Cuento de muerte (26 page)

Read Cuento de muerte Online

Authors: Craig Russell

Tags: #Intriga, #Policíaco

BOOK: Cuento de muerte
3.62Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Adivino —dijo Weiss— que esta clase de escenas, aunque tal vez no en un grado tan excesivo, no le son desconocidas, Herr Fabel. Es la escena de un crimen. Está claro que esta pobre mujer —dijo, golpeando en el cristal que protegía la ilustración— acaba de entrar en la guarida de un asesino en serie.

Fabel se dio cuenta que no podía apartar la mirada de la imagen. Estaba hecha en el familiar estilo de una ilustración del siglo XIX, pero despertaba demasiadas resonancias en él.

—¿De dónde es esta ilustración?

—Es obra de Hermann Vogel. De finales de la década de 1880. Se trata, Herr Fabel, de una ilustración de
«La Barbe bleue
» de Charles Perrault: «Barbazul». Un relato francés sobre un noble monstruoso que castiga la curiosidad de las mujeres matándolas y mutilándolas en una habitación cerrada de su castillo. Es un cuento. Una fábula. Pero ello no impide que sea una verdad universal. Cuando Perrault escribió su versión, los recuerdos de atrocidades reales cometidas por nobles todavía estaban muy presentes en la psique francesa. Gilíes de Rais, mariscal de Francia y camarada de armas de Juana de Arco, por ejemplo, sodomizó y asesinó a cientos de niños para alimentar sus perversos y descontrolados instintos. O Cunmar
el Maldito
, o Conomor, si lo prefiere, rey de Bretaña en el siglo VI, que es tal vez la referencia histórica más cercana de Barba Azul. Este monarca decapitó a cada una de sus esposas, y también le cortó la cabeza a la hermosa, piadosa y muy embarazada Trifina. A propósito, este relato se repite a lo largo de toda Europa: los hermanos Grimm lo registraron como «El novio ladrón», los italianos lo llamaron «Nariz de plata» y el Barba Azul inglés se llama «El señor Fox». Todos ellos se relacionan con la curiosidad femenina que lleva al descubrimiento de una espantosa cámara llena de sangre. Una sala de asesinatos.

Weiss hizo una pausa, como si quisiera volver a apreciar la ilustración.

—Hermann Vogel, el autor de esta pieza, era alemán. Aunque estaba ilustrando una fábula francesa, no pudo evitar introducir algo de su propio contexto cultural… El tocón y el hacha están tomados de «El novio ladrón» de los hermanos Grimm. El hecho es que este relato aparece en toda Europa y los detalles básicos son siempre los mismos. Debieron de inspirarse en un acontecimiento real, más allá de que se tratara, o no, de las hazañas de Cunmar
el Maldito
. Lo que quiero decir es lo siguiente: estos cuentos ejemplares para niños, estas antiguas fábulas y leyendas, son prueba de que el violador o asesino en serie o el secuestrador de niños no son un fenómeno moderno. El lobo malo y grande no tiene nada que ver con los lobos. —Weiss se echó a reír—. Lo divertido es que la maldición que le valió a Cunmar el epíteto de Maldito se suponía que debía convertirlo en hombre lobo por sus pecados… Finalmente toda la historia se confunde con el mito y la leyenda.

Weiss cogió una novela del estante que tenía delante. A diferencia de las otras, era un libro nuevo, moderno, de tapa dura con una sobrecubierta ilustrada. Fabel vio que estaba escrito por otro autor. No reconoció el nombre, pero era inglés o americano, no alemán. Weiss lo depositó encima de la carpeta con la correspondencia.

—Hoy en día reinventamos continuamente estos cuentos. Las mismas historias, nuevos personajes. Este es un best seller, la historia de la persecución de un asesino en serie que descuartiza ritualmente a sus víctimas. Estos son los cuentos de hadas de hoy en día. Estas son nuestras fábulas, nuestros
Marchen
. En lugar de elfos y koboldos y lobos hambrientos que acechan en los rincones oscuros del bosque, tenemos caníbales y diseccionadores y secuestradores acechando en los rincones oscuros de nuestras ciudades. Es parte de nuestra naturaleza disfrazar nuestros males como si fueran producto de algo extraordinario o diferente, en libros y películas sobre alienígenas, tiburones, vampiros, fantasmas, brujas. Pero el hecho es que hay una bestia que es más peligrosa, más depredadora que cualquier otra en la historia de la naturaleza: nosotros. El ser humano no sólo es el depredador principal del planeta, sino que también es la única criatura que mata por el mero placer de hacerlo, por satisfacción sexual o, en grupos organizados, para satisfacer conceptos abstractos de dogmas religiosos, políticos o sociales. No hay nada más mortal o amenazador que el hombre y la mujer comunes y corrientes de la calle. Pero eso, por supuesto, es algo que usted sabe perfectamente por su trabajo. Todo el resto, todas las historias de terror y las fábulas y las creencias en una maldad superior, es un velo que hemos corrido sobre el espejo en el que debemos mirarnos todos los días.

