El Cortejo de la Princesa Leia (53 page)

BOOK: El Cortejo de la Princesa Leia
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Los escudos de popa del transporte hicieron erupción con un increíble estallido de luces cegadoras, y las brujas por fin consiguieron lanzar una andanada con sus cañones desintegradores. Luke dio plena energía a las toberas y el
Halcón
salió disparado hacia arriba esquivando los rayos. Después disparó sus torpedos protónicos, y los torpedos volaron hacia el transporte moviéndose tan deprisa que parecían una borrosa mancha blanca.

Las Hermanas de la Noche dispararon sus cañones desintegradores contra los torpedos y éstos estallaron formando una nube sulfurosa. Han no podía creer lo que acababan de hacer las brujas. Ningún artillero era tan bueno.

—¡Leia, Isolder, id a la batería cuádruple y empezad a disparar! —gritó Luke—. ¡Atizadles con toda nuestra potencia de fuego!

—Olvídalo —dijo Han—. ¡Sus escudos son demasiado potentes! Lo único que conseguirás será cargarte todos los sistemas de mi nave...

—¿Quieres que permita que las Hermanas de la Noche queden libres en la galaxia? —replicó Luke a gritos—. ¡Ni lo sueñes, Han! No voy a rendirme tan fácilmente... ¡Venga, Leia, sube ahí!

Luke alargó una mano, conectó los generadores de interferencias radiofónicas y envió una tormenta de información hacia el exterior. Han enarcó una ceja y se preguntó qué pretendía hacer. Las brujas no estaban intentando ponerse en contacto con nadie, y los generadores de interferencias sólo conseguirían advertir a cualquiera que estuviese en el sistema solar de la presencia de una nave en Dathomir.

Leia bajó corriendo hasta el cañón ventral y empezó a disparar. Luke desactivó todos los escudos y disparó los cañones iónicos, decidiendo correr el riesgo de confiar en que el transporte no desactivaría sus escudos para devolver el fuego. Isolder abrió fuego con el cañón dorsal, y el transporte aceleró y empezó a salir del radio de acción de su armamento.

—¡Se están preparando para el salto a la velocidad lumínica! —gritó Han.

Se volvió hacia su pantalla. El espacio era una cortina negra, y el transporte estaba acelerando hacia ella.

—¡No saltarán estando tan cerca del pozo de gravedad! —replicó Luke, y aceleró en persecución del transporte.

Y entonces Han lo comprendió. Luke sabía que sus desintegradores y cohetes no podían derribar los escudos del transporte, y había conectado los generadores de interferencias porque quería atraer la atención de Zsinj. Quería que los Destructores Estelares se enteraran de que las brujas se alejaban a toda velocidad con la esperanza de alcanzar una altura suficiente para dar el salto al hiperespacio.

Siguieron acelerando hacia la negrura de la capa de noche mientras Han contenía el aliento. La pantalla se ennegreció con una neblina color ónice. Luke desconectó los generadores de interferencias, y el
Halcón
se alzó rugiendo hacia la luz del sol con el transporte todavía bastante por delante de él, y diez millares de estrellas brillaron como joyas.

Había tanta luz que Han sintió como si acabara de tragar una bocanada de aire fresco.

Los indicadores de proximidad gritaron una advertencia, y Han alzó la mirada y vio las V color gris pizarra de un par de Destructores Estelares que convergían delante de ellos. Luke viró hacia estribor, y un diluvio de cohetes brotó de los destructores y atravesó los ya debilitados escudos del transporte.

Han vio cómo los cohetes perforaban el casco del transporte de las brujas. Un chorro de fragmentos de metal al rojo blanco brotó de la tobera derecha. Las luces de navegación del transporte se debilitaron y permanecieron así durante dos segundos, y las llamas que escupían los motores se volvieron más brillantes. Después el transporte tembló y se convirtió en una bola de fuego.

Han lo celebró lanzando un alarido de júbilo mientras Luke aceleraba al máximo volviendo a Dathomir y a la cubierta protectora de la capa de noche orbital, y la oscuridad volvió a engullirles un momento después.

Leia estaba gritando de alegría en su torreta.

—¡Leia, Isolder, seguid en vuestros puestos! —les gritó Luke—. Todavía no hemos terminado...

Luke movió un interruptor y la cabina quedó inundada por una oleada de charla radiofónica. Las pantallas captaron las fuentes y las mostraron en una representación tridimensional sobre la holopantalla superior. Han contempló con expresión consternada el confuso panorama que había sobre ellos. El cielo estaba lleno de naves. Fuera cual fuese el vector que escogieran, tratar de salir del pozo de gravedad parecía una tarea casi imposible. Al parecer, la capa de noche estaba causando algunas interferencias en los sensores. Los sensores mostraban las naves, pero no estaban captando las señales de los transductores y Han no podía saber qué clase de naves había allí fuera.

Han tragó saliva.

—¿En qué estás pensando, chico? —preguntó—. ¿Qué vas a hacer?

Luke suspiró y contempló la masa de destructores que había encima de ellos.

