Los dos hombres del todoterreno se acercaron hacia Fabel y Maria. El primero tenía alrededor de cincuenta y cinco años. Su pelo, cortado al rape, era blanco casi en su totalidad, así como la barba, salvo por algunas escasas insinuaciones de un pasado rubio muy claro. Estaba vestido con un traje gris claro que, como siempre, conseguía llevar como si fuera un uniforme de la SchuPo.
—Buenos días, Herr Kriminaldirektor —le dijo Fabel a su jefe, Horst van Heiden. El segundo hombre era más pequeño y más rollizo, con una piel rosada y cuidada; Fabel reconoció al ministro del Interior del Senado de Hamburgo y le hizo un leve saludo con la cabeza—. Herr innensenator Ganz…
—Buenos días, Herr Kriminalhauptkommissar Fabel. —Van Heiden señaló la tienda con un movimiento de cabeza—. ¿Es cierto?
—¿Qué es cierto, Herr Kriminaldirektor? —Fabel sabía exactamente qué quería saber Van Heiden, pero no estaba de ninguna manera dispuesto a divulgar información del caso delante de Ganz. Ya había tenido que enfrentarse a Ganz antes; era un político de carrera y, como el ministro responsable del crimen y la seguridad en Hamburgo, siempre parecía responsabilizar personalmente a la policía por cualquier caso importante que despertara los temores del público o que avergonzara al gobierno municipal o provincial.
La cara de Van Heiden, que nunca era precisamente cordial, se oscureció.
—¿Es cierto, Herr Kriminalhauptkommissar, que el cuerpo descubierto esta mañana es el de Laura von Klostertadt, la modelo y prominente miembro de la alta sociedad?
—Aún no hemos realizado ninguna identificación fehaciente, Herr Kriminaldirecktor. —Fabel miró a Ganz con una expresión harto significativa—. Y desde luego, no deseo que se emita ningún anuncio público antes de que la llevemos a cabo.
La tez ya rubicunda de Ganz enrojeció aún más.
—Me encuentro aquí en calidad tanto personal como profesional, Herr Fabel. Soy un antiguo amigo de la familia. De hecho, este mismo sábado asistí a la fiesta de cumpleaños de Laura. Conozco a Peter von Klostertadt desde hace muchos años. Si ésta sí es su hija, me gustaría transmitirle la noticia a la familia personalmente. —Reflexionó un momento. Había algo semejante a la incomodidad en su expresión—. Yo podría identificar el cuerpo, si lo desea.
—Lo siento, Herr Innensenator, este lugar sigue siendo el escenario del crimen. Estoy seguro de que lo entiende. De todas maneras, su presencia allí dentro podría ser considerada… bueno, inapropiada.
—Fabel… —El tono de Van Heiden era más de ruego que de reproche.
Fabel suspiró.
—Sí, daría la impresión de que el cuerpo es el de Laura von Klostertadt. No sabemos la causa ni la hora precisa de su muerte, pero no hay duda de que fue un crimen. —Hizo una pausa—. De hecho, estamos prácticamente seguros de que ha sido víctima de un asesino en serie que ya ha acabado con tres vidas, tal vez cuatro, además de ésta.
La expresión de Van Heiden se oscureció todavía más. Ganz negó con la cabeza con incredulidad.
—¿Cómo puede pasar algo así? ¿Cómo puede haberle pasado a Laura?
—No estoy seguro de entender lo que quiere decir, Herr Ganz. ¿Insinúa que lo extraño es que le sucediera a alguien tan conocido? ¿En lugar de alguna anónima cajera de supermercado?
—¡Es suficiente! —Fabel había logrado hacer saltar el fusible notoriamente corto de Van Heiden. Ganz levantó la mano para tranquilizar al Kriminaldirektor.
—Está bien, Horst. —No había animosidad en ese rostro rollizo y rubicundo—. No es eso, Herr Fabel. No es eso para nada. Yo soy, era, el padrino de Laura. La conocía desde que era una niña.
