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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

El caballero del rubí (40 page)

BOOK: El caballero del rubí
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—Es probable que estéis en lo cierto, caballero.

Sparhawk pagó la cuenta del hospedaje.

—Gracias por la información, compadre —dijo al posadero mientras los demás iban bajando. Luego salió al patio.

—¿Qué ocurre, sir Sparhawk? —preguntó Berit, tendiéndole las riendas de
Faran
.

—El Buscador estaba espiándonos mientras estábamos en el lago —respondió Sparhawk—. Uno de sus hombres encontró el Bhelliom, pero Ghwerig el troll se lo arrebató. Ahora hemos de ir en busca de Ghwerig.

—No será fácil, sir Sparhawk. La niebla está levantándose en el lago.

—Con suerte, ya se habrá disipado antes de que Ghwerig llegue aquí.

—Montemos —insistió Sparhawk a los otros—. ¿Qué rumbo tomamos, Flauta?

—Norte por ahora —respondió ésta mientras Kurik la aupaba a los brazos de Sephrenia.

—¡Sabe hablar! —exclamó Kurik, pestañeando.

—Por favor, Berit —le dijo la niña—, no repitáis lo que es evidente. Vamos, Sparhawk. No podré precisar el lugar donde se halla Bhelliom hasta no haber salido de aquí.

Se adentraron en la calle sumida en la espesa niebla preñada de humedad y del ácido olor de las turberas que rodeaban el lago.

—No es una noche muy apropiada para tener un encuentro con un troll —señaló Ulath, situándose al lado de Sparhawk.

—Dudo que topemos con Ghwerig esta noche —replicó Sparhawk—. Él va a pie y hay un largo camino hasta aquí desde donde ha encontrado el Bhelliom…, suponiendo que haya tomado esta dirección.

—Casi está obligado a hacerlo —aseguró el genidio—. Si quiere llegar a Thalesia, ha de ir a un puerto de la costa norte.

—Sabremos qué ruta ha tomado cuando estemos fuera de la ciudad.

—Yo me inclinaría por Nadera —apuntó Ulath—. Es un puerto mayor que Apalia y hay más barcos allí. Ghwerig habrá de embarcarse furtivamente en uno, ya que no creo que le concedieran pasaje. La mayoría de los capitanes tienen las superstición de que trae mala suerte tener trolls a bordo.

—¿Comprende lo bastante Ghwerig nuestra lengua para averiguar escuchando a hurtadillas qué navíos se dirigen a Thalesia?

Ulath asintió con la cabeza.

—Casi todos los trolls poseen conocimientos elementales del elenio e incluso del estirio. No suelen ser capaces de hablar otro idioma que el suyo, pero entienden algunas palabras del nuestro.

Traspusieron las puertas de la ciudad y antes del amanecer llegaron al cruce de caminos en la ruta norteña que partía de Venne. Observaron dubitativamente la tortuosa senda que conducía a las montañas colindantes con Ghasek para ir a morir en la ciudad portuaria de Apalia.

—Espero que no decida ir por allí —hizo votos, estremeciéndose, Bevier—. Realmente no me gustaría volver a Ghasek.

—¿Está en camino? —consultó Sparhawk a Flauta.

—Sí —repuso ésta—. Viene en dirección norte bordeando el lago.

—No lo entiendo —dijo Talen a la niña—. Si detectas dónde está Bhelliom, ¿por qué no nos hemos quedado tranquilamente en la posada hasta que estuviera más cerca?

—Porque hay demasiada gente en Venne —le explicó Sephrenia—, y no podemos precisar con claridad el lugar donde se encuentra Bhelliom en medio de todo ese amasijo de pensamientos y emociones.

—¡Oh! —exclamó el chiquillo—. Supongo que tiene un sentido.

—Podríamos cabalgar por la orilla del lago y salir a su encuentro —propuso Kalten—. Nos ahorraríamos mucho tiempo.

—No con niebla —objetó con firmeza Ulath—. Quiero verlo venir. No me gustaría que me tomara por sorpresa un troll.

