Canciones para Paula (57 page)

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Authors: Blue Jeans

Tags: #GusiX, Infantil y Juvenil, Romántico

BOOK: Canciones para Paula
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Paula mira entonces al chico a los ojos, esos ojos castaños embrujadores. No son tan llamativos como los de Ángel y sin embargo transmiten lo mismo. Su madre siempre dice que la belleza de unos ojos no reside en el color, sino en lo que expresan. Y los de Álex son tanto o más expresivos que los de su novio.

—¿Y por qué tu novia me soltó todo aquello?

—Irene no es mi novia, es mi hermanastra.

La chica se queda con la boca abierta. ¡Su hermanastra! ¿De verdad? De todo lo que podía poner como excusa, nunca pensó que llegaría a tanto.

—¿Tu hermanastra? ¿Me estás tomando el pelo?

—No. Te lo juro. Es la hija de la mujer de mi padre. Ha venido tres meses para hacer un curso. Se queda en mi casa porque no tiene otro sitio adonde ir en la ciudad,

—Qué lío.

—Y por supuesto no tengo una relación con ella.

—¿No está embarazada?

Álex sonríe.

—No. Al menos de mí, claro. Nunca me he acostado con ella y nunca podría hacerlo.

—Pues es preciosa.

—¿Y qué? Es un miembro más de mi familia. Aunque no tengamos la misma sangre, ella no deja de ser la hijastra de mi difunto padre.

—¿Tu padre ha muerto? Lo siento.

—No te preocupes. Hace tiempo ya de eso y he aprendido a vivir sin mis padres. Es doloroso, pero cuando terminas aceptándolo porque ellos ya no van a volver y la vida sigue.

Paula sienta admiración por Álex. Le encanta cómo habla y cómo es capaz de expresar sus emociones.

—Debió ser duro.

—Sí, pero es pasado. Y ahora no me va mal del todo. Aunque este asunto me está afectando mucho.

—¿De verdad?

—Claro. Sí no, no estaría aquí. Además me siento responsable de que todo esto haya pasado.

—Tú no tienes la culpa.

—En parte sí. No sé como mi hermanastra averiguó tu teléfono ni cómo consiguió engañarnos a los dos. A ti para que fueras a verla y a mí para no enterarme de nada.

—Si está viviendo contigo, tiene acceso a tu ordenador y a tu móvil.

—Sí, pero de todas formas ha sido muy hábil para que no me diera cuenta de lo que estaba tramando.

—Lo que no entiendo es el motivo. ¿Por qué me dijo todo eso? ¿Por qué quería apartarme de ti?

Álex suspira.

—Paula, no todo lo que te dijo Irene es falso.

—¿Ah, no?

—No. No soy su novio ni la he dejado embarazada. Pero si es cierto que… estoy empezado a sentir algo. Me estoy enamorando de ti Paula.

Una sensación indescriptible recorre por dentro de Paula, de abajo a arriba. Un escalofrío lleno de sentimientos contrapuestos.

—Álex, no creo que sea así.

—Sí lo es. Estoy seguro de ello.

—Pero si apenas sabes cómo soy. No hemos pasado el suficiente tiempo juntos ni…

—¡Ya! No me importa. Sé lo que siento Paula.

—¡Sí nos conocimos el jueves! ¡No hace ni una semana!

—¿Y qué? No me hacen faltan semanas, meses o años para darme cuenta que me gustas. ¿Tú no crees en el amor a primera vista? ¿En los flechazos?

—Sí, pero…

—Pues eso me ha pasado contigo. Pienso en ti en todo el tiempo, no me concentro cuando escribo ni cuando toco el saxo… Y es por ti.

Los ojos de Álex lucen en la oscuridad. Brillan vidriosos por la emoción, por la confesión de sus sentimientos, por estar viviendo los minutos más importantes en toda su vida.

—Pero Álex… Yo… no puedo… Estoy con alguien.

—Ya, tienes novio.

—Sí, tengo novio.

—Me da igual.

