DARTH VADER El señor oscuro (23 page)

BOOK: DARTH VADER El señor oscuro
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—¿Adónde?

—A la puerta este.

Shryne resopló.

—Muy bien, sabremos llegar. Pero asegúrate de que se queda donde está.

Se unió a los demás tras apagar el comunicador.

—¿La puerta este? —dijo Skeck cuando Shryne les comunicó la mala noticia. Se volvió en círculo y señaló en una dirección—. Creo que es por ahí.

El astromecánico empezó a piar. Shryne y los otros miraron a C-3PO para que les tradujera.

—Dice, señores, que la ruta más rápida a la puerta este requiere que subamos un piso más...

—¡Se supone que debemos bajar! —dijo Archyr exasperado.

—Cierto —continuó C-3PO—, pero mi compañero advierte de que, a menos que subamos primero, nos veremos obligados a desviarnos por los pisos superiores del atrio de la Gran Sala de Baile.

—Basta ya —dijo Shryne, cortando la discusión—. Acabemos de una vez con esto.

Siguieron al astromecánico, que se desplazaba sobre sus tres ruedas, y los cinco se metieron en un turboascensor que ascendió un piso. Apenas llegaron, R2-D2 torció de repente a la izquierda por un majestuoso pasillo y se alejó a toda velocidad.

—¿Qué pasa? ¿De pronto tiene prisa? —dijo Archyr.

—¡Erredós, más despacio! —dijo C-3PO, luchando por mantenerse a su altura.

El astromecánico desapareció por una curva. Skeck maldijo entre dientes y volvió a sacar el ionizador.

—¡Creo que intenta escapar!

Los tres empezaron a correr tras su presa, doblando la misma esquina, evitando por poco chocar con una mujer regiamente vestida que llevaba un bebé dormido en brazos.

El astromecánico se detuvo bruscamente, lanzó un chirrido ensordecedor y extendió media docena de sus brazos de interfaz, agitándolos como si fueran armas.

Ante esa imagen, la mujer abrazó aún más al bebé con una mano, usando la otra para presionar una alarma de seguridad de la pared. El bebé, despertado bruscamente por el chillido del astromecánico y el bramido de las alarmas, miró al pequeño androide y empezó a gritar con toda la fuerza de sus pulmones.

Shryne, Archyr y Skeck intercambiaron una breve mirada de pánico y echaron a correr.

 

 

La postura reposada de Bail en una de las elegantes sillas de la sala de recepción desmentía la desesperación que sentía.

Darth Vader estaba a unos metros de distancia, ante uno de los altos ventanales, mirando a las multitudes de manifestantes que se volvían más turbulentas a cada momento.

La cadencia de su profunda respiración llenaba la sala.

Éste es el padre de Leia,
se dijo Bail, ya completamente seguro.

Anakin Skywalker. Rescatado de algún modo de Mustafar y devuelto a la vida, aunque confinado a un traje que dejaba claro en qué se había convertido Skywalker al final de la guerra: traidor, asesino de niños, aprendiz de Sidious, acólito del Lado Oscuro de la Fuerza. Y pronto Leia estaría en su presencia...

Cuando Breha le llamó inesperadamente, Bail estuvo a punto de decirle que huyera, preparándose para sufrir cualquier consecuencia que le ocasionara eso. Hasta estuvo a punto de sacrificar a Fang Zar para garantizar la seguridad de Leia.

¿Podría Vader reconocer a Leia como hija suya gracias a la Fuerza? ¿Qué pasaría si la reconocía? ¿Obligaría a Bail a revelarle dónde estaba Obi-Wan, o Luke?

No, antes moriría.

—¿Qué retrasa tanto al senador Zar? —preguntó Vader.

Bail abrió la boca para explicar que el ala de invitados de palacio estaba a bastante distancia cuando Sheltray Retrac entró en la sala de recepciones, y su expresión dejaba muy claro que pasaba algo. Se acercó a Bail y se inclinó cerca de él para hablar en voz baja.

—Fang Zar no está en la residencia. No sabemos dónde está.

Vader se enfrentó a los dos antes de que Bail pudiera replicar.

—¿Fue alertado Zar de mi llegada?

Bail se recuperó con rapidez.

—Nadie conocía de antemano el motivo de su visita.

Vader miró al comandante Appo.

—Encuéntrelo, comandante, y tráigalo ante mi presencia.

Apenas abandonaron esas palabras la rejilla negra que ocultaba la boca de Vader cuando se oyeron las alarmas de seguridad del palacio. El capitán Antilles se desplazó de inmediato al campo transmisor del holoproyector de la sala, donde ya se conformaba la imagen a medio tamaño de un oficial de seguridad.

—Señor, tres seres sin identificar han ganado acceso al palacio. Sus intenciones son desconocidas, pero van armados y la última vez que se les vio fue en el ala residencial, en compañía de dos androides.

¡Dos androides!,
pensó Bail, cruzando la habitación a toda prisa para llegar al holoproyector antes que Vader.

—¿Tenemos imágenes de los intrusos? —preguntó Retrac antes de que Bail pudiera callarla.

