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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (63 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Una de las cosas más difíciles en el Trabajo es perseverar después que la propia vanidad ha sido herida. Esto nos muestra simplemente cómo hacemos las cosas por vanidad, sin darnos cuenta de ello. Toda la explosiva, erizada, camorrera susceptibilidad de la vida se debe a los dos gigantes emocionales, Vanidad y Orgullo. ¿Puede usted perseverar en una tarea después que le han dicho que no sirve para ella? Su vanidad ha sufrido, pero puede ayudarlo su orgullo. De todos modos, si puede hacerlo, entonces es preciso que tenga la seguridad de que su acción no se debe únicamente a la personalidad, sino a algo genuino, más profundo y por lo tanto más real. Empero, quizá se deba al orgullo, que se
exterioriza,
y acude en socorro de la vanidad ofendida. Al mismo tiempo cabe la posibilidad de perseverar en el Trabajo por medio del orgullo
interiorizado,
y hallar eventualmente razones genuinas que no tienen nada que ver con los sentimientos superficiales, sino que surgen de una verdadera valoración del Trabajo mismo. Esto es alcanzar una emoción que está más allá de la emoción de sí. Es preciso recordar que en una escuela plenamente desarrollada de este Trabajo, la vanidad suele ser herida casi todos los días, y que muchos abandonarán indignados el Trabajo. Al entrar en el Instituto de Francia nos dijeron que la "personalidad no tenía derecho a existir en ese lugar". Pero no prestamos mucha atención a esta frase. No nos dimos cuenta de su significado —salvo mucho tiempo después. Hablando desde un nivel más elevado, recordemos cuánta gente abandonó a Cristo porque "fueron agraviados por él". Ello significa que se habían identificado emocionalmente con la vanidad de su propio valor. Ser así es en verdad un fastidio. Descubrirán porque digo esto, si ya no lo saben. Pero en todo ello hay un aspecto más hondo —es decir, aquel en que el Trabajo lo lleva realmente en contra de sí mismo. Aquí está el punto en que la gente se olvida de trabajar y se siente simplemente perdida. Aquí está el lugar en que es posible anhelar el no estar tan identificado emocionalmente con lo que se es. Es como aferrarse a una ilusión de la que no es posible liberarse aunque haya perdido todo su valor. Es preciso, empero, darse cuenta de que se ha estado "aferrado" a una ilusión llamada "Yo" y que sólo más allá de esa ilusión se pueden lograr cosas verdaderas —es decir, las mismas cosas, pero de un modo diferente.

Examinemos ahora otro aspecto del estar identificado emocionalmente, que nos hace ver una de las muchas dificultades de llegar a ser pasivo para consigo mismo —para esa persona llamada
A,
para ese activo monstruo-Frankenstein que se ha logrado construir, y que ahora se destaca tan majestuosamente en nuestro pequeño mundo y se hace cargo de nosotros, y habla como si fuera "Yo" y sigue cantando toda clase de loas, grandilocuentes y jactanciosas así como piadosas y tímidas. Este monstruo, esta
máquina,
a la cual está atado— ¿qué piensa de ella? ¿Le gusta? Todos tienen cariño a su máquina. Recuerde que el Trabajo enseña que cada hombre es una máquina, pero que las máquinas son de diferente clase —algunas son vociferantes como los cañones Bren, o castañeteantes como las máquinas de escribir, y otras son silenciosas como el contador eléctrico que está en el vestíbulo. Ahora bien, las personas suelen compararse a sí mismas con las otras personas. Es decir, las máquinas se comparan a sí mismas con máquinas y se identifican mediante la comparación consigo mismas. Si es una máquina ruidosa es posible que se sienta superior a una máquina silenciosa. Y si por el contrario es una máquina silenciosa agradecerá a Dios por no ser una máquina ruidosa. Este es el origen de la identificación emocional consigo mismo —es decir, de simpatizar consigo mismo. Se dice en los Evangelios que un hombre debe llegar a
aborrecerse a sí mismo.
Este Trabajo emplea un idioma diferente pero tiene el mismo significado profundo. El Trabajo dice que un hombre debe llegar a ser pasivo para consigo mismo. Pero es muy penoso ir en contra de la manera acostumbrada en que se reacciona ante la vida. Se siente que se pierde demasiado. Empero, lo que se pierde no es real y al cabo de un tiempo se empieza a sentir que nuevas formas de vida pasan dentro de uno. Se vuelven a ver las mismas escenas, pero se es un hombre diferente. Es el mismo mundo exterior, pero se lo toma de una manera por completo diferente. Es la misma clase de cosa, la misma clase de eventos, pero las relaciones con ellos son por completo diferentes. Es siempre la misma gente, pero se la ve y se la siente de un modo por completo diferente. Al pasar de un nivel de ser y de experiencia, a un nuevo nivel, hay una brecha muy penosa. Es lo mismo que abandonar algo familiar. Si se persevera en el Trabajo, al cabo de un tiempo se verá que es posible experimentar todo plenamente, pero en un nivel distinto —es decir,
de una manera nueva.

