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Authors: Greg Egan

El Instante Aleph (16 page)

BOOK: El Instante Aleph
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Marian Fox, presidenta del Sindicato Internacional de Físicos Teóricos, salió al escenario y presentó a Mosala. Pronunció todas las palabras de alabanza que cualquiera habría usado en su lugar: respetada, inspiradora, dedicada, excepcional. No me cupo duda de que era sincera, pero siempre me parecía que el lenguaje de los logros se deshacía en una autoparodia. ¿Cuántas personas del planeta eran excepcionales? ¿Cuántas podían ser únicas? No me hacía gracia que describieran a Mosala igual que a casi todos sus colegas mediocres, pero los panegíricos llenos de clichés no transmitían nada; se limitaban a perder su significado.

Mosala subió al estrado intentando comportarse con dignidad pero sin exagerar; un sector del público aplaudió con entusiasmo y mucha gente se puso en pie. Tomé nota mental de preguntar a Indrani Lee su opinión sobre cuándo y por qué estos extraños ritos de adoración, tan habituales para los actores y músicos, se habían empezado a practicar para un puñado de científicos célebres. Sospechaba que se debía a que las sectas de la ignorancia se habían esforzado tanto por despertar el interés popular por su causa que no era sorprendente que hubieran terminado por provocar un entusiasmo contrario igual de vehemente. Además, en muchos estratos sociales, las sectas eran la clase dirigente y no había un acto de rebeldía mayor que idolatrar a un físico.

—Gracias, Marian —dijo Mosala cuando cesó el ruido—. Y gracias a todos por venir. Les explicaré brevemente lo que hago aquí. Durante el congreso participaré en un montón de debates y contestaré preguntas sobre aspectos técnicos. Y, desde luego, me encantará comentar las cuestiones que suscite la ponencia que leeré el día dieciocho. Pero siempre se dispone de poco tiempo en esas ocasiones y queremos que las preguntas estén muy centradas. Sé que eso, a menudo, resulta molesto para los periodistas, que preferirían informar sobre una gama más amplia de temas.

»Así que el comité de organización ha convencido a unos cuantos conferenciantes para ofrecer ruedas de prensa en las que no se aplicarán esas restricciones. Esta mañana me toca a mí. Por lo tanto, si hay algo que quieran preguntarme que se pueda considerar irrelevante en sesiones posteriores, ésta es su oportunidad.

Mosala se mostraba relajada e informal. En las grabaciones que había visto de sus apariciones anteriores no podía ocultar su nerviosismo, especialmente en la ceremonia de los Nobel. Aunque todavía no era una veterana experimentada, estaba claro que parecía más calmada. Tenía una voz profunda y vibrante, que podría convertirse en electrizante si se ponía a dar discursos, pero su tono se acercaba más al de una conversación que al de un discurso. Las cosas tenían buena pinta para Violet Mosala. Lo cierto era que pocas personas quedaban bien en la pantalla de la salita durante más de cincuenta minutos. No encajaban y salían distorsionadas, como un sonido demasiado alto o bajo para grabarlo. Ahora estaba seguro de que Mosala superaría las limitaciones del medio... si yo no la cagaba del todo.

Las primeras preguntas las hicieron los corresponsales de ciencia de los servicios informativos no especializados, que resucitaron diligentemente todas las viejas incongruencias: ¿Significarán las Teorías del Todo el final de la ciencia? ¿Hará una TOE que el futuro sea completamente predecible? ¿Resolverá la TOE todos los problemas pendientes de física y química, biología y medicina..., ética y religión?

—Una teoría del todo es la formulación matemática más sencilla que podemos encontrar que condensa todo el orden subyacente del universo —contestó Mosala con paciencia y concisión—. Con el tiempo, si una TOE candidata supera el escrutinio teórico continuado y la contrastación experimental, gradualmente podremos confiar en que represente un ápice de conocimiento a partir del cual se podría explicar, en principio y en el sentido más idealizado, todo lo que nos rodea.

»Pero esto no implica que nada se vuelva "totalmente predecible". El universo está lleno de sistemas que entendemos perfectamente, sistemas tan sencillos como dos planetas en órbita en torno a una estrella, cuya descripción matemática es caótica o inmanejable, y para los que siempre será imposible evaluar predicciones a largo plazo.

»Y tampoco implica el final de la ciencia. Ésta es mucho más que la búsqueda de una TOE; es la explicación de las relaciones dentro del orden del universo en cualquier nivel. Alcanzar los cimientos no equivale a tocar techo. Hay muchos problemas de la dinámica de fluidos, por no mencionar la neurobiología, que necesitan nuevos enfoques o mejores formas de abordarlos, no la descripción definitiva y exacta del tema a escala subatómica.

Pensé en Gina, trabajando en su terminal, y me la imaginé en su nueva casa, mientras le contaba todos sus problemas y pequeñas victorias a su nuevo amante. Durante un momento me sentí inquieto, pero se me pasó.

