del rey que mencionaba el pergamino que encontramos, el que se supone que está en el corazón del dragón.

—Entonces, ¿qué son los Fuzzys?

—No tengo ni idea -admitió-. Lo más probable es que lo descubramos más adelante.

—¿Y ahora qué? -preguntó Megaera.

—Es evidente que aquí es donde debemos usar
El Libro de las Puertas
-respondió Zerika.

—Por desgracia, no consigo entender nada -dijo Tahmurath-. Mira: hay un mapa de esta sala con un número asignado a cada puerta. El resto del libro es una lista de los números de puertas, seguidos de cuatro números de tres cifras y en algunos casos, de cuatro. Parece que Ragnar tiene razón: tendremos que hacer nuestra elección más o menos al azar. Es posible que los niveles correspondan a distintos niveles de dificultad, así que tal vez deberíamos empezar por aquí abajo. Quizá penséis que soy vidente, pero tengo el presentimiento de que deberíamos buscar las luces verdes en lugar de las rojas.

—Bien dicho, vidente -confirmó Zerika.

Gunnodoyak hizo el comentario de que, como quizás acabarían probándolas todas, era mejor que siguieran un plan sistemático, por lo que eligieron la primera puerta de la izquierda desde el lugar por donde habían entrado.

Cruzaron el umbral y se encontraron en lo que parecía el mercado de una ciudad medieval. Había una docena de personas vestidas con ropajes de aquella época. La mayoría de ellas observaban a los recién llegados. Al cabo de unos momentos, un hombre se apartó de un corrillo y se aproximó al grupo. Llevaba un tabardo rojo y gris sobre un chaleco de malla, y sostenía un escudo con un unicornio rampante.

—Tíos, tenéis que cambiar de rollo o marcharos. No estáis muy mal -añadió tras observarlos con atención-, pero aquí no tenemos elfos. Estáis fuera de juego.

—¿Fuera? Pero, tío, si acabamos de entrar -dijo Ragnar.

—Quiere decir que nuestros personajes están fuera de contexto -explico Zerika-. Algunos MUD tienen reglas muy estrictas sobre este tipo de situaciones.

—Dime una cosa -continuó, dirigiéndose al nuevo interlocutor-, ¿eres el administrador? Llevamos semanas jugando a este MUD y nunca nos habíamos encontrado con nadie. Ni siquiera sabíamos si había un tema.

—¿Hace semanas que jugáis a Ars Mágica? ¡Imposible! Me habría dado cuenta de vuestra presencia.

—Regresemos, Zerika -dijo Gunnodoyak- Al menos por un minuto.

Zerika parecía confusa, pero aceptó.

—Tenemos que volver de todos modos -dijo-. Malakh no pudo pasar.

Cuando volvieron a cruzar la puerta, preguntó:

—¿Qué sucede?

—¡Es increíble! -dijo Gunnodoyak-. ¿Te das cuenta de lo que está pasando? ¿Que lugar es éste? -preguntó, mirando a todos con expectación.

—¿Y bien? ¿Qué esperas, un redoble de tambor? -le apremió Ragnar- ¡Cuéntalo!

—Ars Mágica es un MUD -dijo.

—¡Caramba, eso es obvio! -exclamó Zerika-. Es a lo que hemos estado jugando, ¿no? Lo que pasa es que no sabíamos su nombre.

—¡No! No hemos estado jugando a eso. Se trata de un MUD vulgar y corriente. Lo he visto en las listas de juegos, aunque no lo he jugado nunca. En esta sala hay un conjunto de ciberportales. ¡Apuesto a que todas estas puertas conducen a todos los MUD que hay en Internet!

—Espera un momento -dijo Tahmurath-. ¿Tratas de decirnos que Ars Mágica es un MUD de texto normal?

—Sí.

—¡Pero eso es imposible! ¿Y los gráficos?

—¡Eso es lo que quiero decir! ¡Es increíble!

—¿De qué estáis hablando?

—El programa de Dworkin debe de ser capaz de generar gráficos basándose en las descripciones verbales de un MUD de texto. ¡Cielo santo! ¿Qué potencia informática debe de utilizar? Se necesita un programa de inteligencia artificial realmente potente sólo para comprender el texto lo suficiente como para diseñar los gráficos.

—Para entender tan bien el texto es necesario haber encontrado la solución al Problema de los lenguajes naturales -dijo Ragnar.

¿Qué? -exclamó Zerika.

—En el mundillo de la inteligencia artificial -explicó Ragnar- existe un conjunto de problemas que a veces reciben el nombre de
inteligencia artificial completa.
Eso quiere decir que si uno resuelvo uno de estos problemas, ha conseguido crear inteligencia artificial. Un ejemplo es el problema de los lenguajes naturales, o escribir un programa que pueda leer y hablar un lenguaje humano

—En otras palabras- Dijo Gunnodoyak -, sí esta cosa hace lo que parece que parece que hace nos enfrentamos a una inteligencia artificial auténtica, ¿no?

—Bueno, al menos se puede apostar a que pasaría el test deTuring con bastantes garantías de éxito.

—Tahmurath, déjame ver
El Libro de Las Puertas
- dijo Gunnodoyak- ¡Ajá! Apuesto a que son direcciones de Internet, aunque no están en el formato habitual. En lugar de escribir un número con puntos intercalados, se han eliminado puntos y se han extendido los números.

—Entonces los número de cuatro cifras son números de puerto -dijo Megaera.

—¡Correcto! Un buen truco, pero no lo bastante bueno para engañar a tipos como nosotros.

—Muy bien, supongamos que Gunnodoyak tiene razón -dijo Tahmurath-, y yo creo que la tiene: estas puertas conducen a todos los MUD de Internet. ¿Os dais cuenta de lo que esto significa? Podríamos tardar años.

—Y probablemente no tenemos tanto tiempo -agregó Malakh.

—No olvidéis la pista del troll -les recordó Gunnodoyak.

—¡Es cierto! -exclamó Tahmurath-. Ahora sabemos lo que quiso decir con Fuzzys.

—¿Qué quieres decir? -preguntó Megaera.

—¡Oh, rayos! Créeme, es mejor que no lo sepas -respondió Zerika.

Era once de agosto, miércoles, cuando descubrí que teníamos más motivos para preocuparnos de lo que había temido.

Llegué a casa a las seis y media, a tiempo para ver las noticias. Conecté el televisor. Había muchas noticias y todas malas.

Al parecer, un eclipse solar pudo verse en casi toda Europa. Si era excesivo definir los sucesos del día como histeria colectiva, por lo menos había bastante alboroto en los bordes de la psique global de la humanidad.

El caso más grave, representado por aquellos sujetos que suelen recibir el nombre de
lunáticos,
era el de los miembros de tres sectas apocalípticas que habían elegido aquel eclipse para organizar sendos suicidios masivos. Además de la locura organizada de las sectas, había una oleada de suicidios, incendios y otros delitos violentos. Era la respuesta más dramática a un eclipse en Europa desde Luis el Piadoso, emperador del Sacro Imperio Romano, que había muerto literalmente de miedo a causa de uno en el año 840.

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