Fénix Exultante (15 page)

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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Fénix Exultante
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Y, una vez que estuviera cuerdo, dormiría una noche entera y comenzara a salvar la civilización por la mañana.

Faetón no permaneció ocioso. Mientras bajaba el programa de autoanálisis, merodeó por su casa rota, muerta y sumergida. Encontró las principales cajas mentales y empalmes, de un estilo anticuado que se remontaba a la sexta Era. Eran complejas, destinadas a ser cultivadas y usadas como una unidad, y Faetón entendió por qué los sencillos floteros habían permitido que Ironjoy les programara las casas en vez de hacerlo por su cuenta. Pero, como la mayor parte del equipo de la Sexta Era, estaba estructurado según técnicas matemáticas recursivas, el estilo denominado holográfico, de modo que cualquier fragmento retenía los patrones para reconstruir la totalidad.

Mientras esperaba, Faetón abrió las cajas mentales rotas, extrajo las redes y cables corruptos, probó los circuitos de impulso hasta encontrar uno que funcionaba, hizo una copia del circuito con las nanomáquinas del traje y lo activó para reparar los otros circuitos de acuerdo con esa matriz, si eran reparables, o para desintegrar e ingerir los circuitos que no lo eran.

El trabajo mantuvo a raya la fatiga. Pestañeando y cabeceando, Faetón se mantenía ocupado y despierto.

En el «subsuelo» (que ahora formaba el tallo de su casa derrumbada) había un subcerebro intacto que conservaba una copia intacta del programa de la mente de la casa. Armó un cable con los viejos circuitos reconstituidos, lo conectó al deteriorado cable principal, y así contó con el doble de memoria y de espacio informático. Luego, una carga de las baterías del traje pudo reiniciar el generador energético de la casa. Faetón se alegró cuando una luz blanca inundó la casa.

La mente de la casa tenía una rutina de fontanería que pudo cultivar un organismo de tejido osmótico. Los tejidos podían extraer agua en un sentido pero no en el otro. Una vez que estuvo conectado con los capilares destinados a atender el estanque pensante y la piscina escénica, Faetón pudo descargar cantidades de material absorbente en los pisos inundados.

Con gran satisfacción, observó que el nivel del agua descendía paulatinamente.

Quería sentarse, pero tardó quince minutos en convencer a una superficie seca y pareja de la casa de que era un piso y no una pared, y de obedecer la orden de cultivar una alfombra y una estera. La pared insistía en que si el piso ya no estaba «abajo», la casa debía estar en gravedad cero, así que produjo una hamaca en vez de una estera. Al fin Faetón le envió una señal falsa desde el giroscopio de la casa, para convencerla de que rotaba a lo largo de su eje y producía gravedad centrífuga.

La estera era adorable, con un motivo tradicional de tréboles y cinco-enramas.

Faetón se sentó y pidió una taza de té. Pero la cocina sólo producía un bulbo de beber espacial, y la vara térmica del servicio de té no podía entrar en ella. Parecía que Faetón tendría que beber el té frío.

Estaba a punto de levantarse y modificar la memoria de la cocina por tercera vez, cuando la pizarra verde campanilleó. El programa de auto análisis estaba listo.

Faetón bebió una taza de té frío para prepararse, se sentó en la posición del Loto Abierto, llevó un cable de la pizarra al enchufe de su tablero del hombro, realizó un breve ejercicio Taumaturgo de respiración y abrió la mente.

Allí estaba, bebiendo té de un delicado bulbo, sentado en una estera recién cultivada de estilo tradicional, con su vara de formulación hipnótica Taumaturga de un lado, y su pizarra en modalidad de lectura del otro sintonizada en los subcanales adecuados y preparada con las rutinas indicadas, dispuesto a realizar una investigación, limpieza y reconstitución exhaustiva de su sistema neural.

Un bulbo de té, una estera, una vara, una interfaz cerebral. Las necesidades básicas de la vida. Volvía a sentirse como un hombre civilizado.

Dentro de su espacio mental personal, el circuito de autoanálisis se abrió como un espejo chato, reluciendo con iconos e imágenes. Fue cuestión de instantes activar la subrutina de equilibrio nervioso, fue tarea de una hora revisar sus principales cadenas de pensamiento e índices de memoria desde su último sueño pleno, y eliminar las reacciones desproporcionadas, los recuerdos espectrales y los residuos emocionales que taponaban sus pensamientos.

A continuación, una revisión de las líneas de comando de su submente mostró que sus deseos subconscientes, en varias ocasiones, habían sido interpretados por sus implantes como órdenes para alterar su equilibrio químico sanguíneo; los desequilibrios habían producido tensión neuronal subconsciente; la tensión se había interpretado como una nueva orden para realizar modificaciones adicionales a su tálamo e hipotálamo, lo cual a su vez había afectado percepciones, estados de ánimo y recuerdos. Y estas variaciones en el ánimo habían activado ciclos de autorrefuerzo adicionales. Un caso típico de privación de sueño. Un embrollo.