—Tendrá que pasar por aquí —aventuró Tynian— o como mínimo a corta distancia de aquí si se dirige a la costa norte. No puede atravesar el lago a nado ni entrar en Venne. Los trolls causan mucha sensación, según tengo entendido. Cuando esté más cerca podemos tenderle una emboscada.

—No sería una mala idea, Sparhawk —opinó Kalten—. Si nos indican la ruta que va a tomar, podemos cogerlo desprevenido. Entonces lo matamos y ya estaremos a medio camino de Cimmura en un santiamén.

—Oh, Kalten —suspiró Sephrenia.

—Eso es lo que hacemos nosotros, pequeña madre, matar —replicó éste—. Vos no tenéis por qué mirar si no queréis. A nadie le importará demasiado que haya un troll más o menos en el mundo.

—Podría surgir un problema, no obstante —dijo Tynian a Flauta—. El Buscador va a pisarle los talones a Ghwerig en cuanto disponga de suficientes hombres y es probable que él sea capaz de detectar el Bhelliom al igual que tú y Sephrenia, ¿no es así?

—Sí —admitió la niña.

—Entonces no estamos teniendo en cuenta el hecho de que habremos de enfrentarnos a él después de dar cuenta de Ghwerig.

—Y vos olvidáis que en ese momento ya tendremos el Bhelliom en nuestras manos y que Sparhawk tiene los anillos.

—¿Eliminaría Bhelliom al Buscador?

—Sin duda.

—Situémonos tras esos árboles —propuso Sparhawk—. Ignoro cuánto tardará Ghwerig en llegar aquí y no querría que nos sorprendiera plantados en medio del camino conversando sobre el tiempo y asuntos similares.

Se retiraron bajo las sombras de un bosquecillo y desmontaron.

—Sephrenia —inquirió con perplejidad Bevier—, si Bhelliom es capaz de destruir al Buscador por medio de la magia, ¿no podríais vos serviros de los métodos habituales de la magia estiria para conseguirlo?

—Bevier —repuso pacientemente la mujer—, si pudiera hacerlo, ¿no creéis que ya lo habría hecho hace tiempo?

—Me temo que no lo había pensado —reconoció, algo compungido, el arciano.

El sol apareció borroso aquella mañana, nublado por la persistente niebla del lago y la espesa neblina del bosque que se mantenían casi a ras de tierra. Dispusieron turnos de vigilancia y comprobaron el estado de las sillas y el equipo, tras lo cual la mayoría de ellos se pusieron a dormitar, amodorrados por el bochornoso calor, sustituyendo con frecuencia al centinela, pues en tiempo sofocante un hombre no mantiene siempre los sentidos alertas.

Era poco después de mediodía cuando Talen despertó a Sparhawk.

—Flauta quiere hablar con vos —le comunicó.

—Pensaba que estaría durmiendo.

—No creo que duerma nunca —opinó el chiquillo—. Es imposible aproximarse a ella sin que abra los ojos.

—Algún día quizá se lo preguntemos.

Sparhawk apartó la manta, se levantó y se lavó la cara en una fuente. Luego se encaminó al lugar donde Flauta se acurrucaba cómodamente al lado de Sephrenia.

La pequeña abrió al instante los ojos.

—¿Dónde estabais? —le preguntó.

—He tardado un poco en despejarme.

—Manteneos alerta, Sparhawk —recomendó—. El Buscador está acercándose.

El caballero profirió un juramento e hizo ademán de desenvainar la espada.

—Oh, no hagáis eso —lo contuvo con gesto disgustado la niña—. Todavía está a más de un kilómetro de distancia.

—¿Cómo ha llegado tan al norte tan deprisa?

—No se detuvo a reunir gente como nosotros habíamos previsto. Está solo y está reventando al caballo. La pobre bestia está agonizando en estos instantes.

—¿Y Ghwerig aún se encuentra bastante lejos de aquí?

