El problema de la bala (8 page)

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Authors: Jaime Rubio Hancock

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BOOK: El problema de la bala
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El alcaide malinterpretó mi silencio y supuso que era interés.

—Por tu silencio, deduzco espero que acertadamente que estás interesado —dijo—, y supongo que ahora te estás preguntando qué hay en todo esto para ti. Porque al fin y al cabo tú estarías trabajando casi gratis (apenas te podría pagar doce gramos de pienso compuesto a la semana) sin que esto te sirviera para nada. Pero no te preocupes porque ahí es donde entra en juego mi genialidad. Puedo ofrecerte beneficios y además una rebaja de condena. Sí, he dicho una rebaja. Vamos por partes. En cuanto a los beneficios, una vez vista tu celda, podemos comenzar por ponerte un póster. El póster que tú quieras. Y luego podemos ir hablando. Podríamos cambiar de póster cada dos meses, por ejemplo. Ah, y también tenía pensado dejarte sacar dos libros a la vez de la biblioteca, en lugar de uno. Eso sí, sólo uno de los dos puede ser de Carrington o de Carter, que si no, la gente se me subleva. Pero lo mejor es mi idea para la rebaja de condena. Evidentemente, la condena sigue siendo la pena de muerte, no podemos sólo herirte o amputarte un brazo, pero te mataremos sólo un poquito. Eso es un alivio, ¿no? En fin, ¿qué me dices?

No le dije nada.

—Bien, así me gusta. Que te lo quieras pensar. No me fiaría si me dieras un entusiasta sí de entrada. Sería sospechoso. Demasiada impulsividad, demasiadas ganas de agradar, y aquí estamos para trabajar en serio y con constancia. De todas formas, si mañana a primera hora no me dices nada al respecto, lo interpretaré como un sí. Comenzaremos el lunes, para empezar la semana con impulso. He montado un despacho en el taller de alfarería. Como tampoco lo usa nadie. Aquí son todos unos vagos. Con buen gusto literario, pero unos vagos de mucho cuidado. En fin, te dejo, que tendrás cosas que hacer.

Y salió de mi celda, seguido de los dos funcionarios, que cerraron la puerta detrás de sí y me dejaron haciendo mis cosas, que básicamente consistían en quedarme sentado con la mirada fija en el espacio vacío que había dejado el alcaide tras su marcha.

Aún quedaba tiempo tanto para el sábado, que era el día de visita, como para el lunes, que era el día en el que el alcaide esperaba que me pusiera a trabajar. Además, los guardias me dejaron en paz, cosa que les resultó fácil ya que para dejarme en paz no necesitaban hacer ningún esfuerzo. Asimismo, mis compañeros de módulo parecían no tener ningún interés en mí, exceptuando alguna que otra mirada de curioso de camino al patio o al comedor.

Aproveché que el mundo me ignoraba para seguir sentado tal y como estaba, sin modificar en nada mi postura. Pero claro, el equilibrio es siempre frágil y una de las cabezas que se inclinaba de vez en cuando hacia mi celda se inclinó demasiado en una ocasión y cayó dentro.

—Ops, disculpa —dijo la cabeza en cuestión, mientras el cuerpo la recogía—. Ahora. Ya. Espera que me la ponga. ¿No te molesto, verdad? —La verdad era que no lo hacía—. Me llamo Lorca, soy tu compañero de al lado. Es que siempre te veo por aquí solo y me preguntaba si no te apetecería bajar con nosotros al patio. Todos juegan a fútbol menos yo, porque yo me dedicó a escribir poesía. No te dejarán jugar porque ya son pares, pero digo yo que igual te apetece que te dé el aire.

Lorca había descubierto su pasión por la poesía ya en prisión, cuando en una visita a la biblioteca en busca de
El asesino ciego
, se enteró de que había un poeta que se apellidaba igual que él. Ya que siempre había sido nominalista y sostenía que el nombre es el arquetipo de la cosa, que en las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo, no dudó ni por un instante de que su desempeño en la poesía sería al menos igual de significativo que el de su tocayo. Y así pasaba los ratos en el patio, tirado en algún rincón, contando sílabas con sus dedos y anotando versos en una libreta escolar.