Al fin abrió una subtabla y revisó sus indicadores emocionales. Sus niveles de frustración eran altos, pero no desproporcionados, dadas las circunstancias. Sus niveles generales de temor, normalmente por debajo del umbral de detección de trasfondo, se habían propagado hasta abarcar las demás zonas de su pensamiento; cada pensamiento, cada sueño, cada matiz emocional. Asombrado, Faetón activó un analizador y chequeó los enlaces de fondo.

Encontró que su temor estaba vinculado a la idea de que era mortal. Su mente subconsciente había sido profundamente afectada por el conocimiento de que sus copias de seguridad numénicas estaban destruidas. las imágenes y alusiones que flotaban en su mesencéfalo eran mórbidas, temerosas, grotescas. Esto, combinado con el conocimiento de que agentes de la Ecumene Silente lo perseguían, afectaba a su química sanguínea, su ritmo nervioso y la cordura general de su entorno mental.

Fascinante. Faetón comparó su equilibrio mental general con un índice teórico. Según el índice, no era demencial, ni siquiera inusitado, que un mortal perseguido por enemigos reaccionara como él. Por ejemplo, el índice opinaba que la lucha con Ironjoy había sido una reacción normal y comprensible ante el temor y la frustración creados por el robo de Ironjoy. ¿Por que? Porque la idea de que era mortal significaba que sólo le quedaba cierto margen de tiempo en su vida. En un nivel subconsciente, era como si sus nervios y su química cerebral hubieran decidido que no podía perder tiempo negociando con delincuentes.

Otro archivo mostraba las imágenes mentales con que su mente subconsciente asociaba su armadura; vio imágenes de poderosas fortalezas, castillos invulnerables, míticos caballeros de la Tabla Redonda en cota de malla brillante. También mostraba imágenes maternales de confortación y cuidado, sanando sus heridas, alimentándolo. También había imágenes emocionales de lealtad y fidelidad; la armadura aparecía metafóricamente como un perro fiel. No le extrañaba que hubiera reaccionado violentamente al perderla. Faetón sonrió amargamente al ver que su subconsciente consideraba esa armadura como una fortaleza, una madre y un perro, todo en uno. Quizá no estaba tan loco como había creído.

La rutina de autoanálisis sólo consideraba dos de sus emociones como anormales. La primera, extrañamente, se relacionaba con los Cacófilos, los monstruos que lo habían recibido después de la audiencia con la Curia para alabar su victoria, y que habían intentado embriagarlo con una tarjeta negra. Su nivel de repulsión hacia esas criaturas era muy elevado; había un afán anormal de no pensar en ellas, de excluirlas de su mente. Una caja de imágenes mostraba un guiñapo medio derretido, erizado de tentáculos y pólipos, que lucía el rostro de Faetón. El temor subconsciente de parecerse a esos engendros lo inducía a no pensar en ellos. El detector de enlaces desplegó líneas de luz roja para indicar que había otros motivos, más profundos y fuertes, por los cuales Faetón no quería pensar en los Cacófilos. Pero Faetón no se molestó en seguir esos enlaces. No quería pensar en ello.

Su segunda asociación marcada como anormal era su temor de conectarse con la Mentalidad. El índice indicaba que no congeniaba en absoluto con su carácter.

El índice de su rutina de autoanálisis no tenía complejidad suficiente para analizar por qué Faetón sentía más temor del que debía.

Según la creencia de Faetón (informaba el índice), el último ataque del virus había fracasado: su armadura se había cerrado, cortando el contacto. ¿Por qué tenía tanto miedo de un ataque que él podía frustrar?

Según el índice, habría sido más natural que Faetón concibiera planes para conectarse a la Mentalidad, siempre dispuesto a frustrar un segundo ataque, quizá con testigos conectados que observaran sus pensamientos buscando huellas del enemigo.

El índice indicaba que esto era lo que Faetón había hecho en el lago Victoria, cuando lo buscaban los tres maniquíes. ¿Por qué tenía valor suficiente para hacerlo físicamente, pero no mentalmente? Todo ataque en presencia de testigos demostraría a la Ecumene Dorada que Faetón no alucinaba. Si no se producía un ataque, una sesión ininterrumpida con la Mentalidad permitiría a Faetón exhibir al mundo grabaciones noéticas de estructura profunda que demostrarían que no sufría una alucinación. De un modo u otro, los Exhortadores, por su propio veredicto, estarían obligados a devolver a Faetón sus honores y su lugar en la comunidad. ¿Por qué era tan reacio? El índice llegaba a la conclusión de que su renuencia y su temor eran inusitados.

