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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

El prestigio (34 page)

BOOK: El prestigio
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—¡No conozco a nadie en Inglaterra! —Miraba fijamente detrás de mí, por encima de mi hombro, como si se preguntara cuántos ingleses más había traído conmigo—.

¿Podría repetirme su nombre, buen señor?

—Mi nombre es Rupert Angier. Estuve presente en su demostración en Londres, y me interesó mucho…

—¡Usted es el mago! ¿Acerca del cual el señor Alley lo sabe todo?

—Soy el mago —confirmé, a pesar de que el significado de su segunda pregunta por el momento no tenía sentido para mí.

—¡Puede pasar!

Me produjo tantas sensaciones distintas, sin duda reforzadas por el transcurso de las horas y la duración de nuestro encuentro, después de nuestra primera conversación. En aquel momento, lo primero que noté fue su rostro. Era enjuto, inteligente y atractivo, con prominentes pómulos eslavos. Llevaba un bigote fino, y sus larguiruchos cabellos estaban peinados con una raya al medio. Su apariencia era en general descuidada, la de un hombre que trabaja durante largas horas y duerme únicamente cuando no existe otra alternativa para vencer el agotamiento.

Tesla está dotado de una mente extraordinaria. Una vez quedó clara mi identidad, él recordó no solamente de qué trataba la breve correspondencia que había tenido lugar entre nosotros, sino también mi carta de ocho años atrás, en la que le solicitaba una copia de sus anotaciones.

Una vez en el laboratorio me presentó a su asistente, un tal señor Alley. Un hombre interesante, que parecía desempeñar muchos papeles en la vida de Tesla, desde asistente científico y colaborador, hasta empleado doméstico y compañero. ¡El señor Alley se declaró un admirador de mi trabajo! Había estado entre el público durante mi espectáculo en la ciudad de Kansas en 1893, y habló sobre magia, brevemente pero con conocimiento de causa.

Por lo que parece los dos hombres trabajan solos en el laboratorio, tan sólo acompañados del equipamiento necesario para sus investigaciones. Le otorgo esta cualidad casi humana a la máquina porque el propio Tesla tiene la costumbre de referirse a ella como si tuviera pensamientos e instintos. Ayer, en una ocasión, oí que le decía a Alley: —Sabe que se avecina una tormenta —y en otro momento, dijo—: Creo que está esperando a que comencemos una vez más.

Tesla parecía estar relajado en mi compañía, y la breve hostilidad que había experimentado en la puerta desapareció por completo durante el resto del tiempo que estuve con él. Declaró que él y Alley habían estado a punto de hacer una pausa para almorzar, y los tres nos sentamos a disfrutar de una simple pero nutritiva comida, que Alley trajo rápidamente de una de las habitaciones laterales. Tesla se sentó un poco separado de nosotros, y me di cuenta de que era un comensal melindroso, pues sostenía cada bocado en el aire para someterlo a una intensiva inspección antes de metérselo en la boca, y descartando en igual medida tantos como los que se comía. Se limpiaba las manos y le daba ligeros toques a sus labios con un pequeño trapo después de cada bocado. Antes de unirse nuevamente a nosotros, tiró la comida que no había consumido en un cubo para la basura situado fuera del edificio, después lavó y secó cuidadosamente sus utensilios antes de colocarlos dentro de un cajón, el cual cerró con llave.

En cuanto se unió nuevamente a Alley y a mí, Tesla me interrogó acerca del uso de la electricidad en Gran Bretaña, y me preguntó en qué grado se estaba expandiendo, cuál era el compromiso del gobierno británico respecto de la generación y la transmisión de energía a largo plazo, los sistemas de distribución previstos y los usos a los que se destinaba. Afortunadamente, debido a que había planeado este encuentro con Tesla, había hecho mis deberes antes de irme de Inglaterra, y pude conversar con él armado de un razonable nivel de información, hecho que pareció apreciar. Se sintió especialmente gratificado al enterarse de que muchas instalaciones británicas parecían decantarse por su sistema polifásico, lo cual no sucedía aquí en Estados Unidos.

—La mayoría de las ciudades todavía prefiere el sistema Edison —dijo gruñendo, y pasó a realizar una explicación técnica de los fallos del método de su rival. Tuve la sensación de que había expresado estas opiniones muchas veces en el pasado, y para oyentes más expertos que yo. La conclusión de su queja era que al final la gente acudiría a su sistema de corriente alterna, pero que mientras tanto estaban perdiendo mucho tiempo y muchas oportunidades. Cuando hablaba de este tema, y de muchos otros relacionados con su trabajo, parecía una persona severa y sin sentido del humor, pero en otros momentos demostró ser una compañía agradable y divertida.

Finalmente, centró sus preguntas en mí, en mi carrera, en mi interés por la electricidad, y en cómo desearía utilizarla.

