Diáspora (39 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Diáspora
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Elena, sentada a su lado, agitó las piernas que colgaban de la viga.

—¿Cuál es el volumen relativo del espacio galáctico frente al intergaláctico?

—¿Quieres decir aquí? No estoy seguro

Karpal dijo:

—La primera estimación a partir de los datos del observatorio es uno frente a mil, dependiendo de cómo se definan los halos.

—Por tanto, ¿es simple suerte que no estemos a un millón de años luz de la estrella más cercana?

—Ah. —Paolo lo meditó—. ¿Crees que los Transmutadores escogieron la posición de la singularidad? ¿
Cómo
?

—El vacío es el vacío —aventuró Karpal—. Hasta el momento de crear la singularidad, no habría tenido sentido preguntarse en qué lugar del espacio-tiempo de aquí estaba la macroesfera. Hasta ese momento, sólo había un conjunto indistinguible de historias cuánticas que incluía todas las posibilidades. Por tanto, no es como si estuviesen limitados a un punto concreto y preordenado.

Elena dijo:

—No, pero de haber colapsado aleatoriamente ese conjunto de historias, el resultado más probable habría sido una singularidad en el espacio intergaláctico. Por tanto, tuvieron mucha suerte o fueron capaces de controlar el colapso.

—Yo digo que controlaron el colapso. Empleando la forma del agujero de gusano. Haciendo que se enlazase preferentemente a cierto nivel de curvatura gravitatoria.

—Quizá. —Elena rió, frustrada—. Una pregunta más a plantear si les alcanzamos.

Paolo echó un vistazo a su destino. Noether, una estrella caliente y teñida de ultravioleta con dos mundos terrestres sin agua. Los Transmutadores bien podrían haber decidido asentarse en este universo de cuatro dimensiones en lugar de en la primera macroesfera, pero Paolo no tenía muchas esperanzas de que hubiesen escogido como nuevo hogar el sistema Noether; cuando ellos llegaron, no habría sido la estrella más cercana y tampoco la más hospitalaria. Si esos planetas estaban desiertos, bastaría con un deslizamiento más de la singularidad para eliminar cualquier posibilidad de dar a tiempo con los Transmutadores. Le había propuesto a Orlando que muchos ciudadanos probablemente estarían dispuestos a refugiarse de todas formas en la macroesfera; después de todo, si el mapa del neutrón había sido malinterpretado y se trataba de una falsa alarma, nada les impediría regresar. Orlando no se había mostrado muy impresionado:

—Un puñado de personas no es suficiente. Tenemos que convencerlos a todos.

En el panorama apareció un gusano segmentado con seis piernas carnosas, acercándose alrededor de la viga. Paolo quedó sorprendido; el icono era exactamente como el de Hermann, pero Hermann ni siquiera había entrado en la primera macroesfera. Y el gusano no radiaba ninguna etiqueta de firma.

Paolo se volvió hacia Elena.

—¿Es una broma?

Ella miró a Karpal; éste negó con la cabeza.

—No, a menos que la broma sea para todos nosotros.

El gusano se acercó, agitando los pedúnculos de los ojos. Elena dijo en voz alta:

—¿Quién eres?

Todos eran bienvenido al Satélite Pinatubo, pero aparecer sin firma era de muy malos modales.

El gusano respondió, con la voz de Hermann:

—¿No deseáis llamarme Hermann?

Karpal preguntó con toda frialdad:

—¿Eres Hermann?

—No.

—Entonces preferimos no llamarte Hermann.

El gusano movió la cabeza de un lado a otro, de una forma muy típica de Hermann.

—Entonces llamadme Gestor de Contingencias.

Elena dijo:

—Preferimos no llamarte así tampoco. ¿Quién eres?

El gusano se mostró abatido.

—No sé qué tipo de respuesta precisáis.

Paolo examinó con cuidado el icono, pero no había ningún indicio respecto a su verdadera naturaleza. En las grietas de la polis se ejecutaban algunos programas muy extraños, todos los cuales supuestamente se comprendían bien y estaban limitados, pero con el paso de los milenios algunos habían surgido en los lugares más inesperados.

—¿Qué tipo de software eres? ¿Eso lo sabes? —Si no era un ciudadano, podrían invocar utilidades del sistema operativo para examinarlo con todo detalle, pero lo más cortés parecía preguntar primero.

—Soy un Gestor de Contingencias.

Paolo nunca había oído hablar de algo así.

—¿No eres consciente?

—No.

—¿Por qué empleas el icono de nuestro amigo?

—Porque sabéis que no puedo ser él, lo cual debería provocar la mínima confusión. —El gusano casi logró que sonase razonable.

Karpal preguntó:

—¿Por qué nos hablas?

—Una de mis funciones es saludar a los recién llegados.

Paolo rió.

—Elena y yo nacimos aquí, y si eres la fiesta de bienvenida automática para Karpal, llegas con mil quinientos años de retraso.

Elena tomó la mano de Paolo y le habló en privado.

