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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #novela negra

El factor Scarpetta (52 page)

BOOK: El factor Scarpetta
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—Lo que intento que entendáis es que la gente sale corriendo ante alguien así —dijo O'Dell—. ¿Cómo puede Jean-Baptiste hacerse con el control y operar desde la casa familiar de París?

—No sabemos dónde ha vivido Jean-Baptiste —replicó Benton—. No sabemos lo que ha hecho en los últimos cinco años. No sabemos qué aspecto tiene. Eliminación del vello con láser, prótesis dentales, cirugía plástica, la tecnología médica disponible en la actualidad. No tenemos ni idea de lo que se ha hecho desde que escapó del corredor de la muerte. Lo que sabemos es que recuperasteis su ADN del asiento trasero de un Mercedes robado en Miami y eso lo relaciona inequívocamente con los atracos a bancos cometidos por Jerome Wild y Dodie Hodge. Ambos están relacionados con Detroit, lo que probablemente indica que Jean-Baptiste tiene relaciones en esa ciudad. Y en Miami. Y aquí.

—La industria del juego. Y quizá la del cine —dijo Lanier.

—La familia Chandonne estaba metida en cualquier cosa que fuese lucrativa —siguió Benton—. El negocio del espectáculo, el juego, prostitución, drogas, armas, falsificaciones de marcas de diseño, contrabando de todo tipo. Todo aquello que históricamente asociéis al crimen organizado. A Jean-Baptiste le resulta familiar, está versado en el tema. Son cosas de familia. Lo lleva en la sangre. Ha tenido cinco años para aprovecharse del entramado de relaciones que le ha facilitado su familia. Ha tenido acceso al dinero. Ha estado trabajando en su plan, sea cual sea, y cualquier plan organizado necesita reclutas. Jean-Baptiste necesitaba tropas. Si pretendía restablecer la familia criminal de los Chandonne o construirse un imperio propio, reinventarse, recrearse, necesitaba alistar a muchos y escogió mal. Un individuo con su historial de maltrato, de psicopatología y de crímenes extremadamente violentos no iba a tener lo que se requiere para ser un líder astuto y eficaz, al menos no por mucho tiempo. Y lo mueven compulsiones sexualmente violentas. Lo mueve la venganza.

La raíz del árbol de la pared era Jean-Baptiste. Su nombre aparecía en el centro de la pantalla, y los otros nombres eran ramificaciones directas e indirectas.

—Así que tenemos a Dodie Hodge y a Jerome Wild vinculados con él. —Benton apuntó con el láser y el punto se trasladó a los nombres que acababa de mencionar.

—Deberíamos añadir a Hap Judd —dijo Berger, y estaba distinta, muy sombría—. Está relacionado con Dodie, aunque él asegura que ya no tiene nada que ver con ella.

Berger estaba desconocida y Benton no sabía qué había sucedido. Cuando todos tomaban café, Berger se había sentado a la mesa de un agente ausente y había llamado desde un teléfono fijo. A partir de entonces, había enmudecido. Había dejado de ofrecer ideas y argumentos y había dejado de replicar cada vez que Lanier abría la boca. Benton intuía que no tenía nada que ver con la jurisdicción ni con disputas territoriales, con la rencilla de quién llevaría la acusación de qué. Parecía derrotada. Parecía consumida.

—Durante cierto tiempo Hap buscó su consejo espiritual —prosiguió Berger en un tono impersonal, monótono—. Así lo ha declarado cuando lo he interrogado esta mañana. Dice que Dodie es una pesada, que llama a menudo a su oficina de Los Ángeles y que él la evita.

—¿Cómo conoció a Dodie? —quiso saber Lanier.

—Parece ser que ella ofrecía consejo espiritual y le leía el futuro a Hannah Starr —respondió Berger—. No es nada raro. Muchos famosos y personas ricas e influyentes, políticos incluidos, buscan el consejo de supuestos adivinos, gitanas, brujas, magos y profetas, la mayoría de ellos farsantes.

—Supongo que la mayoría no resultan ser atracadores —dijo Stockman.

