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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

El juego de los Vor (38 page)

BOOK: El juego de los Vor
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Miles respiró aliviado cuando la flota Dendarii abandonó la región de los aslundeños y entró en el espacio abierto. Demorados por la confusión, ninguna nave Aslundeña podría darles alcance hasta que redujeran la velocidad cerca del agujero de gusano de Vervain. Y allí, con la llegada de los cetagandanos, no resultaría difícil convencerlos para que se uniesen a las reservas Dendarii.

Había que calcular muy bien el momento oportuno. Si Cavilo todavía no había transmitido la clave de ataque a los cetagandanos, un movimiento brusco de la flota Dendarii podía inducirla a abortar el plan. Bien, decidió Miles. En ese caso, habría detenido la invasión cetagandana sin disparar un solo tiro. Una maniobra bélica perfecta, según la definición del propio almirante Aral Vorkosigan.

Por supuesto que tendré un huevo político en mi rostro y por todas partes habrá gente tratando de lincharme, pero papá lo comprenderá. Eso espero
. De ese modo, sus únicos objetivos tácticos serían permanecer con vida y rescatar a Gregor, lo cual en la situación actual parecía absurda y maravillosamente simple. A menos, por supuesto, que Gregor no quisiese ser rescatado…

Pero debía aguardar para conocer las ramificaciones del árbol estratégico, decidió Miles con fatiga. Con pasos tambaleantes se dirigió a la cabina de Oser para desmoronarse en la cama y dormir doce horas.

La oficial de comunicaciones despertó a Miles llamándolo por la pantalla. En ropa interior, Miles fue hasta la consola y se dejó caer en el sillón.

—¿Sí?

—Usted pidió que le fuesen comunicados los mensajes de la Estación Vervain, señor.

—Sí, gracias. —Miles frotó sus ojos adormecidos y miró la hora. Todavía les quedaban doce horas de vuelo hasta alcanzar su destino—. ¿Hay algún signo de actividad anormal en la Estación Vervain o en su conducto?

—Todavía no, señor.

—Muy bien. Continúe vigilando en busca de alguna nave proveniente del espacio exterior. ¿Cual es el tiempo de demora en nuestras transmisiones con ellos?

—Treinta y seis minutos, señor.

—Mm. Muy bien. Transmita el mensaje. —Bostezando, se acodó sobre el escritorio de Oser y observó la pantalla. Un oficial vervanés de alto rango apareció en el vídeo y exigió explicaciones por los movimientos de la Flota Oserana-Dendarii. Sonaba muy parecido a los aslundeños. No había ninguna señal de Cavilo. Miles llamó a la oficial de comunicaciones—. Responda que, lamentablemente, su importante mensaje fue imposible de descifrar a causa de la estática y de una avería en nuestro desmodulador. Solicite una repetición urgente, con amplificación.

—Sí, señor.

En los siguientes setenta minutos. Miles tomó una ducha, se vistió con un uniforme apropiado (y botas) que le habían suministrado mientras dormía, y dio buena cuenta de un equilibrado desayuno. Entró en la cabina de mando del
Triumph
justo a tiempo para la segunda transmisión. Esta vez, la comandante Cavilo se hallaba junto al oficial vervanés con los brazos cruzados. El vervanés repitió sus palabras, literalmente con amplificación, y su voz sonó mucho más fuerte y clara. Cavilo agregó:

—Explíquense de inmediato. De otro modo, los consideraremos una fuerza hostil y responderemos en consecuencia.

Esa era la amplificación que había pedido. Miles se acomodó en el sillón y se arregló lo mejor posible su uniforme Dendarii. Se aseguró de que la insignia de almirante quedara claramente visible en la pantalla.

