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Authors: Caleb Carr

Tags: #Intriga, Policíaco, Suspense

El alienista (81 page)

BOOK: El alienista
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En estos últimos veintitrés años he visto con bastante frecuencia a Lucius y a Marcus, y todavía más a menudo a Sara. Todos ellos han continuado sus carreras en la investigación criminal, con auténtica devoción y brillantes resultados. En ocasiones hemos tenido la oportunidad de investigar juntos algún pequeño asunto, experiencias que colectivamente forman la cadena de mis recuerdos más memorables. Pero imagino que nada va a ser como la búsqueda de Beecham. Tal vez con la muerte de Roosevelt este éxito logre por fin la consideración oficial; servirá al menos como singular recordatorio de que, debajo de toda aquella violencia teatral, Theodore poseía un corazón y una mente lo bastante abiertos como para haber hecho posible una empresa sin precedentes como fue aquélla.

Ah, y una nota para quienes puedan sentir curiosidad respecto a los destinos de Cyrus Montrose y de Stevie Taggert: Cyrus finalmente se casó y llevó a su mujer a vivir a casa de Kreizler. La pareja tiene varios hijos, uno de los cuales actualmente se halla inscrito en la Escuela de Medicina de Harvard. En cuanto al joven Stevie, al llegar a la mayoría de edad pidió prestado algún dinero a Kreizler y abrió una tienda de tabacos frente al hotel Fifth Avenue, en el nuevo edificio Flatiron. Le ha ido bastante bien, y en los últimos quince años no creo que le haya visto ni una sola vez sin un cigarrillo en la boca.

Justo tres años después de la conclusión del caso Beecham, el Embalse Croton— que había quedado anticuado debido al nuevo sistema de distribución de agua que se había construido después de que Boss Platt consumara su proyecto del Gran Nueva York— fue demolido a fin de dejar espacio para la sede de la más maravillosa de las empresas filantrópicas: la Biblioteca Pública de Nueva York. Después de leer en el Times el artículo que anunciaba su demolición, un día, aprovechando la hora del almuerzo, me acerqué a echar un vistazo a los trabajos. La tarea de echar abajo el embalse se había iniciado en el muro del lado sur, encima del cual nos habíamos enfrentado al reto final de nuestra investigación. En aquellos momentos era abatido para exponer un enorme cráter construido por la mano del hombre, de una manzana de ancho por dos de largo. Sin embargo, contemplada desde aquella perspectiva, completamente al descubierto, la construcción no parecía tan impresionante… Resultaba difícil creer que alguna vez hubiera sido tan resistente como para soportar la fantástica presión de millones de litros de agua.

Agradecimientos

Cuando llevaba a cabo las investigaciones preliminares para este libro, se me ocurrió pensar que el fenómeno que ahora llamamos asesinatos en serie se había venido dando desde que los seres humanos nos agrupamos para formar sociedades. Esta opinión de simple aficionado obtuvo la confirmación, junto con cauces de investigación más profunda, por parte del doctor David Abrahamsen, uno de los principales expertos de Estados Unidos sobre el tema de la violencia en general y de los asesinatos en serie en particular. Deseo agradecerle el tiempo que dedicó a comentar el proyecto.

Quiero expresar también mi agradecimiento al personal de los Archivos Harvard, de la Biblioteca Pública de Nueva York, de la Sociedad Histórica de Nueva York, del Museo Norteamericano de Historia Natural y de la Sociedad de Bibliotecas de Nueva York, pues todos ellos me prestaron su inestimable colaboración.

A John Coston, que en las primeras etapas me sugirió importantes vías de investigación y me dedicó su tiempo para intercambiar ideas, le estoy particularmente agradecido.

Muchos autores, a través de sus escritos sobre los asesinatos y los asesinos en serie, han contribuido sin saberlo a este relato. De todos ellos hay algunos a quienes no puedo dejar de expresar mi agradecimiento: a Colin Wilson, por sus exhaustivas historias sobre el crimen; a Janet Colaizzi, por su brillante estudio de la locura homicida desde 1800; a Harold Schechter, por su análisis del desgraciadamente famoso Albert Fish (cuya famosa nota a la madre de Grace Budd inspiró el documento similar de John Beecham); a Joel Norris, por su tratado justamente famoso sobre los asesinos en serie; a Robert K. Ressler, por sus memorias de una vida dedicada a apresar a tales individuos; y, una vez más, al doctor Abrahamsen, por sus estudios sin parangón sobre David Berkowitz y Jack el Destripador.

Tim Haldeman proporcionó al manuscrito el beneficio de la visión de un experto. He valorado sus incisivos comentarios casi tanto como valoro su amistad.

Como siempre, Suzanne Gluck y Ann Godoff me guiaron desde la absurda idea inicial hasta el proyecto acabado, con entrega, habilidad y afecto. Todos los escritores deberían tener agentes y editores así. La habilidad, diligencia y buen humor de Susan Jensen a menudo ayudaron a mantener al lobo lejos de la puerta, y se lo agradezco.

Irene Webb supervisó en la otra costa, con un encanto y una pericia consumados, el destino de esta narración, por lo que estoy en deuda con ella.

A Scott Rudin me gustaría darle las gracias por su temprana y espectacular profesión de fe.

A través de su propia percepción psicológica, Tom Pivinski contribuyó a convertir las pesadillas en prosa. Ha sido como un puntal.

James Chace, David Fromkin y Rob Cowley me proporcionaron la amistad y los consejos tan necesarios para un proyecto como éste. Me siento orgulloso de considerarlos mis camaradas.

Estoy especialmente agradecido a mis compañeros del Grupo de los Cuatro en La Tourette: Martin Signore, Debbie Deuble y Yong Yoon.

Para finalizar, me gustaría dar las gracias a mi familia, en particular a mis primos Maria y William von Hartz.

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