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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

El caballero del rubí (21 page)

BOOK: El caballero del rubí
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—Hacéis gala de un absurdo romanticismo, Bevier. Es sólo una niña. —Sparhawk se sintió súbitamente ofendido y advirtió que adoptaba una actitud defensiva—. Antes de iniciar las pesquisas, caballeros —añadió con brusquedad—, echemos un vistazo por los alrededores. No quiero que nos espíe ningún zemoquiano y menos aún que, mientras estamos ocupados, nos ataque por la espalda uno de los soldados a quienes ha sorbido el cerebro el Buscador.

—Ya les daremos su merecido —aseguró con calma Kalten.

—Seguramente, pero olvidas algo importante, Kalten. Cada vez que matamos a uno, anunciamos nuestra posición al Buscador.

—Ese bicho de Otha está empezando a irritarme —se enfureció Kalten—. No es natural tener que andar a hurtadillas y con tantos rodeos.

—Puede que así sea, pero será mejor que te vayas acostumbrando a ello.

Dejaron a Sephrenia y los niños bajo un toldo de lona antes de salir a explorar los contornos y al poco rato regresaron sin haber observado nada extraño.

—¿Qué os parece éste? —sugirió Ulath a Tynian, señalando un montón de tierra poco elevado—. Tiene un aire thalesiano.

—Parece tan apropiado como cualquiera de los otros —repuso Tynian, encogiéndose de hombros.

—No os excedáis —advirtió Sparhawk a Tynian cuando desmontaban—. Parad si os sentís demasiado fatigado.

—Necesitamos información, Sparhawk. No me pasará nada. —Tynian se quitó el pesado yelmo, tomó la cuerda y se dispuso a trazar sobre el túmulo el mismo dibujo que el día anterior. Después se irguió esbozando una mueca—. Bien —dijo—, allá vamos.

Se echó atrás la capa y comenzó a hablar sonoramente en estirio, realizando al mismo tiempo los intrincados gestos del hechizo, y al fin juntó las manos.

El montículo se agitó con violencia como sacudido por un terremoto y lo que brotó del suelo entonces no salió lentamente. Surgió rugiendo… y no era un ser humano.

—¡Tynian! —gritó Sephrenia—. ¡Devolvedlo a la tumba!

Pero Tynian estaba paralizado, con los ojos desencajados por el horror.

La repugnante criatura se precipitó sobre ellos. Hizo rodar al aterrorizado Tynian y se abalanzó sobre Bevier, sobre cuya armadura la emprendió a arañazos y dentelladas.

—¡Sparhawk! —gritó Sephrenia cuando el fornido pandion desenfundó la espada—. ¡Eso no! ¡No servirá de nada! ¡Utilizad la lanza de Aldreas!

Sparhawk giró sobre los talones y descolgó la corta lanza de la silla del caballo.

El monstruoso ser que atacaba a Bevier levantó el cuerpo revestido de armadura del caballero con tanta ligereza como lo haría un hombre con un niño y lo arrojó al suelo con tremenda fuerza. Después saltó hacia Kalten y trató de arrancarle el yelmo. Ulath, Kurik y Berit acudieron a socorrer a su amigo y hostigaron al monstruo con sus armas, pero éstas, en lugar de hundirse en su cuerpo, rebotaban contra él despidiendo una lluvia de rutilantes centellas. Sparhawk acometió velozmente con la lanza presta. El fantasma zarandeaba a Kalten como a un pelele y su yelmo negro aparecía abollado y rayado.

Deliberadamente, Sparhawk clavó la lanza en el costado del monstruo con toda su fuerza. La criatura dio un chillido y se volvió hacia él. Sparhawk hundió una y otra vez el arma, y con cada golpe experimentó el tremendo flujo de poder que de ella emanaba. Por fin vio la ocasión esperada y entonces ensartó con la lanza el pecho del monstruo. No fue sangre lo que brotó de sus fauces, sino una especie de baba negra. Inflexiblemente, Sparhawk hizo girar la lanza en el interior del cuerpo de la criatura, agrandando la herida. Se oyó un nuevo chillido y la bestia retrocedió. Al retirar Sparhawk la lanza, la criatura huyó aullando, tapándose con las manos la profunda herida del pecho, y con paso vacilante ascendió el túmulo funerario hasta el lugar de donde había surgido y se hundió de nuevo en sus entrañas.

Tynian estaba arrodillado en el fango, sollozando y aferrándose la cabeza con las manos. Bevier yacía inmóvil en el suelo y Kalten se incorporaba gimiendo.

Sephrenia se aproximó con presteza a Tynian y, después de echar un rápido vistazo a su cara, comenzó a hablar rápidamente en estirio, trazando un hechizo con los dedos. Los sollozos de Tynian se aplacaron y, tras un momento, se dejó caer de lado.

—Habré de mantenerlo dormido hasta que se recupere —dictaminó la mujer—. Si es que se recupera… Sparhawk, ayudad a Kalten. Yo examinaré a Bevier.