—Sí, Bhelliom aún está al sur de la ciudad de Venne. Sin embargo, puedo percibir fragmentariamente al Buscador. —Se estremeció—. Es horrible, pero tiene la misma intención que nosotros. Trata de conseguir una buena ventaja sobre Ghwerig para tenderle una emboscada. Podrá someter la voluntad de los campesinos de la zona para que lleven a cabo su cometido aquí. Creo que deberemos enfrentarnos a él.

—¿Sin el Bhelliom?

—Me temo que sí, Sparhawk. No tiene nadie que lo asista, con lo cual será más sencillo dar cuenta de él.

—¿Podemos matarlo con armas ordinarias?

—Me parece que no, pero hay algo que tal vez surta efecto. Yo nunca lo he intentado, pero mi hermana mayor me dijo cómo hacerlo.

—No sabía que tuvieras familia.

—¡Oh, Sparhawk! —rió—. Mi familia es muchísimo más grande de lo que alcanzáis a imaginar. Avisad a los demás. El Buscador llegará por ese camino dentro de unos minutos. Salidle al paso y yo traeré a Sephrenia. Perderá la capacidad de reflexionar…, lo cual significa que Azash dejará de pensar, pues es él quien controla su mente. Aun así, Azash es demasiado arrogante para evitar la ocasión de mofarse de Sephrenia, y será entonces cuando yo atacaré al Buscador.

—¿Vais a darle muerte?

—Por supuesto que no. Nosotros no matamos ningún ser, Sparhawk. Dejamos que la naturaleza se ocupe de ello. Ahora idos. Nos queda poco tiempo.

—No lo comprendo.

—No hay necesidad de ello. Limitaos a llamar a los otros.

Se ubicaron en la encrucijada, con las lanzas prestas.

—¿Sabrá en verdad lo que trae entre manos? —inquirió dubitativamente Tynian.

—Eso espero —murmuró Sparhawk.

Entonces oyeron la trabajosa respiración de un caballo que se hallaba a punto de perecer de fatiga, el irregular martilleo de herraduras que denunciaba un paso vacilante y el salvaje silbido de un látigo restallado. El Buscador, encorvado bajo su negro hábito en la silla, dobló el recodo, azotando despiadadamente a su agonizante montura.

—¡Deteneos, sabueso del infierno —gritó Bevier con voz estentórea—, que aquí concluye vuestra temeraria marcha!

—Algún día habremos de hablar con ese chico —murmuró Ulath a Sparhawk.

El Buscador ya había refrenado cautelosamente el paso.

En ese instante Sephrenia salió de los árboles acompañada de Flauta. El rostro de la menuda mujer estiria se encontraba aún más pálido de lo que en ella era habitual. Sparhawk advirtió, sorprendido, que nunca había caído realmente en la cuenta de la exigua estatura de su profesora…, apenas unos centímetros más alta que la propia Flauta. Su presencia había sido siempre tan imperiosa que en su mente había adquirido una talla superior a la de Ulath.

—¿Es éste el encuentro que prometisteis, Azash? —preguntó con desdén—. Estoy preparada si la respuesta es afirmativa.

—De modo, Sssephrenia —dijo la odiosa voz—, que volvemosss a encontrarnosss de manera impensssada. Tal vez éssste sssea vuessstro último día de vida.

—O el vuestro, Azash —replicó con impasible coraje la mujer.

—No podéisss dessstruirme —aseguró con una siniestra carcajada.

—El Bhelliom sí puede —señaló—, y nosotros impediremos que caiga en vuestro poder y nos serviremos de él. Huid, Azash, si apreciáis vuestra vida. Cubríos la cabeza con las piedras de este mundo y encogeos de temor ante la ira de los dioses menores.

—¿No está exagerando un poco? —objetó Talen con voz estrangulada.

—Está tramando algo —murmuró Sparhawk—. Sephrenia y Flauta están provocando deliberadamente a esa criatura para que haga algo precipitado.

—¡Ello no será mientras me quede resuello a mí! —declaró con fervor Bevier, bajando la lanza.