—Lo siento, Herr Ganz. Me he excedido. ¿Decía que la vio el sábado?
—Sí. En su fiesta de cumpleaños. Cumplía treinta y uno. En su mansión de Blankenese.
—¿Había mucha gente?
—Oh, sí. Diría que más de cien invitados. Tal vez ciento cincuenta.
—¿Ocurrió algo especial? ¿Algún incidente?
Ganz lanzó una risita.
—Era un acontecimiento de la alta sociedad, Herr Fabel. Ese tipo de encuentros están cuidadosamente planeados y organizados. Todos los que están allí van con un propósito, desde ser vistos junto a las personas adecuadas hasta hacer negocios. De modo que no, no hubo ningún «incidente».
—¿Ella tenía alguna pareja? ¿Algún novio?
—No. Ningún novio. Ninguna pareja. O, mejor dicho, ninguno significativo que yo pueda recordar. A pesar de toda su belleza y de su riqueza, la pobre Laura era una persona muy solitaria. Yo diría que la persona más cercana a ella era Heinz. Heinz Schnauber, su agente.
—¿Tenían una relación?
Ganz soltó una risita.
—No. Nada de eso. Heinz es un miembro de la brigada
Schwul ist Cool
.
—¿Gay?
—Mucho. Pero un gran amigo de Laura. Va a quedar devastado cuando se entere de esto.
Junto al cordón policial había llegado una cuadrilla de televisión y Fabel se dio cuenta de que muchos fotógrafos de la prensa habían enfocado sus teleobjetivos sobre ellos, como francotiradores esperando el momento del mejor disparo.
—Creo que estamos empezando a atraer demasiada atención. Herr Ganz, me gustaría hablar con usted un poco más sobre Fräulein von Klostertadt, pero en algún sitio menos público. Mientras tanto, le agradecería que se lo comunicara a la familia. Y si puedo hacer una sugerencia, Herr Kriminaldirektor, creo que sería una buena idea que usted estuviera presente.
Van Heiden asintió. Fabel observó cómo los dos hombres regresaban al Mercedes todoterreno. Notó que Ganz, por lo general amable con la prensa, alejaba a los periodistas con la misma irritada convicción con que lo hacía Van Heiden. En la última ocasión en que Fabel y Ganz se habían cruzado se había producido una fricción considerable. En aquella ocasión, Ganz había considerado que el asesino en serie que Fabel estaba persiguiendo generaba titulares embarazosos; pero esta vez la muerte había tocado a Ganz demasiado de cerca como para que se preocupara por la mala publicidad.
Fabel levantó la mirada hacia el inmenso edificio de la torre del Planetario. Había un mensaje allí. Y él no conseguía captarlo.
Lunes, 29 de marzo. 10:10 h
POLIZEIPRÅSIDIUM, HAMBURGO
Fabel recorrió con la mirada la mesa de la sala de reuniones, muy consciente de la ausencia de Werner y Anna. Tan sólo quedaban Maria y él del equipo principal y había tenido que convocar a dos Kommissars, Petra Maas y Hans Rodger, que pertenecían a la Sonder Kommission, el departamento de delitos sexuales, dirigido por la Kriminalhauptkommissarin Ute Walraf, y que estaba ubicado en la misma planta del Präsidium. Fabel conocía bien a ambos detectives y valoraba su apoyo, pero no pertenecían a su equipo habitual de la Mordkommission y él se sentía expuesto. Olsen, si era él quien había cometido esos crímenes, se estaba poniendo más audaz y prolífico, a pesar de que había estado a punto de ser capturado. Fabel y su equipo tendrían que moverse lo más rápido y eficientemente posible para evitar que volviera a matar.