—¿Dónde te duele? —preguntó Sparhawk a su amigo una vez llegado a su lado.

—Creo que me he roto algunas costillas —respondió jadeante Kalten—. ¿Qué era eso? Mi espada rebotaba en su cuerpo.

—Ya nos preocuparemos después de saber qué era —lo atajó Sparhawk—. Ahora vamos a quitarte esa armadura y vendarte las costillas, no sea que se te clave una en los pulmones.

—Estoy completamente de acuerdo —asintió Kalten, haciendo una mueca de dolor—. Me duele todo. No necesito más problemas. ¿Cómo está Bevier?

—Aún no lo sabemos. Sephrenia está con él.

Las heridas de Bevier parecían más inquietantes que las de Kalten. Después de rodear apretadamente el pecho de su amigo con una tela de lino y cerciorarse de que no tenía más magulladuras, Sparhawk lo tapó con su capa y fue a informarse del estado del arciano.

—¿Cómo está? —preguntó a Sephrenia.

—Bastante grave, Sparhawk —respondió ésta—. No presenta ningún corte ni herida, pero me parece que tiene una hemorragia interna.

—Kurik, Berit —ordenó Sparhawk—. Montad las tiendas. Debemos guarecerlos de la lluvia. —Miró alrededor y vio a Talen alejándose al galope—. ¿Adónde va ése ahora? —preguntó con exasperación.

—Lo he mandado en busca de un carro —aclaró Kurik—. Esos hombres necesitan que los vea un médico y no están en condiciones de ir a caballo.

—¿Cómo habéis logrado clavarle la lanza a esa criatura, Sparhawk? —inquirió Ulath, ceñudo. Mi hacha salía disparada.

—No estoy seguro —confesó Sparhawk.

—Han sido los anillos —explicó Sephrenia, sin apartar los ojos del cuerpo inconsciente de Bevier.

—Me ha parecido notar algo cuando la hincaba en ese monstruo —refirió Sparhawk—. ¿Cómo es posible que nunca hasta ahora hayan dado indicios de tener tal poder?

—Porque estaban separados —respondió la mujer—. Pero vos lleváis uno en la mano y el otro está dentro de la lanza y, al reunirlos de este modo, adquieren gran poder. Participan del propio Bhelliom.

—Ahora comprendo —dijo Ulath—. ¿Qué ha fallado? Tynian trataba de invocar espíritus thalesianos. ¿Como ha levantado a ese monstruoso ser?

—Al parecer, ha abierto una sepultura equivocada —indicó la mujer—. Me temo que la nigromancia no es la más precisa de las artes. Cuando los zemoquianos invadieron estas tierras, Azash envió a algunas de sus criaturas con ellos. Tynian ha despertado accidentalmente una de ellas.

—¿Qué le ocurre?

—El contacto con ese ser casi le ha consumido la mente.

—¿Se pondrá bien?

—No lo sé, Ulath, la verdad es que no lo sé.

Berit y Kurik acabaron de montar las tiendas y Sparhawk y Ulath trasladaron a ellas a los heridos.

—Necesitaremos un buen fuego —observó Kurik— y no será fácil encenderlo hoy. Me queda un poco de leña seca, pero durará poco. Estos hombres están mojados y fríos y hemos de intentar calentarlos por todos los medios.

—¿Alguna sugerencia? —le preguntó Sparhawk.

—Lo pensaré.

Poco después del mediodía, Talen regresó con un desvencijado carro que más bien parecía una carretilla.

—Esto es lo mejor que he encontrado —se disculpó.

—¿Has tenido que robarlo? —inquirió Kurik.

—No. No quería que me persiguiera el granjero. Lo he comprado.

—¿Con qué?

Talen echó una maliciosa mirada a la bolsa de cuero que pendía del cinturón de su padre.

—¿No os sentís más liviano de ese lado, Kurik?

Kurik profirió un juramento y observó de cerca el portamonedas. Tenía el fondo rajado.

—Aquí tenéis lo que no he gastado —ofreció Talen, tendiéndole un exiguo puñado de monedas.

—¿Que me has robado a mí?

—Sed razonable, Kurik. Sparhawk y los otros llevan armadura y tienen los monederos adentro, de modo que el vuestro era el único al que podía recurrir.

—¿Qué hay debajo de esa lona? —preguntó Sparhawk, mirando la base del carro.

—Leña seca —repuso el muchacho—. El granjero tenía mucha apilada en el corral. También he cogido algunas gallinas. No he robado el carro —señaló cínicamente—, pero sí he hurtado la leña y las gallinas…, sólo para no perder la práctica. Oh, por cierto, ese campesino se llama Wat. Es un bizco que se rasca mucho. Anoche, cuando estaba fuera de la cervecería, me pareció que alguien decía que podía ser importante por algún motivo.