Yo había decidido antes de irme de Inglaterra, que si Tesla quisiera investigar los secretos de mis trucos, sería el único con el que haría una excepción y le revelaría todo lo que quisiera saber. Simplemente me parecía lo correcto. Cuando vi su conferencia en Londres, me había parecido que tenía todo el aspecto de un miembro de mi profesión, disfrutando igualmente al sorprender y desconcertar al público, pero sin embargo, a diferencia de los magos, más que deseoso, incluso ansioso, por desvelar y compartir sus secretos.

Sin embargo, no resultó ser curioso en absoluto. Tuve la sensación de que no ganaría nada con volver otra vez al tema. En cambio, dejé que llevara el peso de nuestra conversación, y durante una o dos horas divagó de un modo ameno acerca de sus conflictos con Edison, de sus peleas en contra de la burocracia y del sistema científico, y sobre todo acerca de sus triunfos. Su actual laboratorio había sido financiado, en realidad, gracias al trabajo de los últimos años. Había logrado instalar el primer generador de electricidad en el mundo que tenía el tamaño de una ciudad y cuya fuente de energía era el agua; la estación generadora estaba en las cataratas del Niágara, y la ciudad beneficiada era Buffalo. Ciertamente, Tesla había hecho su fortuna en el Niágara, pero al igual que muchos que se hacen ricos de la noche a la mañana, se preguntaba durante cuánto tiempo disfrutaría de sus riquezas.

Intenté mantener la conversación centrada en el tema del dinero lo más delicadamente que pude, pues es uno de los pocos temas en el cual nuestros intereses verdaderamente convergen. Por supuesto, no pensaba en que me confiara los detalles de sus finanzas a mí, casi un extraño para él, pero el dinero es claramente algo por lo que preocuparse. Mencionó muchas veces a J. Pierpoint Morgan, su actual patrocinador.

Ninguno de los temas sobre los cuales hablamos estaba directamente relacionado con el motivo de mi visita aquí, pero habrá tiempo suficiente para eso en los días por venir. Ayer simplemente empezábamos a conocernos y descubríamos los intereses de cada uno.

He dicho muy poco acerca de la característica principal de su laboratorio. Durante todo el almuerzo, y a lo largo de nuestra conversación, la sombra de su voluminosa «Bobina experimental» nos acompañó. De hecho, puede decirse que el laboratorio entero
es
la Bobina, ya que hay poca cosa más allí aparte de algunos aparatos cuyo fin es registrar y calibrar datos.

La Bobina es inmensa. Tesla dijo que tiene un diámetro que supera los quince metros y treinta centímetros, de lo cual no me cabe ninguna duda. Debido a que el interior del laboratorio no está muy iluminado, la Bobina tiene un aspecto oscuro y misterioso, al menos mientras no se utiliza. Construida alrededor de un núcleo central (la base del alto palo de metal que había visto sobresalir a través del techo), la Bobina está enrollada alrededor de numerosos listones de madera y de metal, en una complejidad que va en aumento a medida que uno se va acercando para explorar el núcleo. Con mis ojos de lego en la materia, no pude entender su diseño. Su apariencia era similar a la de una extravagante jaula. Todo lo que la rodeaba parecía estar desordenado. Por ejemplo, había varias sillas comunes y corrientes en el laboratorio, y varias de ellas estaban colocadas cerca de la Bobina. También había muchas otras cosas: papeles, herramientas, trozos de comida abandonados y olvidados, y hasta un pañuelo de aspecto mugriento. Como era de esperar, me maravillé con la Bobina cuando Tesla me condujo alrededor de ella, pero en aquel momento me resultó imposible comprender su funcionamiento. Todo lo que entendí fue que tenía la capacidad de utilizar o transformar enormes cantidades de electricidad. La energía necesaria se transmite desde Colorado Springs hasta el laboratorio situado en lo alto de la montaña. ¡Tesla ha pagado todo esto instalando él mismo los generadores del pueblo!

—¡Tengo toda la electricidad que quiero! —dijo en ese preciso momento—. Tal como probablemente lo comprobarás durante las noches.

Le pregunté qué quería decir con eso.

—Notarás que de vez en cuando las luces del pueblo se atenúan momentáneamente. A veces incluso se apagan del todo durante unos segundos. ¡Significa que estamos trabajando aquí arriba! Déjame que te enseñe.

Me condujo hacia el exterior del edificio y a través del suelo desigual que lo rodea.

Después de recorrer una corta distancia llegamos a un lugar en el cual la ladera de la montaña descendía vertiginosamente, y allí, bastante más abajo, se extendía todo el pueblo de Colorado Springs, brillando en pleno calor estival.

—Si subes aquí una de estas noches te lo demostraré —me prometió—. Tan sólo con mover una palanca puedo sumergir a todo el pueblo en la oscuridad.