Weiss volvió a sentarse y le indicó a Fabel que hiciera lo mismo.

—A lo que más debemos temer es a nuestro vecino, a nuestro padre, a la mujer u hombre que se sientan junto a nosotros en el U-Bahn… A nosotros mismos. Y lo más difícil es afrontar la monstruosa banalidad de ese hecho. —Weiss giró ligeramente la pesada escultura que estaba sobre el escritorio de modo que las feroces mandíbulas enfrentaran a Fabel—. Esto es lo que se oculta dentro de nosotros, Herr Kriminalhauptkommissar. Nosotros somos los lobos grandes y malos.

Fabel se sentó y contempló la escultura, atraído por su espantosa belleza. Sabía que Weiss tenía razón en lo que decía. Él mismo, como Weiss había adivinado, veía las pruebas de ello en su trabajo. La monstruosa creatividad de que era capaz la mente humana a la hora de atormentar a otros. De matar a otros.

—De modo que usted dice que el asesino en serie no es un fenómeno moderno, sino sólo que antes no se lo llamaba de esa manera.

—Exacto. Todos nacemos arrogantes, Herr Fabel. Todos creemos que reinventamos el mundo de nuevo cuando nacemos. La triste verdad es que no somos más que meras variaciones de un mismo tema… o al menos de una experiencia común. El bien y el mal que hay en el mundo aparecieron con el primer hombre. Evolucionó con nosotros. Ésa es la razón de que tengamos todos esos antiguos cuentos y mitos folklóricos. Los hermanos Grimm registraban, no creaban. Ninguno de sus cuentos de hadas fueron invenciones propias, sino antiguos relatos folklóricos que recopilaron como parte de sus investigaciones lingüísticas. La existencia de esos cuentos y la advertencia implícita en cada uno de ellos de «nunca te aventures lejos de casa» y de «ten cuidado de los extraños» prueba que el asesino en serie no es un mero efecto lateral de la vida moderna, sino que nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia. Y esos relatos debieron de inspirarse en sucesos reales. Los verdaderos orígenes de los cuentos de hadas deben de relacionarse con secuestros y asesinatos reales, así como la verdad de la licantropía, el mito del hombre lobo, se origina en la incapacidad de las generaciones anteriores de reconocer, definir o entender la psicopatía. La cuestión, Herr Fabel, es que todos aceptan que frecuentemente convertimos los hechos en ficción. Lo que yo afirmo es que también convertimos la ficción en hechos.

Fabel observó a Weiss mientras hablaba. Trató de deducir qué animaba el oscuro fuego, la pasión, que había en sus ojos.

—¿De modo que cuando usted escribe que Jakob Grimm era un asesino de niños, cree que su acto de creación ficticia se traduce en alguna clase de verdad?

—¿Qué es la verdad? —Había algo de condescendencia en la sonrisa conocedora de Weiss, como si Fabel no pudiera poseer los recursos intelectuales necesarios para enfrentarse a esa pregunta.

—La verdad —respondió Fabel— es un hecho absoluto e incontrovertible. Yo trato con la verdad, la verdad absoluta, todos los días. Entiendo lo que usted intenta decir: que a veces la verdad es abstracta o subjetiva. Jakob Grimm no era un asesino. La persona que yo busco es un asesino: eso es un hecho incontrovertible. La verdad. Lo que necesito establecer es hasta qué punto se ha inspirado en su libro, si es que lo hizo.

Weiss hizo un gesto de docilidad con las manos. Unas manos grandes, poderosas.

