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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

El caballero del rubí (16 page)

BOOK: El caballero del rubí
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—Tal vez hubiéramos debido prevenirlos.

—No, Sparhawk. La vida ya es bastante dura para ese pueblo sin convertirlos en vagabundos. El Buscador nos persigue a nosotros. Esos estirios no corren peligro.

Al declinar la tarde llegaron al lindero del bosque y allí se detuvieron para escrutar los campos aparentemente desiertos que se extendían más allá.

—Acampemos allá entre los árboles —propuso Sparhawk—. Nos hallamos ante un terreno excesivamente descubierto y preferiría que nadie vea nuestro fuego si podemos evitarlo.

Retrocedieron entre los cedros, al abrigo de los cuales establecieron el campamento para pernoctar. Kalten, que salió al linde de la floresta para montar guardia, regresó poco después de anochecer.

—Será mejor que camufles ese fuego —indicó a Berit—. Se ve desde la última línea de árboles.

—Enseguida, sir Kalten —repuso el joven novicio, tomando una pala para rodear con más tierra la reducida fogata que les servía de fogón.

—No somos los únicos que acampamos por estos parajes —advirtió con seriedad el rubio caballero—. Hay un par de hogueras a poco más de un kilómetro siguiendo por esos campos.

—Vayamos a echar un vistazo —sugirió Sparhawk a Tynian y Ulath—. Habremos de precisar dónde están instalados para poder evitarlos por la mañana. Aun cuando el Buscador no nos cause problemas durante varios días más, hay otras personas que intentan mantenernos alejados del lago. ¿Vienes, Kalten?

—Adelantaos —contestó su amigo—. Yo aún no he comido.

—Quizá te necesitemos para señalar los fuegos.

—No dejaréis de verlos —aseveró Kalten, llenando su escudilla de madera—. Quien quiera que los haya encendido aprecia la luz a raudales.

—Tiene en gran apego a su estómago, ¿no es cierto? —observó Tynian mientras los tres caballeros caminaban hacia el lindero del bosque.

—Come mucho —reconoció Sparhawk—, pero como es un hombre muy alto necesita una alimentación copiosa para mantenerse en forma.

Las hogueras eran claramente visibles en campo descubierto. Sparhawk reparó con cuidado en los lugares donde se ubicaban.

—Nos desviaremos hacia el norte, creo —anunció en voz baja a los otros—. Probablemente nos convendrá quedarnos dentro de los bosques hasta haber pasado esos campamentos.

—Curioso —apreció Ulath.

—¿Qué? —inquirió Tynian.

—Esos campamentos no están muy alejados entre sí. Si los hombres que los ocupan se conocen, ¿por qué no han montado un solo campamento?

—Quizá no simpaticen mutuamente.

—¿Por qué se han instalado tan próximos entonces?

—¿Quién sabe por qué hacen las cosas los lamorquianos? —repuso Tynian encogiéndose de hombros.

—No hay nada que podamos hacer al respecto esta noche —manifestó Sparhawk—. Regresemos.

Sparhawk se despertó justo antes del alba y, cuando fue a llamar a los demás, vio que Tynian, Berit y Talen se hallaban ausentes. Ello era explicable en el caso de Tynian, pues se hallaba de guardia en el lindero. Pero el novicio y el chico no tenían motivos para haberse levantado. Sparhawk profirió un juramento y fue a despertar a Sephrenia.

—Berit y Talen se han ido —le comunicó.

La mujer escrutó la oscuridad que rodeaba su disimulado campamento.

—Habremos de aguardar a que amanezca —dijo—. Si no han vuelto para entonces, deberemos ir a buscarlos. Atizad el fuego, Sparhawk y acercad mi tetera a la llama.

El cielo se aclaraba por el este cuando Berit y Talen regresaron al campamento. Ambos parecían excitados y tenían los ojos muy brillantes.

