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Authors: Antonio Salas

El Palestino (39 page)

BOOK: El Palestino
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En aquel primer viaje tampoco logré localizar en Caracas ningún ejemplar del libro de Verstrynge publicado por las fuerzas armadas bolivarianas. Y tampoco pude localizar el libro
Ilich, el Chacal
, editado por
El Nacional
, uno de los periódicos, junto con
El Universal
, más influyentes del país y más críticos con la gestión chavista. En realidad no conseguí el libro, pero en las hemerotecas de ambos periódicos me hice con un dossier de prensa muy generoso sobre Carlos. Ambos diarios habían cubierto meticulosamente el juicio a Ilich Ramírez en Francia, unos años antes.

Por fin, a punto de tirar la toalla y en otro intento de encontrar pistas en la alcaldía mayor, un camarada del MVR en la «esquina caliente», me dijo dónde podría localizar al pintor que supuestamente había estudiado con Ilich Ramírez en el Liceo Fermín Toro. Tal vez él conociese a la familia del Chacal, o al menos tuviese algún libro o alguna información que facilitarme. Y así es como contacté con el pintoresco, en el sentido artístico, José Rafael Castillo Arnal.

Castillo vive en la periferia de Caracas, en un barrio muy humilde y conflictivo, pero me recibió cordialmente en su casa, que también es su estudio, donde se amontonan miles de lienzos y pinturas. Porque Castillo no trafica con su arte. Reconozco que me encantó su particular filosofía de vida. Castillo es un luchador infatigable por la revolución, pero tampoco cree en la razón de la fuerza, ni en la violencia. Su fusil es su pincel, y sus balas, las acuarelas con las que crea su fuego revolucionario en cada lienzo.

Para Castillo cada cuadro es un manifiesto. Por eso no los vende. Se limita a hacer exposiciones callejeras, mostrando lienzos que intentan transmitir un mensaje. A mí solo me interesaba uno de ellos: una pintura de casi metro setenta con la imagen más universal de Ilich Ramírez Sánchez. La misma foto reproducida miles de veces en las portadas de todos los diarios del mundo. Cuando Ilich Ramírez se convirtió en
Carlos el Chacal
y en el hombre más buscado del planeta.

—Decidí pintar este cuadro de Ilich —me explica— en vista de que siendo venezolano no ha tenido ningún tipo de apoyo. Llegó un momento en que sentí que estaba totalmente desasistido diplomáticamente e incluso que es como un apátrida. Él fue secuestrado en Sudán, llevado a Francia y desde ese momento está privado de su libertad. A él lo estigmatizaron. Hablar de un terrorista, salir en defensa de una persona considerada terrorista te excluye como un ser social en todo el planeta. Y por eso el gobierno de Venezuela trató de no tocar el tema. Ilich está totalmente desasistido. En vista de esto hice el trabajo y coloqué dentro la Constitución Bolivariana de Venezuela y el escudo nacional. Y escribí sobre la pintura esta frase: «Ilich Ramírez Sánchez: la honra y la dignidad se consiguen arriesgando la vida y la libertad... para que otros no sean ni muertos ni prisioneros».

Mi cámara de vídeo estaba grabándole mientras hacía estas afirmaciones, pero debería haberme grabado a mí mismo, porque seguramente mi cara expresaría mi perplejidad ante este discurso. Aquel pintor caraqueño hablaba de Carlos el Chacal con una simpatía, un afecto y una admiración que me turbaban. Por un momento dudé de si hablábamos de la misma persona. Todo lo que yo había leído hasta ese momento, salvó quizás el libro de Nydia Tobón
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y la carta de Hugo Chávez, reflejaba a un sanguinario asesino despiadado y cruel. Presuntamente autor de ochenta y dos asesinatos en todo el mundo. Pero para aquel entrañable pintor, era un héroe; su captura, un secuestro; y sus crímenes, el precio de la libertad...

—Castillo, dicen por ahí que tú lo conociste en persona, ¿es verdad?