Segunda parte

Ghasek

Capítulo 10

La lluvia amainaba y una brisa racheada procedente del lago la barría en ráfagas al caer sobre los charcos de agua diseminados por el cenagoso campo. Kurik y Berit habían encendido un fuego en el centro de su círculo de tiendas y dispuesto una lona sujeta con palos del lado de barlovento, tanto para proteger las llamas del agua como para dirigir su calor hacia la tienda donde yacían los caballeros lastimados.

Ulath salió de otra de las tiendas, cubriéndose con una capa las fornidas espaldas acorazadas con mallas.

—Parece que está despejándose —comentó a Sparhawk, alzando la mirada al cielo.

—Esperemos que así sea —contestó Sparhawk—. No creo que les hiciera bien a Tynian y a los demás viajar en ese carro bajo una tempestad.

Ulath emitió un gruñido a modo de asentimiento.

—A fe que esto no ha dado muy buenos resultados —reconoció con humor taciturno—. Tenemos tres hombres descalabrados y no hemos conseguido ningún avance en el rescate del Bhelliom.

—Vayamos a ver qué hace Sephrenia —propuso Sparhawk, no teniendo nada que agregar al sombrío panorama expuesto por Ulath.

Rodearon el fuego y entraron en la tienda donde la menuda mujer estiria se inclinaba sobre los heridos.

—¿Cómo evolucionan? —le preguntó Sparhawk.

—Kalten se pondrá bien —respondió, estirando una roja manta de lana hasta la barbilla del rubio pandion—. Se ha roto huesos en otras ocasiones y se le sueldan con rapidez. Le he administrado algo a Bevier para parar la hemorragia. Pero es Tynian quien más me preocupa. Si no hacemos algo pronto, perderá el juicio.

—¿No podéis aplicarle vos remedio alguno? —inquirió Sparhawk, estremecido.

—He estado pensando en ello —respondió la mujer, frunciendo los labios—. Es más complicado tratar la mente que el cuerpo y con ella hay que proceder con mucha cautela.

—¿Qué le ha sucedido realmente? —le preguntó Ulath—. No he acabado de comprender lo que habéis dicho antes.

—Al final de su encantamiento se encontraba totalmente expuesto a esa criatura surgida del montículo. Los muertos suelen despertarse con lentitud, con lo cual uno dispone de tiempo para acomodar las propias defensas, pero, como esa bestia no está realmente muerta, se ha abalanzado contra él antes de que pudiera protegerse. —Bajó la mirada hacia el macilento rostro de Tynian—. Hay algo que puede servir —musitó con expresión dubitativa—. Supongo que vale la pena intentarlo. No creo que haya otro medio de preservar su salud mental. Flauta, ven aquí.

La niña se levantó del suelo, donde había permanecido sentada con las piernas cruzadas. Sparhawk reparó distraídamente en que tenía los pies desnudos manchados de hierba. A pesar del barro y la lluvia, los pies de Flauta siempre parecían conservar aquellas manchas verduzcas. La pequeña se acercó a Sephrenia con ojos interrogadores.

Sephrenia le habló en aquel peculiar dialecto estirio y Flauta asintió.

—Bien, caballeros —dijo Sephrenia a Sparhawk y Ulath—. No hay nada que podáis hacer aquí, y en estos momentos no sois más que un estorbo.

—Esperaremos afuera —anunció Sparhawk, algo avergonzado por la rudeza de la observación.

—Os lo agradecería.

Los dos caballeros salieron de la tienda.

—Puede ser muy brusca, ¿verdad? —señaló Ulath.

—Cuando se propone realizar algo que reviste gravedad.

—¿Siempre os ha tratado así a los pandion?

—Sí.

Entonces oyeron el sonido del caramillo de Flauta interpretando una melodía muy similar a aquella tan soporífera que había utilizado para mitigar la atención de los espías apostados fuera del castillo pandion y de los soldados del puerto de Vardenais. Había, sin embargo, ligeras diferencias entre ellas, y Sephrenia hablaba con voz sonora en estirio, poniendo una especie de contrapunto a la música. De improviso, la tienda comenzó a brillar con una extraña luz dorada.

—Me parece que no había escuchado nunca ese hechizo —confesó Ulath.

—Nuestra instrucción sólo cubre los aspectos que presumiblemente hemos de conocer —replicó Sparhawk—. Existen campos enteros de magia estiria de los que ignoramos hasta la propia existencia. Algunos entrañan demasiada dificultad y otros demasiados peligros. Hizo una pausa y alzó la voz—. Talen —llamó.

El ladronzuelo asomó la cabeza por la entrada de una de las otras tiendas.

—¿Qué? —contestó sin ceremonias.

—Ven aquí. Quiero hablar contigo.

—¿No podría ser aquí adentro? Está todo mojado afuera.

—Ven aquí, te he dicho —repitió, suspirando, Sparhawk—. Trata de no llevarme la contraria cada vez que te pido que hagas algo.

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