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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia-ficción

Barrayar (38 page)

BOOK: Barrayar
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El guardia que la sujetaba por detrás adelantó las caderas contra las nalgas de la mujer, una y otra vez, en un movimiento de significado inconfundible.

—No tenemos que ir directamente hasta allí, ¿verdad? Quiero decir… esto es carne Vor. Menuda oportunidad.

El coronel lo miró y escupió con disgusto.

—Cabo, es usted un pervertido.

Cordelia descubrió que la forma en que Bothari observaba la escena ya no tenía nada de táctico. Estaba profundamente excitado. Tenía los ojos vidriosos y la boca entreabierta.

El coronel guardó su intercomunicador y extrajo el disruptor nervioso.

—No. —Sacudió la cabeza—. Esto lo haremos rápida y limpiamente. Apártese, cabo.

Extraña misericordia

El guardia dobló las rodillas de Alys y la empujó hacia abajo, dando un paso atrás. Ella trató de amortiguar la caída con las manos, pero su vientre golpeó con fuerza contra el pavimento. Padma Vorpatril emitió un gemido en medio de su estupor. El coronel alzó el disruptor nervioso y vaciló, como tratando de decidir si debía apuntarlo a la cabeza o al torso.


Mátelos
—susurró Cordelia en el oído de Bothari. Desenfundó el aturdidor y disparó.

Bothari no sólo despertó, sino que entró en una especie de frenesí; el disruptor nervioso y el aturdidor de Cordelia se descargaron sobre el coronel al mismo tiempo, aunque ella había desenfundado primero. Entonces Bothari se puso en movimiento, y su figura oscura saltó para ocultarse detrás de un coche aparcado. Sus chisporroteantes descargas azules electrificaron el aire; dos guardias más cayeron al suelo mientras los demás se cubrían tras sus vehículos terrestres.

Alys Vorpatril, todavía en el suelo, se acurrucó tratando de protegerse el abdomen con las manos y las piernas. Padma Vorpatril, aturdido por la droga, se tambaleó hacia ella con los brazos extendidos, supuestamente con la misma intención. El teniente, rodando sobre el pavimento, se detuvo para apuntarle con el disruptor nervioso.

Su intención resultó fatal para él. En un fuego cruzado, el disruptor nervioso de Droushnakovi y el haz del aturdidor de Cordelia se cruzaron sobre su cuerpo… aunque llegaron tarde por una fracción de segundo. La descarga del disruptor dio directamente en la nuca de Padma Vorpatril. Unas chispas azules saltaron, sus cabellos oscuros se encendieron de anaranjado, y el cuerpo de Padma sufrió una violenta convulsión y acabó cayendo contorsionado. Alys Vorpatril gimió, un lamento breve interrumpido por una exclamación. Por un momento, pareció paralizada sin saber si acercarse a él o arrastrarse en sentido contrario.

La posición de Droushnakovi era perfecta. El último guardia murió mientras trataba de abrir la cubierta del vehículo blindado. Un conductor, protegido dentro del segundo vehículo, optó por la prudencia y trató de escapar. El arco de plasma de Koudelka, lanzado al máximo de su potencia, detonó sobre el coche cuando éste aceleraba en la esquina. El vehículo patinó violentamente produciendo chispas a su paso, y se estrelló contra un edificio.

Sí, ¿y toda la estrategia de esta misión no se basaba en que debíamos permanecer invisibles?
, pensó Cordelia vertiginosamente, mientras corría. Ella y Droushnakovi llegaron junto a Alys Vorpatril al mismo tiempo; las dos ayudaron a la temblorosa mujer a levantarse.

—Debemos salir de aquí —le dijo Bothari, quien abandonó su posición para acercarse a ellas.

—Buena idea —convino Koudelka cuando estuvo frente a toda aquella carnicería espectacular. Resultaba sorprendente lo silenciosa que estaba la calle. No permanecería así mucho tiempo, sospechaba Cordelia.