—¿Cómo que te da igual? —El chico se pone de pie y mira a Paula directamente a los ojos.

—No me da igual, pero no voy a huir de lo que siento. No puedo hacerlo.

—Álex, tengo novio.

—Ya, pero no puedo renunciar a lo que mi corazón está sintiendo. Y menos sin pelear. Voy a luchar por ti y, si no te enamoras de mí, si no te consigo, pues procuraré alejarme. Pero quiero tener otra oportunidad.

El chico vuelve a sentarse en el banco, esta vez en el lado derecho. Los dos permanecen un rato en silencio, mirándose unas veces y esquivando las miradas, otras; pensativos.

—De verdad que no sé qué decir. Esto me ha cogido totalmente desprevenida.

—Perdona, pero tenía que decírtelo.

—Uff… No me creo que esto esté pasando.

—¿Tan malo es? ¿Te molesta tanto que este enamorado de ti?

—No es eso, Álex. Me siento halagada, pero ponte en mi situación. Es muy complicado saber que sientes eso por mí.

—¿Por qué es tan complicado? Tú no pierdes nada, solo ganas. Tienes a tu chico y a mí. No debes escoger, sólo dejarte llevar por lo que vas sintiendo. Y si no soy yo con la persona que quieres estar, me retiraré. Pero ahora mismo, por ti y por mí, tengo que buscar mi oportunidad.

—¿Y qué harás? No sé de qué manera actuaremos a partir de ahora.

—Pues de la misma forma que hasta hora. Siendo yo mismo y tratando de conocerte cada día un poco más.

—¿Y qué pasa con Ángel? ¿No le digo nada?

—Eso es cosa tuya, Paula. Pero no tiene por qué saber que hay alguien que siente por ti lo mismo que él. No es necesario.

—¡Uff!

Paula agacha la cabeza y se inclina. Tiene las manos en la cabeza y repentinamente se echa el pelo hacia atrás. Está hecho un lío.

Por una parte tiene a Ángel, al que quiere, está segura de eso, ama a su novio y sus sentimientos irán a más porque su relación acaba de empezar. Pero por otra parte está Álex: es simpático, muy guapo, romántico como nadie. El chico perfecto. Y dice que la quiere. Y ella… no puede negar que se siente atraída por él. No es amor, o eso cree, pero está a gusto a su lado y, cuando lo mira y sonríe, se para el mundo.

Álex se acerca a Paula. Sus piernas se tocan. La chica lo mira confusa.

—No tengas miedo —dice calmado.

Cree que no sabe. No quiere estar tan pegada a él, pero se deja llevar. Sus ojos contactan con la penumbra.

—Álex… no puedo. De verdad.

—¿Qué no puedes?

—Besarte.

El chico sonríe. No se aparta. Y extiende los brazos.

—Aunque me muero por besarte, sólo quiero que me des un abrazo.

La chica sonríe también. Y lo abraza.

Los dos cierran los ojos. Sienten sus cuerpos juntos, su calor bajo el frío de la noche. Un abrazo de sentimientos por definir, aunque inocente sin más.

O eso era lo que ellos creían en ese momento.

Capítulo 80

A la mañana siguiente, un jueves de marzo, en un lugar de la ciudad.

El sonido del móvil la despierta. Es un SMS. Enciende la luz de su cuarto y lee con los ojos medio cerrados: "Buenos días, princesa. ¿Cómo has dormido? Tengo ganas de verte. ¿Quieres quedar para comer? ¿Puedes? Me apetece mucho saborear tus labios. Espero tu respuesta. Te quiero".

Paula sonríe sentada en la cama. Da gusto despertarse de esa manera, aunque aún queden cuatro minutos para que suene la alarma del despertador. Ángel es un encanto. Es afortunada por tener un novio así.

Se despereza y resopla. Luego inspira el aroma del café recién hecho que llega hasta su habitación. Su madre lleva un buen rato levantada.

¿Qué ha soñado? No lo recuerda.

¿Lo de Álex de ayer fue un sueño? No, pasó de verdad, y sus confesiones también.

