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Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

Dune. La casa Harkonnen (39 page)

BOOK: Dune. La casa Harkonnen
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Cuando el sacerdote la alcanzó, Mapes abrió el sello de una puerta camuflada, que se abrió hacia dentro. Oyeron voces, mezcladas con el zumbido de maquinaria y los ruidos de mucha gente. Globos luminosos, que arrojaban una luz amarillenta, flotaban en las corrientes de aire.

Mapes atravesó una puerta cubierta de piel y entró en una sala donde algunas mujeres manipulaban telares eléctricos, para tejer largos mechones de pelo y algodón del desierto hasta convertirlos en telas. El aire cálido estaba impregnado de olor humano e incienso de melange. Todos los ojos se volvieron hacia la ilustre visitante.

La sala de los telares se abría a otra estancia, donde un hombre cuidaba de una olla metálica suspendida sobre un fuego. La luz de las llamas bailó sobre el rostro arrugado de Mapes, y dotó de un brillo feroz a sus ojos azules. Margot lo observaba todo, almacenaba detalles para su informe posterior. Jamás había imaginado que los fremen ocultaran una población tan numerosa, un poblado tan grande.

Por fin, desembocaron en una cámara más grande, con suelo de tierra, llena de plantas del desierto, separadas por senderos. Reconoció saguaro, alfalfa silvestre, creosota, hierbas de pobreza. ¡Todo un terreno de experimentos botánicos!

—Esperad aquí, lady Fenring.

Mapes siguió adelante, acompañada por el sacerdote. Ya a solas, Margot se agachó para examinar los cactos, vio espigas lustrosas, carne firme, nuevos brotes. En otra caverna oyó voces y cánticos resonantes.

Percibió un tenue sonido, alzó la vista y vio a una anciana vestida con un hábito negro. La mujer, con los brazos cruzados sobre el pecho, estaba arrugada y delgada, tan fuerte como hilo shiga. Llevaba un collar de aros metálicos centelleantes, y sus ojos oscuros semejaban pozos en sombras excavados en su cara.

Algo en su porte, en su presencia, recordó a Margot a las Bene Gesserit. En Wallach IX, la madre superiora Harishka se estaba acercando a los doscientos años, pero esta mujer parecía aún más vieja, con el cuerpo saturado de especia, la piel envejecida por el clima más que por los años. Hasta su voz era seca.

—Soy la Sayyadina Ramallo. Estamos a punto de iniciar la Ceremonia de la Semilla. Únete a nosotros, si en verdad eres quien dices ser.

¡Ramallo! Conozco ese nombre.
Margot avanzó, dispuesta a citar las frases en clave secretas que identificarían su conocimiento de la Missionaria Protectiva. Una mujer llamada Ramallo había desaparecido en las dunas un siglo atrás… la última en desvanecerse de una serie de reverendas madres.

—Ahora no hay tiempo para eso, hija —interrumpió la anciana—. Todo el mundo está esperando. Contigo entre nosotros, sienten tanta curiosidad como yo.

Margot siguió a la Sayyadina hasta una amplia caverna donde se congregaban miles de personas. Nunca había imaginado que existiera un recinto tan grande dentro de las rocas. ¿Cómo habían conseguido eludir la vigilancia de las constantes patrullas Harkonnen? No se trataba de un miserable poblado, sino de toda una ciudad oculta. Los fremen guardaban muchos más secretos, así como grandiosos planes, de los que Hasimir Fenring sospechaba.

Una muralla de olores desagradables la asaltó. Algunos fremen vestían túnicas polvorientas, y otros destiltrajes, abiertos por el cuello. A un lado se erguía el sacerdote que la había guiado desde Arrakeen.

No dejé el menor rastro de mi partida del invernadero. Si tienen la intención de matarme, nadie sabrá jamás lo sucedido, como pasó con las demás hermanas.
Margot sonrió para sí.
No, si sufro algún daño, Hasimir los encontrará.
Quizá los fremen pensaban que sus secretos estaban a salvo, pero no eran dignos rivales de su conde, en el caso de que este concentrara sus esfuerzos e intelecto en localizarles.

Tal vez los fremen no lo creyeran, pero Margot sí.

Cuando el último habitante del desierto entró en la caverna, Ramallo cogió la mano de Margot en su presa nervuda.

—Ven conmigo.

La Sayyadina la precedió por unos escalones de piedra que ascendían a una plataforma rocosa, donde se volvió hacia la multitud.

Se hizo el silencio en la caverna, salvo por el roce de las ropas, como alas de murciélago.

Margot, algo nerviosa, se colocó junto a la anciana.
Tengo la sensación de que voy a ser la protagonista de un sacrificio.
Empleó ejercicios de respiración para calmarse. Oleada tras oleada de impenetrables ojos fremen la miraban.

—Shai-Hulud nos está observando —dijo Ramallo—. Que los maestros de agua se adelanten.

Cuatro hombres se abrieron paso entre la muchedumbre. Cada par portaba un pequeño saco de piel entre ambos. Los depositaron a los pies de Ramallo.

—¿Hay semilla? —preguntó Ramallo.