—¿Dónde habéis estado? —preguntó con enojo Sparhawk.

—Satisfaciendo una curiosidad —contestó Talen—. Hemos ido a hacer una visita a nuestros vecinos.

—¿Podéis traducirme eso, Berit?

—Nos hemos arrastrado por el campo para echar un vistazo a la gente reunida alrededor de esas hogueras de allí, sir Sparhawk.

—¿Sin pedirme permiso antes?

—Estabais dormido —explicó con celeridad Talen—. No queríamos despertaros.

—Son estirios, sir Sparhawk —informó seriamente Berit—, o al menos lo son algunos. Sin embargo, hay un buen número de campesinos lamorquianos entre ellos. Los hombres que hay junto a la otra fogata son todos soldados eclesiásticos.

—¿Podríais precisar si los que habéis visto son estirios occidentales o zemoquianos?

—No distingo unos estirios de otros, pero los que había allí llevaban espadas y lanzas. —Berit frunció el entrecejo—. Puede que sean imaginaciones mías, pero todos los hombres tenían una expresión como embotada. ¿Recordáis el semblante tan impasible que tenían esos que nos tendieron una emboscada en Elenia?

—Sí.

—La gente que hay allá afuera tienen una apariencia similar, y no hablan entre sí ni duermen siquiera y no han apostado ningún centinela.

—¿Bien, Sephrenia? —inquirió Sparhawk—. ¿Podría haberse recuperado el Buscador antes de lo que habíamos calculado?

—No, repuso —con expresión preocupada—, pero podría haber puesto a esos hombres en nuestro camino antes de ir a Cimmura. Ellos seguirían todas las instrucciones que les hubiera dado, pero serían incapaces de adaptarse a cualquier situación imprevista sin su presencia.

—Pero nos reconocerían, ¿verdad?

—Sí. El Buscador se lo habría inculcado en el cerebro.

—¿Y nos atacarían si nos vieran?

—Inevitablemente.

—Entonces creo que será mejor que emprendamos la marcha —dictaminó—. Esa gente se halla demasiado cerca para sentirme totalmente a mis anchas. No me gusta cabalgar por terreno desconocido antes de que haya amanecido del todo, pero en las presentes circunstancias… —Se volvió hacia Berit—. Agradezco la información que nos habéis proporcionado, Berit, pero no debisteis iros sin avisarme, y en ningún caso llevaros a Talen. Vuestro trabajo y el mío implican ciertos riesgos, pero no teníais ningún derecho a ponerlo en peligro a él.

—Él no sabía que yo le seguía, Sparhawk —intervino con soltura Talen—. Lo vi levantarse y sentí curiosidad por ver qué hacía, de manera que me deslicé tras él. Él ni siquiera sabía que yo estaba ahí hasta que estábamos casi al lado de esas fogatas.

—Eso no es verdad, sir Sparhawk —desmintió Berit con una mirada acongojada—. Talen me despertó y me sugirió ir a lanzar una ojeada a esos hombres. Entonces no me pareció una mala idea. Lo siento. Ni siquiera he pensado que estaba exponiéndolo a un peligro.

Talen miró al novicio con cierto disgusto.

—¿Por qué teníais que hacer eso? —preguntó—. Estaba contándole una mentira perfecta. Hubiera podido evitaros problemas.

—He prestado juramento de decir siempre la verdad, Talen.

—Bueno, yo no. Sólo tenías que mantener la boca cerrada. Sparhawk no me pegará porque soy demasiado pequeño, pero podría decidir azotaros a vos.

—Me encantan estas intrascendentes discusiones sobre moralidad comparativa antes del desayuno —se regocijó Kalten—. Hablando de lo cual… —Dirigió una significativa mirada al fuego.

—Es vuestro turno —advirtió Ulath.

—¿Cómo?

—Os toca cocinar a vos.

—No es posible que ya me toque otra vez.

Ulath asintió.