—Sí, conocí a Ilich cuando teníamos aproximadamente dieciséis años. Yo tengo exactamente la misma edad de él. Me acuerdo que hablábamos de la situación que estaba viviendo el país en aquel momento.

—Cuando él se cambia de instituto tú pierdes el contacto...

—Él estaba estudiando en el Fermín Toro y lo único que recuerdo es que continuó sus estudios en el exterior. Unos años después empiezan a hablar del Chacal en Europa y empieza a sonar el nombre de Ilich Ramírez Sánchez, pero las informaciones no llegaban a Venezuela con mucha precisión. Cuando surge un hombre de estas características, a la prensa internacional, que siempre ha sido un medio del capital, no le conviene vender esa idea y entusiasmar a las poblaciones, porque entonces, en vez de uno van a construir miles. La información llegaba muy sesgada, pero yo lo recordé siempre con mucha emoción y le deseaba suerte.

Di gracias a Dios. Allah es compasivo. Por fin, después de tantos fracasos, encontraba a un testigo presencial, a mi primer contacto humano con la verdadera historia del Chacal. Y sentí que, tal vez, después de todo, no iba a ser una misión imposible llegar hasta él.

—Era una persona que no necesitaba mucho esfuerzo para conseguir novia —añadió Castillo—, porque las muchachas le llegaban de una forma espontánea. Su talante, su aspecto, su educación, su sencillez, inspiraban confianza y lo abordaban. En aquella época, cuando los muchachos queríamos ver si podíamos fumar un cigarro o tomar una copa de licor, él ya lo hacía. En las reuniones le gustaba más que todo hablar de las situaciones y, mientras los demás bailaban, él platicaba mucho.

—En aquella juventud, ¿tú dirías que ya tenía madera de líder?

—Yo personalmente lo notaba tímido. No podía imaginar que fuera a tener esa participación internacional en aquellos eventos, en los que intervino con muy buenas intenciones, porque era un hombre muy preocupado por los desasistidos del mundo. Israel surge de un pedazo de terreno que le quitan a Palestina, comenzando un proceso que no se entendía porque estaba muy oculto. Pero para allá fue Ilich...

—¿Crees que es bueno para Carlos que desde prisión siga defendiendo sus ideas, aunque esto suponga que el imperialismo continúe castigándolo?

—No sé por qué razón no marca una prudencia, porque si bien es cierto que está en prisión, los franceses han incluso indultado a personas que históricamente hablando son realmente peligrosas, no como Ilich. Él todavía mantiene su posición radical respecto a la arbitrariedad con que los países poderosos se burlan de los pueblos árabes.

—¿Qué le dirías a Comandante Carlos, si pudiera oírte ahora?

—Sería bueno que él pudiera sentir que hay personas de este lado del mundo que le deseamos que tenga fortaleza para soportar el cautiverio. Yo quisiera verlo libre. Sé que con la edad que tiene solo quiere volver a su país. Le deseo que se mantenga espiritualmente centrado. Es un hombre fuerte y con fortaleza espiritual. Y debe estar contento porque ya los pueblos desasistidos del mundo comienzan a formar un bloque y a enfrentar, incluso sin las armas, a los países más poderosos del mundo. En este sentido, creo que el presidente Chávez recoge las intenciones que tenían Ilich y otros combatientes del mundo, pero en vez de usar las armas, usa el intelecto, porque a las personas poderosas no se las puede vencer con las armas. Siempre se establece una guerra, gana el más poderoso y los problemas continúan.