Me quedé callado mientras seguía animándome a bajar. Al final y al ver que no obtenía ningún tipo de respuesta, optó por decidir que lo que me ocurría es que estaba fatigado por todo el ajetreo de los últimos días, y se ofreció a cargar con mis huesos, cosa que hizo sin ni siquiera esperar a que no respondiera. Una vez abajo me sentó en una de las gradas de piedra que había dispuestas frente al patio de asfalto donde se estaba disputando el ya comentado y concurrido partido de fútbol.

—Xavi es muy bueno, fíjate cómo regatea. Es tan bueno regateando que se ha librado ya tres lunes seguidos de la ejecución.

Eso era cierto: Xavi era tan hábil con las botas como con la lengua. Y cuando hablo de la lengua, me refiero también al músculo y no sólo a las palabras que ayuda a pronunciar. De hecho, Xavi estaba en prisión por estrangular a tres veinteañeras con su fuerte y larga lengua, ejercitada tras años de trabalenguas, besos en discotecas, cunnilingus en hoteles por horas y nudos con rabos de cereza.

El caso era que había tenido hora para ser ejecutado los tres últimos lunes —todas las ejecuciones eran los lunes, porque los lunes es cuando pasa todo lo malo— y cada domingo por la tarde, cuando habían acudido a buscarle, había regateado, fintado y esquivado la silla eléctrica con su proverbial labia. La primera ocasión le había resultado incluso fácil, ya que había pillado a los funcionarios desprevenidos:

—Xavi, venimos a recogerte que mañana, lamentablemente, tenemos que...

—No, yo no soy Xavi. Ahora ha salido.

—¿Y tú quién eres?

—Pues... Er... Su madre.

—Ah, disculpe señora. Pues cuando vuelva, dígale que nos avise.

—No se preocupe. Ahora voy a colgar, que tengo el guiso en el fuego.

Y los agentes salieron de la celda, ligeramente desconcertados.

La segunda vez fue algo más rebuscada, dado que Xavi contaba con que los guardias irían prevenidos. Tuvo que desplegar todas sus artes engatusadoras en un hábil e inteligente ejercicio que nadie podía prever.

—Xavi, venimos a recogerte que mañana, lamentablemente, tenemos que...

—¿Otra vez?

—¿Cómo que otra vez?

—¿No vinisteis la semana pasada?

—Sí, pero...

—Sí, pero nada. Ya vinisteis la semana pasada. Cada domingo lo mismo, joder. Dejadme descansar de vez en cuando, ¿no? Que ya os vale.

—Pero...

—Bueno, ya está bien, hoy os buscáis a otro, que parece que tenga cara de tonto. Voy a colgar, que mi madre acaba de servir su guiso y hay que comerlo bien caliente.

Y los agentes salieron de la celda, rascándose la cabeza.

La tercera vez tuvo que trabajárselo incluso un poco más. Cada semana era más difícil, pero cualquier cosa con tal de contar con algunos días más sobre la tierra y no debajo de ella.

—Xavi, venimos a recogerte que mañana, lamentablemente tenemos que...

—Esta semana no puedo, que he quedado.

—Ah, disculpa.

Y los agentes salieron de la celda, frunciendo el ceño.

De todas formas, estas artimañas no acababan de convencer a sus compañeros. Y es que el verdugo de turno sostenía que una vez había montado toda la parafernalia merecía la pena aprovecharla y más teniendo en cuenta que él iba a facturarles de todas formas, así que los guardias se veían obligados a coger a cualquier otro preso, normalmente al primero que pillaban vagando por el pasillo, de vuelta por ejemplo de la biblioteca, y lo llevaban a disfrutar de su última cena y de su ejecución.

