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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

El juego de los Vor (39 page)

BOOK: El juego de los Vor
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El tiempo de demora le permitió saborear los cambios de expresión en el rostro de Cavilo, a medida que iba escuchando sus calumnias. Alarma, repugnancia y, finalmente, renuente respeto.

—Parece ser que te he subestimado. Muy bien… Tus naves pueden escoltarnos hasta un lugar seguro. Una vez allí, seguiremos conversando.

—Yo la
transportaré
a un lugar seguro, a bordo del
Ariel
, donde conversaremos de inmediato. Cavilo se enderezó con furia.

—De ninguna manera.

—Muy bien, lleguemos a un acuerdo. Yo me guiaré por las órdenes de Gregor, y sólo de Gregor. Tal como le he dicho, señora, será mejor que se acostumbre a esto. Al principio, y hasta que se haya establecido, ningún barrayarano aceptara órdenes suyas directamente. Si éste es el juego que ha decidido jugar, será mejor que comience a practicarlo. Las cosas se seguirán complicando. También puede elegir la resistencia, en cuyo caso yo me quedo con todo. —
¡Trata de ganar tiempo. Cavilo! ¡Muerde!

—Iré a buscar a Gregor. —La pantalla se tornó gris en una señal de espera.

Miles se dejó caer contra el respaldo del sillón, se frotó el cuello y giró la cabeza, tratando de aflojar sus nervios deshechos. Estaba temblando. Mayhew lo miraba, alarmado.

—Maldición —dijo Elena en voz baja—. Sí no te conociera, pensaría que eres el sustituto de Yuri el Loco. Esa expresión en tu rostro… ¿Estoy hilando demasiado fino, o en una sola jugada has conspirado para asesinar a Gregor, te has ofrecido para convertirlo en cornudo, has acusado a tu padre de homosexualidad, has sugerido un complot parricida en su contra y te has aliado con Cavilo? ¿Qué piensas hacer cuando te pidan un bis?

—Depende de las variaciones lineales. Estoy impaciente por averiguarlo —jadeó Miles—. ¿Estuve convincente?

—Estuviste
alarmante
.

—Bien. —Miles volvió a frotarse las palmas en los pantalones—. Primero es mente a mente, entre Cavilo y yo, antes de tornarse nave a nave.

Ella es una conspiradora compulsiva. Si logro confundirla, envolverla en palabras con todas las bifurcaciones de su propia estrategia, distraerla el tiempo suficiente…

—Señal —le advirtió Elena.

Miles se enderezó y aguardó. El siguiente rostro en formarse sobre la pantalla fue el de Gregor. Estaba sano y salvo. Sus ojos se abrieron de par en par unos instantes y entonces su rostro permaneció inmóvil,

Cavilo estaba a sus espaldas, apenas fuera de foco.

—Dile lo que queremos, amor.

Miles hizo una reverencia sentado, tan profunda como le fue físicamente posible.

—Majestad. Os ofrezco la Flota Mercenaria Dendarii Libre. Disponed de ella a Vuestra voluntad.

Gregor miró hacia un costado. Evidentemente, había un monitor táctico análogo al del
Ariel
.

—Por Dios, están
contigo
. Miles, eres sobrenatural. —Su rasgo de humor fue inmediatamente reemplazado por la formalidad—. Gracias, lord Vorkosigan, acepto las tropas que me ofrece.

—Si os molestáis en abordar el
Ariel
, majestad, podréis poneros al mando de vuestras fuerzas.

Cavilo se inclinó hacia delante, interrumpiendo.

—Y
ahora
queda en evidencia su traición. Te pasaré parte de sus últimas palabras, Greg. —Cavilo se inclinó sobre él para tocar un control, y Miles fue invitado a presenciar una repetición instantánea de su actitud sediciosa, comenzando, naturalmente, con la farsa sobre el heredero designado y terminando con su oferta de sustituir al novio.

Gregor escuchó con la cabeza ladeada en una expresión pensativa y perfectamente controlada. Al fin la imagen de Miles llegó a su infame conclusión.

—¿Pero esto te sorprende, Cavie? —preguntó Gregor con tono inocente mientras cogía su mano y se volvía para mirarla. A juzgar por la expresión en el rostro de Cavilo,
algo
la estaba sorprendiendo—. Las mutaciones de lord Vorkosigan lo han vuelto loco, ¡todos lo saben! Hace años que anda por ahí balbuceando esas cosas. Por supuesto que no puedo confiar en él ni tampoco puedo quitármelo de encima…

«Gracias, Gregor, recordaré esta parte.»

—… pero mientras él sienta que apoya sus intereses favoreciendo los nuestros, será un aliado valioso. La Casa Vorkosigan siempre ha sido muy poderosa en los asuntos de Barrayar. Su abuelo, el conde Piotr, fue quien puso en el trono a mi abuelo, el Emperador Ezar. Como enemigos son igualmente poderosos. Preferiría que gobernemos Barrayar con su cooperación.

—También se les podría exterminar. —Cavilo dirigió una mirada furiosa a Miles.