—Listo para transmitir —dijo a la oficial de comunicaciones con un movimiento de cabeza. Obligó a sus facciones a adoptar la expresión más serena y seria que pudo conseguir—. Almirante Miles Naismith, al mando de la Flota Mercenaria Dendarii Libre, al habla. Exclusivo para la comandante Cavilo, de los Guardianes de Randall. Señora, he cumplido con mi misión precisamente como usted lo ordenó. Le recuerdo la recompensa prometida si triunfaba. ¿Cuáles son sus siguientes instrucciones? Naismith fuera.

La oficial de comunicaciones cargó la grabación en el desmodulador.

—Señor —dijo con incertidumbre—, si esto es exclusivo para la comandante Cavilo, ¿hacemos bien en enviarlo por el canal de comando de Vervain? Los vervaneses tendrán que procesarlo antes de transmitirlo. Será visto por muchas personas aparte de ella.

—Perfecto, teniente —dijo Miles—. Transmítalo, entonces.

—Oh. Y… suponiendo que respondan, ¿qué quiere que haga? —Miles miró la hora.

—Para cuando llegue su respuesta, nuestro curso indica que nos encontraremos tras la corona de interferencia de los soles gemelos. Durante al menos tres horas estaremos incomunicados.

—Yo podría elevar la ganancia, señor, y atravesar…

—No, no teniente. La interferencia será terrible. En realidad, si logra extenderla a cuatro horas, mucho mejor. Pero haga que parezca real. Hasta que nuestro alcance me permita conferenciar con Cavilo con una demora casi nula, quiero que se considere una oficial de incomunicaciones.

—Sí, señor. —Ella sonrió—. Ahora lo comprendo.

—Adelante. Recuérdelo: quiero máxima ineficacia, incompetencia y error. En los canales vervaneses, por supuesto. Usted ha trabajado con los soldados reclutas, sin duda. Sea creativa.

—Sí,
señor
.

Miles partió en busca de Tung.

Él y Tung se hallaban profundamente concentrados en el ordenador del salón táctico del
Triumph
cuando la oficial de comunicaciones volvió a llamar.

—Cambios en la Estación Vervain, señor. Todo el tráfico de naves comerciales ha sido detenido. En todos los canales militares las transmisiones en clave se han triplicado. Y cuatro grandes naves de guerra acaban de despegar.

—¿Hacia el Centro o hacia Vervain?

—Hacia Vervain, señor.

Tung se inclinó hacia delante.

—Introduzca los datos en el ordenador a medida que los confirme, teniente.

—Sí, señor.

—Gracias —dijo Miles—. Continúe manteniéndonos al corriente. Y preste atención a los mensajes civiles también, cualquiera que pueda interceptar. Quiero saber cuáles son los rumores que corren.

—Correcto, señor. Fuera.

Tung activó lo que familiarmente se llama
monitor táctico «actualizado»
, un gráfico en color, mientras la oficial de comunicaciones introducía los nuevos datos. Entonces estudió las cuatro naves de guerra que estaban partiendo.

—Ya empieza —dijo con expresión sombría—. Tal como dijiste.

—¿No cree que sea algo causado por nosotros?

—No con esas cuatro naves. Jamás se hubieran movido de la Estación si no se las necesitase desesperadamente en otra parte. Será mejor que muevas tu trasero… quiero decir, que traslades tu bandera al
Ariel
, hijo.

Miles se frotó los labios con nerviosismo y observó lo que había denominado su «pequeña flota» en el monitor del salón táctico del
Ariel
. Ahora los equipos mostraban al mismo
Ariel
junto con dos de las naves más rápidas de las fuerzas Dendarii. Su propia flota de ataque; rápida, maniobrable, capaz de efectuar bruscos cambios de curso. Debía admitir que no contaban con un gran poder de fuego. Pero si las cosas salían tal como Miles las proyectaba, abrir fuego no sería una opción deseable de todos modos.

Ahora el salón táctico del
Ariel
estaba manejado por una tripulación mínima: Miles, Elena como su oficial de comunicaciones personal y Arde Mayhew para todos los otros sistemas. Si llegaba el momento de combatir, entregaría el puesto a Thorne, quien por el momento se hallaba exiliado en la cabina de mando. Entonces tal vez se retirase a su cabina para abrirse el vientre con un cuchillo.