—Tenemos que acabar con esta capa de noche —dijo Luke—. Ahí abajo no sólo hay personas... Hay... ¡Hay árboles, y hierba, y lagartos, y gusanos! ¡Vida, Han, todo un planeta vivo!

—¿Qué? —exclamó Han—. ¿Quieres que te vuelen la cabeza por un montón de lagartos y gusanos? ¡Vamos, chaval, no me montes números raros precisamente ahora! ¡Encuentra un agujero en su red y salgamos de aquí a toda velocidad!

—No —dijo Luke respirando ronca y entrecortadamente.

Chewbacca le lanzó un rugido, pero Luke no respondió. El Jedi se había quedado muy quieto en el sillón de pilotaje, tan inmóvil como si estuviera paralizado, y mantenía la mirada clavada en la oscuridad que había engullido al planeta mientras pilotaba la nave.

«Estupendo, estupendo —pensó Han—. Bueno, al menos está poniendo algo de distancia entre nosotros y todas esas naves...» Fuera cual fuese el sitio en el que acabaran, no había muchas probabilidades de que los hombres de Zsinj estuvieran preparados para detenerles. Luke cerró los ojos y aceleró como en un trance, sonriendo con una gran serenidad. Han contempló su rostro y pensó que le aterrorizaba el que Luke consiguiera que todos muriesen, pero también se dio cuenta de que en aquellos momentos esa posibilidad no parecía importarle demasiado. «Adelante, chico, consigue que nos maten —pensó—. De todas maneras, te debemos la vida.»

—Gracias —dijo Luke, como si Han hubiera pronunciado las palabras en voz alta.

Luke disparó la batería cuádruple y Han no vio las huellas de luz de los cañones desintegradores. La oscuridad era tan completa que incluso esa pequeña cantidad de luz parecía serles negada. Luke esperó un momento, y Han vio los puntos de mira en la holopantalla superior. Luke centró el sistema de puntería en algo y disparó. Han no pudo ver ningún blanco en las pantallas, y se preguntó si Luke realmente le estaba dando a algún objetivo.

Luke repitió la táctica una y otra vez durante los veinte minutos siguientes sin que hubiera ningún resultado visible.

—Discúlpeme, Su Alteza —dijo Cetrespeó apareciendo detrás de Han—, pero... Bueno, ¿cree que estamos consiguiendo algo? Quizá debería tomar los controles de fuego...

—No, deja que Luke se encargue de todo —dijo Han.

Volvió la mirada hacia la holopantalla. El número de firmas radiofónicas estaba aumentando rápidamente, y Han comprendió que Zsinj debía haber dispersado a varios centenares de cazas por aquella zona. Al parecer, los esfuerzos de Luke habían empezado a inquietar al señor de la guerra.

Y de repente Luke disparó una salva de rayos desintegradores, y volvieron a salir de la negrura y se encontraron volando entre las estrellas. Han necesitó un momento para darse cuenta de que la capa de noche orbital se había esfumado y ver que Dathomir volvía a girar debajo de ellos, un mundo resplandeciente de océanos azul turquesa y continentes marrón oscuro.

Chewie lanzó un rugido, y Luke aceleró alejándose del planeta.

Han dejó escapar un jadeo ahogado en cuanto la holopantalla empezó a leer las señales de los transductores mostrando las naves que se encontraban por encima de ellos. Había centenares de naves flotando en los alrededores de Dathomir, Destructores Estelares imperiales y los discos color óxido de los Dragones de Batalla hapanianos. Los cazas TIE y los cazas X giraban sobre ellos en una danza mortífera. Zsinj no sólo había desplegado a sus cazas, sino que además toda la flota de Hapes acababa de surgir del hiperespacio.

Inmensos globos plateados salieron disparados en todas direcciones de un Dragón de Batalla hapaniano, y Han tragó saliva. Los hapanianos estaban minando el espacio con generadores de masa pulsátil. Era una maniobra arriesgada, porque después de llevarla a cabo tanto el atacante como la víctima quedaban atrapados en el espacio normal durante diez o quince minutos. Los rebeldes nunca habían usado aquella táctica. De una manera o de otra, nadie se marcharía del planeta hasta pasado cierto tiempo. Los hapanianos planeaban vencer o morir.

Luke aceleró hasta alcanzar la velocidad de ataque, alzó la mirada hacia la holopantalla y centró los puntos de mira en un Destructor Estelar enemigo que estaba siendo atacado por un Dragón de Batalla hapaniano en cada flanco. El cielo se había convertido en un hervidero de cazas TIE a su alrededor. Había más cazas de los que podía transportar un destructor, y Han sintió que se le erizaba el vello de la nuca al comprender que la nave atacada debía haber pedido apoyo a otros destructores. Han echó un vistazo a la holopantalla. Dos destructores imperiales se aproximaban a toda velocidad acudiendo en ayuda de la nave.

—¿Quién va a bordo de ese Destructor Estelar? —preguntó mientras contemplaba aquella nave tan ferozmente protegida.

