DARTH VADER El señor oscuro (24 page)

BOOK: DARTH VADER El señor oscuro
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—Adelante, Trespeó, cuéntaselo —dijo Antilles cuando los tres estuvieron ante Bail.

—Amo Organa, no sé por dónde empezar —dijo C-3PO—. Verá, señor, mi compañero y yo íbamos a entrar al palacio...

—Trespeó —dijo Antilles cortante—. Deja la versión larga para otro momento.

R2-D2 comunicó algo en tono quejoso.

C-3PO se volvió hacia el astromecánico.

—¿Prolijo? ¿Cansino? Tú ocúpate de tu altavoz, so...

—¡Trespeó! —repitió Antilles.

El androide de protocolo guardó silencio.

—Lo siento mucho, señores. No estoy acostumbrado a tantas emociones.

—No pasa nada, Trespeó —dijo Bail—. Tómate tu tiempo.

—Gracias, amo Organa. Sólo quería informar de que los tres intrusos que nos retuvieron cautivos parecían querer recoger algún tipo de «paquete», así era como lo llamaban, en la puerta este del palacio.

—¡Rápido! —le dijo Bail a sus ayudantes.

Aldrete se inclinó para ajustar los controles del holoproyector. Un instante después una cámara de seguridad de la puerta este captaba una holoimagen de Fang Zar en manos de dos humanoides que lo llevaban hacia una plataforma de aterrizaje destinada a personal de la HoloRed.

Una segunda cámara mostró a Vader, sable láser carmesí en mano, desviando disparos láser de un macho humano con el pelo largo que también corría hacia la puerta este.

—Señor —dijo de pronto Sheltray Retrac.

Bail siguió la mirada preocupada de ésta y vio que Sate Pestage entraba en la sala de recepciones.

—Senador, acabo de saber que el senador Zar está abandonando el palacio —dijo Pestage con lo que Bail juzgaba una irritación casi teatral—. ¿Es ésa su forma de proporcionar inmunidad a...?

—Acabamos de descubrir su paradero —lo interrumpió Bail, haciendo una seña a las holoimágenes—. De todos modos, parece que el «emisario» del Emperador tiene la situación controlada.

Pestage desechó la ira de Bail con un gesto superfluo de su mano.

—Supongo que sin ayuda por su parte, senador. ¡Le exijo que selle el palacio antes de que sea tarde!

Bail miró las holoimágenes de Vader, del hombre de pelo largo, de Fang Zar...

—¡Le digo que lo selle!

Bail miró por última vez las imágenes y acató la orden.

 

 

Shryne disparaba mientras corría hacia la puerta de la muralla. Si su retirada se antojaba una cobardía a Skeck, o a Archyr, o incluso a Fang Zar, que así fuera. Era evidente que a Vader no lo detendrían los disparos láser, y que él estaba muy lejos del sable láser más cercano.

No le sorprendió que Vader lo conociera por su nombre; eso sólo subrayaba el hecho de que Vader y el Emperador tenían acceso completo a las bases de datos del Templo Jedi. Para el caso, Vader hasta podía haber estado en el Templo cuando Filli Bitters se rebanó en el radiofaro.

Una vez al otro lado de la puerta, empezó a zigzaguear ente la densa multitud. Al ver su arma, muchos de los manifestantes se apresuraron a abrirle paso. Gracias a aberturas entre la multitud, Shryne pudo ver a Skeck, Archyr, Jula y Zar ya en la plataforma de aterrizaje, rodeados por lo que debían de ser iracundos corresponsales de HoloRed, gritando y gesticulando hacia la nave de desembarco que había aterrizado sin permiso.

A juzgar por sus gestos, Jula intentaba aplacar a todo el mundo, o al menos asegurarles que la nave despegaría enseguida, siempre y cuando Vader no frustrase sus planes.

Shryne se detuvo a medio camino de las escaleras que llevaban a la plataforma de aterrizaje para echar lo que esperaba sería un último vistazo a Vader, todavía en terrenos del palacio, a un par de metros de la puerta de la muralla. Más interesante le resultó ver que un telón de aleación metálica, grueso como una compuerta blindada, descendía rápidamente desde la jamba superior de la entrada.

El palacio se estaba sellando, ¡y Vader se arriesgaba a no poder cruzar la puerta a tiempo!

Al darse cuenta de ello, el ejecutor del Emperador empezó a moverse con más rapidez. Un salto lo llevó hasta la muralla, justo ante el descendente telón, y allí hizo algo tan inesperado que Shryne necesitó un momento para entender lo que pasaba.

Vader arrojó el sable láser encendido al aire.

Por una fracción de segundo, Shryne pensó que era un gesto motivado por la rabia. Pero entonces, sobrecogido, se dio cuenta de que Vader había apuntado.

La hoja carmesí giró por debajo del telón de seguridad, volando sobre la multitud en una trayectoria que la llevó al norte de la plataforma de aterrizaje. Y entonces, al llegar al extremo de su arco, siguió girando, pero volviendo como un bumerán.

