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Authors: Jude Watson
El Templo Jedi está siendo atacado. Un peligroso intruso se ha infiltrado entre los jóvenes aprendices y ha intentado matar a Yoda. Todos los habitantes del Templo, incluso los miembros del Consejo Jedi, son sospechosos. Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon Jinn volverán a unir sus fuerzas para descubrir el origen de la conspiración. Si no lo consiguen, el Templo será destruido, y, esta vez, el ataque llegará desde el interior. Qui-Gon ya no está a su lado para ayudarle. Ahora, Obi-Wan está solo.
Jude Watson
Cautivos del Templo
Aprendiz de Jedi 7
ePUB v1.0
LittleAngel01.11.11
Título Original:
Jedi Apprentice: The Captive Temple
Año de publicación: 2002
Editorial: Alberto Santos Editor
Traducción: Virginia de la Cruz Nevado
ISBN: 84-95070-07-3
El cambio que había sufrido el Templo Jedi sorprendió a Obi-Wan Kenobi, incluso antes de entrar. Normalmente, el Templo era un lugar para la meditación y el estudio; aunque el silencio solía verse interrumpido por el sonido acallado de risas tras una puerta cerrada, voces agitadas de niños pequeños o el murmullo del agua de las fuentes.
Pero ahora ya no hay paz
, pensó Obi-Wan. La calma era casi inquietante. No era el silencio habitual que acompañaba a los habitantes del Templo. Era la quietud cautelosa de un santuario asediado.
Obi-Wan, junto al que fuera su Maestro, Qui-Gon Jinn, estaba frente a la puerta cerrada de la Sala del Consejo Jedi. En cualquier momento les llamarían para entrar. Les habían pedido que volvieran al Templo por la más devastadora de las razones: alguien había atacado al Maestro Jedi Yoda.
Obi-Wan miró a Qui-Gon. Para un observador normal, podría parecer que Qui-Gon mantenía su usual compostura. Pero Obi-Wan le conocía bien y podía percibir la aguda aflicción que latía bajo el control.
El Templo se encontraba en estado de máxima seguridad. De esta forma, se había prohibido completamente la entrada a los extraños; pero ahora, incluso los Caballeros Jedi tenían órdenes de no acudir hasta nuevo aviso. Todas las entradas y salidas eran controladas, y nadie tenía permiso para marcharse a no ser que fuera por la más urgente de las misiones. Aunque la mayoría de los Jedi conocían de vista a Qui-Gon, tanto él como Obi-Wan tuvieron que pasar por un escáner de retina antes de entrar en el Templo desde el nivel del espaciopuerto.
Qui-Gon daba golpecitos con el dedo en la empuñadura de su sable láser. De repente se detuvo y su expresión se suavizó. Obi-Wan supo que Qui-Gon estaba buscando la Fuerza para encontrar su centro de calma.
Obi-Wan intentó controlar su propia aprensión, listaba ansioso por encontrar respuestas y lleno de especulaciones, pero no se atrevió a romper el silencio. Las relaciones entre él y su antiguo Maestro habían sido un tanto tensas desde que Obi-Wan había decidido que no podía seguir siendo el padawan de Qui-Gon. Había renunciado a su formación de Jedi para poder ayudar al joven pueblo de Melida/Daan a pacificar su planeta. Obi-Wan se estaba dando cuenta ahora del error que había cometido, Él era un Jedi de corazón. Lo único que deseaba era que le volvieran a aceptar en la Orden y volver a ser el padawan de Qui-Gon.
El Maestro Jedi le había dicho a Obi-Wan que le había perdonado por abandonar a los Jedi. Pero si le había perdonado de corazón, ¿por qué surgía ese silencio tenso entre ellos? Qui-Gon era un hombre reservado, pero Obi-Wan había aprendido a contar con el cariño y el respeto que a menudo veía en los ojos de su antiguo Maestro, así como con sus ocasionales dosis de humor.
Obi-Wan sabía que una vez que le llamaran para entrar a la Cámara del Consejo, su propio destino estaría sellado. Se le aceleró el corazón al pensar que quizás el Consejo había votado en favor de su regreso. Le había dicho a Yoda que lamentaba profundamente su decisión y esperaba que el Maestro Jedi intercediera por él.