—Por aquí. —Bothari señaló un callejón estrecho y oscuro—. Deprisa.

—¿No deberíamos llevarnos ese coche? —preguntó Cordelia, señalando el vehículo terrestre.

—No. Es fácil de rastrear. Y no podrá pasar por los sitios adonde nos dirigimos.

Cordelia no estaba segura de que Alys estuviese en condiciones de correr, pero volvió a colocarse el aturdidor en la cintura y cogió un brazo de la mujer. Drou la sujetó por el otro, y entre las dos la condujeron tras el sargento. Al menos esta vez Koudelka no sería el más lento del grupo.

Alys estaba llorando, aunque no de forma histérica; sólo se volvió una vez para mirar el cuerpo de su esposo, y luego se concentró en tratar de correr. No le resultaba fácil. Estaba muy pesada, y se sujetaba el vientre tratando de mitigar las sacudidas.

—Cordelia —murmuró, pero no tuvo tiempo ni aliento para pedir ninguna clase de explicación.

No se habían alejado más de tres calles cuando Cordelia oyó las primeras sirenas en la zona que acababan de abandonar. Sin embargo Bothari parecía haber recuperado todo el control de sí mismo. Atravesaron otro estrecho callejón, y Cordelia notó que habían cruzado a una región de la ciudad donde las calles no estaban alumbradas. Sus ojos se esforzaron por ver en la bruma oscura.

Alys frenó bruscamente y permaneció inclinada, jadeando. Cordelia notó que tenía el vientre duro como una piedra; la parte trasera de su bata estaba empapada.

—¿Comienzas a tener dolores de parto? —le preguntó. No sabía por qué hacía esa pregunta; la respuesta saltaba a la vista.

—Ya hace un día y medio que… esto empezó —respondió Alys. Parecía incapaz de incorporarse—. Creo que rompí aguas allá, cuando ese maldito me arrojó al suelo. A menos que sea sangre… pero he perdido tanto que si lo fuera ya me habría desmayado. ¡Ah, cómo duele! —Su respiración se tornó más lenta, y enderezó la espalda con esfuerzo.

—¿Cuánto le falta? —preguntó Kou, alarmado.

—¿Cómo voy a saberlo? Soy nueva en esto. Usted sabe tanto como yo —replicó Alys Vorpatril. Un poco de ira para calmar el miedo. Aunque no servía de nada; era como pretender calentarse con un vela en medio de una tempestad.

—Muy poco, diría yo —se escuchó la voz de Bothari en la oscuridad—. Será mejor que continuemos.

Alys Vorpatril ya no podía correr, pero logró caminar bastante rápido, deteniéndose cada dos minutos a descansar. Luego fue cada minuto.

—No lograremos llegar hasta allí —murmuró Bothari—. Espérenme aquí.

Desapareció por un… ¿pasadizo? Allí todas las calles parecían callejones fríos y malolientes, demasiado estrechos para los coches terrestres. Sólo habían visto a dos personas en aquel laberinto, acurrucadas contra una pared, y se habían apartado cuidadosamente para pasar.

—¿Puede hacer algo para retenerlo? —preguntó Kou al ver que lady Vorpatril volvía a doblarse—. Deberíamos… conseguir un médico o algo.

—Por eso salió el idiota de Padma —dijo Alys con los dientes apretados—. Le supliqué que no lo hiciera… ¡oh Dios! —Después de unos momentos, agregó—: La próxima vez que tenga vómitos, Kou, le sugiero que cierre la boca y trague… ¡no se trata exactamente de un reflejo voluntario! —Volvió a enderezarse, temblando violentamente.

—Ella no necesita un médico, necesita un lugar donde tenderse —dijo Bothari desde las sombras—. Por aquí.