Shryne corrió hacia lo alto de las escaleras, con la mirada clavada en la hoja giratoria y el corazón golpeándole en el pecho. Llamó a la Fuerza, intentando influir en el rumbo del sable láser, pero o la Fuerza no estaba con él o las habilidades de Vader en la Fuerza superaban a las suyas.

La hoja volvió hacia la plataforma de aterrizaje, se acercó tanto a Shryne que éste pudo oírla zumbar en el aire y giró con tanta rapidez que parecía un disco del color de la sangre.

Pasó a un metro de las alargadas manos de Shryne y golpeó primero a Fang Zar, abriéndole una profunda herida en el pecho y casi decapitándolo. Luego, sin pararse, golpeó a una desprevenida Jula en la espalda y completó su rápido y letal círculo chocando contra la parte superior de la puerta de la muralla ya blindada, donde se apagó y cayó al pavimento con un estruendo metálico.

En la plataforma de aterrizaje, Skeck se agachó hacia Fang Zar, Archyr hacia Jula.

Shryne, clavado en su sitio, podía sentir a Vader al otro lado de la puerta como un agujero negro de rabia.

Shryne inició un rígido descenso de la escalera, sordo a todo sonido, ciego a todo color, controlándose apenas.

Hasta que llegó al pie de las escaleras no recobró los sentidos, y entonces se volvió para correr a ayudar a subir a la nave de desembarco a su madre y a Zar.

35

L
os consejeros militares de Palpatine se presentaron uno a uno ante él, parándose ante la tarima de la sala del trono, con los ojos estrechados ante el brillo anaranjado del sol poniente de Coruscant, comunicando sus informes y alabanzas, sus opiniones expertas sobre el estado de su imperio.

Los Guardias Reales permanecían a ambos lados del sillón de respaldo alto, tras el cual se sentaban Mas Amedda, Sky Moore y otros miembros del círculo interno de Palpatine.

Escuchó a todo el mundo sin hacer comentarios.

En algunos sistemas fronterizos había arsenales de armas separatistas, en algunos casos flotas enteras de naves bélicas pilotadas por androides, requisadas por grupos paramilitares rebeldes antes de que las fuerzas imperiales llegaran hasta ellos.

En el Espacio Hutt, los contrabandistas, piratas y demás alimañas aprovechaban la necesidad del Emperador de consolidar su poder para abrir nuevas rutas por las que mover especias y otras mercancías prohibidas.

En muchos mundos que pertenecieron a la Confederación de Sistemas Independientes, los cazadores de recompensas buscaban antiguos cómplices de separatistas.

En el Borde Medio, las academias imperiales se llenaban de reclutas salidos de escuelas de vuelo de toda la galaxia.

En el Borde Exterior, ya crecían nuevas cepas de soldados clon.

Más cerca del Núcleo, astilleros como Sienar y Kuat Drive ya estaban entregando las primeras naves capitales.

Pero, aun así, se disponía de muy pocos grupos de combate o de soldados clon a los que enviar a potenciales puntos de conflicto.

En Alderaan, Corellia y Commenor habían tenido lugar manifestaciones masivas.

Algunos de los proyectos más queridos del Emperador apenas progresaban, debido a la carencia de trabajadores...

Una vez habló el último de sus consejeros, Palpatine hizo salir a todo el mundo, incluidos los miembros de su círculo interno, y se sentó a contemplar el paisaje de la ciudad a medida que el creciente crepúsculo hacía que se iluminara con brillantes luces.

La galaxia gobernada por los antiguos Sith estuvo en las capaces manos de muchos soberanos oscuros. Ahora, la responsabilidad de mantener el orden sólo dependía de Darth Sidious.

De momento, bastaba con que sus consejeros y esbirros lo respetaran —por restablecer la paz, por eliminar al grupo que más peligro representaba para la estabilidad continuada—, pero esos mismos consejeros tendrían que temerlo con el tiempo. Sólo así comprenderían el gran poder que poseía, tanto como Emperador que como Señor Oscuro de los Sith. Y, para eso, necesitaba a Vader.

Ya que si alguien tan poderoso como Vader respondía ante el Emperador, ¡cómo de poderoso sería éste!

Tras pasar varias horas meditando sobre el devenir de los posibles futuros, Palpatine llamó a Sate Pestage. Cuando el más fiable de sus consejeros entró en la sala del trono, hizo girar su sillón para apartarse de la visión de Coruscant y ordenó a Pestage que tomase asiento, pasando a aplaudir su labor.

—Los acontecimientos se desarrollaron tal y como usted había previsto —dijo Pestage cuando por fin Palpatine le hizo una seña para que hablase—. Organa fue muy predecible. Mi intervención fue mínima.

—¿Quieres decir que el senador Organa estaba dispuesto a permitir que Fang Zar escapara?

—Desde luego, eso parecía.

Palpatine reflexionó un momento en ello.

—Quizá valga la pena vigilarlo en el futuro. Pero en este momento no le daremos importancia. ¿Y el senador Zar?

Pestage suspiro significativamente.