—Observemos la Estación Vervain —le dijo a Elena. Ella tocó los controles y la gran pantalla de holovídeo se encendió. La representación gráfica de su objetivo parecía hervir con líneas cambiantes y diversos colores, representando los movimientos de naves,
shunts
de potencia de diversas armas y protectores y transmisiones. Los Dendarii se encontraban apenas a un millón de kilómetros, poco más de tres segundos luz. La «pequeña flota» aventajaba en dos horas a las naves más lentas de la Flota Dendarii principal, y comenzaba a reducir la velocidad.

—Ya están muy nerviosos —comentó Elena mientras se tocaba el auricular—. Insisten en que nos comuniquemos,

—Pero todavía no se deciden a lanzar un contraataque —observó Miles estudiando el gráfico—. Me alegra que comprendan dónde se encuentra el verdadero peligro. Muy bien. Diles que finalmente hemos solucionado nuestros problemas de comunicación, pero reitérales que sólo hablaré con la comandante Cavilo.

—Creo… sí, al fin la han puesto al habla. Estoy recibiendo un mensaje por el canal indicado.

—Rastréalo. —Miles se asomó sobre su hombro mientras ella buscaba la información en el sistema.

—La fuente se está moviendo…

Miles cerró los ojos en una plegaria y volvió a abrirlos cuando Elena exclamó triunfante:

—¡Lo tengo! Allí. Esa pequeña nave.

—Dame su curso y su potencia. ¿Se dirige al agujero de gusano?

—No, se aleja.

—¡Ja!

—Es una nave rápida y pequeña, del tipo
Falcon
—le informó Elena—. Si su destino es Pol… y Barrayar… debe intersectar nuestro triángulo.

Miles exhaló.

—Cierto. Cierto. Aguardó para hablar por un canal que sus jefes vervaneses no pudiesen interferir. Pensé que haría algo así. Me pregunto qué mentiras les habrá contado. ¿Sabrá que se encuentra en un punto sin retorno?

—Abrió los brazos ante el nuevo vector del gráfico—. Ven, amor. Ven hacia mí.

Elena le dirigió una mirada irónica.

—Ahí viene. Tu amorcito está a punto de aparecer en el monitor tres.

Miles voló hacia el sillón indicado y se acomodó frente a la pantalla de holovídeo que comenzaba a iluminarse. Era el momento para ejercer al máximo el dominio de sí mismo. Adoptó una expresión de frío interés mientras las facciones de Cavilo tomaban forma frente a él. Por debajo, se frotó las palmas sudorosas sobre las rodillas.

Los ojos azules de Cavilo brillaban triunfantes, restringidos por la tensión de su boca y de su frente, como reflejando las naves de Miles que restringían su ruta de vuelo.

—Lord Vorkosigan. ¿Que estás haciendo allí?

—Sigo sus órdenes, señora. Usted me dijo que me hiciera cargo de los Dendarii. Y no he transmitido nada a Barrayar.

Una demora de seis segundos para que la emisión volase de nave a nave y regresase con la respuesta. Por desgracia ella tenía tanto tiempo para pensar como él.

—Yo no te ordené que cruzaras el Centro.

Miles frunció el ceño confundido.

—¿Pero dónde más necesitaría mi flota sino donde se desarrolla la acción? No soy estúpido.

Esta vez la pausa fue más larga que la obligada por la demora en la transmisión.

—¿Quiere decir que no recibiste el mensaje de Metzov? —preguntó.

Estuve bastante cerca
. Qué magnífica colección de dobles sentidos había en aquella conversación.

—¿Lo envió con un mensaje? Una pausa.

—¡Sí!

Mentira por mentira.

—Jamás lo vi. Tal vez desertó. Debió de comprender que usted amaba a otro. Es posible que se encuentre en el bar de alguna estación espacial, ahogando sus penas. —Miles suspiró profundamente ante una escena tan triste.