—Lo he controlado —afirmó Ulath.

Kalten puso cara de pícaro.

—Seguramente Sparhawk tiene razón. Deberíamos emprender camino. Ya comeremos algo más tarde.

Cuando terminaban de levantar el campamento y ensillar los caballos, Tynian volvió del lindero de la espesura donde había estado montando guardia.

—Están dispersándose en grupos reducidos —informó—. Creo que van a batir los alrededores.

—En ese caso nos conviene no salir del bosque —concluyó Sparhawk—. En marcha.

Avanzaron con cautela, manteniéndose distanciados de los límites de la floresta, adonde cabalgaba de vez en cuando Tynian para espiar los movimientos de los sujetos de expresión ofuscada que se encontraban en campo abierto.

—Parece que no tiene en cuenta la cercanía de estos bosques —comentó después de una de las incursiones.

—Poco importa —lo desalentó Kalten—. Forman una barrera entre nosotros y el lago. Mientras sigan patrullando esos campos, no podremos atravesarlos. Al final se acabarán los árboles y nos quedaremos parados.

—¿Cuáles son los que patrullan específicamente esta zona? —preguntó Sparhawk a Tynian.

—Los soldados eclesiásticos. Cabalgan en grupos.

—¿De cuántos se componen?

—De unos doce.

—¿Permanecen a la vista unos de otros?

—Están dispersándose cada vez más.

—Estupendo —dijo Sparhawk—. Id a echar una ojeada y, cuando se encuentren lo bastante alejados para no poder verse entre sí, venid a comunicármelo.

—De acuerdo.

Sparhawk desmontó y ató las riendas de
Faran
a un arbolillo.

—¿Qué os proponéis hacer, Sparhawk? —inquirió con suspicacia Sephrenia al tiempo que Berit la ayudaba a desmontar junto con Flauta de su blanco palafrén.

—Sabemos que probablemente fue Otha quien envió al Buscador… lo cual nos remite a Azash.

—Sí.

—Azash sabe que el Bhelliom está a punto de volver a salir a la luz, ¿no es cierto?

—Sí.

—El objetivo principal del Buscador es darnos muerte, pero, en caso de no lograrlo, ¿no centraría sus esfuerzos en mantenernos alejados del lago Randera?

—¡Otra vez con la lógica elenia! —exclamó con disgusto la mujer—. Vuestra argumentación es transparente. Sé muy bien adónde apuntáis.

—Aun con las mentes embotadas, los soldados de la Iglesia continúan siendo capaces de transmitirse mutuamente información, ¿no es así?

—Sí —admitió de mala gana.

—Entonces no tenemos más alternativa al respecto. Si cualquiera de ellos nos ve, dentro de una hora los tendremos a todos tras de nosotros.

—No acabo de comprenderlo —dijo Talen, un tanto desconcertado.

—Va a matar a todos los componentes de una de las patrullas —le explicó Sephrenia.

—Hasta el último hombre —aseveró con ferocidad Sparhawk— y tan pronto como los demás se pierdan de vista.

—Sabéis bien que ni siquiera pueden huir.

—Perfecto. Así no tendré que perseguirlos.

—Estáis planeando asesinatos con toda premeditación, Sparhawk.

—Ello no se ajusta del todo a la realidad, Sephrenia. Ellos nos atacarán en cuanto nos vean. Lo que haremos será defendernos.

—Puros sofismas —espetó la estiria antes de alejarse con paso vivo, murmurando para sus adentros.

—Ni siquiera pensaba que conociera el significado de esa palabra —se sorprendió Kalten.

—¿Conocéis el manejo de la lanza? —preguntó Sparhawk a Ulath.

—He practicado con ella —repuso el thalesiano—, pero prefiero el hacha.

—Con la lanza no se ha de llegar tan cerca. Mejor será no exponerse demasiado. Mi intención es derribar el grueso del grupo con las lanzas y después rematarlos con espadas y hachas.

