Carolina se enamora (56 page)

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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

BOOK: Carolina se enamora
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—¡Ahí está, ahí está Clod!

Aparcamos a un metro de ella.

—¡Mira qué emperifollada viene!

Lleva una chaqueta de color rojo cereza y una especie de boina vaquera.

—¡Eh, vas ideal!…

—¡Por fin habéis llegado! —Mira irritada el reloj.

Me apeo del coche.

—Yo no he tardado nada en prepararme…

Alis me da un empujón.

—No hace falta que lo jures…, ¡para meterte en la cama! Venga, venid, que estamos en la lista.

Saluda al tipo de la puerta.

—Vienen conmigo, Edo.

—¡Está bien, entrad!

Alis nos arrastra mientras bajamos la escalera.

—Vamos, de prisa, ¡la música es genial!

Alis se dirige al guardarropa y lanza su chaqueta sobre el mostrador.

—¿Me coges el numerito, si no te importa?…

Después se adentra entre la multitud. Me quito la cazadora y la pongo junto a las de Alis y Clod.

—¿Las tres cosas juntas? —nos pregunta la encargada del guardarropa, una chica muy mona con el pelo negro y flequillo peinado de lado, un
piercing
en la nariz y un chicle demasiado grande que mastica con la boca abierta.

—No…, no…, póngalas por separado.

—Vale, son quince euros…

Clod abre los ojos desmesuradamente.

—¡Madre mía!

—No te preocupes, pago yo.

Por suerte llevo dinero.

La chica nos da los tres tickets.

—Toma, éste es el tuyo…

Me meto uno en el bolsillo de atrás y conservo el de Alis en la mano.

La veo, está bailando como una loca en medio de la pista. Me acerco a ella.

—Ten…

—¿Qué es?

—¡El ticket de tu chaqueta! —le grito al oído.

—¡Ah, gracias!

Se lo mete en el bolsillo delantero arrugándolo por completo.

—¡Caro, escucha qué maravilla!

Alis cierra los ojos y gira sobre sí misma. Alza los brazos y baila enloquecida saltando y cantando, siguiendo perfectamente el ritmo, con los ojos entornados, gritando a voz en cuello, alegre, dejándose llevar. Yo bailo delante de ella sacudiendo la cabeza, con mi espesa melena perdida en la música y agitando los brazos. Clod se une a nosotras sin perder un minuto y también ella se dobla sobre sí misma, baila divertida, ¡Vamos, chicos, somos grandes! Me alegro de haber venido a la fiesta. ¡El disc-jockey es fabuloso! Entra con Finley, pasa a Battisti, se supera con Tiziano Ferro y después de nuevo con la Pausini. Es un gran DJ, la música es genial, y todos bailan envueltos en las luces reflectantes que una bola proyecta con sus espejitos por encima de nuestras cabezas. Láser, humo, sonidos y ritmo, nos perdemos en la penumbra de la discoteca. Parecemos una marea imprevista, un mar danzante, unas olas musicales. Somos reflejos de sonrisas en la sombra, unos brazos que siguen el ritmo. Es una locura, se oyen risas constantemente, pero nadie bebe, fuma ni se ayuda de ninguna otra forma. Nuestra locura es natural, responde a la idea de estar vivos, de ser libres y despreocupados, y de tener la capacidad de abandonarnos a la música, ¡Ahora entran!

«
¡Macho, macho man!
…» ¡Los Village People!

—¡Genial!

Bailamos las tres juntas, haciendo los mismos movimientos, precisos, que se ajustan perfectamente al ritmo.
«¡Macho, macho man
, tengo que ser un
macho man! ¡Macho, macho man
, tengo que ser un macho! ¡Hey!».

Felices como nunca. De repente, el volumen de la música va bajando progresivamente. El disc-jockey habla con una voz cálida, suave, se diría que lo hace casi de puntillas.