Así las cosas, los regates que Xavi hacía aquellas semanas en el campo estaban más encaminados a esquivar patadas que a retener la posesión de la pelota. Xavi intentaba explicarles que ellos en su lugar harían lo mismo, pero sus compañeros argüían que él en su lugar también haría lo mismo que ellos, es decir, intentar romperle los dientes para que los funcionarios no entendieran su excusa de la semana siguiente y se lo llevaran sin dudas ni contemplaciones, dándoles a los demás y no a él, esos días de más sobre la tierra.

Aquella primera tarde en el patio, Lorca aprovechó para leerme uno de sus poemas.

—Con los demás no me apetece, porque sé que aún tengo que trabajar mis textos y todavía no están preparados para el público, pero creo que a ti puedo leértelos. Sabes escuchar, se te nota. Y tienes una mirada inteligente. Aunque no tengas ojos. Se titula
La balada del electrocutado
y dará título a mi poemario. Aún queda mucho trabajo por delante, seguro, pero creo que podré tenerlo listo antes de que me ejecuten. Allá va el poema. Permíteme carraspear antes: ejem, jrem, ejem, jar, ejem, croj, ejem. Ahora sí. Empiezo. Título, dos puntos, cursiva,
La balada del electrocutado
. Primer verso: cuando aprietes el botón, otro verso, moriré electrocutado, otro verso, sé que no eres un cabrón, otro verso, que sólo haces tu trabajo, otro verso, pero me parece feo, otro verso, cómo ganas los garbanzos.

Lorca siguió línea a línea hasta llegar a las doscientos cuarenta y tres. En una sola estrofa, por lo que me pareció entender. El poema explicaba cómo sería electrocutado y lo mucho que iba a echar de menos los anacardos, que al parecer eran su fruto seco favorito. Al acabar me explicó que incluso le había dedicado una oda a los anacardos y amenazó con leérmela otro día.
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Incluso en mi indiferencia, estuve a punto de sentirme intranquilo. De haber estado en una tumba, probablemente me hubiera removido en ella.

—Puede que estar condenado a muerte no sea algo que de entrada parezca una buena noticia. Pero a mí me está ayudando. Gracias a la cárcel he descubierto la poesía y podré dejar un legado importante a mi muerte. Esto me ha cambiado. Cuando me entierren, seré un hombre nuevo.

Dicho esto, levantó su cuerpo de más de cien kilos, jadeando y gimiendo del esfuerzo, y se retiró con su libreta y su bolígrafo mordisqueado a su rincón favorito, a seguir tamborileando con los dedos sílaba a sílaba.

El sábado vino a verme el abogado Bienvenido, que me explicó sus progresos en busca de aplazamientos y de un posible indulto, además del recurso al Tribunal Supremo que había interpelado, de nuevo sin estar seguro del significado de esta palabra.

—Me he saltado los juzgados del medio porque son un lío y no los conozco. Como no salen en las pelis. En las pelis siempre van directos al Supremo. Esto de las segundas instancias no lo tengo del todo claro. Les dije a un par de becarios que se lo miraran bien y me hicieron un informe, pero como tenía como tres o cuatro páginas, no pude ni mirármelo: quién tiene tiempo para leer hoy en día.

Aparte de no leer informes, Bienvenido había mantenido relaciones sexuales con el Defensor del Pueblo a cambio de que este presionara a varios jueces;
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también le había prestado su mujer al primer teniente de alcalde, para que este me nombrara en una entrevista en Radio Nacional;
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regaló un jamón a cada uno de los procuradores del Supremo;
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le regó las plantas a un amigo que conocía a un amigo que tenía muchos contactos,
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y por último su mujer se había comprado un gato.