Por desgracia, el bueno de Castillo no tenía más información útil. Su contacto con el adolescente Ilich Ramírez había sido muy breve. Y nunca más había tenido comunicación alguna con él ni con su familia. Estoy seguro de que, si hubiese sabido algo más, me lo habría dicho, porque estaba entusiasmado con mi historia como palestino agradecido al Chacal por su lucha contra los judíos. Castillo se implicó con mi búsqueda y me acompañó de nuevo a algunos barrios de Caracas, no precisamente céntricos, donde creíamos que quizás hubiese alguna pista para llegar a los hermanos de Ilich, pero todo fue inútil. Y muchísimo más peligroso de lo que yo podía suponer. Si hubiese sido consciente en aquel momento del grado de violencia callejera, del nivel de inseguridad existente en las calles, y la cantidad de robos y asesinatos que asolaban Caracas, jamás se me habría ocurrido meterme en algunos barrios de la periferia. Pero estaba a punto de descubrirlo. Porque varios de mis camaradas, amigos y hermanos en Venezuela morirían asesinados a tiros durante el transcurso de esta infiltración.

Asesinato en la mezquita

En 2006, el sagrado mes de Ramadán coincidiría entre septiembre y octubre. Sería mi primer Ramadán como musulmán y alguna noche me acercaría a la Gran Mezquita de Caracas, donde la comunidad musulmana caraqueña se reunía, al caer el sol, para compartir la rotura del ayuno en un improvisado comedor, en la cancha de la mezquita, aunque yo todavía no respetaba dicho ayuno. Además, ese mismo mes de septiembre se esperaba la primera visita oficial de Ahmadineyad, y el retrato del presidente iraní comenzaba a decorar las principales avenidas de la capital, mientras Hugo Chávez mantenía su solidaridad con el Líbano y Palestina, y su reproche a los bombardeos israelíes. Pero Omar Jesús Medina, el campechano vigilante de la Gran Mezquita de Caracas, que no se llevaba el arma a casa, no llegaría a disfrutar de la visita del presidente iraní. A eso de las 17:00 del día 9 de septiembre, apenas una semana antes, dos personas no identificadas todavía se acercaron en una motocicleta a la mezquita. Omar había salido de la garita y se encontraba al otro lado de la verja, en la avenida Real de Quebrada Honda. En el lugar exacto donde lo había visto por primera vez. Los motorizados bajaron por el bulevar Amador Bendayán y, sin mediar palabra, le acribillaron a balazos, dándose inmediatamente a la fuga.

A la mañana siguiente, varios medios de comunicación se hicieron eco del enésimo asesinato en Caracas por arma de fuego. Hasta ese día yo todavía no era consciente de lo peligroso que podía ser el país. Y, si Omar Medina no fuese el vigilante de la Gran Mezquita, probablemente su nombre no habría sido inmortalizado en el papel impreso y en Internet. Al menos no tanto, ni tan mal. Con asombro pude leer, en varios medios de comunicación afines a la oposición antichavista e incluso en varias webs abiertamente pro-judías, una reinterpretación de asesinato de Omar, francamente sorprendente.

En el
Diario de América
, por ejemplo, Wenceslao Cruz relacionaba el asesinato de Omar con una de las manifestaciones de apoyo a Chávez que se habían producido ese mismo día. Desde la guerra de Israel con Hizbullah y la retirada del embajador venezolano de Tel Aviv, Chávez no había ocultado su antipatía por la política israelí. Y a pocos días de la visita del presidente de Irán, era previsible que Chávez se manifestase sin ambages a favor de Ahmadineyad en el enfrentamiento irreconciliable Irán-Israel. Chávez no es conocido precisamente por sus dotes diplomáticas al expresar su repulsa a una determinada política. Pues bien, sus arengas a favor del ilustre visitante y en contra de sus enemigos israelíes, los interpretaron algunos periodistas, como Cruz, como la causa de la muerte de Omar Medina: «Las continuas declaraciones antisemitas del irresponsable presidente venezolano —escribía Wenceslao Cruz— llevaron a la muerte a Omar Medina, vigilante del centro religioso. El ataque, al parecer, fue resultado del error de un grupo de seguidores de Chávez que confundieron la mezquita con una sinagoga».