La expresión atenta y preocupada de Cavilo se llenó de ira al recibir sus palabras.

—¡Idiota! ¡Yo sé que lo tienes prisionero!

—Sí, y desde entonces me he estado preguntando por qué permitió que eso sucediera. Si no deseaba que ocurriera ese accidente, debió haber tomado precauciones.

Cavilo lo miró unos instantes y cambió de argumento.

—Temí que Stanis fuera traicionado por sus emociones. Quise darle una oportunidad más para probarse. Mis hombres tenían la orden de matarlo si trataba de matarte a ti, pero cuando Metzov falló, los estúpidos aguardaron.

Probablemente les había ordenado que lo mataran en cuanto Metzov lo matara a él. Miles hubiese querido tener una copia del informe de ese guardián.

—¿Lo ve? —le dijo—. Todos sus subordinados piensan por su cuenta, como yo.

Cavilo echó la cabeza hacia atrás.

—¿Tú, un subordinado? ¡Preferiría dormir con una serpiente!

Qué imagen tan interesante.

—Será mejor que se acostumbre a mí. Está tratando de entrar en un mundo que le resulta extraño y que yo conozco muy bien. Los Vorkosigan formamos parte de la clase poderosa de Barrayar. Le vendría muy bien tener un guía nativo.

Pausa.

—Exactamente. Estoy tratando de poner a salvo a tu Emperador. Tú te interpones en su curso de vuelo. ¡Apártate de mi camino!

Miles echó un vistazo al monitor táctico. Sí, perfecto.

Bien. Ven a mí
.

—Comandante Cavilo, estoy seguro de que le falta un dato importante sobre mi persona.

Pausa.

—Permíteme dejar en claro mi posición, pequeño barrayarano. Yo tengo a tu Emperador bajo mi absoluto control.

—Bien, entonces déjeme escuchar esas órdenes de su boca. Pausa. Una fracción de segundo más breve, sí.

—Puedo hacer que le corten el cuello frente a tus ojos. ¡Déjame pasar!

—Adelante. —Miles se encogió de hombros—. Aunque su cubierta quedará bastante destrozada.

Ella esbozó una sonrisa ácida después de la pausa.

—Te jactas demasiado.

—Yo no me jacto. Gregor es mucho más valioso con vida para usted que para mí. Al sitio donde va, no podrá hacer nada sin él. Es su billete de carne y hueso. ¿Pero le ha mencionado alguien el hecho de que si Gregor muere, yo podría convertirme en el próximo emperador de Barrayar? —Bueno, eso era discutible, pero no era momento para entrar en detalles sobre las seis teorías barrayaranas que competían por la sucesión.

El rostro de Cavilo se paralizó.

—Él dijo… que no tenía heredero. Tú también lo dijiste.

—Ninguno
designado
. Eso es porque mi padre se niega a ocupar el cargo, aunque tiene el linaje. Pero ignorar los linajes no hace que éstos desaparezcan. Y yo soy el único hijo de mi padre. Y él no podrá vivir para siempre.
Ergo
… Puede resistirse a mis grupos de abordaje, puede amenazar y llevar a cabo sus amenazas. Me estará entregando el imperio. Se lo agradeceré de corazón antes de hacerla ejecutar. El Emperador Miles Primero. ¿Qué tal le suena? ¿Tan bien como la Emperatriz Cavilo? —Miles adoptó un tono dramático—. Otra alternativa es que trabajemos juntos. Tradicionalmente los Vorkosigan hemos sentido que la esencia es mejor que el título. El poder detrás del trono. Gregor debe haberle dicho que es mi padre quien ejerce ese poder, y usted no logrará desalojarlo con una caída de ojos. Él es inmune a las mujeres. Pero yo conozco cada uno de sus puntos débiles. Lo he pensado bien. Esta podría ser mi gran oportunidad, de una forma o de otra. Ya que estamos, señora, ¿a usted le molestaría casarse con otro emperador?

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