—Hay semilla —anunciaron al unísono los hombres. Se volvieron y bajaron.

Ramallo abrió uno de los sacos y vertió líquido sobre sus manos.

—Bendita sea el agua y su semilla.

Extendió las manos, de las que resbaló un líquido azul, como si las gotas fueran zafiros líquidos.

Las palabras y la ceremonia sorprendieron a Margot, porque se parecían a la prueba del veneno Bene Gesserit, mediante el cual una hermana se transformaba en reverenda madre. Algunos agentes químicos (todos terriblemente mortíferos) se utilizaban para inducir una terrible agonía y una crisis mental en la hermana. ¿Una adaptación de la Missionaria Protectiva? ¿Habían revelado este secreto las Bene Gesserit desaparecidas a los fremen? En tal caso, ¿qué más sabía el pueblo del desierto sobre los planes de la Hermandad?

Ramallo desenroscó la válvula enrollada del saco y lo apuntó en dirección a Margot. Sin vacilar, Margot se arrodilló y tomó el pitorro entre sus manos, pero luego vaciló.

—Si en verdad eres una reverenda madre —susurró Ramallo—, beberás esta emanación de Shai-Hulud sin padecer el menor daño.

—Soy una reverenda madre —dijo Margot—. Ya he pasado antes por esto.

Los fremen mantuvieron su reverente silencio.

—Nunca has pasado por esto, hija —corrigió la anciana—. Shai-Hulud te juzgará.

El saco desprendía el olor familiar de la especia, pero con un toque amargo. El acre líquido azul parecía ser el emisario de la muerte. Aunque había superado la Agonía para ser una reverenda madre, Margot casi había muerto durante la ceremonia.

Pero podía hacerlo otra vez.

A su lado, la Sayyadina desenroscó la válvula del segundo saco. Tomó un sorbo y puso los ojos en blanco.

No debo temer
, pensó Margot.
El miedo es el asesino de mentes…
Recitó en su mente toda la Letanía Contra el Miedo, y después chupó la paja, hasta extraer una sola gota. La cantidad de líquido más ínfima tocó la punta de su lengua.

Percibió un sabor repugnante que penetró hasta el fondo de su cráneo. ¡Veneno! Su cuerpo se estremeció, pero se concentró en su química con un supremo esfuerzo, alteró una molécula aquí, añadió o sustrajo un radical allí. Tuvo que emplear todas sus facultades.

Margot soltó la válvula. Su conciencia flotó, y el tiempo detuvo su eterna progresión cósmica. Abandonó su cuerpo, sus capacidades Bene Gesserit tomaron el control y empezaron a alterar la química del veneno mortífero. Margot comprendió lo que debía hacer, convertir el producto químico en algo útil, crear un catalizador que transformara el resto del líquido que contenían los sacos…

El sabor se hizo dulce en su boca.

Cada acto de su vida hasta aquel momento se extendió ante ella como un tapiz. La hermana Margot Rashino-Zea, ahora lady Margot Fenring, se examinó hasta el último detalle, cada célula de su cuerpo, cada fibra nerviosa… cada pensamiento que había experimentado. En el fondo de su ser, Margot encontró aquel terrible lugar oscuro que nunca podía ver, el lugar que fascinaba y aterrorizaba a todas las de su especie. Sólo el largamente esperado Kwisatz-Haderach podía mirar allí. El
Lisan al-Gaib.

Sobreviviré a esto
, pensó.

La cabeza de Margot resonaba como si hubieran golpeado un gong en su interior. Vio una imagen distorsionada de la Sayyadina Ramallo, que oscilaba delante de ella. Entonces, uno de los maestros de agua avanzó e introdujo el extremo de la válvula en la boca de Margot, recuperó la gota de líquido transformado, y a continuación la introdujo en el saco. La anciana soltó la segunda válvula, y otros maestros de agua trasladaron el veneno transformado de un contenedor a otro, como fuego que se propagara por campos de hierba reseca.

La gente se apiñó alrededor de los sacos para recibir gotas de la droga catalizada, rozaron sus labios con el líquido.

—Tú has colaborado en hacerlo posible para ellos —dijo Ramallo, y de algún modo la conciencia de Margot tomó nota de sus palabras.

Qué extraño. Aquello era tan diferente de todo cuanto había experimentado… pero no tanto, al fin y al cabo.

Poco a poco, como un soñador que bailara en el interior de su conciencia, Margot sintió que se reintegraba a la cámara de piedra, y la visión inducida por la droga ya sólo era un recuerdo impreciso. Los fremen continuaban tocando las gotas con los dedos, se apartaban a un lado para que los demás compartieran el preciado líquido. La euforia se esparció por la caverna como la luz del amanecer.

—Sí, en otro tiempo fui una reverenda madre —le dijo Ramallo por fin—. Hace muchos años conocí a tu madre superiora.

Margot, todavía aturdida por las reverberaciones de la poderosa droga, ni siquiera pudo demostrar sorpresa, y la anciana asintió.