—Te sorprendería lo que muchos de ellos resultan ser —replicó Berger—. El robo, la extorsión, los timos, son un componente bastante natural de la profesión.

—¿Dodie Hodge estuvo alguna vez en la mansión de los Starr de Park Avenue? —preguntó Lanier a Berger.

—Hap dice que sí.

—¿Consideras a Hap sospechoso en el caso de Hannah Starr? ¿Sabe él dónde está, o está relacionado con el asunto? —planteó O'Dell.

—En este momento, lo considero el sospechoso más importante —dijo Berger, y sonó extenuada, casi indiferente, o quizá destrozada.

No era que estuviera cansada. Era algo más.

—Hap Judd debería estar en la pared, por Dodie y por Hannah. —Berger miraba al otro lado de la mesa pero no conectaba con nadie, casi como si se dirigiera a un gran jurado—. Y también por Toni Darien. Está vinculado a High Roller Lanes y posiblemente a Freddie Maestro, y debemos añadir el hospital Park General en Harlem, no muy lejos de donde se encontró el cadáver de Toni, en la calle Ciento diez.

Más ramificaciones en la pantalla plana: Hannah Starr relacionada con Hap Judd y ambos relacionados con Dodie Hodge e indirectamente con Jerome Wild. Ahora todas las relaciones vinculaban a Toni Darien, High Roller Lanes y el hospital Park General y volvían a la raíz, Jean-Baptiste Chandonne. Berger habló del pasado de Hap en el hospital de Harlem y de la joven que falleció allí, Farrah Lacy, y luego volvió al vínculo de Hap con los Starr, sus visitas a la mansión de Park Avenue para, como mínimo, cenar una noche y otras veces para acostarse con Hannah. O'Dell la interrumpió para señalar que Rupe Starr no habría cortejado a un actor segundón que apenas podía invertir medio millón de dólares.

—Los jugadores de altos vuelos como Rupe ni te hablan, a menos que tengas mucho más que eso que ofrecer —explicó O'Dell.

—La cena tuvo lugar un año antes de que Rupe muriese. Entonces Hannah ya estaba casada con Bobby Fuller —dijo Berger.

—Quizá sea una de esas situaciones en que la familia empieza a excluir al jefe, que empieza a manejar el cotarro a su manera —sugirió Stockman.

—Sé que habéis investigado las finanzas de Hannah —dijo Berger, refiriéndose al FBI—, por la información que os hice llegar, lo que Lucy y yo descubrimos.

Como si todos supieran quién era Lucy y, significativamente, quién era para Berger.

—Mucha actividad en muchos bancos, aquí y en el extranjero —dijo Stockman—. Empezó hará unos dos años. Después, tras la muerte de Rupe Starr el pasado mayo, la mayor parte del dinero se ha perdido.

—Hap afirma que estaba en Nueva York la víspera de Acción de Gracias, cuando Hannah desapareció. Al día siguiente voló a Los Ángeles. Necesitaremos una orden para registrar su piso de TriBeCa. Habría que hacerlo sin demora. Afirma que Hannah y Bobby nunca han mantenido relaciones sexuales. Según él, ni una sola vez —continuó Berger sin la habitual fuerza en su voz, ni atisbo de su humor irónico.

—Sí, ya —replicó O'Dell con sarcasmo—. El cuento más viejo del mundo. No hay fuego en el hogar, así que buscas calor en otra parte.

—Hannah Starr era mundana, llevaba una vida disipada, se codeaba con los ricos y famosos nacionales y extranjeros, pero nunca en la mansión —prosiguió Berger—. Era mucho más pública, aparecía más en la página 6 del
Post
que en el comedor familiar, su estilo era la antítesis del de su padre. Sus prioridades eran claramente distintas. Según Hap, fue ella quien se puso en contacto con él. Se vieron en el Monkey Bar. Poco después le invitaron a una de las cenas de Rupe y se convirtió en un cliente. Hannah manejaba personalmente el dinero de Hap y Hap afirma que Hannah le tenía miedo a Bobby.