En la misma línea, Henrique Vaamonde escribía en el prestigioso diario
El Nacional
: «... una turba fanatizada, sin duda alentada por la discusión antisemita promovida desde el Gobierno, se dirigió a unas instalaciones religiosas, y al grito de ¡Mueran los judíos! procedieron a dañar la fachada con balas. Pero resulta que lo hicieron contra la mezquita Shekh Ibrahim Bin Abdul Aziz de Quebrada Honda, la cual confundieron con una sinagoga...». Ariel Dumas, en el
website
de la fundación judía Hadar, era más explícito: «Las continuas declaraciones antisemitas del irresponsable presidente venezolano llevaron a la muerte de Omar Medina».

Ninguno de los medios afines al candidato Manuel Rosales, a tres meses de las elecciones generales, llegó a sugerir que Hugo Chávez era el piloto de la moto, o el motorizado que apretó el gatillo. Probablemente porque es sabido que Chávez, íntimo aliado de los yihadistas terroristas, sabría diferenciar sin ningún problema la colosal y enorme mezquita islámica de la sinagoga Tiferet Israel de Caracas, sede de la Asociación Israelita de Venezuela, que se encuentra en la parroquia El Recreo, en el Municipio Libertador, al oeste de Caracas. Y que se parece tanto a la mezquita de Caracas como la Sagrada Familia al Camp Nou...

Omar fue el primero de los hermanos y camaradas que conocí en esta investigación que moriría asesinado por arma de fuego. Y su muerte, una seria advertencia. La violencia en Venezuela y la facilidad para conseguir un arma convertían cada día de estancia en el país en una lotería. En cualquier momento, en cualquier esquina, me podía tocar a mí. Sobre todo porque, a partir de entonces, empezaría a relacionarme con los personajes más siniestros y peligrosos del extrarradio de Caracas. Los herederos de años de guerrilla clandestina. Décadas de lucha armada contra los gobiernos de derechas en Venezuela, que formaron el carácter violento y pendenciero de algunos de mis nuevos amigos, para los que la vida únicamente se comprende a través del punto de mira de un fusil. El asesinato de Omar Medina era solo el adelanto de todo lo que estaba por venir.

«¡Aquí huele a azufre!»: la alianza Irán-Venezuela

La visita de Ahmadineyad a Venezuela, diez días después del asesinato de Omar Medina, fue un éxito. Chávez selló una de las alianzas políticas más importantes para Venezuela, que abriría el camino a futuros pactos económicos, comerciales y militares entre Caracas y diferentes gobiernos de Oriente Medio. De nada sirvieron los intentos de Occidente por sabotear aquel encuentro.

Tras su escala en La Habana para participar en la XIV Conferencia del Movimiento de Países No Alineados, Chávez recibió a Ahmadineyad en Caracas y mantuvieron un encuentro privado en el palacio de Miraflores, seguido atentamente por todas las agencias de inteligencia occidentales. Después acudieron al Círculo Militar del Fuerte Tiuna, donde, caprichos del destino, yo asistiría unos días más tarde a la boda de Source con ese importante miembro de la diplomacia venezolana. Allí los mandatarios firmaron veinticinco acuerdos para la creación de empresas mixtas de petroquímica, salud, minería, agricultura, entrenamiento para trabajadores siderúrgicos, fabricación de instrumentos quirúrgicos, medicamentos y envases plásticos, etcétera. Y Chávez salió al paso del nuevo rumor difundido por la prensa occidental de que Ahmadineyad acudía a Venezuela, conocido aliado del terrorismo, para adquirir uranio con el que armar sus bombas atómicas. Este rumor tomaría el relevo de la historia de Al Qaida en Isla Margarita y, desde aquella primera visita del iraní a Caracas, se ha repetido en infinidad de medios. Un rumor que afectaría a los pactos conjuntos para la fabricación de bicicletas, tractores y automóviles de bajo costo, entre Venezuela e Irán, y que según los críticos era una excusa para poder transportar armas y el uranio para las bombas atómicas, escondido entre las piezas de las bicicletas iraníes... (!)

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