El corazón de Bail tuvo un sobresalto. Si eran C-3PO y R2-D2...

—Sólo de los intrusos —dijo el oficial de seguridad.

—Muéstrelas —ordenó Antilles.

La imagen mostró a tres varones, un humano y dos humanoides corriendo por uno de los pasillos.

—¡Congele la imagen! —dijo Vader, ya junto al holoproyector—. Céntrese en el humano.

Bail estaba tan confuso como los demás. ¿Es que Vader conocía a los intrusos? ¿Eran agitadores enviados por Coruscant para caldear los ánimos de los manifestantes?

—Un Jedi —dijo Vader, más para sí mismo.

Bail no estaba seguro de haber oído bien a Vader.

—¿Un Jedi? Eso no puede ser...

Vader se volvió hacia él.

—Han venido a por Fang Zar. —Miró a Bail desde el interior de su máscara—. Zar intenta volver a Sern Prime. Parece ser que aspiraba a no implicarlo a usted en su huida.

La sala de recepciones se sumió en el silencio, pero sólo por un momento. En el holoproyector apareció una imagen de Breha sosteniendo en brazos a una alterada Leia.

—Bail, al final no me reuniré contigo —dijo ella, con voz lo bastante alta como para que la oyeran por encima de los lloros de la niña—. Hemos tenido un encuentro con tres intrusos y dos androides que le dieron un susto de muerte a la niña. No está en condiciones de ser presentada a nadie. Estoy intentando calmarla...

—Probablemente sea lo mejor —dijo enseguida Bail—. Te llamaré en un momento.

Desactivó el holoproyector y se volvió despacio hacia Vader, con una expresión que era una mezcla de decepción ante el mensaje de su esposa y profunda preocupación por todo lo ocurrido.

—Estoy seguro de que podrá conocerla en otra ocasión, Lord Vader.

—Lo espero impaciente —dijo Vader.

Tras decir esto, dio media vuelta y salió de la sala.

Bail estuvo a punto de desplomarse. Respiró hondo con alivio disimulado y se dejó caer en el asiento.

—¿Un Jedi? —dijo Antilles, con evidente desconcierto.

Bail negó con la cabeza.

—Yo tampoco lo entiendo. Pero ése sí es Skywalker. —Entonces se levantó bruscamente—. Hay que encontrar a Zar antes de que lo haga él.

33

C
omo vuelva a encontrarme con ese astromecánico... —decía Skeck, mientras corría con Archyr y Shryne hacia la entrada este del palacio.

Archyr asintió mostrándose de acuerdo.

—Da muy mal rollo que te engañe un electrodoméstico.

Shryne había conectado su comunicador y hablaba con Jula.

—Ya casi hemos llegado. Pero no hay garantías de que podamos salir sin ser arrestados.

—Voy a reposicionar la nave, Roan. Cerca del punto de encuentro hay una plataforma de aterrizaje reservada para corresponsales de la HoloRed.

—¿Qué te hace pensar que te dejarán aparcar ahí?

—No le gustará a nadie. Pero lo bueno de Alderaan es que nadie nos derribará del cielo.

—Así que te pondrán una multa, ¿eh?

—Puede que ni eso.

—Entonces, nos vemos allí. Corto.

Cuando tuvieron a la vista la adornada entrada este, los tres redujeron la velocidad para examinar la situación. Un par de enormes puertas se abrían a una amplia escalera, cuyo último escalón daba a un camino pavimentado que llevaba a un puente arqueado que cruzaba un estanque en media luna. Al otro extremo del estanque, el camino llevaba a una puerta de la alta muralla. La plataforma de aterrizaje mencionada por Jula estaba a unos cien metros de la muralla.

Shryne examinó a los seres congregados en el estrecho puente y el verde césped que lo separaba de la muralla. Por fin su mirada encontró a un hombre bajo y de complexión oscura con una barba blanca y larga.

—Ése es Zar —dijo, indicando al senador a sus compañeros.

—Y ahí vienen los problemas —dijo Skeck, señalando a cuatro guardias reales que corrían hacia la puerta, con rifles colgados de los hombros.

—Tenemos que actuar ya —dijo Archyr—. Antes de que lleguen más.

Skeck se abrió el abrigo largo, buscó en su espalda a la altura de los riñones y sacó una pistola.

—Se ve que no podremos hacer esto sin incidentes.

Shryne posó la mano derecha en el arma mientras Skeck comprobaba los niveles de energía.

—Puede que no tengas que utilizarla. Esos rifles largos no son rivales para una pistola láser, y los guardias lo saben. Además, seguro que no los disparan desde el último funeral real.

—Vale, pero ¿puedo recordarte luego que has dicho eso? —dijo Skeck.

Shryne dio un paso hacia las puertas, se paralizó y retrocedió, pegándose a la pared.

Archyr lo miró desconcertado.

—¿Qué...?

—Vader —consiguió decir Shryne.

Archyr abrió mucho los ojos.

—¿El soldado de negro? Déjame ver...

Shryne lo detuvo.

—No es ningún soldado.

Skeck miraba a Shryne, boquiabierto.