Sentados a la mesa estaban, además, Susanne y Klatt, el Kommissar de Norderstedt. Fabel acababa de pedirle a Maria que empezara a informar al equipo del último homicidio cuando alguien golpeó a la puerta de la sala de reuniones y un agente uniformado de la SchuPo, alto, con el pelo color arena, apareció, moviéndose con incomodidad, en el umbral.
—Ah… Kommissar Hermann. —Fabel señaló una silla libre con un movimiento de la mano—. Gracias por venir. Me pareció que le gustaría participar en esta reunión.
Hermann sonrió mientras se sentaba y dejaba su gorra verde y blanca sobre la superficie de madera de cerezo antes de coger un cuaderno y depositarlo sobre la mesa.
—El Kommissar Hermann —explicó Fabel a los dentases el agente que identificó el doble homicidio en el Naturpark Harburger Berge como un posible asesinato en serie, y quien preservó con tanta eficiencia el escenario del crimen para los forenses.
Hermann dio las gracias con un movimiento de cabeza. Fabel le pidió a Maria que continuase. Ella resumió lo que sabían, y lo que no sabían, hasta la fecha del último asesinato, además de los datos que tenían de los homicidios anteriores.
Cuando acabó, Fabel se hizo cargo de la explicación.
—Lo que tenemos es un sospechoso violento e impredecible que está suelto. Peter Olsen, veintinueve años. Tiene un historial de violencia y sostenía una relación con Hanna Grünn, a quien hallamos junto a Markus Schiller en el Naturpark Harburger Berge. De modo que hay un nexo y un motivo posible. Pero también tenemos que establecer qué conexión, si la hay, tenía con las otras víctimas. También creemos que él pueda ser lo que conoce como cariotipo XYY… Un trastorno genético que puede predisponerlo a la violencia. ¿Frau Doktor Eckhardt?
—Todos nacemos con una combinación de cromosomas —explicó Susanne—. Los hombres son XY, las mujeres son XX. A veces, sin embargo, se producen variaciones en esa combinación. En algunos casos esas variaciones pueden provocar el síndrome de Down, el síndrome de Turner o afecciones intersexuales como el hermafroditismo; o bien podemos terminar con un cromosoma masculino o femenino adicional. En los varones, esto se llama XYY, o «síndrome del supermacho». Esa clase de hombres tienen una altura muy elevada, son excepcionalmente musculosos, y muchas veces altamente agresivos con temperamentos difíciles de controlar. A veces también desarrollan un acné severo y desórdenes esqueleto-musculares. Según las últimas investigaciones, al parecer su coeficiente de inteligencia está dentro de lo normal, aunque un poco inferior al promedio. Pero pueden tener problemas de aprendizaje porque tienen un desarrollo inmaduro. El Kriminalhauptkommissar Fabel nos ha contado que Olsen tiene un gusto casi adolescente en música y decoración. —Susanne hizo una pausa y se inclinó hacia atrás en la silla—. Debo señalar, empero, por el bien de la imparcialidad clínica, que hay muchas discusiones sobre el grado en que el XYY contribuye a la criminalidad. Los debates comenzaron con una racha de homicidios en Estados Unidos, en Chicago, creo, cometidos por un tal Richard Speck. Mató a ocho enfermeras en los sesenta y luego solicitó clemencia basándose en su genotipo XYY. Más tarde se supo que el diagnóstico era erróneo, lo que durante mucho tiempo echó por tierra todo el argumento del XYY. Y hay muchos hombres XYY que controlan bien su afección. Yo conocí a un psicólogo muy respetado que era XYY y que había desarrollado estrategias para enfrentarse a las dificultades que se le presentaban, en especial con relación a su temperamento.
—Por otra parte —añadió Fabel—, no estamos seguros de que Olsen sea XYY. Por lo que sabemos hasta ahora, él jamás se ha sometido a un análisis de cariotipo. Pero debemos señalar que, según nuestra experiencia, es un hombre que puede volverse extremadamente violento y no tiene escrúpulos para lesionar a agentes de policía. Y, si resulta que él es el asesino, entonces es capaz de cortar una garganta de un solo golpe.