—No creo que se refiera a llegados a C-Z.

Paolo miró fijamente al gusano. Éste agitó los ojos en un gesto encantador.

—¿Dónde te originaste? ¿En qué parte de la polis?

Pareció tener problemas para entender la pregunta. Respondió tentativamente:

—¿La parte externa?

—No te creo. —Se volvió hacia Elena—. ¡Vamos! ¡Es una broma! ¿Cómo podría alguien penetrar en el hardware en medio del espacio interestelar, entrar en un panorama e imitar a Hermann?

El gusano dijo:

—Tras la inspección fue fácil determinar vuestros protocolos de datos. La apariencia de Hermann estaba codificada en vuestras mentes.

Paolo sintió que su certidumbre vacilaba. Era posible que los Transmutadores pudiesen hacerlo: leer y decodificar toda la polis en pleno vuelo, dejar al descubierto su naturaleza, su lenguaje, sus secretos. Sus yos de Orfeo habían hecho prácticamente lo mismo con las alfombras, excepto entrar activamente en el mundo calamar y establecer contacto.

Elena le preguntó al gusano:

—¿Quién te creó?

—Otro Gestor de Contingencias.

—¿Y quién le creó a él?

—Otro Gestor de Contingencias.

—¿Cuántos Gestores de Contingencias hay en esa cadena?

—Nueve mil diecisiete.

—¿Y luego qué?

El gusano meditó la pregunta.

—No estáis interesados en ningún nivel de software no consciente, ¿verdad?

Elena respondió pacientemente:

—Nos interesa todo, pero primero nos gustaría saber de los seres conscientes que crearon a los primeros de vosotros.

El gusano agitó una pierna en el aire:

—Evolucionaron en un planeta, pero ahora son más difusos, cada individuo disperso por el espacio entre un millón de estrellas. En esa forma actúan con mucha más lentitud que vosotros, razón por la cual no pueden saludaros en persona.

Karpal preguntó:

—¿Un planeta de este universo?

—No. Llegaron aquí de la misma forma que vosotros, pero no por la misma ruta. —Junto a la viga creó un diagrama de esferas anidadas, mostrando un camino que atravesaba una jerarquía de no menos de siete universos. Un segundo sendero, enlazando sólo tres universos, se encontraba con el primero en el nivel más alto; presumiblemente, la ruta de C-Z. Los creadores del gusano no habían llegado a través de la misma macroesfera; nunca habían estado cerca de Poincaré, menos aún de Swift. No eran los Transmutadores.

Paolo volvía a sentirse escéptico. Quizá
fuese
Hermann, disfrazado como imitación de sí mismo, un emigrante sin anunciar venido por el enlace de la singularidad o un polizón que se hubiese revelado ahora. Nadie más se atrevería con una broma tan compleja.

Dijo sarcásticamente:

—¿Siete niveles? ¿Por qué tan pocos?

—Fue la longitud de su viaje. Decidieron parar aquí.

—¿Pero hay más niveles? ¿Podrían haber seguido?

—SI.

—¿Cómo puedes saberlo?

El gusano reemplazó el diagrama con otro, mostrando dos estrellas de neutrones en órbita.

—¿El destino de este sistema os resulta incomprensible? — Miró a Paolo con seriedad; éste asintió, incapaz de responder. Ni siquiera Hermann haría chistes sobre Lacerta.

Las estrellas de neutrones giraron lentamente la una alrededor de la otra, confinadas en un plano traslúcido que representaba su universo. El gusano añadió dos planos más, encima y debajo, con estrellas que se movían aleatoriamente: universos adyacentes, separados en las dimensiones de la macroesfera por un cuanto de distancia.

—La interacción entre esos universos es muy débil, pero hay valores críticos de momento angular donde alcanza un máximo.

Karpal intervino furioso:

—¡Eso lo sabemos! ¡Pero no basta para explicar Lac G-1! El efecto es varios órdenes de magnitud menor que la radiación gravitatoria. Y no hay posibilidades de una espiral acelerada: ¡una vez que el sistema pierde momento angular y baja de cierto valor crítico, la fuerza de acoplamiento cae y todo el proceso se vuelve más lento!

El gusano dijo:

—Eso sería cierto con uno o dos niveles, o seis, o siete. Una pequeña cantidad de momento angular se perdería debido a las interacciones aleatorias con cuerpos en universos adyacentes, y el efecto sería insignificante. Pero cada universo de cuatro dimensiones no está rodeado simplemente en seis dimensiones por universos adyacentes de la misma macroesfera. Ni está rodeado sólo en diez dimensiones por universos en otras macroesferas. Hay un número infinito de niveles, un número infinito de dimensiones adicionales. Por lo que todo universo de cuatro dimensiones interaccionas con
un número infinito
de universos adyacentes.