—Zsinj —respondió Luke en voz baja—. Es el
Puño de Hierro.

—Pásame el timón, chico —dijo Han sintiendo que se le secaba la boca—. Zsinj es mío.

Luke se volvió para mirarle por encima de su hombro, y Han vio por primera vez que el rostro del Jedi era una masa de morados, pero sus ojos brillaban con una límpida claridad.

—¿Estás seguro de que puedes hacerlo? —preguntó—. Eso de ahí enfrente es un Destructor Estelar.

Han asintió con expresión sombría.

—¡Sí, y ese planeta en el que se han metido sin permiso es de mi propiedad! Quiero a Zsinj..., pero si necesito ayuda, no vaciles en proporcionármela.

—Lo que diga Su Majestad —replicó Luke, y a juzgar por su tono no parecía estar bromeando.

Luke se levantó del sillón de pilotaje.

Han se sentó. Sintió como un espasmo de dolor recorría su pierna, apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y respiró profundamente. Por primera vez desde hacía meses, tenía la sensación de estar en casa.

—Escucha, chico —dijo mientras movía la palanca de control alejando el
Halcón
del
Puño de Hierro
y llevándolo en un curso de colisión con un interceptor TIE—, no conozco ninguno de tus trucos Jedi, pero la mejor manera de acercarse a un Destructor Estelar es... Bueno, lo mejor es ir hacia él con el morro por delante, y comportarse como si prefirieses estar en cualquier sitio que no sea el sitio en el que te encuentras mientras vas haciendo todo eso.

Han bajó la mirada hacia su diagrama de armamento. Aún le quedaban cuatro cohetes Arákidos de alta potencia explosiva en los tubos de lanzamiento, pero no tenía ni un solo torpedo protónico. Armó los cohetes de alta potencia, asumió el control remoto de la torreta cuádruple de cañones desintegradores dorsal y disparó un par de ráfagas por delante del interceptor TIE calculando cuidadosamente la distancia que recorrería mientras los rayos viajaban hacia él. La pequeña nave gris chocó con los rayos y se esfumó, y Han se dirigió hacia otro caza que seguía un vector directo hacia el
Puño de Hierro
de Zsinj.

Aceleró como si se dispusiera a atacar, pero se quedó rezagado a un kilómetro hasta que sintió el leve temblor en la estructura del
Halcón.
Rayos tractores.

Chewbacca soltó un gruñido.

—Ya lo sé —dijo Han—. Transfiere energía de los escudos deflectores traseros. No vamos a permitir que nos entretengan durante mucho rato.

Aceleró hacia el
Puño de Hierro
a la velocidad sublumínica máxima, moviendo la palanca de control de tal manera que el
Halcón
ofrecía un blanco móvil a pesar de que los rayos tractores estaban tirando de ellos. Atravesó un enjambre de cazas TIE y oyó el jadeo ahogado que soltó Luke a su espalda. Se estaban aproximando al Destructor Estelar a gran velocidad.

Han examinó la pantalla para averiguar hacia qué escotilla le estaba llevando el rayo tractor. La localizó en medio segundo, esperó hasta que le pareció que ya había dejado atrás los escudos antipartículas de la nave, y disparó dos de sus cohetes de alta potencia explosiva.

Los rayos tractores llevaron los cohetes hasta su objetivo. Cuando hicieron impacto, una explosión floreció de repente en el
Puño de Hierro,
y Han activó los deceleradores e intentó que no se le escapara la palanca de control mientras viraba.

Contuvo el aliento tratando de que los otros no se dieran cuenta de cómo sudaba mientras pasaba a toda velocidad sobre una torreta que no consiguió girar lo suficientemente deprisa para hacer fuego contra el
Halcón.

—¡Estás debajo de sus escudos! —gritó Isolder por el intercomunicador—. ¡Puedes disparar cuando te dé la gana!

—¡Sí, ya lo sé! —replicó Han.

Una torreta de cañones desintegradores giró hacia ellos y Han hizo virar la nave esquivando sus disparos. Armó sus dos últimos Arákidos, y después sintonizó su radio en la frecuencia imperial.

—¡Mensaje de emergencia para el Señor de la Guerra Zsinj a bordo del
Puño de Hierrol
Prioridad Roja... ¡Respondan inmediatamente! ¿Me reciben? Prioridad Roja... ¡Tengo un mensaje de emergencia para el Señor de la Guerra Zsinj!

Han esperó durante una eternidad mientras volaba a baja altura por un laberinto de torretas erizadas de cañones desintegradores. Zsinj respondió por fin, y su rostro apareció en la holopantalla.

—¡Aquí Zsinj! —gritó.

El rostro del señor de la guerra estaba enrojecido, y sus ojos parecían desorbitados por el frenesí de la batalla.

—Aquí el general Han Solo. —Han empujó la palanca de control, y el
Halcón
subió hacia el módulo de mando delantero del
Puño de Hierro
—. Echa un vistazo a tu pantalla, alimaña... ¡Y besa a mi wookie!

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