—Y ahora, una dedicatoria especial… De un chico para su amor… Un amor que no ha dejado de buscar por todas partes… —El DJ se echa a reír—. Ese tipo debe de estar verdaderamente enamorado… Para ella, a la que por fin ha encontrado…

Y nos deja así, con esta última frase que se pierde en la oscuridad de la sala en tanto que suenan las primeras notas de
Shine on
.

No me lo puedo creer… Es mi canción. La que me regaló Massi. Las parejas que abarrotan el local se abrazan y se besan con pasión. Lentamente, al ritmo de la música, siguiendo sus suaves notas. «¿Nos están llamando para nuestro último baile? Lo veo en tus ojos. En tus ojos. Los mismos viejos movimientos para un nuevo romance. Podría usar las mismas mentiras de siempre, pero cantaré. ¡Brillaré, simplemente, brillaré!».

Una pareja abrazada delante de mí. Besos interrumpidos por algún que otro rayo de luz. Él le acaricia la cara sonriendo. Otra pareja… Bailan lentamente, él le coge el pelo con las manos de vez en cuando, lo levanta, lo deja caer, y luego, sin dejar de sonreír, la besa. Un poco más allá, otra pareja baila mirándose a los ojos, como si alrededor no hubiese nadie, como si nosotros, ninguno de nosotros, estuviésemos aquí, sólo ellos y su amor. De improviso oigo una voz a mis espaldas.

—Tú eres lo que siempre he buscado. —Sus brazos me rodean por detrás—. Y esta noche te he recuperado al fin…

Cierro los ojos. No me lo puedo creer: es su voz.

—Te lo pregunto de nuevo… Dime que no eres un sueño…

Me vuelvo. Su sonrisa.

—¡Massi!

Nos miramos a los ojos. Tengo la impresión de estar perdiendo el juicio.

—No me lo puedo creer… No me lo puedo creer… —Chsss…

Sonríe. Me pone un dedo sobre los labios y a continuación señala hacia lo alto, nuestra canción… «Cierra los ojos y se habrán ido. Pueden gritar que han sido vendidos, pero pagaría por la nube sobre la que estamos bailando. De modo que brilla, ¡simplemente brilla!».

—¿Ves…?

Y se acerca a mí. Y me besa. Tengo la impresión de que el mundo se detiene. Y siento sus labios, su lengua, y me pierdo en su sabor, que me parece mágico. Y casi me da miedo abrir los ojos… Decidme que no estoy soñando…, ¡os lo ruego, decídmelo! Y cuando abro los ojos él sigue ahí, delante de mí. Sonriente. Me parece más guapo que en el pasado, que en mis recuerdos, que nunca. Y no sé qué decir, no logro articular palabra. Me gustaría contárselo todo: «¿Sabes?, perdí el número. Lo grabé en el móvil pero luego me lo robaron en el autobús, así que volví al lugar donde me lo habías dado, pero habían limpiado el escaparate. Prácticamente fui lodos los días a Feltrinelli, bueno, a decir verdad, al menos una vez por semana; también la última, la pasada. Pero de ti… no había ni rastro». Me gustaría decirle todo esto y mucho más, pero no consigo hablar. Lo miro a los ojos y sonrío. Mi torpeza sólo puede deberse al amor. La verdad es que no sé qué decir, sólo consigo esbozar una sonrisa increíble y después pronunciar su nombre: «Massi».

Y de nuevo: «Massi».

¡Y él pensará que soy idiota, que he fumado o bebido, o que hace mucho tiempo que he dejado de ir a la escuela y que por eso no consigo formular ni una sola frase!

