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Authors: H. G. Wells

Tags: #Ciencia Ficción, Clásico, Cuento

El bacilo robado y otros incidentes - Cuentos del espacio y del tiempo (48 page)

BOOK: El bacilo robado y otros incidentes - Cuentos del espacio y del tiempo
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Ya sabe, cuando el señor Fotheringay detuvo la rotación del sólido globo terráqueo, no había hecho ninguna estipulación concerniente a las trivialidades que se mueven por su superficie. Y la tierra gira tan deprisa que su superficie en el ecuador viaja a bastante más de mil millas por hora y en estas latitudes a más de la mitad de esa velocidad. Así que el pueblo, y el señor Maydig, y el señor Fotheringay, y todos y todo habían sido lanzados violentamente hacia adelante a unas nueve millas por segundo —es decir, de forma mucho más violenta que si hubieran sido disparados por un cañón. Y todos los seres humanos, todas las criaturas vivas, todas las casas y todos los árboles —todo el mundo tal y como lo conocemos— habían sido lanzados de esa manera, y machacados y destruidos completamente. Eso era todo.

Desde luego el señor Fotheringay no comprendió plenamente estas cosas. Pero se percató de que su milagro había fracasado, por lo que le sobrevino un gran asco hacia los milagros. Ahora estaba a oscuras porque las nubes se habían arremolinado y tapaban el momentáneo vislumbre de la luna y el aire estaba lleno de irregulares copos de granizo, torturados y luchadores. Un gran rugido del viento y las aguas llenaban el cielo y la tierra, y, escudriñando con la mano de visera a través del polvo y el aguanieve en dirección al viento, vio, a la luz de los rayos, una vasta pared de agua cayendo a cántaros que venía hacia el.

—¡Maydig! —gritó la débil voz del señor Fotheringay entre el estrépito de los elementos—. ¡Aquí! ¡Maydig!

—¡Detente! —gritó el señor Fotheringay al agua que avanzaba—. ¡Oh, por amor de Dios, detente!

—Sólo un momento —dijo el señor Fotheringay a los rayos y truenos—. Deteneos un momento mientras recopilo mis pensamientos… ¿Y ahora qué hago? —se preguntó—. ¿Qué hago? ¡Cielos! Ojalá estuviera aquí el señor Maydig.

—Ya sé —dijo el señor Fotheringay—. Y por amor de Dios, que esta vez salga bien.

—¡Ah! —exclamó—, que nada de lo que voy a ordenar suceda hasta que diga ¡ya!… ¡Cielos! Ojalá lo hubiera pensado antes.

Elevó la vocecita contra el vendaval gritando más y más alto en el vano deseo de oír su propia voz.

—¡Ahora!.. ¡allá va! Ten cuidado con lo que acabo de decir. En primer lugar cuando se haya realizado todo lo que tengo que decir, que pierda mis poderes milagrosos, que mi voluntad sea como la de cualquier otro y que terminen todos estos peligrosos milagros. No me gustan. Preferiría no haberlos hecho. Nunca. Eso es lo primero. Y lo segundo es que vuelva al momento de antes de empezar los milagros, que todo sea exactamente igual que era antes de que aquella bendita lámpara se volcara. Es mucho trabajo, pero es el último. ¿Lo has cogido? Ningún milagro más. Todo como estaba. Yo de vuelta en el
Dragón Largo
justo antes de beber mi media pinta. ¡Eso es! Sí.

Metió los dedos en el montículo, cerró los ojos y dijo:

—¡Ya!

Todo se volvió completamente inmóvil. Se dio cuenta de que estaba firme, de pie.

—Eso dice usted —dijo una voz.

Abrió los ojos. Estaba en el bar del
Dragón Largo
discutiendo de milagros con Toddy Beamish. Tuvo una vaga sensación de algo grande olvidado que pasó instantáneamente. Ya sabe, excepto por la pérdida de los poderes milagrosos, todo volvía a estar como había estado, su inteligencia y memoria, por tanto, eran ahora exactamente lo que habían sido al comienzo de esta historia, de forma que no supo absolutamente nada de todo lo contado aquí, no sabe nada de todo lo contado aquí hasta el día de hoy. Y entre otras cosas, desde luego, todavía no cree en los milagros.