—¡Quieto aquí, Bevier! —ordenó Kurik—. ¡Ellas saben qué están haciendo! Y bien sabe Dios que el resto de nosotros lo ignoramos.

—¿Todavía mantenéisss vuessstra insssana alianza con esssosss eleniosss, Sssephrenia? —preguntó la voz de Azash—. Sssi vuessstro apetito esss tan vasssto, venid a mí y yo lo sssaciaré.

—No podéis hacerlo, Azash, ¿o acaso habéis olvidado vuestra cobardía? Sois un engendro abominable para el resto de los dioses y ése fue el motivo de que os rechazaran, os castraran y os confinaran a la posición de eterno tormento y pesar que ocupáis.

El ser montado en el extenuado caballo bufó con furia y Sephrenia hizo una señal a Flauta. La niña se llevó el caramillo a los labios y comenzó a tocar una rápida melodía, una serie de burlonas notas discordantes ante las que pareció acobardarse el Buscador.

—Essso no osss ssservirá, Sephrenia —declaró con voz aguda Azash—. Todavía hay tiempo.

—¿Así lo creéis, poderoso Azash? —replicó la estiria con tono de mofa—. Entonces los interminables siglos de confinamiento os han privado de juicio así como de vuestra virilidad.

El chillido del Buscador estaba henchido de rabia.

—Impotente deidad —siguió agujándolo Sephrenia—, regresad a la tierra de los insensatos zemoquianos a roeros el alma en vano pesar por las delicias que os son eternamente denegadas.

Azash emitió un aullido y la música de Flauta aceleró su cadencia.

Algo le ocurría al Buscador. Su cuerpo parecía retorcerse bajo su negro sayo y de la capucha brotaban terribles sonidos inarticulados. Con movimientos espasmódicos, desmontó del moribundo caballo y avanzó medio tambaleante con las garras de escorpión extendidas.

Instintivamente, los caballeros de la Iglesia se acercaron para proteger a Sephrenia y a la niña.

—¡Quedaos atrás! —espetó Sephrenia—. Ahora ya no puede detener el curso de las cosas.

El Buscador cayó retorciéndose en el camino y rasgó su negro sayo. Sparhawk contuvo un violento deseo de vomitar. La criatura tenía un cuerpo alargado dividido en el medio por una cintura similar a la de una avispa, el cual relucía con un grisáceo humor semejante al pus. Sus larguiruchas extremidades presentaban múltiples articulaciones y no tenía un rostro propiamente dicho, sino únicamente un par de ojos saltones y unas abiertas fauces rodeadas de una serie de apéndices puntiagudos con forma de colmillo.

Azash chilló algo a Flauta. Sparhawk reconoció la inflexión estiria, pero —y ello fue algo que hubo de agradecer— no identificó ninguna de las palabras.

Y entonces el Buscador comenzó a desgajarse con un terrible sonido a sustancia rasgada. Había algo en su interior, algo que se retorcía serpenteando, tratando de liberarse. El desgarrón se alargó en el cuerpo del Buscador y de él comenzó a emerger la criatura que albergaba. Era de un negro resplandeciente y estaba mojada. De sus hombros brotaban unas alas traslúcidas. Tenía dos enormes ojos prominentes y delicadas antenas, pero carecía de boca. Con un estremecimiento, se sacudió el cascarón de la ya fláccida piel del Buscador y, cuando se hubo liberado de él, se agazapó sobre la tierra del camino y desplegó sus alas de insecto para secarlas. Una vez deshumedecidas, éstas se tiñeron de una tonalidad roja como la sangre y comenzaron a agitarse a tal velocidad que su visión se tornó imprecisa, para al fin elevar por los aires al repugnante ser que había nacido ante sus ojos, que se alejó rumbo al este.

—¡Detenedlo! —gritó Bevier—. ¡No lo dejéis escapar!

—Ahora es inofensivo —le aseguró con calma Flauta, apartando de sus labios el caramillo.

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