Fabel notó que Susanne se había quitado las gafas y las hacía girar en las manos con una actitud reflexiva.
—¿Frau Doktor?
—Lo siento. Estaba pensando que esto es justo lo que no encaja. Si Olsen es XYY, entonces es alguien que se deja llevar por la furia. Los típicos XYY que están en prisión han ido a parar allí por golpear a sus esposas u otras clases de ataques producidos cuando pierden el control. Cuando Olsen golpeó al Kriminaloberkommissar Meyer, lo hizo con una violencia innecesaria y excesiva. Yo creo que si él fuera el asesino, entonces nos encontraríamos todo el tiempo con los excesos de una furia psicótica… Puñaladas reiteradas, incluyendo heridas post mórtem, puesto que continuaría atacando a su víctima incluso después de asegurarse de que él o ella estuvieran muertos. Un solo corte en la garganta no parece encajar con esta descripción.
—Pero tampoco lo excluye, ¿o sí?
—No. Probablemente no.
Fabel abrió la carpeta que tenía delante. Las reservas de Susanne no eran lo único que hacía sonar campanillas de alarma en algún lugar profundo de su cabeza. Que Olsen asesinara a Hanna Grünn y Markus Schiller podría verse como un crimen pasional, como el producto de una furia enfermiza motivada por los celos. Y eso no concordaba con la extraña disposición de los cadáveres. Además estaba la chica hallada en la playa de Blankenese, y este último homicidio. Todos tenían notas escritas por lo que parecía, al menos a primera vista, de la misma mano.
Era como si Maria estuviera leyéndole la mente.
—Olsen no me convence. Yo pienso que él habría tratado de mantener un perfil bajo por el momento, considerando que lo busca media policía de Hamburgo.
—No sé, Maria. Hasta ahora, él es nuestro sospechoso principal, pero no consigo entender a Olsen como persona. O tal vez el problema es que sí lo entiendo. Todo el tiempo trato de averiguar si hay algo oculto en él, que no se percibe a simple vista. Pero es posible que no. Tal vez haya en él incluso menos de lo que se percibe en un primer momento. Sabemos que estuvo presente durante los homicidios en el Naturpark. Eso es seguro. Estaba acechando, aguardando. Tenemos la impresión de su bota y también concuerda la huella del neumático de su motocicleta. El debe de ser el asesino en ese caso. Pero no puedo encajarlo en los otros dos homicidios. Ni tampoco concuerda con toda la temática de los hermanos Grimm. —Se volvió hacia Susanne—. ¿Por qué Olsen cometería dos asesinatos con un motivo, y también dos sin ninguno?
—No existe un asesinato sin motivo. Hasta los actos más azarosos de violencia están inspirados en algún deseo o necesidad. Podría ser que en la mente de Olsen no haya ninguna conexión con los otros dos homicidios, salvo una suerte de cruzada inspirada en los hermanos Grimm, y que incluyera a Grünn y Schiller porque le venía bien combinar objetivos. O mezclar los negocios con el placer, por decirlo de alguna manera.
—
«To kill two birds with one stone
» —dijo Fabel, en inglés. Matar dos pájaros con la misma piedra. Los otros lo miraron sin entender—. Nada importante. —Volvió a posar la mirada sobre la carpeta. Sobre el apuesto rostro de Olsen—. Tal vez las otras víctimas no sean elecciones azarosas como creíamos al principio. Tal vez Olsen esté escogiéndolas por lo que son o lo que representan. Esta última víctima era una modelo famosa por su belleza, y apareció con la pose de la Bella Durmiente. La primera chica venía de una familia del nivel social más bajo: la gente subterránea que se suponía que dejaba a sus hijos en el lugar de los que secuestraban. La pregunta que queda por contestar es: ¿acaso Olsen secuestró a la chica original, a Paula Ehlers, tres años atrás?