—No era Bobby quien estaba en la ciudad la noche que Hannah se esfumó y luego subió a un avión al día siguiente —apuntó Lanier intencionadamente.

—Exacto —dijo Berger, mirando a Benton—. Me preocupa mucho el vínculo de Hap con todos. Y sus inclinaciones. Kay dice que Toni Darien estuvo muerta día y medio antes de que dejaran su cadáver en el parque. La conservaron en un ambiente fresco, un interior. Quizás ahora eso cobre sentido.

Se iban añadiendo más nombres al gráfico de la pared.

—Y Warner Agee y Carley Crispin. También deberían estar ahí —dijo Benton a Stockman.

—No tenemos ningún motivo para creer que Agee o Carley estén vinculados con alguien de los que aparecen en la pared —replicó O'Dell.

—Sabemos que Carley está vinculada a Kay. Y yo con Agee.

El sonido del teclado. Los nombres de Scarpetta y Benton aparecieron en la pantalla plana. Era horrible verse ahí. Relacionados con todos. Relacionados con la raíz, Jean-Baptiste Chandonne.

Benton continuó:

—Y, basándonos en lo que Lucy y Kay han encontrado en la habitación de hotel de Agee, sospecho que estaba involucrado en el negocio de los casinos.

Se añadió «Casinos» a la pared.

—Utilizaba sus intereses en lo paranormal y sus influencias para investigar algo, manipular algo.

«Paranormal» pasó a ser otra rama del árbol.

—Es posible que lo hiciera con el patrocinio de un francés rico, supuestamente llamado Lecoq —siguió Benton, y ese nombre apareció a continuación—. Alguien, posiblemente el tal señor Lecoq, pagaba a Agee en efectivo. Posiblemente también recibía dinero de Freddie Maestro. Por lo que es posible que Lecoq y Maestro estén relacionados, lo que vincularía Detroit y Francia.

—No sabemos quién es Lecoq ni si existe en realidad —dijo Lanier a Benton.

—¿Crees que el tal Lecoq es el hombre lobo? —preguntó O'Dell.

—No lo llamemos así —respondió Benton—. Jean-Baptiste Chandonne no es un estereotipo. Ni un mito. Es un hombre que, en estos momentos, bien podría tener un aspecto normal. Y posiblemente tendrá varios alias. De hecho, es imprescindible que los tenga.

—¿Habla con acento francés? —Stockman trabajaba con el portátil, añadiendo ramificaciones que aparecían en el árbol de la pared.

—Puede hablar con varios acentos y sin acento —respondió Benton—. Además de francés, habla con fluidez italiano, español, portugués, alemán e inglés. Quizás ahora hable algunas lenguas más. No lo sé.

—¿Por qué Carley Crispin? —cuestionó Stockman mientras completaba el gráfico—. ¿Y por qué le pagaba el hotel a Agee? ¿U otra persona enviaba el dinero por mediación de ella?

—Quizá fuese un blanqueo de dinero de poca monta. —Lanier tomaba notas—. Parece que aquí pasan muchas cosas, aunque sea a una escala relativamente pequeña. Gente que paga en efectivo. Gente que paga a otra gente para que page a otra gente. Ni tarjetas de crédito, ni transferencias, ni cheques que dejen un rastro en papel. Al menos no en ningún negocio que pueda considerarse legítimo.

—Carley iba a echarlo de la habitación este fin de semana. —Berger miró a Benton a los ojos y los suyos eran tan impenetrables como una roca—. ¿Por qué?

—Puedo brindar una teoría —contestó Benton—. Agee envió cierta información a Carley por correo electrónico, supuestamente proveniente de un testigo, y sabemos que era falsa. Agee se hizo pasar por Harvey Fahley utilizando un servicio web de subtitulado. Lucy ha encontrado esa transcripción y varias otras en el ordenador de Agee. Los productores de
El informe Crispin
están con el agua al cuello por lo que ella divulgó anoche en directo, lo del cabello de Hannah Starr recuperado en un taxi amarillo. Un detalle que Agee inventó en la falsa conversación telefónica y que Carley se tragó. O que le convenía tragarse. En cualquier caso, no podía causarle más problemas con la cadena de los que ya tenía.