—¿Qué hace aquí? ¿Ha venido a por ti?

Shryne meneó la cabeza para despejarse.

—No lo sé. Sólo responde ante el Emperador. —Miró a Skeck—. Podría estar aquí por Zar.

—La verdad es que eso no importa —dijo Archyr—. Lo que cuenta es que está aquí.

Shryne buscó su pistola láser bajo el abrigo.

—Si ha venido a por Zar, se olvidará de él en cuanto me vea.

Skeck posó las manos en los hombros de Shryne.

—¿No quieres pensártelo mejor?

—Acabo de hacerlo —repuso Shryne dignándose a sonreír débilmente.

 

 

Vader se movía por los pasillos de palacio con la pesada capa enganchada alrededor del mango del sable láser y los sensores de su traje amplificando cada sonido y olor, cada movimiento fugaz.

El Emperador anticipó que pasaría esto,
se dijo.
Por eso me envió aquí. Pese a lo que dice, le preocupan los Jedi
.

Fuera del palacio, los manifestantes continuaban su marcha y sus clamores. Dentro, los guardias y demás personal corrían por todas partes, parándose sólo para quedarse mirando y apartarse de su camino. La mitad de ellos buscaba a Fang Zar, y todos iban desencaminados. Pero, claro, carecían de la empatía de Vader por todos los que podían manipular la Fuerza.

También pesaba el hecho de que Vader sabía cómo pensaba un Jedi.

Sintió una presencia sutil y se detuvo. Al mismo tiempo, alguien gritó detrás de él.

—¡Vader!

Vader encendió el sable láser y dio media vuelta.

Shryne estaba parado con las manos en los costados, en el cruce de dos pasillos, uno de los cuales llevaba a la puerta este de palacio, el otro al Salón de Baile. Era evidente que habían encontrado a Zar, que en ese momento hasta podían estar sacándolo del palacio, o Shryne no se habría mostrado así.

—Así que eres el cebo —dijo Vader al cabo de un momento—. Es un truco muy viejo, Shryne. Un truco que yo mismo he utilizado. Y esta vez no funcionará.

—Tengo un plan de reserva.

Shryne desenfundó la pistola láser.

Vader se fijó en el arma.

—Veo que has abandonado el sable láser.

—Pero no mi compromiso con la justicia. —Shryne se tomó un momento para mirar por el pasillo que conducía fuera del palacio—. Ya sabes cómo es eso, Vader. El que es de los buenos siempre es de los buenos. Aunque, claro, puede que no lo sepas.

Vader empezó a andar hacia él.

—No estés tan seguro de ti.

—Sólo queremos ayudar a Zar a volver a su casa —dijo Shryne, retrocediendo por el pasillo—. ¿Por qué no lo dejamos estar?

—El Emperador tiene motivos para llamar a Zar a Coruscant.

—¿Y tú haces todo lo que te dice el Emperador?

Vader ya estaba en el cruce de pasillos y pudo darse cuenta de que Shryne sólo esperaba una oportunidad para salir corriendo. Muy detrás de él, al otro lado de un puente que atravesaba un estanque, uno de los cómplices armados de Shryne mantenía a raya a cuatro guardias reales mientras el otro prácticamente arrastraba a Fang Zar hacia una puerta en la muralla defensiva del palacio, al otro lado de la cual seguramente tendrían una nave de fuga esperándolos.

Shryne disparó una rápida andanada, y echó a correr. Sus cómplices humanoides se pusieron en movimiento, dejando a los guardias inconscientes con un rayo aturdidor y corriendo hacia la puerta abierta.

Vader inclinó la hoja y desvió los disparos en dirección a Shryne, pero éste saltó y se movió consiguiendo evadir cada uno de ellos. Vader saltó a su vez, y sus poderosas piernas protésicas lo llevaron hasta lo alto de un corto pero ancho tramo de escalones a tiempo de ver cómo Shryne cruzaba el puente a velocidad Jedi, haciendo señas a sus cómplices para que Zar cruzara la puerta de la muralla. Vader volvió a saltar, esta vez hasta el puente, y aterrizó a escasos metros de Shryne, que se volvió, posó una rodilla en el suelo y disparó repetidamente. Esta vez, Vader decidió mostrar a Shryne con quién se enfrentaba. Apartó el sable láser y alzó la mano derecha para desviar los disparos.

Shryne, claramente sorprendido, mantuvo la rodilla clavada en tierra, pero por poco tiempo. No tardó en cruzar la puerta y abrirse paso entre la multitud que había al otro lado de la muralla.

El último salto de Vader lo depositó junto a la muralla. Por encima de las cabezas de la multitud, pudo ver en una plataforma de aterrizaje a una mujer de canoso cabello negro gesticulando frenéticamente en dirección a Shryne y sus cohortes, que ya subían a Fang Zar por los escalones de la plataforma.

Demasiado fácil,
se dijo Vader.

Es hora de acabar con esto
.

34

B
ail y sus dos asistentes seguían ante el holoproyector de la sala de recepciones esperando noticias del paradero de Fang Zar. Del ala residencial llegó Antilles con los androides.

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