Los dos plano adicionales del diagrama se duplicaron en cuatro, luego ocho, encerrando las estrellas de neutrones en un cubo. Luego el cubo mutó a una serie de poliedros con un número cada vez mayor de caras, cada cara representando parte de un universo adyacente. Los poliedros se difuminaron en una esfera, atestada de estrellas que pasaban «cerca» en un continuo de universos vecinos... todas ellas tirando débilmente de la binaria de estrellas de neutrones.

—El sistema no pierde momento angular. —El gusano situó una flecha en el centro de la órbita, señalando hacia arriba fuera del plano—. Razón por la cual la fuerza de acoplamiento no cae, interrumpiendo la interacción. Pero con cada encuentro, la dirección del vector de momento angular cambia ligeramente —a medida que las estrellas pasaban, la flecha se apartaba un poco de la vertical. Su altura sobre el plano orbital representaba su componente en el espacio tridimensional ordinario, y a medida que se alejaba cada vez más de su dirección original, las estrellas de neutrones empezaban a acercarse en espiral. Su momento angular no se perdía radiado, ya fuese con chorros de mesones u otra cosa. Se iba convirtiendo en giro extra-dimensional.

Karpal contempló la animación con una expresión aturdida. Elena le tocó el brazo.

—¿Estás bien?

Asintió. Paolo pensó que Karpal se había unido a la búsqueda para encontrar precisamente esto, como le pasaba a todos los refugiados del
carneval
. Había contemplado desde la Luna cómo Lacerta iba acercándose, incapaz de comprender el proceso, mientras miles de carnosos morían porque nadie podía explicarlo, nadie podía convencerles de que fuese real.

El propio Paolo se sentía desorientado. Los Transmutadores seguían siendo tan elusivos como siempre, pero esta herramienta no consciente de otra civilización totalmente diferente había respondido despreocupadamente a la pregunta que había impulsado el viaje de la Diáspora a través de tres universos.

O a la mitad de la pregunta.

Invocó un mapa de la Vía Láctea, con cada estrella marcada con una etiqueta que indicaba masa y velocidad.

—¿Puedes leerlo?

—Sí. —El gusano añadió cándidamente—: Sé lo que vas a preguntar. ¿Cuál es el destino del centro galáctico?

Paolo se sintió de pronto agradecido de que no fuese un ser consciente. Habían leído sus mentes, habían estado tan totalmente desnudos como se podía estar frente a cualquier amante... pero a menos que el gusano mintiese, estaba revolviendo en esa información, a ciegas, para determinar la respuesta que precisaban, sin ser más consciente que la biblioteca de la polis.

—Bien, ¿los Transmutadores tenían razón o no? ¿Estás de acuerdo con su predicción?

—No del todo. Extrapolaban muy al futuro y una galaxia es un sistema complejo. No se puede esperar que acertasen en todo.

Elena preguntó:

—Bien, ¿cuánto se equivocaron?

El gusano dijo:

—A medida que el centro colapse, gran parte de esa energía se convertirá en giro extra-dimensional. La energía en esa forma no puede interaccionar con los gravitones locales, por lo que esa región no se aislará a sí misma tras un horizonte de sucesos a la velocidad que hubiera podido en otras circunstancias. Y antes de lograrlo, la densidad de energía será lo bastante alta como para empezar a crear nuevo espacio-tiempo.

—¿Un mini Big Bang? —Karpal se apartó inquieto de la viga, como si así ganase ventaja para iniciar las llamadas de aviso—. ¿Un centro de creación, en medio de la galaxia?

—Sí.

Elena dijo:

—¿Pero el nuevo espacio tiempo no sería ortogonal al antiguo? ¿Una burbuja perpendicular al universo principal, sin inmiscuirse con él? —Esbozó un diagrama tosco, una esfera grande con una más pequeña que crecía a partir de ella, las dos unidas por un cuello estrecho.

—Eso es correcto. Pero esa pequeña región compartida del núcleo galáctico alcanzará temperaturas extremas antes de cerrarse para formar un agujero negro.

—¿Cómo de extremas?

—Lo suficientemente caliente para romper los núcleos atómicos en un radio de cincuenta mil años luz. No sobrevivirá nada en la galaxia.

Elena guardó silencio. Paolo pensó: aquí no habrá ningún rastro. Ninguna chispa de radiación, como una supernova distante, para marcar la muerte de cien mil millones de mundos. El apocalipsis será invisible.

Paolo sabía que el Gestor de Contingencias no podía sentir compasión por su difícil situación; sólo podía emitir las formalidades que se le programaron hacía mucho tiempo, traducidas lo mejor posible. Pero el mensaje que transmitía todavía era capaz de salvar tiempo, escala y culturas.

Decía: «Traed a vuestra gente. Sois bienvenidos. Aquí hay espacio para todos».

Octava Parte
 

A Yatima le gustaba cómo las 3-esferas concéntricas de color, formadas en el cielo por estrellas de igual desplazamiento Doppler, convergían en su destino; parecía mucho más enfático que un arco iris estelar normal de bandas circulares. Envolviendo tan apretadamente la imagen de Weyl, parecían prometer que, esta vez, los Transmutadores no se habrían escabullido.

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