Cuando se despidió de ella prometió que lucharía por una oportunidad. No la presionaría con sus sentimientos, pero tampoco iba a darse por vencido.

¿Qué cosas pasan! Lleva un montón de tiempo sin novio, sin que nadie la llamase la atención, y ahora, a la vez, aparecen dos chicos, sueño de cualquier chica, que afirman estar enamorados de ella. ¿Esto no pasa solo en las películas y libros?

Pues no. En la vida real también surgen historias de este tipo, y ahora le está sucediendo a ella. ¡Quién se lo iba a decir! Es nada menos que la protagonista de un triángulo amoroso.

¿Triángulo amoroso? Mueve la cabeza de un lado para el otro. Alocada, alborotando su pelo suelto despeinado. Y se deja caer hacia atrás en la cama.

No hay triángulos ni cuadrados ni nada. Está con Ángel. Su novio es Ángel. Y no hay más discusión. Pero es que Álex… No. Álex es su amigo. Solamente eso. Sin embargo, no puede negar que le gusta.

¿Y si logra enamorarla como dijo anoche?

Uff.

Mira al techo, pensativa. Realmente, tiene un problema.

¿Ángel o Álex?

El despertador le da un gran susto. Ya han pasado los cuatro minutos. Se gira y lo apaga maldiciendo la hora que es. Debe de ponerse las pilas si no quiere llegar tarde una vez más. Pero antes debe de responder el mensaje de Ángel. Coge el móvil y escribe: "Buenos días, cariño. Gracias por sacarme una sonrisa desde el amanecer. Sí, puedo ir a comer contigo, aunque a las cinco he quedado para estudiar. ¿Me recoges después de clase? Un beso. Te quiero!.

Enviar.

Será muy bueno para reafirmar y garantizar sus sentimientos. Espera no meter la pata. No quiere hacerle daño y que piense que tiene dudas acerca de su relación. No, no hay dudas. Su novio es Ángel: Ángel.

Deja el teléfono en la mesita de noche y, por fin, se pone en pie.

Mira por la ventana y se sorprende al comprobar cómo una gran tromba de agua cae sobre la ciudad. El cielo está oscuro y los coches vuelan bajo la lluvia, con las luces encendidas. Los charcos se amontonan en la calzada y los paraguas desfilan por las aceras.

El clima es muy caprichoso. Hace tres días estaban soportando un calor impropio de marzo y hoy el invierno ha regresado en toda su plenitud.

Otro SMS. Ángel ha contestado muy deprisa.

Sonriente, coge de nuevo el móvil y abre el mensaje recen recibido.

"Buenos días. ¿Estás despierta? Evidentemente, sí. Si no, no estarías leyendo el SMS. ¿Sabes una cosa? Me he despertado pensando en ti. Disfruta el día. No me rindo. Un beso preciosa".

Paula se sienta en la cama, cierra los ojos y suspira profundamente. Ha sentido un escalofrío al leer el mensaje que Álex le ha mandado. ¡Qué bonito!

Pero su novio es Ángel. Ángel. Ángel. Ángel.

¿Contesta? Claro. No puede ser maleducada. Debe hacerlo.

"Buenos días. ¿Has visto cómo llueve? Igual te sirve para inspirarte. ¿No preferías la lluvia al sol para escribir? Yo me voy ya a clase, que llego tarde, como siempre. Espero que tú también disfrutes el día. Un beso, escritor".

Lo relee un par de veces antes de mandarlo. ¡Qué sosa! Pero no es conveniente actuar de otra forma. Tampoco puede darle demasiadas esperanzas. ¡Tiene novio! Así está bien.

Enviar.

Qué lío. Nunca imaginó encontrarse en una situación como esta.

—Paula, ¿estás despierta? —pregunta su madre, que entra de repente en la habitación, sin llamar.

La chica esconde el móvil debajo de la almohada y se dirige hasta el armario.

—Sí, ¿no lo ves? Ya bajo.

—Vamos, date prisa, que te lleva tu padre a clase.

