Contra el viento del Norte (5 page)

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Authors: Daniel Glattauer

BOOK: Contra el viento del Norte
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Asunto: Encuentro

Querida Emmi:

¿Y si al menos llevamos a término nuestro «encuentro de identificación»? Es probable que luego nos resulte un poco más fácil renunciar al «acercamiento que no puede ser». Emmi, no puedo dejar de pensar en ti sólo con dejar de escribirte y de esperar mensajes tuyos. Me parece tan trivial y pragmático... ¡Hagamos nuestra prueba! ¿Qué dices?

Saludos cariñosos,

Leo

(Mi pijama nuevo no puede describirse, hay que verlo y tocarlo.)

Una hora y media después

Re:

¿El domingo que viene, de 15.00 a 17.00, en el café Huber? Un saludo afectuoso,

Emmi

(Leo, Leo... Eso de que el pijama «hay que verlo y tocarlo» ha sido un auténtico flirteo. Es más, si no viniese de ti, habría dicho: ¡un flirteo de lo más vulgar!)

50 minutos después

Fw:

¡De acuerdo! Pero no lleguemos a las tres en punto ni nos marchemos a las cinco en punto. Tampoco nos busquemos demasiado con la vista. Y sobre todo: nada de ostentaciones delatoras. No puedes acercarte a mí en un arrebato de desenmascaramiento y preguntarme: tú eres Leo Leike, ¿verdad? Tenemos que darnos realmente la oportunidad de no reconocernos. ¿Sí?

Ocho minutos después

Re:

Sí, sí, descuida, señor lingüista, no me acercaré demasiado a ti. Para evitar más confusiones, propongo que hasta el domingo decretemos veda de correo electrónico. Hasta entonces no volveremos a escribirnos, ¿de acuerdo?

40 segundos después

Fw:

De acuerdo.

30 segundos después

Re:

Lo que no quiere decir que ahora debas irte de juerga todas las noches al bar de felpa.

25 segundos después

Fw:

Claro que no, además, no tiene ninguna gracia si Emmi Rothner, ya sólo ante la idea de que pudiera hacerlo, no me pide cuentas a cada hora.

20 segundos después

Re:

Entonces me quedo tranquila. Hasta el domingo, pues.

30 segundos después

Fw:

¡Hasta el domingo!

40 segundos después

Re:

¡Y no olvides cepillarte los dientes!

25 segundos después

Fw:

Emmi, siempre tienes que decir tú la última palabra, ¿verdad?

35 segundos después

Re:

En principio, sí. Pero si vuelves a contestarme una vez más, dejaré que seas tú quien la diga.

40 minutos después

Fw:

Epílogo sobre el pijama. Yo he escrito: «Hay que verlo y tocarlo». Tú has contestado que, si te lo hubiese dicho otro, habría sido un vulgar flirteo. Rechazo la idea. Exijo que en lo sucesivo tomes mis vulgares flirteos como flirteos vulgares, tal como harías con cualquier otro. Déjame ser todo lo vulgar que soy. En este caso concreto: tendrías que tocar mi pijama, de verdad, es estupendo al tacto. Dame una dirección y te lo enviaré como muestra. (¿Sigue pareciéndote vulgar?)

¡Buenas noches!

Dos días después

Asunto: Disciplina

¡Enhorabuena, Emmi! Eres muy disciplinada. Hasta pasado mañana en el café Huber.

Leo

Tres días después

Sin asunto

Hola, Leo: ¿Estabas allí?

Cinco minutos después

Fw:

¡Por supuesto!

50 segundos después

Re:

¡Joder! Me lo temía.

30 segundos después

Fw:

¿Qué es lo que te temías, Emmi?

Dos minutos después

Re:

Todos los hombres que podrían haber sido Leo Leike quedaban descartados, me refiero al aspecto puramente visual. Lo siento, tal vez suene cruel, pero lo digo tal como es. De verdad, Leo: ¿estuviste ayer, entre las tres y las cinco, en el café Huber? No hablo de estar escondido en el lavabo o atrincherado en el edificio de enfrente, me refiero a si estuviste efectivamente en la barra o en una mesa, sentado o de pie, en cuclillas o de rodillas, da igual.

Un minuto después

Fw:

Sí, Emmi, en serio, estuve allí. ¿Cuáles eran los hombres que según tú podrían haber sido Leo Leike, si me permites la pregunta?

12 minutos después

Re:

Querido Leo:

Me espanta entrar en detalles. Dime una sola cosa: ¿no eras por causalidad, esto..., cómo decirlo, aquel señor con todo el cuerpo cubierto de vello como púas de metal, fornido, más bien bajito, con una camiseta que un día fue blanca y una imitación de jersey de esquí violeta atado a la cintura, que bebía un Campari o algo rojizo en la esquina de la barra? Si eras tú, lo único que puedo decir es que sobre gustos no hay nada escrito. Seguramente habrá bastantes mujeres que consideren muy interesante y atractivo a un tío como ése. Y no me cabe duda de que algún día aparecerá la mujer de su vida. Pero, para ser francos, no serías precisamente mi tipo, lo siento.