—El tiempo está de nuestro lado, amor. Su padre es un hombre viejo. Él es un mutante. Su amenaza sobre el linaje no tiene fundamento. Barrayar nunca aceptará a un mutante por emperador, como bien sabe el conde Aral y hasta el mismo Miles reconoce en sus momentos de cordura. Pero puede causarnos problemas si lo desea. Un interesante equilibrio de poderes, ¿verdad, lord Vorkosigan?

Miles volvió a inclinarse.

—Pienso mucho en ello. —
Y tú también, por lo que veo
.

Dirigió una mirada disimulada a Elena, quien había caído de su sillón cuando Gregor comenzara a describir los soliloquios dementes de Miles, y ahora se hallaba sentada en el suelo mordiéndose una manga para que no se escucharan sus carcajadas. Tenía los ojos brillantes sobre la tela gris. Al fin logró controlar la risa y volvió a acomodarse en su asiento.
Cierra la boca, Arde
.

—Bien, Cavie, vayamos a reunimos con mi Gran Visir. Cuando estemos allí yo controlaré sus naves. —Se volvió para besarle la mano que todavía descansaba sobre su hombro—. Y tus deseos serán órdenes para mí.

—¿Realmente crees que es seguro? Si está tan loco como dices.

—Brillante, nervioso, caprichoso,,. Pero te aseguro que se encontrará bien, siempre y cuando reciba su medicación de forma apropiada. Con todos estos viajes, debe haber dejado de tomar su dosis con regularidad.

La demora en la transmisión se había reducido considerablemente.

—Veinte minutos para el encuentro —informó Elena.

—¿Haréis el transbordo en vuestra lanzadera o en la nuestra, majestad? —preguntó Miles con formalidad. Gregor se encogió de hombros.

—Lo que diga la comandante Cavilo.

—En la nuestra —dijo ella de inmediato.

—Os estaré esperando. —
Y preparado
.

Cavilo interrumpió la transmisión.

16

A través del sistema de vídeo, Miles observó cómo el primero de los Guardianes, con su armadura espacial, descendía de la lanzadera y entraba por la escotilla en el corredor del
Ariel
. El hombre fue seguido inmediatamente por cuatro más, quienes registraron el pasillo desierto, convertido en cámara por las puertas herméticas que lo sellaban por ambos extremos. No había enemigos, ni blancos, ni siquiera armas automáticas apuntando hacia ellos. Una cámara completamente vacía. Perplejos, los Guardianes adoptaron una posición defensiva junto a la escotilla.

Gregor descendió. A Miles no le sorprendió descubrir que Cavilo no le había proporcionado un traje apropiado. El Emperador llevaba un uniforme de Guardián muy bien planchado, sin insignias, con un par de botas como única protección. Y ni siquiera ellas le servirían de mucho si uno de esos monstruos con armadura lo pisaba. Las armaduras de batalla eran sumamente útiles, a prueba de aturdidores y disruptores nerviosos, así como a la mayoría de los venenos y armas biológicas; eran resistentes (hasta cierto punto) al fuego de plasma y a la radiactividad, y estaban rellenas con armas compactas y diversos instrumentos. Eran muy apropiadas para una expedición de abordaje. Aunque, en realidad, una vez Miles había capturado el
Ariel
con menos hombres, menos armas y ninguna armadura. Aunque entonces el elemento
sorpresa
había estado de su parte.

Cavilo descendió detrás de Gregor. Ella llevaba una armadura especial, aunque por el momento traía el yelmo bajo el brazo como una cabeza decapitada. Observó el corredor vacío y frunció el ceño.

—Muy bien, ¿cuál es el truco? —preguntó en voz alta.

Para responder a tu pregunta
… Miles apretó el botón del control remoto que tenía en la mano.

Una explosión sorda retumbó en el corredor. El tubo flexible se separó violentamente de la escotilla. Al percibir el descenso de la presión, las puertas automáticas se cerraron de inmediato, impidiendo que el aire escapara. Buen sistema. Miles había hecho que los técnicos se aseguraran de que funcionaba correctamente antes de insertar las minas direccionales en las grapas de la lanzadera. La nave de combate de Cavilo rodaba a un costado del
Ariel
, con sus propulsores y sensores dañados en el mismo estallido que la había expulsado al espacio, inutilizando sus armas y sus reservas humanas hasta que el desesperado piloto recuperase el control. Si podía.

—Vigílalo, Bel. No quiero que vuelva para perseguirnos. —Miles habló por el intercomunicador a Thorne, quien se hallaba en el salón táctico del
Ariel
.

—Puedo volarlo ahora mismo si quieres.

—Espera un poco. Todavía no nos hemos calmado aquí abajo. —
Dios nos ayude ahora
.