—Así que lo despidió —dijo Lanier.

—¿Y por qué no? También sabía que iban a despedirla a ella. Ya no iba a necesitar a Agee, independientemente de quién pagase la habitación. Quizás haya un factor personal —sugirió Benton—. No sabemos qué le dijo Carley a Agee cuando lo llamó desde la CNN anoche, a eso de las once. Parece que fue la última llamada que recibió.

—Tenemos que hablar con Carley Crispin —dijo Stockman—. Una lástima que Agee esté muerto. Creo que era la clave de todo.

—Lo que hizo fue una auténtica estupidez —dijo O'Dell—. Era psiquiatra forense. Tendría que haberlo sabido. Ese Harvey Fahley iba a negar haber hablado con él.

—Eso ha hecho —intervino Berger—. Lie hablado con la detective Bonnell mientras tomábamos café. Lo localizó después del programa de anoche. Fahley admite haber contactado con Agee por correo electrónico, pero afirma que nunca habló con él ni le dijo nada de un cabello de Hannah.

—El registro de llamadas de Harvey Fahley debería mostrar si habló con... —empezó a decir O'Dell.

—La llamada se hizo desde un TracFone que ha desaparecido —interrumpió Benton—. Agee tenía un cajón repleto de cajas vacías de TracFones. Creo que la entrevista con Fahley fue falsa y también lo cree Lucy. Pero dudo que Agee pretendiera conscientemente que lo despidieran.

—Quizás inconscientemente —sugirió Lanier.

—Eso opino yo. —Benton creía que Warner Agee estaba dispuesto a autodestruirse—. Dudo que anoche fuera la primera vez que se planteara el suicidio. El banco está a punto de quedarse con su piso de D.C. Sus tarjetas de crédito están caducadas. Depende de otros para recibir dinero en efectivo, es un parásito al que sólo esperan sus enfermedades y sus demonios, y parece que se involucró en algo que le venía grande. Probablemente sabía que iban a descubrirlo.

—Otro recluta que resultó ser una mala elección —dijo Lanier a todos, mientras miraba a Benton—. ¿Crees que Jean-Baptiste lo sabía?

—¿Qué? —Benton montó en cólera—. ¿Sabía que Agee se aseguró de que acabase exiliado de mi vida y que el FBI me recompensara haciéndome el vacío, y que el motivo de que pudiera hacer eso fueron los Chandonne?

Silencio en la sala de conferencias del FBI.

—¿Si creo que se vio con Jean-Baptiste, si se conocían? Sí, lo creo —afirmó Benton—. Agee, el eterno segundón, habría muerto por hablar con un monstruo como Jean-Baptiste Chandonne y se habría sentido atraído por él hasta sin saber quién era, aunque lo hubiese conocido con alguno de sus alias. Se habría sentido atraído por la psicopatología de Jean-Baptiste, por la maldad que emanaba, lo que posiblemente fue un puto error, el peor que Agee podía cometer.

—Evidente, ya que ahora está en el depósito de cadáveres —dijo Lanier tras una pausa.

—El hotel Elysée está muy cerca de la mansión de los Starr de Park Avenue, sólo a tres o cuatro manzanas. —La actitud de Berger era tranquila, demasiado tranquila—. Sales del hotel y cinco, diez minutos después ya estás en la mansión.

Stockman tecleó «hotel Elysée» y «mansión Starr» y aparecieron en la pantalla plana, las ramificaciones más nuevas del árbol.

—Y también hay que poner ahí el nombre Lucy Farinelli —dijo Berger—. Lo que implica que también hay que añadir el mío. No sólo porque he estado investigando la desaparición de Hannah y he interrogado a su marido y a Hap Judd, sino porque estoy relacionada con Lucy. Ella fue cliente de Rupe Starr; lo fue durante más de una década. Resulta difícil creer que nunca conoció a Hannah, y posiblemente a Bobby.

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