Birdlip, 5 de junio, 1943
Consideración Interna y Consideración Externa XIII
sobre ser pasivo (7) Asociaciones

Es preciso que la mente se acostumbre a pensar sobre las ideas del Trabajo. un hombre sólo puede pensar según sus ideas. Si piensa siempre con sus ideas, habituales, sus pensamientos seguirán siempre los mismos circuitos. En su mente todo girará en redondo. Por lo general este es nuestro estado habitual. ¿Cuándo ha tenido un pensamiento que lo condujo a alguna parte? Las ideas del Trabajo se proponen cambiar la mente. Son muy poderosas. Pensar según una idea de este Trabajo —tal como la de que el hombre está dormido en la tierra y que esta es la verdadera razón de la confusión general— pensar según esa poderosísima idea es pensar de una manera nueva. Esto significa que
nuevas
conexiones y asociaciones se establecen en la mente y que la energía psíquica empieza a recorrer nuevos caminos. Esta es siempre una buena experiencia. El establecimiento de las nuevas conexiones abre la mente y le da nueva energía. Pensar siempre de la misma manera, como se ha dicho a menudo, es lo mismo que recorrer una pradera una y otra vez usando el mismo estrecho sendero. De resultas de ello el pasto se gasta exactamente en los mismos lugares. Debido al tremendo impulso mecánico a que estamos sometidos en este lejano planeta, los hábitos de pensamiento se forman muy rápidamente y persisten durante toda la vida. Es por eso por lo cual es tan difícil llegar a ser pasivo a las típicas maneras asociativas de pensamiento, en especial al presuponer que son ciertas. La verdad es, para nosotros, nuestros hábitos mentales. Nada es tan evidente como el hecho de que la identificación de la gente con su manera de pensar es tan grande que nada puede alterarla. Pero esto no se aplica solamente a las otras personas. Se aplica a nosotros mismos. No nos damos cuenta de que tenemos
hábitos mentales,
tal como el Trabajo los llama, del mismo modo que tenemos hábitos de sentimiento, de movimiento y de apetito. Los hábitos existen en todos los centros porque los centros están tan cubiertos con una red de asociaciones, como un país cruzado por líneas férreas. Si pudiéramos empezar con una máquina nueva las cosas serían diferentes. Pero empezamos con una máquina sucia y usada. Sin embargo, aunque esto ocurra así, por medio de la no identificación con los característicos hábitos de mente y sentimiento (para empezar) es mucho lo que se puede lograr de valioso.

Demos otro ejemplo. El instrumento físico del pensamiento es el cerebro. El cerebro contiene algo así como 14.000.000.000 de células nerviosas distintas, cada una de las cuales tiene unas 100 ramas o conexiones con otras células nerviosas. Lo reproduciremos en pequeña escala, en un sencillo diagrama.

Diagrama que muestra tres células nerviosas

Este diagrama muestra un impulso nervioso o psíquico que entra en el campo bajo observación en A y pasa a través de la célula nerviosa (1) a la célula nerviosa (2) y luego a (3) siguiendo una sola
vía,
señalada con la línea gruesa. Pero es preciso observar que ese impulso que entra en A puede seguir muchos otros caminos. Y si se recuerda que hay alrededor de 14.000.000.000 de células cerebrales, cada una con 100 prolongaciones o conexiones, se comprenderá entonces de cuántas maneras es posible tomar una cosa —es decir, a lo largo de cuantos caminos diferentes puede viajar teóricamente un impulso. Pero por hábito los impulsos siguen caminos acostumbrados y así se producen los mismos resultados.