—Haga sus preguntas, Herr Kriminalhauptkommissar…

La entrevista duró veinte minutos más. El conocimiento sobre los mitos y fábulas de Weiss era enciclopédico y Fabel comenzó a tomar notas mientras el autor hablaba. Pero había algo en él que a Fabel no le gustaba. Había algo amenazador, no sólo en su tamaño —Weiss no transmitía la misma clase de violencia contenida que Olsen—; algo en sus ojos color carbón. Algo casi inhumano.

Por fin, Fabel preguntó:

—Pero todo esto, finalmente, no son más que cuentos de hadas. Usted no cree que fueran inspirados en acontecimientos reales, ¿verdad?

—¿No? —dijo Weiss—. Fíjese en el cuento ruso de la choza de Baba Yaga, en la que todos los muebles están hechos con huesos. Habrá oído usted hablar de Ed Gein, por supuesto, el asesino en serie americano que inspiró el libro y la película
Psicosis
así como
El silencio de los corderos
. Cuando la policía entró en su granja encontraron sillas y banquetas hechas de huesos humanos, así como un traje casi completo hecho con la piel de mujeres muertas. Como ya he dicho, nadie es único. Debieron de existir innumerables Ed Gein antes. Es totalmente probable que alguna de las primeras versiones rusas inspirara la fábula de Baba Yaga. Y por favor tenga en cuenta, Herr Fabel, que muchos de estos cuentos de hadas han sufrido adaptaciones. Fíjese en su víctima de «La Bella Durmiente». En el relato original de la Bella Durmiente ella no se despertaba con un casto beso; era una historia de violación, incesto y canibalismo.

Cuando Fabel volvió a salir por la puerta hacia la Ernst-Mantius-Strasse, con la carpeta de la correspondencia de Weiss bajo el brazo, sintió la necesidad de inhalar un largo y profundo aliento que lo limpiara. No pudo deducir el porqué, pero tenía la sensación de haber escapado de una guarida, de que el estudio de Weiss, con su madera barnizada y oscura, lo asfixiaba. El sol había conseguido atravesar las nubes y bañaba las prístinas mansiones con una luz cálida. Fabel contempló cada una de esas casas en el camino de regreso a su coche; ¿cuántas habitaciones ocultas, cuántos oscuros secretos, se esconderían detrás de aquellas elegantes fachadas? Abrió su teléfono móvil.

—¿Maria? Soy Fabel. Quiero que me consigas un informe completo sobre Gerhard Weiss. Todo lo que puedas encontrar…

33

Martes, 30 de marzo. 20:00 h

KRANKENHAUS MARIAHILF, HEIMFELD, HAMBURGO

Lo siento,
mutti
, no puedo quedarme tanto tiempo esta noche. Tengo muchos preparativos que hacer. Soy un chico muy ocupado estos días, ¿sabes? —Acercó un poco más la silla a la cama, mirando alrededor con expresión conspirativa, antes de susurrar en el oído de ella—: Me he encargado de otra. He hecho que otra historia cobrara vida. Era muy triste, ésta. Lo vi en su rostro tan hermoso, cuando me dejó entrar a esa gran mansión vacía que tenía. Una princesa en una torre de marfil. Le hice un gran favor,
mutti
. Realmente no quería que sufriera. Y ahora, por supuesto, tengo que prepararme para cuando vengas a casa. También he estado ocupándome de eso.

Hizo una pausa y acarició el cabello de la anciana mujer.

—Pero tú sí sufrirás, terriblemente. Eso te lo garantizo. —Se oyeron sonidos al otro lado de la puerta, el ruido de pies calzados con zuecos, cuando la enfermera de guardia pasó por el pasillo. Él se echó hacia atrás en la silla y esperó a que los pasos se desvanecieran—. Lo que yo hago es maravilloso, madre. Hago que vuelvan a ser niños otra vez. En esos preciosos momentos que comparto con ellos, es decir, antes de morir, todo aquello en lo que se han convertido desaparece… Años de vida adulta quedan borrados, y vuelven a ser, una vez más, niños pequeños y asustados. Almitas perdidas y aterrorizadas por lo poco que entienden lo que les está ocurriendo. —Se calló un momento y la habitación quedó en silencio, salvo por el sonido lejano de una conversación interrumpida por risas que tenía lugar en otra habitación del mismo pasillo, en otro universo. Después de un rato, continuó—: La policía ha venido a verme,
mutti
. Son personas muy estúpidas, ¿sabes? Creen que tienen todas las respuestas, pero no tienen nada. No tienen la menor idea de a quién se enfrentan. Jamás me atraparán. —Lanzó una risita—. Al menos no lo harán antes de que tú y yo nos divirtamos juntos. ¿Qué te asusta más, madre, el hecho de que vas a morir, o el hecho de que no morirás lo bastante rápido? ¿El dolor te asusta? ¿La idea del dolor? Será grandioso. Eso puedo asegurártelo: tu dolor será realmente grandioso. Y ya casi es hora,
mutti
… Ya casi es hora…