—Lowell Parker, de
Atlántica
. Doctora Mosala, dice que una TOE es la formulación matemática más sencilla del orden subyacente del universo, pero ¿no es la cultura la que determina esos conceptos? ¿La simplicidad? ¿El orden? —Parker era un joven serio con acento de Boston.
Atlántica
era un
netzine
cultural que hacían, principalmente, académicos con dedicación a tiempo parcial de las universidades de la Costa Este.

—Por supuesto —contestó Mosala—. Y las ecuaciones que elijamos para formular una TOE no serán únicas. Serán como las ecuaciones del electromagnetismo de Maxwell, por ejemplo. Hay media docena de maneras válidas de formular las ecuaciones de Maxwell: se pueden barajar constantes, utilizar distintas variables... incluso expresarlas en tres o cuatro dimensiones. Los físicos y los ingenieros todavía no se han puesto de acuerdo en cuál es la formulación más simple, porque en realidad depende del uso que se les quiera dar: diseñar una antena de radar, calcular el comportamiento del viento solar o describir la historia de la unificación de la electrostática y el magnetismo. Pero todas ofrecen resultados idénticos en cualquier cálculo concreto, porque todas describen lo mismo: el electromagnetismo.

—A menudo se ha dicho lo mismo sobre las religiones, ¿verdad? —dijo Parker—. Todas expresan las mismas verdades básicas y fundamentales, aunque de una forma distinta para acoplarse a las distintas épocas y lugares. ¿Admitiría que lo que usted hace sólo forma, en esencia, parte de la misma tradición?

—No. No creo que eso sea cierto.

—Pero ha admitido que la TOE que sea aceptada estará determinada por factores culturales. ¿Cómo puede entonces afirmar que lo que hace es más «objetivo» que la religión?

—Supongo que si todos los seres humanos desaparecieran del planeta mañana y esperáramos unos cuantos millones de años a que emergieran especies nuevas con un conjunto de religiones y culturas científicas —dijo Mosala con precaución después de dudar—, ¿qué cree que las nuevas religiones tendrían en común con las viejas, las de nuestro tiempo? Me parece que lo único serían ciertos principios éticos que compartirían influencias biológicas: reproducción sexual, crianza de los niños, ventajas del altruismo y consciencia de la muerte. Y si su biología fuera muy distinta no habría ninguna coincidencia.

»Pero si esperamos a que en la nueva cultura científica surja una TOE, creo que, por muy distintas que parecieran sobre el papel, cualquiera de las culturas podría demostrar, por medio de cálculos matemáticos, que hay algo que es equivalente a nuestra TOE en todos los aspectos. Al igual que cualquier estudiante de física puede demostrar que todas las formulaciones de las ecuaciones de Maxwell describen exactamente lo mismo.

»Ésa es la diferencia. Los científicos discrepan mucho en principio, pero llegarán a un consenso independientemente de su cultura. En este congreso hay físicos de unos cien países distintos; hace tres mil años, seguro que sus antepasados tenían veinte o treinta explicaciones contradictorias para cada fenómeno que se puede dar en la naturaleza. Y aun así, aquí sólo se presentan tres TOE antagónicas. Y yo diría que dentro de veinte años o menos sólo habrá una.

Parker no parecía nada satisfecho con la respuesta, pero se sentó.

—Lisbeth Weller, de
Grüne Weisheit.
Me parece que su enfoque de estos temas refleja el modo de pensar de un masc occidental reduccionista que utiliza el lado izquierdo del cerebro. —Weller era una fem alta, de aspecto soberbio, que parecía entristecida y perpleja de verdad—. ¿Cómo puede ser compatible con su lucha como fem africana contra el imperialismo cultural?

—No tengo ningún interés en renunciar a las herramientas intelectuales más poderosas que poseo —dijo Mosala con calma—, por la creencia extraña y errónea de que son propiedad de un grupo de personas: mascs, occidentales u otros. Como he dicho, la historia de la ciencia converge hacia una interpretación compartida del universo y no deseo que se me excluya de ese proceso de convergencia por ningún motivo. En cuanto a pensar con el lado izquierdo del cerebro, me temo que ése es un concepto anticuado y reduccionista. Personalmente, utilizo todo el órgano.

Sus admiradores le brindaron un gran aplauso, pero sonó lastimero mientras se apagaba. La atmósfera de la sala estaba cambiando. Se llenaba de tensión y polarizaba las opiniones. Sabía que Weller era miembro orgullosa de Renacimiento Místico, y aunque pocos periodistas estaban afiliados a alguna secta, la minoría con opiniones anticientíficas radicales se hacía notar.

—William Savimbi, de Proteus Information. Expresa su conformidad con una serie de ideas que no respeta ninguna cultura ancestral, como si su propia herencia no importara en absoluto. ¿Es verdad que ha recibido amenazas de muerte del Frente de Defensa de la Cultura Panafricana, después de declarar en público que no se consideraba una fem africana? —Proteus era la subsidiaria africana de una gran empresa familiar canadiense. Savimbi era un masc fornido de pelo cano que hablaba con tranquilidad y confianza, como si llevara tiempo informando sobre Mosala.

Se pudo apreciar cómo Mosala se esforzaba por contener la ira. Se sacó la agenda de un bolsillo y empezó a teclear.

