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Authors: Franck Thilliez

Tags: #Thriller, Intriga, Poliiciaca

Gataca (18 page)

BOOK: Gataca
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—Piense que en el siglo XIX, en Inglaterra, la pálida era mayoritariamente dominante. Durante el día, las mariposas pálidas se camuflaban sobre los troncos de los abedules y eso les permitía sobrevivir. Por eso eran más numerosas, porque los predadores no las veían. Me dirá que, sin embargo, a las mariposas negras no las veían de noche, pero tampoco a las blancas, pues estaba oscuro.

—Lógico, en efecto. Era mejor, pues, ser mariposa blanca que negra…

—Sí, si no hubiera ocurrido nada, las mariposas negras habrían acabado desapareciendo debido a su inadaptación al medio, por ser más vulnerables, genéticamente menos eficaces y, así pues, habrían sido eliminadas por la selección natural.

—Mis famosos «inadaptados»…

—Exactamente. Pero hoy en día se ha constatado que la forma pálida se hace cada vez más rara y que la forma oscura se está volviendo cada vez más numerosa. En cien años, la relación se ha invertido completamente.

Se puso en pie y fue junto a Sharko. Ahora, sus ojos brillaban en el reflejo de la vitrina.

—¿Qué presión de la selección natural pudo cambiar la proporción hasta ese extremo?

—Usted dirá.

—La creada por el hombre, comisario. Con la llegada de la era industrial, Inglaterra sufrió un grave problema de contaminación atmosférica. Esa contaminación modificó el color de los abedules del gris pálido al gris oscuro. Así, cada vez fue más difícil sobrevivir para la forma pálida de la mariposa, puesto que su camuflaje ya no era eficaz, al contrario de lo que le sucedía a la forma oscura. Ahí tiene un ejemplo de selección natural influida por la cultura humana: los individuos más adaptados, la forma oscura, aumentaron en número, a diferencia de las formas claras, capturadas por los predadores. Todo ello a causa del hombre.

—El hombre, la industrialización tienen, pues, capacidad para modificar las elecciones de la naturaleza, para adelantarse a ella, diría incluso.

—Exactamente, y va de mal en peor. Por primera vez desde el nacimiento de la humanidad, la Evolución por los genes lleva retraso respecto a la Evolución por la cultura y la industrialización. Vamos más deprisa que la naturaleza. ¿Por qué cree, por ejemplo, que existen las alergias cuando no se hablaba de ellas hace cincuenta años? Porque el sistema inmunitario, ese gran atleta que nos protege desde hace decenas de miles de años, ya no tiene con qué entrenarse, a causa de las vacunas, de los antibióticos o del exceso de medicamentos que ingerimos a diario. Así, para simplificar burdamente (puesto que evidentemente no tiene conciencia alguna), el sistema inmunitario crea las alergias, tan sólo para buscarse trabajo y mantener su eficacia en el caso de un eventual ataque vírico desconocido…

Señaló con la cabeza hacia una curva demográfica que mostraba el incremento de la población a lo largo del tiempo. En pocos siglos se pasaba de unos miles de individuos a varios miles de millones. Un auténtico virus humano parecía extenderse por el planeta. Sharko sintió un escalofrío en el espinazo.

—El segundo punto importante que debe tener en la cabeza: cada ser humano que vive hoy es un puro producto de la Evolución. Usted es un ser increíblemente bien adaptado a su medio, al igual que yo, como lo es el africano en su remota aldea, a pesar de las rudimentarias condiciones en las que vive.

—No tengo la impresión de estar tan adaptado como dice.

—Y, sin embargo, lo está, se lo garantizo. Si hoy está vivo es porque ninguno de sus antepasados murió antes de reproducirse, y eso desde la noche de los tiempos. Más de veinte mil generaciones, comisario, que sembraron su pequeña semilla para llegar hasta usted.

Sharko observaba aquella explosión de formas, tamaños y colores. Rodeado por la fuerza intrínseca de la madre Naturaleza, uno no podía menos que sentirse humilde e inclinarse. Poco a poco, el policía comprendía los retos a los que se enfrentaban algunos biólogos y entendía ahora sus obsesiones: comprender el porqué y el cómo de la vida, al igual que él trataba de penetrar en la mente de sus asesinos.

Jaspar, cómoda en su propio terreno, se embalaba.

—Sus antepasados vivieron guerras, hambrunas, catástrofes naturales, la peste, las grandes epidemias y siempre dieron a luz a recién nacidos que crecieron y propagaron esos genes extraordinarios, encapsulados en esas diminutas células, hasta llegar a usted. ¿Se da usted cuenta del invisible combate que libraron las generaciones pasadas para que hoy podamos conversar usted y yo? Y ése es el caso de cada uno de los siete mil millones de seres humanos que pueblan nuestro planeta. Unos seres increíblemente adaptados…

Sus palabras resonaban de una manera particular en aquel lugar. El policía se sintió turbado, azorado. Pensaba en su hija Éloïse, muerta, atropellada por un coche. Su sangre, sus genes, esos miles de años de esfuerzos de sus antepasados para llegar a una brusca interrupción de su linaje. Moriría sin dejar a nadie tras él, sin prolongar su propio río de la vida. ¿Era un fracasado, un ser inadaptado, el resultado de un agotamiento que la naturaleza, el azar, la casualidad, habían juzgado oportuno arrojar a la basura?