Tratemos de visualizar el número infinito de caminos posibles que una impresión podría seguir. En realidad todo ocurre como en la pradera que recorremos siguiendo senderos conocidos. Es decir, vivimos por
asociaciones.
Pensamos y sentimos por asociaciones. Y por cierto nos movemos por asociaciones; pero como nuestros movimientos son a menudo equivocados, en última instancia es preciso romper algunas de esas asociaciones. Hablamos aquí de los pensamientos asociativos y de los sentimientos o emociones asociativos —es decir, del pensamiento mecánico y de la simpatía y antipatía mecánicas, de las emociones negativas mecánicas, etc. Hablando desde un ángulo diferente, el Trabajo dice que vivimos en el
piso bajo
de nosotros mismos. El piso bajo significa la división mecánica de los centros. El piso bajo del Centro Intelectual es la parte formatoria —es decir, la parte Motora del Centro Intelectual. El piso bajo del Centro Emocional es su parte motora o mecánica. En aquellas partes, vivimos casi siempre debido a las asociaciones mecánicas. Nos levantamos, bostezamos, tomamos nuestro desayuno, hacemos nuestras observaciones usuales, expresamos nuestras opiniones acostumbradas, empleamos nuestras frases habituales, hacemos nuestros chistes usuales, exhibimos nuestras acostumbradas simpatías y antipatías, etc. En este sentido, vivimos en el piso bajo y también, en idéntico sentido, vivimos por medio de las asociaciones. Si falta algo, o si algo es inusitado, nos sorprendemos y es probable que protestemos ruidosamente. Pero a condición de que reconozcamos todo a la primera mirada, a condición de que todo sea rutinario y conocido, nos damos por satisfechos. Esta es nuestra vida mecánica. No nos costaría nada darnos cuenta de ello por medio de la observación de sí. Y si no sentimos deseo alguno de ser diferentes, no hay razón para que lo seamos. Pero un hombre puede llegar a este punto del despertar, o de la conciencia de sí, en el que se da cuenta de su mecanicidad y primero comienza por sorprenderse, y luego se siente incómodo, y finalmente disgustado consigo mismo. Es, claro está, inútil sentirse vagamente disgustado consigo mismo. Muchos lo hacen. Muchos oscilan entre un sentimiento de su propio valer y un sentimiento de desesperación. Pero esto no lleva a ninguna parte. Es meramente el vaivén del péndulo. Lo que nos disgusta ha de ser domeñado. Por ejemplo, en relación con el trabajo del Centro Intelectual desde el lado del
pensamiento asociativo,
es preciso observar alguna cadena característica de asociaciones o pensamientos que se desea cambiar y llegar a ser
pasivo
a ella. Esto significa que no hay que decir "Yo" a ella, no creer que "Yo" está pensándola, sino que es la máquina de las asociaciones la que la piensa.
Ello
está pensando, no "Yo". Para no identificarse, es preciso sacar todo el sentimiento de "Yo" de una cosa. Pero como se sabe, siempre tomamos cada suceso psíquico en nosotros, es decir, cada pensamiento y sentimiento, como "Yo" —como uno mismo— como
mí.
Y esta actitud hacia nuestro mundo psíquico es tan insensata como la correspondiente actitud hacia el mundo exterior que" obtenemos por medio de nuestros sentidos. No tomo la mesa como
mí,
como "Yo". Ni tampoco es necesario que tome mis pensamientos de esta manera.

Ahora bien, hemos hablado de "vivir en el piso bajo" —es decir, en las asociaciones pertenecientes a las partes mecánicas de los centros. Esta noche deseo hablarles de las
tres
categorías de asociaciones que son posibles para nosotros, según la enseñanza del Trabajo —a saber, las asociaciones que se producen involuntariamente, las que se producen voluntariamente, y las asociaciones de orden superior, que se establecen en nosotros en relación con las ideas del Trabajo. Examinemos estas tres categorías unas tras otra.

Casi todas nuestras asociaciones se producen involuntariamente. Estas son asociaciones que suceden sencillamente debido a las circunstancias. Por ejemplo, cuando era niño, mientras estaba comiendo una pera, un horrible gusano salió de la fruta. La "pera", su sabor, olor, forma, etc., se ponen en relación con el "horrible gusano", simplemente debido a que las dos cosas sucedieron al mismo tiempo. Así se establece una asociación entre estas dos cosas, una agradable y la otra desagradable. Si la misma experiencia sucede otra vez, es probable que nunca se gustará mucho de las peras —y ello se deberá enteramente a la vía de asociaciones establecida
involuntariamente
en la máquina. El objeto "pera" se anunciará automáticamente al objeto "gusano". O el secretario al oír la palabra "pera" agregará en seguida la palabra "gusano". O más estrictamente, la vista de una pera pondrá un rollo en movimiento que pondrá en marcha automáticamente a otro rollo en el cual está grabado el recurso del "gusano". Lo importante es que todo es mecánico —un trocito de mecanismo— y esto se formó
involuntariamente.
Sólo agregaré aquí que muchas enfermedades son debidas a asociaciones involuntarias que se han hecho habituales.

Ahora encararemos la próxima clase de asociaciones, llamadas voluntarias. A esta clase pertenecen las asociaciones formadas en la máquina por toda clase de adiestramiento. Estas asociaciones no se establecieron involuntariamente sino que lo fueron voluntariamente, aunque puedan estar mezcladas con asociaciones involuntarias. Un hombre a quien se le enseñó a leer y escribir posee una especial y muy compleja serie de asociaciones establecidas en él
voluntariamente,
en parte por la voluntad de otro, en parte por la propia voluntad. Un hombre a
quién
se le enseña a montar a caballo o a patinar, posee nuevamente
asociaciones voluntarias
conectadas con el centro motor. Un hombre que llega a ser un matemático posee en forma similar muy complejas asociaciones voluntarias formadas en su mente durante un largo período, que ha adquirido deliberadamente. En breves palabras, toda la educación finca en establecer asociaciones que se forman
voluntariamente,
pero éstas no se forman necesariamente así. En parte se establecen inconscientemente —es decir, son formadas involuntariamente. Pero si un hombre
se afana
en aprender algo y emplea su atención encaminándola hacia ese fin, entonces las asociaciones se establecen en él voluntariamente.

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