Mientras regresábamos, dijo:

—Realmente debes visitarme una noche de éstas. La noche es la mejor hora en las montañas. Como sin duda has observado tú mismo, el paisaje aquí es a gran escala pero carece de interés intrínseco. Hacia un lado, únicamente picos rocosos; hacia el otro, tierras tan llanas como la superficie de una mesa. Mirar hacia abajo o hacia los lados es un error. ¡Lo que es verdaderamente interesante se encuentra sobre nosotros! —Hizo un gesto señalando hacia el cielo—. Nunca he visto tal claridad en el aire, y en ningún sitio existe la luz de la luna como aquí. ¡Ni tampoco he visto tormentas como las que se desatan aquí! Elegí este sitio debido a la frecuencia de las tormentas. Da la casualidad de que hay una que se está acercando en este preciso momento.

Eché un vistazo a mi alrededor, buscando en la distancia la familiar imagen de las nubes, en forma de yunque, o, en caso de que estuviera más cerca, la mole negra cargada de lluvia que oscurece el cielo en los minutos previos a que la tormenta se desate, pero el cielo ostentaba un color azul límpido en todas las direcciones. El aire, también, era fresco y despejado, sin indicio alguno del bochorno que siempre precede un chaparrón.

—La tormenta llegará esta tarde después de las siete. De hecho, vamos a examinar mi cohesor, desde el cual podemos determinar la hora exacta.

Caminamos de regreso hasta el laboratorio. Cuando íbamos andando noté que Randy Gilpin y su carruaje habían llegado, y estaban aparcados bastante lejos de donde estábamos nosotros. Randy me saludó con la mano, y yo le devolví el saludo.

Tesla señaló uno de los instrumentos en el que yo había reparado antes.

—Esto indica que actualmente hay una tormenta en la región de Central City, aproximadamente a ciento treinta kilómetros de distancia al norte de donde estamos nosotros. ¡Observa!

Señaló una parte del dispositivo que podía ser vista a través de una lente de aumento, y varias veces la golpeó con un dedo. Después de observar con atención durante un rato vi lo que intentaba enseñarme —una pequeña chispa eléctrica estaba llenando el espacio visible entre dos tachones de metal.

—Cada vez que chispea es porque está registrando un relámpago —me explicó Tesla—. A veces noto la descarga aquí, y más de una hora después se oye el trueno resonando desde lejos.

Estaba a punto de expresar mi incredulidad cuando recordé la profunda seriedad del hombre. Se había desplazado hasta otro de los instrumentos, que estaba junto al cohesor, y apuntó dos o tres lecturas. Lo seguí atentamente.

—Sí —dijo—, señor Angier, ¿sería usted tan amable de mirar su reloj esta tarde, y apuntar el momento exacto en el cual vea el primer relámpago? Según mis cálculos debería ser entre las siete y cuarto y las siete y veinte de la tarde.

—¿Puede predecir el momento exacto? —pregunté.

—Con un margen de aproximadamente cinco minutos.

—¡Entonces podría hacer fortuna únicamente con esto! —exclamé.

No pareció demasiado interesado.

—Eso es secundario —dijo—. Mi trabajo es exclusivamente experimental, y lo que más me interesa es saber cuándo se desatará una tormenta, para poder aprovecharla al máximo. —Echó un vistazo hacia donde Gilpin estaba esperando—. Veo que su carruaje ha regresado, señor Angier. ¿Planea hacerme otra visita?

—Vine a Colorado Springs con tan sólo un propósito —le dije—. Tanto es así que podría llegar a proponerle un negocio.

—La mejor clase de proposición, según mi experiencia —dijo Tesla solemnemente—. Lo espero entonces pasado mañana.

Me explicó que hoy tenía previsto ir hasta la estación de ferrocarriles para recoger algunos artefactos más.

Entonces me fui, y regresé con Gilpin al pueblo.

Debo aclarar que exactamente a las siete y diecinueve de la tarde hubo un relámpago visible desde el pueblo, seguido poco después por el sonido de un trueno.

Entonces, en aquel preciso momento, comenzó una de las tormentas más espectaculares que nunca tuve la suerte de poder presenciar. Durante su curso, me atreví a asomarme al balcón de la habitación del hotel, y levanté la vista para mirar la cima de «El pico de Pike» y ver si podía verse algo del laboratorio de Tesla. Todo era oscuridad.

13 de julio de 1900

Hoy Tesla me ofreció una demostración de su Bobina en funcionamiento. Al comenzar me preguntó si me ponía nervioso con facilidad, y le dije que no.

Entonces, me dio una barra de hierro para que la sostuviera. Estaba conectada al suelo a través de una larga cadena. Trajo una gran bóveda de cristal, aparentemente llena de humo o de gas, y la colocó encima de la mesa frente a mí. Mientras yo sostenía la barra de hierro con la mano izquierda, coloqué, siguiendo sus instrucciones, la palma de mi mano derecha contra la cámara de cristal.

Instantáneamente, una luz brillante estalló de repente dentro de la bóveda, y sentí el vello de mi brazo erizarse. Retrocedí alarmado, y la luz se extinguió inmediatamente.

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