Según el índice, en la mente de Faetón había asociaciones falsas, relacionadas con sus creencias acerca del último ataque y su fracaso. Sus actos no se relacionaban con su evaluación de la fuerza y la eficacia del virus. Si Faetón era tan reacio a conectarse con la Mentalidad para someterse a una lectura noética, ¿por qué, inmediatamente después del ataque, había abierto todos sus canales cerebrales para recibir sus recuerdos faltantes de la mente Radamanto, que en ese momento él creía afectada por el virus?

Faetón observó esta rutina analítica con creciente impaciencia. El índice de esta rutina de autoanálisis, en definitiva, estaba programado y creado por la Composición Caritativa. Era natural que desechara temores racionales y legítimos como histeria. El programa se proponía convencer a las personas de que la vida individual, histérica y desagradable, estaba plagada de temores antinaturales, para persuadirías de unirse a una mente colectiva que les brindaría confortación y protección. Quizá el índice considerase que los temores de Faetón eran paranoicos. En definitiva, no estaba destinado a ser usado por un hombre que realmente era perseguido por una conspiración poderosa y maligna. Quizá definiera el deseo de salvar la Ecumene de una espantosa amenaza externa como un delirio de grandeza, pero sólo porque nunca había tomado lecturas de un hombre que estuviera en condiciones de luchar contra semejante enemigo y salvar la civilización.

¿Es paranoia cuando te persiguen de veras? ¿Es megalomanía cuando de veras te propones hacer grandes cosas?

El índice calificaba sus pensamientos actuales como racionalización, y recomendaba terapia psicológica. Faetón resopló y apagó el sistema de autoanálisis.

Estaba demasiado cansado para pensar en ello. Usó la pizarra para abrir su cuenta anónima en la Mentalidad de nuevo, encontró algunos sueños gratuitos, que se distribuían como parte del festival milenario. La mayoría de las selecciones del menú eran insulsas pero, para su sorpresa, encontró una de su gusto, una pieza heroica. Tardó varios minutos en descargarla a la pizarra, y reestructurarla para su espacio mental. Tenía que organizar sus instrucciones de ejecución una línea por vez, ahora que había borrado a su secretario. Pero al fin tuvo su sueño y se durmió.

Tuvo un sueño que había visto antes. El mundo estaba bajo una gran cúpula de cristal, y él conducía una nave desafiante, cuyo casco goteaba hielo, hasta el ápice de esa cúpula, y empuñaba un hacha para destruirlo, mientras las naciones reunidas allá abajo lanzaban gritos de pánico…

Era hora de poner sus planes en marcha.

Despierto, alerta, descansado, Faetón comenzó con algunas horas de investigación en los canales públicos de derecho. Esto se podía hacer anónimamente, y sin interferencia de los Exhortadores, pues la Curia y su biblioteca de jurisprudencia no se podían cerrar a ningún ciudadano.

Sin la ayuda de la mente legal de Radamanto, Faetón estaba desconcertado por la gran cantidad de casos, la complejidad de la ley y la arbitrariedad de los hallazgos. Pero pudo descargar varios volúmenes de casos en un sector abierto de la mente de la casa donde estaba (anulando el desagüe y el reciclador de la cocina para hallar el espacio necesario), y al fin la mente de la casa confirmó independientemente las opiniones de Faetón en la materia.

Luego tocó la pizarra, abrió un canal de comunicaciones, e invocó el menú de emergencia pública. Iconos que representaban Incendio, Colisión Mental, Desechos Espaciales, Flujo Ecológico, Tormenta, Nieve, Pánico y Lesiones se abrieron como flores rojas y azuladas en la superficie de la pizarra. Luego apareció el emblema dorado y azul de los alguaciles. Faetón hizo una pausa.

De pronto sus propósitos le parecieron mezquinos. Faetón no quería parecer implacable o innoble cuando la posteridad evocara sus logros.

Sonrió al pensar que sus muchos oponentes, la gente que le había hecho daño, consideraría muy extraño ese escrúpulo o deseo. Considerarían improbable, quizá vano, que un hombre quisiera que la historia pensara bien de él.

—Bien —dijo Faetón—, el peor tipo de indignidad puede consistir en permitir que otros se aprovechen de tu naturaleza noble. No puedo sino sentir pena por los desdichados floteros, sin embargo. Esto los alarmará.

Tocó el símbolo.

—Permíteme hablar con el alguacil Pursuivant —dijo en voz alta—. Deseo atestiguar contra un tal Vulpino Primero Ironjoy Hullsmith, neuroforma básica con extensiones Invariantes no estándar, sin composición ni escuela. No me someteré a una lectura noética para presentar mi denuncia. Según la ley, una denuncia verbal es suficiente para permitirte actuar.

Una mujer joven apareció en la pizarra, acompañada por una música chillona. Usaba un cuerpo semicristalino y semilíquido imbuido con el azul y oro de los alguaciles. Su forma corporal, lenguaje, escuela y emblemas eran de un tipo que Faetón no podía interpretar sin la ayuda del Sueño Medio.

—Lo lamento dijo Faetón No puedo entender tu lenguaje a esa velocidad.

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