—La hermana Harishka y yo éramos compañeras de clase… hace mucho, mucho tiempo. Ingresé en la Missionaria Protectiva y me enviaron aquí con otras nueve reverendas madres. Muchas hermanas de nuestra orden se habían perdido aquí, asimiladas por las tribus fremen. Otras murieron en el desierto. Yo soy la última. La vida es muy dura en Dune, incluso para una Bene Gesserit adiestrada. Aun con la melange, que hemos llegado a comprender y apreciar de nuevas maneras.

Margot clavó la vista en los ojos de Ramallo y vio comprensión en ellos.

—Tu mensaje hablaba del
Lisan al-Gaib
—dijo Ramallo, con voz quebradiza—. Está cerca, ¿verdad? Después de tantos miles de años.

Margot habló en voz baja, mientras los fremen se iban excitando cada vez más con el ritual.

—Esperamos que dentro de dos generaciones.

—Esta gente ha esperado mucho tiempo. —La Sayyadina echó un vistazo a la euforia que reinaba en la sala—. Puedo revelarte secretos Bene Gesserit, hija, pero mi lealtad es doble. Ahora también soy una fremen, he jurado defender los valores de las tribus del desierto. Ciertas confidencias no pueden ser reveladas a ningún habitante de otro planeta. Un día he de elegir una sucesora, una de estas mujeres, sin duda.

Ramallo inclinó la cabeza.

—La orgía tau del sietch es un punto de fusión entre Bene Gesserit y fremen. Mucho antes de que la Missionaria Protectiva llegara aquí, esta gente había descubierto el consumo del narcótico iluminador de la conciencia de formas más sencillas y primitivas.

En las sombras de la gran caverna, los fremen se alejaban, juntos y por separado, ofuscados por la droga, algunos elevados a la paz interior y el éxtasis, otros impulsados hacia miembros del sexo opuesto en una frenética copulación. Un lienzo de realidad pintado de cualquier manera se posó sobre ellos, convirtió sus duras vidas en una imagen onírica.

—A lo largo de los siglos, hermanas como yo les han guiado a seguir nuevas ceremonias, y adaptamos las viejas costumbres fremen a las nuestras.

—Has conseguido grandes cosas aquí, madre. Wallach IX se alegrará de saberlo.

Mientras la orgía fremen continuaba, Margot experimentó la sensación de que estaba flotando, aturdida y alejada de todo. La anciana alzó una mano similar a una garra para bendecirla, para entregarla de nuevo al mundo exterior.

—Ve e informa a Harishka. —Ramallo dibujó una leve sonrisa—. Y entrégale este regalo.

Extrajo un pequeño libro encuadernado del bolsillo de su hábito.

Margot abrió el volumen y leyó la página del título:
Manual del desierto amigo.
Debajo, en letras más pequeñas, rezaba: «El lugar rebosante de vida. Aquí se hallan el
ayat
y el
burhan
de la vida. Cree, y al-Lat nunca te quemará».

—Es como el
Libro de Azhar
—exclamó Margot, sorprendida de ver una edición adaptada a las costumbres fremen—. Nuestro Libro de los Grandes Secretos.

—Dale mi ejemplar sagrado a Harishka. Le gustará.

Admirado ahora de su presencia, el sacerdote de Rutii acompañó a Margot a la residencia de Arrakeen. Llegó poco antes del amanecer, justo cuando el cielo empezaba a alumbrar suaves tonos pastel, y se metió en la cama. Nadie, a excepción de la Shadout Mapes, sabía que había salido de la mansión. Permaneció despierta durante horas, emocionada…

Varios días después, con la mente llena de preguntas, Margot siguió el sendero que conducía a la cueva, gracias al mapa exacto que había trazado en su cabeza. Subió la empinada senda que llevaba al Borde Oeste de la Muralla, siguió el estrecho reborde que daba acceso a la entrada del sietch. El calor dificultaba su marcha.

Cuando se adentró en las frías sombras de la cueva, descubrió que el sello de puerta había desaparecido. Paseó por las cámaras, descubrió que estaban vacías. Ni máquinas, ni muebles, ni gente. Ninguna prueba. Sólo los olores perduraban…

—De modo que no confías en mí por completo, Sayyadina… —dijo en voz alta.

Margot permaneció largo rato en la caverna donde había tenido lugar la orgía tau. Se arrodilló donde había consumido el Agua de Vida, percibió los ecos de la gente que había vivido allí tanto tiempo. Todo desaparecido…

Al día siguiente, el conde Hasimir Fenring regresó de sus inspecciones en el desierto con el barón Harkonnen. Durante la cena, complacido por su presencia, preguntó a su adorable esposa qué había hecho en su ausencia.

—Oh, nada, amor mío —contestó ella agitando su cabello dorado. Rozó su mejilla con los labios en un tierno beso—. He cuidado de mi jardín.

44

Persevero en la sagrada presencia humana. Como yo, tú deberías perseverar un día. Ruego a tu presencia que así sea. Que el futuro siga siendo incierto, porque es el lienzo que recibe nuestros deseos. Así la condición humana afronta su perpetua tabla rasa. No poseemos más que este momento, en que nos dedicamos continuamente a la sagrada presencia que compartimos y creamos.

Bendición Bene Gesserit

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