—No es preciso recordarte —observó Kalten— que sólo somos cinco, contando a Berit.

—¿Y eso?

—Simplemente me ha parecido conveniente mencionarlo.

Sephrenia regresó con tez demudada.

—¿Estáis pues enteramente decidido? —preguntó a Sparhawk.

—Hemos de llegar al lago. ¿Podéis proponer alguna alternativa?

—No, de hecho, no. —Su tono era sarcástico—. Vuestra implacable lógica elenia me ha desarmado por completo.

—Quería haceros una pregunta, pequeña madre —declaró Kalten en un evidente intento de prevenir, cambiando de tema, el inicio de una acalorada discusión—. ¿Qué aspecto tiene exactamente ese Buscador? Por lo visto, se toma muchas molestias para taparse.

—Es repugnante —dijo con un estremecimiento—. Nunca he visto ninguno, pero el mago estirio que me enseñó cómo enfrentarme a él me lo describió. Tiene el cuerpo segmentado, muy pálido y delgado. En este estadio, la capa exterior de piel no está completamente endurecida y por las ensambladuras transpira una especie de icor para protegerla del contacto con el aire. Tiene pinzas semejantes a las de los cangrejos y su rostro es horrible hasta extremos increíbles.

—¿Icor? ¿Qué es eso?

—Baba —respondió parcamente—. Ello se produce en su fase larvaria… similar a la de una oruga o un gusano, si bien no enteramente. Cuando llega al estado adulto, su cuerpo se endurece y oscurece y de él brotan alas. Ni siquiera Azash puede controlar a un adulto. Todo cuanto les interesa en la madurez es reproducirse. De quedar un par de adultos sueltos, convertirían el mundo entero en una colmena y alimentarían a sus crías con todas sus criaturas vivientes. Azash mantiene una pareja a fin de preservar la especie en un lugar del que no pueden escapar. Cuando una de las larvas que utiliza como Buscadores se acerca a la madurez, ordena matarla.

—Trabajar para Azash implica algunos riesgos, ¿eh? Pero yo nunca he visto ningún insecto semejante.

—Las criaturas que sirven a Azash no siguen las pautas habituales. —Miró a Sparhawk con expresión angustiada—. ¿Es verdaderamente imprescindible hacerlo?

—Me temo que sí —respondió el caballero—. No hay otra solución.

Permanecieron sentados sobre el húmedo mantillo del bosque, esperando el regreso de Tynian. Kalten se acercó a uno de los caballos de carga y cortó gruesas rebanadas de queso y de pan con su daga.

—Con esto cumplo mi turno de cocina, ¿de acuerdo? —propuso a Ulath.

—Lo pensaré —gruñó éste.

El cielo estaba aún nublado y los pájaros dormitaban entre las ramas, intensamente verdes, de los cedros que impregnaban el bosque con su fragancia. En una ocasión un ciervo se aproximó a ellos, caminando grácilmente por un sendero. Uno de los caballos resopló, y el animal se alejó dando saltos con la blanca cola enhiesta y la aterciopelada cornamenta resplandeciendo sobre su cabeza. Era aquél un ambiente apacible que Sparhawk apartó intencionadamente de la mente, fortaleciéndose para cumplir la tarea que le aguardaba.

—Hay un grupo de soldados casi estacionados a menos de un centenar de metros al norte —informó Tynian, de vuelta—. Todos los demás se han perdido de vista.

—Bien —dijo Sparhawk, poniéndose en pie—. Ya podemos ponernos en acción. Sephrenia, quedaos aquí con Talen y Flauta.

—¿Cuál es el plan? —inquirió Tynian.

—No hay ningún plan —contestó Sparhawk—. Simplemente vamos a ir allá a caballo a eliminar esa patrulla. Después cabalgaremos hacia el lago Randera.

—Posee el encanto de la simplicidad —alabó Tynian.

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