Los condujo unos metros hasta una puerta de madera que poco antes había estado cerrada con tablas clavadas a la pared. A juzgar por las astillas, él acababa de abrirla a puntapiés. Cuando estuvieron en el interior con la puerta cerrada otra vez, Droushnakovi se atrevió a sacar una linterna del bolso. El haz de luz iluminó una habitación pequeña, vacía y sucia. Bothari la inspeccionó rápidamente. Dos puertas más habían sido reventadas, pero todo estaba en silencio y oscuro.

—Tendrá que servir —suspiró Bothari.

Cordelia se preguntó qué diablos debían hacer. Ella lo sabía todo respecto a transferencias placentarias y cesáreas, pero sólo podía guiarse por la teoría en lo concerniente a partos naturales. Era probable que Alys Vorpatril supiese aún menos que ella, Drou todavía menos, y Kou era un completo ignorante.

—¿Alguien ha presenciado un parto alguna vez?

—Yo no —murmuró Alys. Sus ojos intercambiaron una mirada significativa.

—No estás sola —dijo Cordelia con valentía. La confianza debía ayudarla a relajarse… debía ayudarla a algo—. Todos te ayudaremos.

Con una extraña renuencia, Bothari dijo:

—Mi madre era comadrona. A veces me llevaba con ella para que la ayudase. No es nada del otro mundo.

Cordelia controló sus cejas. Era la primera vez que oía a Bothari mencionar a alguno de sus padres.

El sargento suspiró. A juzgar por las miradas de los demás, era evidente que acababa de asumir la tarea.

—Présteme su chaqueta, Kou.

Koudelka obedeció muy galante y se dispuso a abrigar a la temblorosa señora Vorpatril. Pareció un poco desanimado cuando el sargento cubrió los hombros de Alys con su propia chaqueta y extendió la de Koudelka bajo sus caderas. Allí tendida parecía menos pálida, pero de pronto contuvo el aliento y lanzó una exclamación, mientras los músculos de su abdomen volvían a tensarse.

—Quédese conmigo, señora Vorkosigan —murmuró Bothari. ¿Para qué?, se preguntó Cordelia. Pero lo comprendió cuando él se arrodilló y levantó suavemente las prendas de Alys Vorpatril.

Me quiere para que actúe como mecanismo de control
. Pero la matanza parecía haber consumido esa horrible oleada de lascivia que había distorsionado su rostro, allá en la calle. Ahora su mirada sólo mostraba un interés normal. Afortunadamente, Alys Vorpatril estaba demasiado absorta en sí misma para notar que la expresión de Bothari no era tan profesional como él hubiese deseado.

—Aún no ha aparecido la cabeza del bebé —les informó—. Pero ya falta poco.

Otro espasmo y después de mirar a su alrededor, Bothari agrego:

—Será mejor que no grite, señora Vorpatril. Ya deben estar buscándonos.

Ella asintió con la cabeza y agitó una mano con desesperación. Drou consiguió un jirón de tela, lo enroscó y se lo dio para morder.

Y así permanecieron un buen rato, observando cómo su útero se contraía en un espasmo tras otro. Alys parecía completamente atormentada, gritando en silencio, mientras las contracciones se producían cada vez con más frecuencia. La cabeza del bebé asomó, con cabellos oscuros, pero pareció atascarse allí.

—¿Cuánto se supone que tarda esto? —preguntó Kou en una voz que trató de parecer tranquila, pero sonó muy preocupada.

—Por lo visto prefiere quedarse donde está —dijo Bothari— No desea salir con este frío. —La broma logró llegar a Alys; su respiración jadeante no cambió, pero por un momento sus ojos brillaron con gratitud. Con el ceño fruncido, Bothari se acomodó junto a ella y apoyó una mano sobre su vientre, esperando la siguiente contracción. Entonces apretó.

La cabeza del bebé asomó entre los muslos sangrientos de Alys Vorpatril.

—Listo —dijo el sargento con satisfacción. Koudelka parecía completamente aturdido.