18 minutos después

Fw:

Querida Emmi:

Con el debido respeto a tu cautivadora franqueza que se desenmascara a sí misma, «no ser hiriente» no es tu fuerte. Al parecer es cierto que para ti el aspecto tiene máxima prioridad. Te comportas como si tu vida amorosa de las próximas décadas dependiera de lo físicamente atractivo que te parezca tu amigo por correo electrónico. Por cierto, de momento puedo tranquilizarte. El monstruo greñudo de la barra, que buscaba con la vista carne fresca, no coincide con mi persona. Pero sigue describiendo con confianza: ¿quién más no podría haber sido yo? Y a continuación la pregunta adicional: si soy uno de los que para ti eran «visualmente descartables», ¿se acabó nuestro contacto por correo electrónico?

13 minutos después

Re:

Querido Leo:

No, por supuesto que seguiremos escribiéndonos sin inconveniente. Ya me conoces: exagero muchísimo. Me dejo llevar por algo y no admito que me contradigan. Es que ayer no vi a ningún hombre que me haya parecido ni por asomo tan interesante como tú cuando me escribes, querido Leo. Y eso era precisamente lo que me temía: ninguna de esas sosas caras de domingo por la tarde que vi en el café Huber puede compararse ni por asomo con el modo en que te diriges a mí por escrito: tímido, cortés; luego certero; de pronto franco, encantador como un oso gris, a veces hasta un poco sensual, pero siempre muy sensible.

Cinco minutos después

Fw:

¿De veras ninguna? Quizá te haya pasado inadvertido.

Ocho minutos después

Re:

Querido Leo:

Me infundes nuevos ánimos. Pero lamentablemente no creo que me haya pasado inadvertido nadie que hubiese debido ver. Me parecieron bastante monos los dos pasotas con
piercings
que estaban sentados en la tercera mesa de la izquierda. Pero no tenían más de veinte. Un tipo muy interesante, tal vez el único, estaba haciendo manitas atrás a la derecha, en la barra, con una modelo rubia de piernas larguísimas, entre vampiresa y angelical. No tenía ojos más que para ella y no debe de haber mirado a nadie más. Luego había también un ex campeón europeo de remo, bastante simpático, que por desgracia esbozaba una sonrisa algo oligofrénica (¡no, ése no eras tú, Leo!). ¿Y quién más? Cortadores de césped de jardines familiares, accionistas de cervecerías que coleccionan posavasos de cartón, portadores de valijas diplomáticas enfundados en americanas de primera comunión, clientes fijos de las tiendas de materiales para la construcción, cuyos dedos han mutado en llaves inglesas, y alumnos de una escuela de vuelo sin motor, con infantiles miradas soñadoras, o sea, perpetuos chiquillos. Pero ningún tipo carismático en varias millas a la redonda. Ahora bien, yo me pregunto con angustia: ¿cuál de todos era mi psicólogo del lenguaje?, ¿cuál era mi Leo Leike?, ¿lo perdí aquella fatal tarde de domingo en el café Huber?

Una hora y media después

Fw:

Sin ánimo de parecer arrogante, querida Emmi: ¡ya sabía yo que no me reconocerías!

40 segundos después

Re:

¿QUIÉN ERAS, LEO? ¡DÍMELO!

Un minuto después

Fw:

Mañana seguimos charlando, querida Emmi, tengo un compromiso. Y da gracias a Dios de que ya has encontrado marido. Por cierto, quería hacer una tímida observación: aún no hemos hablado de ti, ¿lo has notado? ¿Quién sería Emmi Rothner? Continuará mañana.

Saludos cariñosos,

Leo

20 segundos después

Re:

¿Qué? ¿No irás a dejarme sola ahora? No puedes hacerme esto, Leo. ¡Contesta ahora mismo! ¡Te lo ruego!

Una hora y media después

Re:

Realmente no contesta. A lo mejor era el monstruo greñudo...

Capítulo 3

Al día siguiente

Asunto: Pesadilla

¡Lo sé, Leo Leike! Acabo de despertarme bañada en sudor. Ahora caigo en la cuenta. Pues sí que ha sido una maquinación perfecta. Desde un principio estabas segurísimo de que yo no te reconocería. No es de extrañar: ¡ERAS UN CAMARERO! Eres amigo del dueño, y él te dejó hacerte pasar por camarero durante dos horas, ¿verdad? También sé cuál de los camareros eras. En realidad no podías ser mas que uno, los demás son demasiado mayores: ¡eras el bajito y delgado, con gafas de concha negras redondas!

15 minutos después

Fw:

¿Y? ¿Desilusionada? (Por cierto, buenos días.)

Ocho minutos después

Re:

¿Desilusionada? ¡Lo que estoy es desengañada, ofendida, enfadada! Me has tomado el pelo. Me siento defraudada. Habías planeado este desagradable juego desde un principio. ¡Claro...! Fue tuya la idea de escoger el café Huber para encontrarnos. Probablemente todo el personal se habrá divertido a mi costa durante semanas. Me parece miserable, espantoso. Ése no es el Leo Leike que yo conocía. ¡No es el Leo Leike que yo habría conocido! No es el Leo que quiero conocer ni una pizca mejor. Con esta operación estropeaste todo lo que habíamos construido durante meses.