Obi-Wan se puso una mano en la frente. La ansiedad le había hecho sudar. ¿O es que hacía más calor del normal en el Templo?
Estaba a punto de preguntar a Qui-Gon cuando la puerta de la Cámara del Consejo se abrió con un siseo. Obi-Wan entró en la sala detrás de su Maestro. Los doce miembros del Consejo estaban sentados en semicírculo en la Cámara. La luz gris inundaba la habitación desde los enormes ventanales que daban a las torres y agujas blancas de Coruscant. En el exterior, las delgadas nubes parecían finas sábanas metálicas. De vez en cuando, se abrían y se veía el destello plateado de las alas de una nave reflejando un rayo de sol.
Obi-Wan sólo había estado unas pocas veces en la Sala del Consejo. Siempre se quedaba asombrado por la intensidad de la Fuerza en aquel lugar. Con tantos Maestros Jedi en el mismo sitio, el aire parecía cargado.
Sus ojos buscaron de inmediato a Yoda. Fue un alivio para él ver al Maestro Jedi sentado en su sitio habitual, aparentemente tranquilo y saludable. La mirada de Yoda pasó por él inexpresiva y fue a parar a Qui-Gon. Obi-Wan sintió una punzada de preocupación. Ojalá la mirada de Yoda hubiera sido más tranquilizadora.
Qui-Gon tomó asiento en el centro de la habitación y Obi-Wan se sentó junto a él.
Uno de los miembros más antiguos del Consejo, Mace Windu, no perdió el tiempo con preliminares.
—Gracias por venir —dijo con su habitual solemnidad y frunció el ceño con gesto preocupado—. Para ser sincero, este suceso nos ha conmocionado. El Maestro Yoda, como de costumbre, se levantó antes del amanecer para meditar y fue a la Estancia de las Mil Fuentes. Antes de llegar a un puentecillo, percibió una emanación del Lado Oscuro de la Fuerza. Dudó un momento, escuchando a la Fuerza y, en esa milésima de segundo, explotó un dispositivo colocado bajo el puente. La intención era asesinar a Yoda. Afortunadamente, no es tan fácil engañarle.
Mace Windu se detuvo. Un temblor colectivo recorrió a todos los presentes en la Sala del Consejo. Muchas personas dependían de la sabiduría de Yoda.
—Mace Windu —dijo Yoda cortésmente—, aquí con vosotros ahora estoy. Detenernos en el posible pasado no debemos. Sí en la solución centrarnos.
Mace Windu asintió.
—El Maestro Yoda pudo ver a alguien que llevaba un hábito de meditación. Estaba agachado bajo una cascada y luego desapareció entre la corriente.
—Fuerte en el Lado Oscuro él era —dijo Yoda asintiendo.
—Sabemos que Bruck Chun no ha abandonado el Templo desde que descubriste que era el culpable de los robos —dijo Mace Windu a Qui-Gon—, pero aún no sabemos con quién está aliado. Sólo sabemos que hay un intruso en el Templo.
—¿Se le ha vuelto a ver? —preguntó Qui-Gon.
—No —dijo Mace Windu, y sacó una hoja del posabrazos de su sillón—. Pero esta mañana un estudiante encontró esto. Lo dejaron ante la puerta de una Sala de Meditación.
Qui-Gon cogió la hoja que Mace Windu le entregaba. La leyó y después se la dio a Obi-Wan.
Meditad sobre esto, Maestros. La próxima vez no fallaré.
Mace Windu descansó las manos en los posabrazos.
—Evidentemente, todo esto ha sido el centro de nuestros debates y reflexiones. Percibimos al Lado Oscuro en funcionamiento. Y, por si fuera poco, parece que el intruso se las ha arreglado para sabotear nuestra estructura central de energía. Quizás os hayáis dado cuenta del calor que hace. Tenemos un extraño problema con el aire acondicionado. Cada vez que Miro Daroon arregla algo en el Centro Técnico, surge otra avería en otra parte. También ha habido varios problemas con los sistemas de iluminación y comunicación en algunas zonas del Templo. Miro apenas puede con todo.