—Massi…

—Carolina…, ¿qué te pasa?…

—¿Podrías volver a darme tu número, por favor? Y dime también dónde vives, a qué colegio vas, a qué gimnasio…

Él suelta una carcajada, me coge de la mano y me secuestra allí mismo, en medio de la gente. En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en el guardarropa, saco el ticket, cojo al vuelo la cazadora, subimos la escalera y salimos a la calle. Mando un mensaje a Clod y a Alis mientras monto detrás de él en su moto. Él arranca y yo me inclino hacia adelante y me abrazo a él, y me pierdo así, feliz, en el viento de la noche. Hace un poco de frío, de manera que estrecho el abrazo. No me lo puedo creer. ¡Así que los milagros existen! Quería volver a verlo. Durante mil días habría sido capaz de hacer de todo, habría renunciado a lo que fuese con tal de que esto llegase a ocurrir. ¿Y ahora? Ahora estoy detrás de él. Lo abrazo con más fuerza. Nuestras miradas se cruzan en el retrovisor y él me sonríe y me escruta con curiosidad, como si dijese: «¿A qué viene este abrazo?». Y yo no le contesto. Lo miro y siento que mis ojos se tiñen de amor. A continuación los cierro y me dejo llevar por mi suspiro… y por el viento.

Un poco más tarde. Todo está en calma. Incluso las hojas de los árboles parecen no querer hacer ruido, están prácticamente suspendidas en el silencio de una noche mágica. Estamos bajo la luna en un gran prado.

—Mira. —Massi me indica unos arbustos que hay en una colina—. Desde aquí no se puede ver, pero allí hay un castillo: este camino se llama del Agua Ancha. Cuando era pequeño venía a correr aquí, porque vivo al otro lado de la curva, en la via dei Giornalisti.

Y yo sonrío. Poco importa que en adelante alguien vuelva a robarme el móvil: yo ya siempre sabré dónde encontrarlo. Respiro profundamente. Ahora sólo estoy segura de una cosa: a partir de hoy ya sólo dependerá de nosotros que volvamos a perdernos. Y espero que eso no suceda nunca.

—¿En qué estás pensando?

Bajo la mirada.

—En nada…

—No es cierto. —Sonríe y ladea la cabeza—. Dime la verdad, me has mentido, ¿eh?

—¿Sobre qué?

—El móvil robado, el escaparate…, ¡que ibas a menudo al sitio donde nos conocimos! Al principio ni siquiera me reconociste.

Me acerco a él. Lo miro a los ojos y, de improviso, tengo la impresión de ser otra persona. De tener dieciséis o diecisiete años, Dios mío… ¡Puede que hasta dieciocho! Me siento convencida, segura, serena, decidida. Una mujer. Como sólo el amor puede transformarte.

—Jamás he dejado de pensar en ti.

Le doy un beso. Largo. Ardiente. Suave. Afectuoso. Soñador. Hambriento. Apasionado. Sensual. Preocupado… ¿Preocupado? Me separo de él y lo miro a los ojos.

—No vuelvas a marcharte…

De acuerdo, he de reconocer que esa frase se la he copiado a Rusty, pero a saber si el libro se publicará alguna vez… y, además…, ¿acaso no es preciosa? Massi me mira. Sonríe. Acto seguido me acaricia el pelo con delicadeza, su mano se enreda en él. Yo me apoyo sobre ella, como si fuese un pequeño cojín, y me abandono posando mis labios levemente entrecerrados sobre ella. Como las alas de una delicada mariposa, respiran su olor, esa flor escondida… Es el hombre que estaba buscando. El hombre de mi vida. Qué importante suena eso…

—Ven, sube.

Me pongo de nuevo el casco y en menos que canta un gallo me encuentro detrás de él. La moto asciende por un camino cada vez más angosto, culea, resbala sobre algunas piedras redondas que saltan a nuestro paso y abandonan el sendero perdiéndose en la hierba alta que lo circunda. La luna nos guía desde el cielo. Y la moto escapa por la vereda sin dejar de ascender, más y más cada vez, entre la hierba alta. Y sus ruedas, grandes y seguras, doblan las espigas, el verde y las plantas silvestres, y yo me abrazo con fuerza a Massi mientras subimos por la colina.

—Ya está, hemos llegado.

Massi pone el caballete lateral. Apoya la moto a la izquierda y me ayuda a bajar. Me quito el casco y lo dejo sobre el sillín.