Cavilo se estaba poniendo su yelmo, y la tropa la rodeaba en posición defensiva. Todos vestidos y nadie a quien dispararle. Lo mejor era concederles unos segundos para serenarse, los suficientes para evitar fusilamientos por reflejo, pero no lo bastantes para pensar…

Miles observó a su propia tropa, compuesta por seis personas enfundadas en armaduras espaciales, y cerró su propio yelmo. Aunque en realidad los números no tenían importancia. Un millón de hombres con armas nucleares, un sujeto con un palo; todo daba igual cuando el blanco era un rehén desarmado. Miles comprendió tristemente que, minimizando la situación, no había ninguna diferencia cualitativa. De todos modos, podía equivocarse a lo grande. La diferencia principal venía dada por su cañón de plasma, apuntado hacia el corredor. Miles hizo una seña a Elena, quien manejaba el arma. Por lo general ésta no era un juguete de salón, pero sería capaz de detener una armadura espacial y volarla en pedazos. Teóricamente, a esa distancia podrían deshacerse de uno de los cinco hombres de Cavilo, antes de entrar en la batalla cuerpo a cuerpo.

—Allá vamos —dijo Miles por su canal de mando—. Recordad el ejercicio. —Apretó otro botón, y las puertas herméticas entre su grupo y el de Cavilo comenzaron a abrirse lentamente, una velocidad cuidadosamente calculada como para inspirar miedo sin sobresaltar.

La emisión fue difundida por todos los canales y por el altavoz. Para el plan de Miles era absolutamente esencial que sus primeras palabras fuesen escuchadas.

—¡Cavilo! —gritó—. ¡Desactive sus armas y permanezca inmóvil, o de otro modo Gregor quedará reducido a átomos!

El lenguaje corporal era algo maravilloso. Resultaba sorprendente ver cuánto podía expresarse a través de la superficie brillante de una armadura espacial. La más pequeña de las figuras permaneció confundida, con las manos abiertas. Privada de palabras: privada, durante unos preciosos segundos, de reacciones. Porque, por supuesto, Miles acababa de robarle su movimiento de abertura.

¿Y ahora qué tienes que decir, amor?
Era una maniobra desesperada. La lógica indicaba que el problema del rehén era insoluble, y, por lo tanto. Miles había decidido que su única posibilidad radicaba en convertirlo en el problema de Cavilo.

Bueno, al menos había logrado paralizarlos. Pero no podía permitir que acabasen en tablas.

—¡Déjelas, Cavilo! Sólo necesita un movimiento nervioso para pasar de novia imperial a novia de nadie. Y yo comienzo a estar
muy tenso
.

—Dijiste que era seguro —le susurró Cavilo a Gregor.

—Debe de estar tomando sus medicamentos con menos regularidad de la que pensé —respondió Gregor con expresión ansiosa—. No, espera… Se está jactando. Lo probaré.

Con las manos abiertas a los costados, Gregor caminó directamente hacia el cañón de plasma. Miles abrió la boca detrás del yelmo.

¡Gregor, Gregor, Gregor…!

Gregor miró fijamente la placa de recubrimiento en el yelmo de Elena. Su paso no se aceleró ni vaciló. Sólo se detuvo cuando su pecho estuvo contra la boca del cañón. Fue un momento de enorme dramatismo. Miles estaba tan cautivado que necesitó todos esos segundos para mover su dedo unos pocos centímetros y apretar el control que cerraba las puertas herméticas.

El blindaje no había sido programado para un cierre lento, y las puertas se sellaron con un movimiento más rápido que la vista. Se escucharon algunos ruidos al otro lado, disparos de plasma, gritos; Cavilo deteniendo a un hombre justo a tiempo para que no disparara a una mina en la pared de una cámara cerrada, ocupada por él mismo. Luego el silencio.

Miles dejó caer su rifle de plasma y se arrancó el yelmo.

—Dios todopoderoso, no esperaba
eso
. Gregor, eres un genio.

Suavemente, Gregor alzó un dedo y apartó la boca del cañón.

—No te preocupes —dijo Miles—. Ninguna de nuestras armas está cargada. No quise arriesgarme a sufrir ningún accidente.

—Estaba casi seguro de que era así —murmuró Gregor, y se volvió para mirar las puertas herméticas—. ¿Qué habrías hecho si yo no reaccionaba?

—Seguir hablando. Tratar de llegar a un acuerdo. Todavía me quedaba un truco o dos, detrás de la otra puerta hermética hay un escuadrón con armas cargadas. Al final, si ella no mordía, estaba dispuesto a rendirme.

—Eso me temía.

Unos extraños ruidos sordos atravesaron las puertas herméticas.

—Elena, hazte cargo —dijo Miles—. Acaba con ellos. Atrapa a Cavilo con vida, si es posible, pero no quiero que ningún Dendarii muera en el intento. No corras ningún riesgo; no confíes en nada de lo que te diga.

—He comprendido la idea. —Elena hizo la venia y llamó a su escuadrón, el cual rompió filas para cargar sus armas. Elena habló por el intercomunicador con el líder del escuadrón gemelo que aguardaba al otro lado del corredor, y luego lo hizo con el comandante de la lanzadera del
Ariel
, quien se acercaba por el espacio.

Miles se llevó a Gregor de allí, alejándolo lo más rápido posible de la zona de peligro.

—Iremos al salón táctico. Allí te pondré al tanto. Tendrás que tomar algunas decisiones.

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