Obi-Wan estaba perplejo. Mace Windu no le había mirado ni una sola vez durante su discurso informativo. ¿Qué hacía él allí? Técnicamente no era un Jedi, ya que el Consejo no le había ofrecido que volviera. Y, desde luego, tampoco era el padawan de Qui-Gon.
En ese momento, todos los rostros del Consejo se volvieron hacia él. La intensa mirada de Mace Windu estudió su expresión. Obi-Wan luchó por recordar su entrenamiento de Jedi para mantener la compostura. No era agradable tener a doce Maestros Jedi contemplándole. La penetrante mirada de Mace Windu era la más severa de todas. Sus ojos oscuros parecían llegar a lo más profundo del corazón, como si husmearan entre sentimientos secretos de los que ni siquiera uno mismo era consciente.
—Obi-Wan, esperamos que tengas alguna información sobre lo que se propone Bruck Chun —dijo Mace Windu con seriedad.
—Yo no era su amigo —dijo Obi-Wan sorprendido.
—Eras su rival —dijo Mace Windu—. Eso podría sernos todavía más útil.
Obi-Wan estaba un tanto confuso.
—Pero yo no conocía bien a Bruck. Podría predecir sus movimientos en un duelo de sables láser, sí; pero no podría decir lo que tiene en la cabeza o en el corazón.
Nadie dijo nada. Obi-Wan se esforzó por ocultar su aprensión. Había decepcionado a los Maestros Jedi una vez más. No había en toda la habitación un rostro amistoso. Ni siquiera Yoda le animaba. Quiso secarse las palmas de las manos en su túnica, pero no se atrevió.
—Por supuesto, haré todo lo que esté en mi mano para ayudar —añadió rápidamente—. Sólo tenéis que decirme lo que queréis que haga. Puedo hablar con sus amigos...
—No es necesario —le interrumpió Mace Windu, entrelazando las manos—. Hasta que el Consejo tome una decisión, te rogamos que no interfieras en los asuntos del Templo a no ser que te lo pidamos expresamente.
Obi-Wan se sintió herido.
—¡El Templo es mi hogar! —exclamó.
—Evidentemente, y eres bienvenido aquí hasta que se resuelva tu situación —dijo Mace Windu—. Todavía queda mucho por discutir.
—Pero una amenaza real se cierne sobre el Templo —discutió Obi-Wan—. Necesitáis ayuda. Y yo no estaba aquí cuando se produjeron los pequeños robos. Soy de los pocos estudiantes Jedi que pueden descartarse de la lista de sospechosos. Tal vez alguien ayudó a Bruck. Yo podría investigarlo.
Para su tristeza, Obi-Wan se dio cuenta de que había cometido un error. Debería haber sabido que era un error pedir al Consejo que le admitieran de nuevo basándose en el hecho de que podía ser útil en un momento de crisis.
La mirada severa de Mace Windu le cortó como el hielo.
—Creo que los Jedi pueden arreglárselas para resolver la crisis sin tu ayuda.
—Por supuesto —dijo Obi-Wan—, pero me gustaría decirles a todos los Maestros Jedi que me siento profundamente arrepentido de mi decisión. Me pareció bien en su momento, pero ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. No hay nada que desee más que recuperar lo que tenía antes. Quiero ser un padawan. Quiero ser un Jedi.
—Recuperar lo que antes tenías no puedes —dijo Yoda—. Diferente eres. Diferente es Qui-Gon. Cada momento más diferente te hace. Cada decisión un coste tiene.
Ki-Adi-Mundi tomó la palabra.
—Obi-Wan, no solamente has traicionado la confianza de Qui-Gon, sino la confianza del Consejo. No pareces ser consciente de ello.
—¡Claro que lo soy! —exclamó Obi-Wan—. Me hago responsable y lo siento de veras.
—Tienes trece años, Obi-Wan. Ya no eres un niño —dijo Mace Windu frunciendo el ceño—. ¿Por qué hablas como si lo fueras? Disculparse no hace desaparecer la ofensa. Interferiste en los asuntos internos de un planeta sin la aprobación oficial de los Jedi. Desafiaste las órdenes de tu Maestro. Un Maestro depende de la lealtad de su padawan, al igual que el padawan depende de la de su Maestro. Si esa confianza se rompe, el lazo se deshace.