—Ven…

Me coge de la mano. Lo sigo. Detrás de un gran árbol hay una pequeña plaza. Una explanada de tierra rojiza y, en el centro, un pozo construido con ladrillos antiguos. Es circular, con un cubo de cinc medio roto apoyado a un lado y una polea todavía unida a un viejo arco de hierro antiguo, negro, similar a un arco iris, sólo que de hierro y sin todos sus colores, que desaparece en los bordes del pozo.

—Mira abajo.

Me asomo, atemorizada. Massi se percata de mi miedo y me abraza.

—¿Ves el agua que hay al fondo?… Se ve la luna.

—Sí, la veo… Se refleja en ella.

—La luna está tan alta porque está llena. Hay una antigua leyenda…

—¿Cuál?

—Tienes que formular un deseo, y si consigues acertarle en el centro a la luna con una moneda, tu sueño se hará realidad. Es la leyenda de la luna en el pozo.

Se calla y me mira risueño. A lo lejos se oyen algunos ruidos nocturnos. Alguna luciérnaga se enciende y se apaga en la hierba de alrededor. Nada más. Massi se mete la mano en el bolsillo y encuentra dos monedas.

—Ten. —Me pasa una, después me da un beso y me susurra—: Procura acertarle a la luna…

De manera que me asomo al pozo. Ya no tengo miedo. Me inclino un poco más y alargo la mano. Ahí, en el centro, por encima de la luna. Cierro los ojos y formulo mi deseo. Uno, dos… Abro la mano y dejo caer la moneda en la oscuridad. Ésta se aleja cada vez más de prisa, desaparece en el silencio del pozo. La veo girar, volar durante unos instantes… Luego nada. Entonces me concentro en la luna que está ahí abajo, en el fondo del pozo, reflejada en la oscuridad del agua. Y, de repente…, ¡plof!, veo que la moneda da de lleno en el blanco.

—¡Le he dado! ¡Le he dado!

Salto de alegría, abrazo a Massi con todas mis fuerzas y le planto un beso en los labios. Él se echa a reír.

—¡Muy bien! Ahora me toca a mí…

Espera a que el agua oscura del fondo vuelva a calmarse. Ya está. De nuevo reina el silencio. Una luna virtual resplandece otra vez en el fondo del pozo. Massi extiende la mano, cierra los ojos y, en ese momento, formula su deseo. Yo también los cierro y aprieto los puños deseando ardientemente que sea el mismo que el mío… Luego veo que abre la mano de golpe. La moneda cae en la oscuridad del pozo. Me inclino un poco más sobre el borde para intentar seguirla hasta que… ¡plof!

—¡Ahí está! ¡¡Yo también he dado en el blanco!!

Y nos abrazamos y nos damos otro beso y otro y otro, mirándonos a los ojos, hambrientos de amor. Después nos separamos por un instante. Silencio. Lo miro.

—Qué pena que los deseos no puedan contarse.

—Ya… Si no, no se cumplen…

Massi sonríe en la oscuridad de la noche. Busca mis ojos.

—Sí…, así es.

Sin dejar de sonreír, se acerca a mí y me da un último beso, precioso, tan maravilloso que casi parece susurrar: nuestros deseos son idénticos…

Mayo

Películas que hay que ver en mayo:
Aspettando il solé
.

¿Canción del mes de mayo?
Tre minuti
, de Negramaro.

¿La atmósfera más romántica? En mayo, por descontado. El atardecer entre las 7 y las 8, cuando oscurece y el crepúsculo es rosa.

¿Estás enamorada en este momento? Me asusta decir que estoy enamorada, pero lo cierto es que soy inmensamente feliz.

¿Crees en los fantasmas? Creo que, en ocasiones, los recuerdos son fantasmas.

¿Perdonas la traición? Engañar significa que se ha dejado de amar. No hay nada que perdonar, lo que ocurre es que algo se ha acabado…

¿Eres vengativa? No.

¿Crees en el verdadero amor? Por supuesto.

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