¡Que te vaya bien!

Nueve minutos después

Fw:

Pero ¿te gusto por lo menos? Visualmente, quiero decir.

Dos minutos después

Re:

¿Quieres una respuesta sincera? Te la daré con mucho gusto para terminar.

45 segundos después

Fw:

Si no es mucha molestia, te lo agradecería.

30 segundos después

Re:

No me pareces guapo. No me pareces siquiera feo. Me pareces absolutamente insustancial. Absolutamente aburrido. Nada interesante. Resumiendo: ¡pffffffffffffff..!

Tres minutos después

Fw:

¿De verdad? Pues suena realmente cruel. Así que puedo sentirme contento de no estar en el pellejo de ese hombre. Y de no haber estado en su traje de camarero. En una palabra: yo no era él, no lo soy y es posible que nunca lo sea. Por cierto, tampoco era ningún otro camarero. No era un empleado del servicio de entrega a domicilio ni un pinche de cocina. No era un policía de uniforme. Tampoco era la encargada de los lavabos. Era el Leo Leike normal y corriente, cliente del café Huber el domingo entre las tres y las cinco. Siento que no hayas dormido bien, querida Emmi Rothner, alias aspecto—antes—que—nada. ¡Siento que hayas desperdiciado una pesadilla!

Dos minutos después

Re:

¡Gracias, Leo! Ahora necesito un whisky.

15 minutos después

Fw:

Te propongo una cosa: mejor hablemos de ti, para que se aplaquen tus nervios. Te anticipo que para mí el aspecto de una mujer, aun cuando me parezca muy importante, por lo visto no es ni por asomo tan importante como lo es para ti el aspecto de un hombre. Distendido, pues, pude comprobar que en el momento en cuestión había en el café muchas mujeres muy interesantes que habrían merecido ser Emmi Rothner.

(Debo hacer una breve pausa, tenemos una reunión. Es que tengo otro trabajo aparte de mi profesión principal, pero dentro de poco ya no podré permitírmelo.)

Vuelvo en un par de horas y continúo, si te parece bien. Por cierto, deberías ir apartando la botella de whisky...

Diez minutos después

Re:

1) Me sigue pareciendo increíble que un hombre capaz de crear tanta intimidad al escribir, incluso de descubrir a Emmi en sus conductas mas íntimas (bebiendo whisky), me parece increíble, digo, que un hombre que escribe así tenga el aspecto de uno de los hombres que vi con mis propios ojos en el café Huber. Por eso te lo pregunto de nuevo, querido Leo: ¿es posible que no te haya visto? ¡Di que sí, por favor! No quiero que seas un hombre que pertenece a una de las categorías que mencioné ayer. Me darías tanta pena...

2) Quizá no hubiese tantas «mujeres muy interesantes» en el bar. Quizá lo que ocurre es que al señor Leike le interesan mucho muchas mujeres.

3) A pesar de todo, me gustaría estar en tu lugar. Tú puedes elegir entre una oferta «muy interesante» a la Emmi Rothner que te dicten tus ganas, tu antojo y tu imaginación. Mientras tanto, yo tengo que contentarme con un Leo Leike que en el mejor de los casos me pasó inadvertido, lo que no es precisamente una señal de calidad.

4) Por lo visto no tienes idea de quién soy. Bueno, ahora te toca a ti, Leo.

Dos horas después

Fw:

Gracias, Emmi, por fin otro programa por puntos rothneriano. ¿Puedo pasar directamente al punto 4? Te equivocas si piensas que no tengo idea de quién eres. No obstante, debo admitir que no lo sé con certeza. Hay sólo tres posibilidades. Estoy convencido de que eres una de esas tres mujeres. ¿Te importa si en la numeración de la tipología empleo letras en lugar de números, para que esto no parezca una ceremonia de entrega de premios en el podio? Bien, éstas son mis candidatas a Rothner:

a) El prototipo, la proto—Emmi. Estaba de pie en la barra, era la cuarta de la izquierda. Medía alrededor de 1,65, menuda, cabello oscuro y corto. Poco menos de 40 años. Inquieta, nerviosa, motricidad rápida, giraba sin parar su vaso de whisky (!!), cabeza altiva, mirada desdeñosa. (Ligera inseguridad encubierta con majestuosa arrogancia.) Pantalones, chaqueta: estilo desenfadado a la moda. Divertido bolso de fieltro. Zapatos verdes que parecían haber resultado los vencedores de la tarde de domingo en un surtido personal de cien pares (número aproximado: ¡37!). Observaba a los hombres como se los observa cuando uno procura que no se note. Rasgos: finos, algo tensos. Rostro: bonito. Personalidad: desenvuelta, rápida, temperamental. O sea, una auténtica Emmi Rothner.

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