Cordelia cogió la cabeza entre sus manos, y logró sacar el cuerpo en la siguiente contracción. El bebé tosió dos veces, estornudó como un gatito en medio del silencio, inhaló y, con la piel ya más sonrosada, emitió un grito exasperante. Cordelia estuvo a punto de dejarlo caer.

Bothari lanzó una maldición.

—Déme su espada, Kou.

Lady Vorpatril lo miró desesperada.

—¡No! Démelo… ¡yo lo haré callar!

—No era eso lo que tenía en mente —dijo Bothari con cierta dignidad—. Aunque no sería mala idea —añadió al ver que los gritos continuaban. Extrajo el arco de plasma y calentó la hoja de la espada unos momentos, con la potencia baja. La estaba esterilizando, comprendió Cordelia.

La placenta siguió al cordón en la siguiente contracción, derramándose sobre la chaqueta de Kou. Ella la observó con disimulada satisfacción; era el mismo órgano sustentador que fue objeto de tantas atenciones en su propio caso.

Tiempo. Este rescate ha consumido demasiado tiempo. ¿A qué han quedado reducidas las posibilidades de Miles ahora?
¿Acababa de cambiar la vida de su hijo por el pequeño Iván? Aunque Iván no era tan pequeño… con razón había causado tantos problemas a su madre. Alys debía contar con un arco pelviano extraordinario, o de lo contrario no hubiese logrado salir de esa pesadilla con vida.

Cuando el cordón estuvo blanco, Bothari lo cortó con la hoja esterilizada y anudó esa cosa elástica lo mejor que pudo. Luego secó al bebé y lo envolvió en una camisa limpia, para entregarlo finalmente a los brazos extendidos de Alys.

Alys miró al bebé y comenzó a llorar con suavidad.

—Padma dijo… que tendría los mejores médicos. Dijo… que no habría dolor. Dijo que estaría a mi lado… ¡maldito seas, Padma! —Estrechó al hijo de Padma contra su cuerpo, y entonces lanzó una exclamación de sorpresa—. ¡Ay! —La boca del pequeño había encontrado su seno, y al parecer tenía la voracidad de una barracuda.

—Buenos reflejos —observó Bothari.

17

—Por amor de Dios, Bothari, no podremos llevarla allí —susurró Koudelka.

Se hallaban en un callejón metido en las profundidades del caravasar. Frente a ellos, en medio de la oscuridad y la llovizna, se alzaba un sólido edificio de tres plantas. Tenía las paredes de estuco y la pintura desconchada, y una luz amarillenta se filtraba por las persianas cerradas. Sobre la puerta de madera, única entrada que Cordelia alcanzaba a ver, ardía una lámpara de aceite.

—No podemos dejarla aquí afuera. Necesita calor —respondió el sargento. Llevaba a lady Vorpatril en sus brazos; Alys se aferraba a él, débil y temblorosa.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Droushnakovi.

Koudelka carraspeó.

—En la Era del Aislamiento, cuando éste era el centro de Vorbarr Sultana, era una residencia importante. Pertenecía a una de las princesas Vorbarra, según creo. Por eso la construyeron como una fortaleza. Ahora es… una especie de posada.

Oh, así que éste era tu prostíbulo, Kou
, estuvo a punto de decir Cordelia. Pero en lugar de ello se volvió hacía Bothari.

—¿Es seguro, o puede estar lleno de informantes, como ese último lugar?

—Será seguro durante varias horas —estimó Bothari—. De todos modos, no tenemos mucho más que eso.

Bajó a Alys Vorpatril y después de entregársela a Droushnakovi, entró en el edificio. Cordelia estrechó con más firmeza al pequeño Iván, compartiendo con él el calor de su chaqueta. Afortunadamente, el bebé había dormido durante el trayecto desde el edificio abandonado hasta ese lugar. Unos minutos después Bothari regresó y les hizo una seña para que lo siguiesen.

Pasaron a través de un pasillo que casi parecía un túnel de piedra, con rendijas en las paredes y orificios cada medio metro.

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