34

Domingo, 11 de abril. 2:45 h

PÖSELDORF, HAMBURGO

Fabel estaba acostado, escuchando la respiración constante y profunda de Susanne. Su presencia le resultaba cada vez más reconfortante; al parecer los sueños no se aparecían con tanta frecuencia cuando ella estaba a su lado. Era como si el hecho de que ella se encontrara allí lo consolara y le permitiera dormir más profundamente. Pero esta noche su mente corría a toda velocidad. Había tanto que hacer… El caso estaba creciendo, extendiéndose, como un oscuro tumor, invadiendo los escasos espacios que Fabel había reservado para su vida privada. Eran muchas las cosas que quedaban por resolver en su lista mental. Su madre estaba envejeciendo. Su hija estaba creciendo. A ninguna de las dos les dedicaba el tiempo que se merecían, el tiempo que Fabel quería dedicarles. Su relación con Susanne estaba bien, pero no estaba asumiendo la forma definitiva que debería tener en esa etapa y él sabía que no estaba prestándole la atención que necesitaba. Le sorprendió la aguda punzada de dolor que sintió en el pecho cuando pensó que tal vez podría perderla.

Fabel había telefoneado a su madre varias veces en los últimos días, pero necesitaba encontrar tiempo para regresar a Norddeich a verla. Lex había sucumbido a las presiones comerciales de su empresa y había tenido que volver a Sylt para hacerse cargo de su restaurante. Su madre había insistido en que ella era más que capaz de cuidar de sí misma, pero Fabel quería verla para estar seguro.

Se levantó y se sentó un momento en el borde de la cama. Daba la impresión de que donde fuera que mirase había muchísimas cosas que exigían su atención. Al menos había cubierto la brecha en su equipo, pero incluso eso estaba causando problemas. Anna estaba explicándole el funcionamiento a Henk Hermann, pero las poco ortodoxas estrategias de reclutamiento de Fabel siempre habían molestado a los burócratas dentro de la Polizei de Hamburgo. Técnicamente tendría que haber sido fácil sacar a Hermann de las filas de la SchuPo uniformada; como Polizeikommissar, Hermann ya había pasado por el entrenamiento requerido en la Landespolizeihochschule, junto al Präsidium. Pero a la rama uniformada de Hamburgo siempre le faltaban agentes, y Fabel sabía que le costaría bastante transferir a Hermann a la Kriminalpolizei de manera permanente. Hasta entonces, Fabel había trasladado «temporalmente» a Hermann a la Mordkommission hasta que el caso estuviera resuelto, momento en el cual Hermann podría incorporarse mediante el procedimiento habitual. Siempre había un período de tensión cuando un equipo nuevo comenzaba a conocerse y a Fabel también le preocupaba la manera en que Anna Wolff reaccionaría a la idea de un nuevo compañero. En muchos aspectos Anna era la más difícil de controlar del grupo, por esa impulsividad que había quedado claramente demostrada en su veloz persecución de Olsen en motocicleta. Por otra parte, Fabel tampoco intentaba desalentar mucho esa característica de Anna, puesto que ese enfoque intuitivo e impulsivo con frecuencia le daba una perspectiva sobre los casos que a los otros se les escapaba. Pero necesitaba un contrapeso y, hasta su muerte, Paul Lindemann había cumplido ese propósito. Aunque incluso en aquella relación hubo fricciones al principio. Fabel albergaba esperanzas de que ahora que Anna era más experimentada y más madura la transición con Henk Hermann fuera más fácil. Pero teniendo en cuenta su hosca reacción a la noticia del reclutamiento de Hermann, se daba cuenta de que tendría que tener una conversación seria con ella. Nadie era más importante que el equipo.

Other books

Falling by Anne Simpson
Hammerjack by Marc D. Giller
Judas Burning by Carolyn Haines
Snow Angels by James Thompson
Empty Ever After by Reed Farrel Coleman