—Esto último no tiene nada que ver con tu caso, pero pensé que igual te haría gracia. Es un gato muy listo. Es curioso, me gustan más los gatos que los perros, pero me cae mejor la gente que prefiere a los perros. Los que tienen gatos suelen ser más raros, ¿no crees? Un poco como desequilibrados, no sé cómo decirlo, en plan vieja loca que los va almacenando en su casa hasta que descubren su cadáver en un piso que apesta a orines de gato y luego resulta que ha dejado toda su fortuna a esos bichos. Y luego nadie les investiga. No estoy diciendo que los gatos hayan asesinado a esa señora, pero es algo que no se puede descartar, y menos de entrada. Vamos, si yo tuviera que apostar, lo tendría claro: han sido los gatos. Pero quién soy yo para juzgar a esos crueles asesinos. Como mucho, los defendería. Joder, y tanto, si están forrados. En todo caso, yo no soy raro como esas señoras, yo soy normal. El que me mira raro es el gato. Y ayer le vi husmeando la cartilla del banco. Sospechoso. No sé, creo que ya no le voy a dejar que me haga la cena. Aunque he de reconocer que el atún le sale bien bueno. ¿Por qué los gatos prefieren el pescado y el ave, mientras que los perros son más de albóndigas? Supongo que los gatos son animales más sanotes. De hecho, el mío me prepara una ensalada buenísima. Aparte de tomate y lechuga, le pone dados de manzana, pasas, pimiento rojo y queso. Además, hace una vinagreta muy sencilla, pero le da un toque de pimienta y de albahaca, con lo que queda un aroma muy agradable.

El alcaide Roca volvió a entrar en mi celda el lunes, de nuevo precedido por un par de guardias que se dedicaron a registrar mi habitación otra vez.

—¡Esto no me lo esperaba de ti! —Dijo, sin ni siquiera sentarse, señalándome con uno de sus dedos rechonchos—. Deberías haberte presentado en la sala de alfarería hace dos horas. Para poner en marcha mi negocio. ¿Y qué es lo que haces? ¡Te quedas aquí tumbado! No te das cuenta la oportunidad que esto representa para mí, o sea, para ti. Vale, lo admito, sobre todo para mí, pero tú saldrás muy beneficiado. Tendrás tus doce gramos de pienso compuesto semanales y tu póster, además de lo más importante: ejecutarte sólo un poco. ¡No sé qué más quieres! Y eso que el negocio aún está en pérdidas. No podemos invertir más hasta que lleguemos al break-even match ball. Hay que ponerlo en marcha. Arrimar el hombro. Sacrificarse. Es un proyecto ilusionante. Esto nos puede llevar muy lejos. Y yo no me olvidaré de ti: prometo llevarte flores al cementerio todos los meses. Lo que te ofrezco es justo. ¡Más que justo! ¡Es una gran oportunidad! ¡Harás currículum! Soy yo el que lo está arriesgando TODO. El ordenador que usarás lo he traído yo de casa, por ejemplo. ¡Eres una sanguijuela, un extorsionador! ¡Pues de mí no vas a sacar nada! ¡Guardias! ¡Llevad a este insurrecto a la sala de alfarería!

Me llevaron a aquella sala, donde me sentaron delante de un viejo ordenador con pantalla negra y letras verdes.

—Aunque no lo parezca tiene conexión a internet —explicó Roca—. Lo que pasa es que no puedes ver nada que se haya colgado después de 1998. En todo caso, me alegra que haya podido hacerte entrar en razón y hayas valorado positivamente la oportunidad que supone integrarte en este nuevo proyecto que seguro llevaremos a buen puerto. Ayer además di con un nombre para la empresa y registré todos los dominios: Awwwsome. Con tres uves dobles. Significa algo así como “molllón”. Es importante que el nombre haga a la cosa, pero de verdad, no como el loco de Lorca y sus versitos. Tu trabajo consistirá en meterte en todos los foros y redes sociales y hablar de la empresa. Tienes que explicar que Awwwsome es una empresa dirigida a la web 2.0, o incluso a la web 3.1, que ahora no sé por cuál van, y que ha entendido los nuevos modelos de negocio B2B
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y P2P
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y R2D2.
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Estamos dirigidos al cliente y nuestra web ofrece usabilidad y ajuste a los estándares actuales, además de cómodos sistemas de pago. Por último, quiero que te quejes de las discográficas, las distribuidoras de cine, las editoriales y los partidos de derecha. Si esto funciona bien, antes de que te ejecuten esta empresa valdrá millones. Vosotros —le dijo a los guardias—, dejadlo aquí y no lo llevéis a su celda hasta la hora de comer.

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