—¿Ah, sí? ¿Y eso?

—¿No has visto lo que está cayendo? Dice que se queda más tranquilo si te lleva él al instituto.

—Vale. Enseguida bajo.

Sin prestar atención a su madre, Paula abre el armario y comienza a examinar los percheros, uno por uno. Está indecisa.

—Paula…

Mercedes cierra la puerta, pero no se va de la habitación. Hay un asunto que le preocupa.

—Dime, mamá.

—Respecto a lo de anoche…, al chico que vino a verte.

—¿Sí, qué pasa?

—¿No nos vas a contar lo que quería?

—Ya os dije, mamá. Es una migo que tenía que decirme una cosa. Ya está.

Después de que Álex se marchara, Paula entró en su casa bastante desconcertada. Lo que menos le apetecía era tener una conversación con sus padres. Sin embargo, curiosamente, no la estaban esperando. Pero diez minutos más tarde, cuando se acaba de acostar, Mercedes y Paco entraron en su habitación para preguntarle sobre aquella misteriosa visita. La chica solo les contó que era un amigo que tenía que hablar con ella de asuntos personales. Sin detalles. A pesar de que sus padres querían saber más, era tan tarde que no insistieron.

—¿Y no vas a decirnos nada más?

No hay más que decir sobre el asunto.

La mujer se sienta en la cama y observa a la chica mientras esta elige que se va a poner. Es sorprendente lo mucho que ha cambiado en tan poco tiempo. No le extraña que vuelva loco a los chicos. Se ha convertido en una chica preciosa.

—Pero no es tu novio.

—No, mamá. Mi lo es. Mi novio es Ángel. Ya lo sabes.

—Entonces…

Paula se gira y mira a su madre. Lleva en las manos unos pantalones vaqueros marrón y un jersey de cuello alto blanco.

—Entonces, se hace tarde. Y todavía me tengo que vestir. Y no quieres que llegue tarde, ¿a que no?

—No.

—¿Me dejas entonces que me vista? Por favor — ruega con una sonrisa.

Su tono de voz es amable, simpático. No quiere ser borde con su madre, pero a veces se pone muy pesada.

—Te dejo. Ya me voy. No tardes mucho.

—Tranquila, mamá.

Mercedes se levanta de la cama, le da un beso y sale del dormitorio con la sensación de que cada vez conoce menos a Paula. Se está transformando. Ya no es una niña y, por tanto, su vida privada tampoco es la de una cría. ¡Va a cumplir diecisiete años.

Debe de confiar en ella, aunque tiene miedo de que, en esos cambios que está experimentando, alguien pueda hacerle daño.

Pero lo que no imagina Mercedes es que su hija también es capaz de hacer daño a otras personas. Los acontecimientos que se producirán en las siguientes cuarenta y ocho horas van a dar fe de ello.

Capítulo 81

Esa mañana de marzo, en un lugar alejado de la ciudad.

Lo recuerda todo perfectamente, como si lo estuviera viviendo en ese instante. Su aroma, ese ligero y dulce olor a vainilla, su tacto, sus ojos… Álex tiene memorizado en su mente, segundo a segundo, lo que pasó anoche. Su piel, su voz, su abrazo. Un abrazo de significados e intenciones ¿inocentes? Sí. No hay por qué pensar otra cosa.

Descorre la cortina y mira por la ventana. Observa cómo la lluvia cae con fuerza, arañando el suelo, furiosa. Sonríe.

Coge el móvil y escribe a Paula: "Hola de nuevo. Sí, adoro que llueva. Me inspira. Pero lo que más me inspira en estos momentos es pensar en ti. Me encantas. Un beso y espero verte cuanto antes". Enviar.

Álex deja la cortina recogida y enciende la luz de su dormitorio. Está contento, más de lo habitual. El encuentro de ayer fue como si le hubieran inyectado nuevas ilusiones. Sabe que no va a ser fácil: Paula tiene novio y no está enamorada de él, pero hay una esperanza, una oportunidad por la que va a pelear. Y a eso se tiene que aferrar.

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