—Señor Savimbi —dijo sin detenerse—, si lo desalientan los aspectos tecnológicos de su profesión, quizá debería dedicarse a algo más sencillo. Ésta es la cita textual del reportaje original de Reuters que se grabó en Estocolmo el diez de diciembre del dos mil cincuenta y tres. Y sólo me ha costado quince segundos encontrarla.

Sujetó la agenda en alto y se oyó su voz grabada: «No me levanto todas las mañanas y me digo: "soy fem y africana, ¿cómo debería reflejarse esto en mi trabajo?". No es mi manera de pensar. Me pregunto si alguien pidió explicaciones al doctor Wozniak sobre de qué manera influía su condición de europeo en su enfoque de la síntesis de polímeros».

Hubo más aplausos, esta vez por parte de un sector más amplio de público, pero noté un trasfondo predatorio creciente. Era obvio que Mosala se estaba alterando, y por mucho que en principio simpatizaran con ella los presentes, sin duda les encantaría que la provocaran hasta que perdiera el control.

—Janet Walsh, de Informes Mundiales. Señora Mosala quizá pueda aclararme una cosa. Esta Teoría del Todo de la que no para de hablar, que va a sintetizar la verdad definitiva sobre el universo, me parece maravillosa, pero me gustaría saber en qué se basa exactamente.

—Todas las TOE son un intento de encontrar una explicación más profunda a lo que se llama la Teoría Estándar del Campo Unificado —dijo Mosala, que aunque debía de saber quién era Walsh no mostró ningún signo de hostilidad—. Se completó a finales de los años veinte y ha superado todas las comprobaciones experimentales hasta la fecha. En sentido estricto, la TECU ya es una Teoría del Todo, da una explicación unificada de todas las fuerzas de la naturaleza. Pero es una teoría muy confusa y arbitraria, que se basa en un universo de diez dimensiones con un montón de singularidades extrañas que resultan difíciles de aceptar. Casi todos nosotros creemos que hay una explicación más sencilla detrás, esperando a que la encontremos.

—Pero esta TECU que intenta suplantar —dijo Walsh—, ¿en qué se basa?

—En unas cuantas teorías anteriores que explicaban una o dos de las cuatro fuerzas básicas por separado. Pero si quiere saber de dónde venían esas teorías anteriores, me vería obligada a narrar cinco mil años de historia de la ciencia. La respuesta breve es: una TOE se basa en última instancia en la observación de todos los aspectos del mundo y la búsqueda de pautas en esas observaciones.

—¿Eso es todo? —Walsh hizo un gesto de alegre incredulidad—. Entonces todos somos científicos, ¿no? Usamos nuestros sentidos, observamos y vemos pautas. Veo pautas en las nubes que pasan por encima de mi casa cada vez que salgo al jardín —añadió con una sonrisa modesta de autocrítica.

—Eso es un comienzo —dijo Mosala—. Pero hay dos pasos importantes más allá de esa clase de observación que marcan toda la diferencia. Llevar a cabo experimentos deliberados en situaciones controladas, en lugar de mirar lo que revela la naturaleza. Y realizar observaciones cuantitativas: hacer mediciones e intentar encontrar pautas en los números.

—¿Como la numerología?

—No sirve cualquier pauta —dijo Mosala con gesto paciente—. Hay que tener una hipótesis clara de partida y saber cómo comprobarla.

—¿Se refiere a usar los métodos estadísticos adecuados y todo eso?

—Exacto.

—Pero con los métodos estadísticos adecuados, ¿cree que toda la verdad sobre el universo queda explicada en detalle en los modelos que pueden obtenerse mirando detenidamente una lista sin fin de números?

—Más o menos —contestó Mosala después de dudar. Era probable que se preguntara si el proceso tortuoso de explicar algo más sutil sería peor que aceptar esa caracterización de la obra de su vida.

—¿Está todo en los números? ¿No mienten?

—No, no mienten. —Mosala perdió la paciencia.

—Qué interesante —dijo Walsh—. Porque hace unos meses me tropecé con una idea absurda, ¡muy ofensiva!, que se extendía en las redes europeas de ultraderecha. Pensé que merecía ser refutada con propiedad, ¡científicamente!, así que compré un pequeño paquete de estadística y le pedí que comprobara la hipótesis de que cierta proporción, cierta cuota de los premios Nobel desde el año dos mil diez se hubiera reservado de forma explícita por criterios políticos para los ciudadanos de los países africanos. —El público se quedó atónito; hubo un momento de silencio seguido de una ola de exclamaciones airadas que se extendió por toda la sala—. Y la respuesta fue que hay un noventa y cinco por ciento de probabilidades... —añadió Walsh mientras sostenía su agenda en alto y alzaba la voz por encima de las protestas. Algunos miembros de los clubes de fans de Mosala se pusieron en pie y empezaron a gritar; los dos mascs de mi lado empezaron a abuchearla—. La respuesta fue que hay un noventa y cinco por ciento de probabilidades de que sea cierto —insistió Walsh, con una expresión de desconcierto, como si no comprendiera a qué venía tanto alboroto.

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