—Malherido. Quizá muerto.

—Lástima. ¿Lo sabe Organa?

—Sí. Estaba muy alterado por el resultado.

—¿Y Lord Vader?

—Más alterado aún por el resultado.

Palpatine se permitió una sonrisa de satisfacción.

—Mejor aún.

 

 

Una vez en su santuario entre los astros, el
Bailarín Borracho
flotó en el espacio.

Un androide 2-1B flotó desde la escotilla hasta la enfermería para informar de que había podido salvar a Jula, pero que Fang Zar había muerto en la mesa de operaciones.

—El daño recibido por los conductos que alimentaban el corazón era demasiado grande para ser reparado, señor —le dijo el androide a Shryne—. Se hizo todo lo que podía hacerse.

Shryne miró a Jula, que estaba muy sedada.

—Volví a meterte en ello —dijo ella débilmente.

Él le apartó los cabellos de la frente.

—Puede que hubiera otras fuerzas actuando.

—No digas eso, Roan. Sólo necesitamos alejarnos más.

Él sonrió haciendo un esfuerzo.

—Le preguntaré a Archyr si puede equipar la nave con un impulsor intergaláctico.

Dejó que ella se sumiera en el sueño y se dirigió a su propio catre. Cada vez que cerraba los ojos, veía la trayectoria de la hoja de Vader, la veía atravesando a Zar, a Jula... No necesitaba cerrar los ojos para recordar lo abrumado que se sintió ante la habilidad de Vader para usar la Fuerza.

Para usar el poder del Lado Oscuro.

Un Sith
.

Shryne estaba ahora seguro.

Un Sith al servicio del Emperador Palpatine
.

Ésa era la revelación que no podía quitarse de la cabeza.

El Conde Dooku pudo ganar la guerra de no ser porque la galaxia respondía ante el mando exclusivo de Palpatine, en vez de ser un conjunto de sistemas independientes, comercio libre y demás.

Pero ¿cómo?,
se preguntó Shryne.
¿Cómo había podido pasar?

¿Acaso la alianza de Palpatine con Vader había tenido como resultado la muerte del Elegido? ¿Acaso Vader, Darth Vader, había matado a Anakin Skywalker? ¿Habría hecho un trato con Palpatine, al que habría prometido poderes ilimitados a cambio de que le autorizase a matar al Elegido y exterminar a los Jedi, inclinando así a la galaxia hacia el Lado Oscuro?

¿Era de extrañar, entonces, que ahora huyeran a los confines del espacio conocido?

¿Y era de extrañar que Shryne careciera de energías para alterar el rumbo del sable láser de Vader? Había creído que la disminución de sus habilidades era un fracaso personal por haber perdido la fe en la Orden Jedi, por permitir que sus dos padawan murieran, por ser un esclavo del pensamiento, cuando en realidad la derrotada había sido la Fuerza que el Jedi conocía.

Se había apagado la llama.

Por un lado, eso significaba que la transición de Shryne a una vida normal podría tener lugar de forma más fluida de lo que había supuesto; a cambio, esa vida normal significaba existir en un mundo en el que reinaba el triunfo del mal.

 

 

En la antecámara de su retiro privado, Sidious, vestido con una túnica azul con capucha, caminaba en círculo ante la pared con ventanales. Vader estaba en pie, muy rígido en el centro de la sala, con las manos enguantadas cruzadas ante sí.

—Parece ser que te ocupaste de nuestro problemita en Alderaan, Lord Vader —dijo Sidious.

—Sí, Maestro. Ya no tiene que preocuparse por Fang Zar.

—Sé que debería sentir cierto alivio. Pero la verdad es que no estoy satisfecho del todo con el resultado. La muerte de Zar podría despertar simpatías en el Senado.

Vader se revolvió.

—No me dejó otro recurso.

Sidious se detuvo y se volvió hacia Vader.

—¿Ningún otro recurso? ¿Por qué no te limitaste a apresarlo, como te pedí?

—Cometió el error de intentar huir.

—Pero, ¿tú contra alguien como Fang Zar? No parece un combate muy igualado, Lord Vader...

—Zar no estaba solo —dijo Vader con veneno en la voz—. Pero si no le gusta la forma en que...

Sidious se le acercó, intrigado de pronto.

—Ah, ¿qué es esto? Dejas la frase sin terminar... como si no pudiera ver adónde conduciría. —La ira asomó a sus ojos amarillos—. ¡Como si no pudiera ver el pensamiento que se esconde tras ellas!

Vader no dijo nada.

—Puede que no estés disfrutando con tu actual posición en la vida, ¿es eso? Puede que te hayas cansado de cumplir mis órdenes. —Sidious lo miró fijamente—. Igual te consideras más apto que yo para ocupar el trono. ¿Es eso, Lord Vader? ¡Si es así, admítelo!

Vader permaneció en silencio un momento más, respirando profundamente.

—Yo sólo soy un aprendiz. Tú eres el Maestro.

—Es interesante que te hayas contenido para no llamarme tu Maestro.

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