—Le digo que los milagros, hablando con precisión, no pueden existir —dijo—, mantenga lo que mantenga. Y estoy preparado para demostrárselo pase lo que pase.

—Eso es lo que usted piensa —dijo Toddy Beamish—, demuéstrelo si puede.

—Escuche, señor Beamish —dijo Fotheringay—. Entendamos claramente lo que es un milagro. Es algo contrario al curso de la naturaleza hecho por el poder de la Voluntad…

HERBERT GEORGE WELLS (Bromley, 1866 - Londres, 1946) Narrador y filósofo político de nacionalidad inglesa. Escritor moderno, de gran capacidad creadora y originalidad temática, H.G. Wells se encuentra en la línea de novelistas que exponen una visión realista de la vida y mantienen una enérgica creencia en la capacidad del hombre para servirse de la técnica como medio para mejorar las condiciones de vida de la humanidad.

Un accidente infantil por el que se rompió la tibia y su larga convalecencia lo obligaron a permanecer durante meses en reposo. Con ocho años de edad, esta impuesta quietud propició el descubrimiento de la lectura y en particular, guiado por su padre, de autores como C. Dickens o W. Irving. En su juventud, Wells estudió biología en la Normal School of Science de Londres, y alejado del humanismo clásico, se situó en una posición más cercana a las ciencias, que le proporcionó buena parte de la energía creadora que nutrió su trayectoria como novelista.

Su producción podría dividirse en tres etapas: la de novela científica, la familiar y la sociológica. La novela científica comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial y se convirtió pronto en un género popular, y las escritas por Wells son obras maestras del género gracias a su interés científico, así como a sus sólidas estructuras estilísticas y a su prodigio imaginativo. Basta como ejemplo la primera de ellas,
La máquina del tiempo
(1895), en la que el inventor de la máquina puede viajar hacia el pasado o el futuro con un sencillo movimiento de palanca. El protagonista viaja al año 802701 y contempla un panorama patético, consecuencia de la doctrina evolucionista, en un mundo habitado por dos especies humanoides: los
eloi
, vegetarianos ociosos, apacibles y simpáticos, desprovistos de inteligencia, y los desalmados y terribles
morlocks
, habitantes del subsuelo y herederos de las clases sojuzgadas, que de vez en cuando suben a la superficie para devorar a los eloi.

A ésta le siguieron
La visita maravillosa
(1895) y
El hombre invisible
(1897). Muchos de los inventos y procedimientos científicos que marcaron el siglo XX fueron imaginados por Wells a finales del XIX, tales como la bomba atómica, y aparecen en novelas como
La isla del Dr Moreau
(1896), El primer
hombre en la luna
(1901),
Manjar de dioses
(1904) o
La guerra en el aire
(1908).

Kipps
(1908) fue su primera novela familiar, a la que le siguió
Tono-Bungay
(1909), una notable sátira sobre la sociedad inglesa de finales del siglo XIX y la aparición de los
nuevos ricos
. A ésta le siguieron
Ann Verónica
(1909),
The History of Mr. Polly
(1910) y
Matrimonio
(1912). La novela sociológica o didáctica de Wells es la que comprende más títulos, de los que se destacan
El nuevo Maquiavelo
(1911) y
El mundo liberado
(1914), en la que describe una guerra europea realizada con bombas atómicas y radioactividad.

El autor publicó más de ochenta títulos en los que siguió la tradición de J. Bunyan y D. Defoe al margen de la influencia que los autores franceses y rusos ejercían sobre novelistas contemporáneos suyos como H. James, G. Moore y J. Conrad.

Notas

[1]
El misterio de Edwin Drood
. Novela de misterio que Dickens dejó inacabada a su muerte. El final ha sido objeto de numerosas espaculaciones.(N. del T.)
<<

[2]
No se sabe de ningún europeo que haya visto un Æpiornis vivo, con la dudosa exepción de Macer, quien visitó Madagascar en 1745.-H.G.W.
<<

[3]
Juego de palabras.
Figure
significa figura y también número. (N. del T.)
<<

[4]
Observaciones sobre una reciente recesión de los Microlepidópteros
, Boletín trimestral, Real Sociedad de Entomología
<<

[5]
Réplicas a ciertas observaciones
… Ibid., 1864.
<<

[6]
Ulteriores observaciones
… Ibid.
<<

[7]
Nota de Stevenson. (N. del T.)
<<

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