Sin motivación, trató de seguir las palabras de la primatóloga, de aferrarse a su investigación. Sólo el sabor de la sangre, el olor de la persecución conseguían aún calmarlo y hacerle olvidar todo lo demás.

—¿Adónde quiere llegar?

—A la tesis de Louts. Si existen los zurdos, hay una razón, al igual que las mariposas del abedul blancas y negras tienen su razón de existir. Y la estudiante dio con esa razón. Lo que la puso sobre la pista estaba desde el principio en una foto colgada en su habitación. En el deporte que con tanta intensidad había practicado: la esgrima. La evidencia a menudo se halla ante nuestras propias narices.

El comisario recordó el cuadro que descolgó durante el registro en la casa de la estudiante. Dos panteras armadas que se desafiaban a golpe de florete. Dos zurdas… Jaspar había comenzado a andar de nuevo, en dirección al espacio del Ártico. Animales de pelaje blanco, para pasar inadvertidos y protegerse del frío, mamíferos dotados de una espesa capa de grasa… Unos ejemplos palmarios de adaptación al medio.

—Éva Louts estableció unas estadísticas muy precisas. Las referencias, las fuentes de su información y las fechas de redacción figuran en la tesis: en los deportes muy interactivos, en los que el enfrentamiento puede ser considerado como una particular forma de combate, la presencia de zurdos alcanza casi el 50 por ciento. Ya sea el boxeo, la esgrima o el judo. Cuanto más se alejan entre sí los adversarios, más disminuye esta proporción. Es importante también en el pingpong, por ejemplo, pero vuelve a la proporción normal en el tenis y en los deportes colectivos, en los que esta noción de interactividad es menor.

Jaspar abrió la tesis. Pasó algunas páginas y aparecieron unas fotos de manos pintadas en las paredes de unas grutas.

—Con esas constataciones, Éva trató de estudiar la lateralidad a través de los tiempos. Descubrió que la mayoría de las pinturas rupestres del paleolítico o del neolítico fueron realizadas por zurdos. Las huellas en negativo, llevadas a cabo a base de pigmentos soplados con la boca, son de manos izquierdas en 179 casos frente a 201 para las manos derechas, o sea casi un 40 por ciento. Eso da a entender que, en tiempos remotos, en los de los primeros hombres, había más zurdos que hoy y que a lo largo de los siglos, la Evolución tuvo tendencia a hacerlos desaparecer, como hizo con las mariposas del abedul negras.

Siguió pasando páginas de la tesis y aparecieron otras fotografías.

—Luego, Éva visitó museos y archivos, y recuperó un montón de documentos de épocas lejanas, y se interesó por los godos, los vikingos o los mongoles. Pueblos famosos por su violencia sanguinaria… Mire las fotos de los utensilios de su época, de sus armas. Louts se centró en su forma, en el sentido de rotación de las brocas al perforar los materiales, las marcas producidas por los dientes en las cucharas de madera, que son diferentes según se lleve la cuchara a la boca con la mano izquierda o con la derecha…

Señaló con el índice los rasgos característicos.

—Al examinar esas colecciones, pudo calcular la proporción de zurdos en esos pueblos violentos y se dio cuenta de que era mucho mayor que entre otros pueblos de la misma época. La estudiante llevó a cabo un trabajo titánico que exigía una enorme documentación, investigación, entrevistas y, sobre todo, inteligencia. ¿Quién hubiera podido descubrir algo semejante e investigar en esa dirección? Éva no debía de dormir mucho y comprendo que cortara su relación con el director de su tesis. Estaba trabajando en algo de una importancia enorme, en un gran descubrimiento para la biología evolutiva.

Sharko tendió las manos y Jaspar le dio algunas fotocopias. Vio los gráficos, las tablas, las fotos. A medida que pasaba páginas, Jaspar las comentaba.

—Aquí hay otro capítulo importante, también muy interesante, que muestra que Éva se interesó por nuestra sociedad contemporánea. Para extraer nuevas conclusiones, se basó en los índices de homicidios de los últimos cincuenta años en una ciudad considerada como una de las más violentas del mundo, Ciudad Juárez, en México. Ignoro cómo obtuvo esas informaciones, pues parecen proceder directamente de los archivos de la policía mexicana.

Sharko se pasó la mano por la boca. Un aspecto del misterio se aclaraba y probablemente el viaje a México tendría una explicación.

—Estuvo allí una semana antes de su llegada al centro, a mediados de julio —le dijo—. Encontramos las reservas de su vuelo.

Jaspar manifestó su sorpresa durante unos segundos.

—Ir tan lejos para obtener información. Era una chica excepcional.

—¿Y qué buscaba en esos archivos? ¿También a zurdos?

—Exactamente. Quería saber cuál era la proporción de zurdos entre esos criminales extremadamente violentos que viven, además, en un entorno igualmente violento. ¿Había tantos como en tiempos de los bárbaros? ¿Se alejaba de las estadísticas que en nuestras civilizaciones contemporáneas establecen la proporción global de un zurdo por cada diez diestros?

Sharko pasó páginas y más páginas de datos, observándolas atentamente, y antes de que la primatóloga prosiguiera sus explicaciones, le preguntó:

—Explíqueme una cosa, por favor… Esos atletas, esos hombres prehistóricos, esos bárbaros… Se trata de zurdos, por descontado, y en unas proporciones mayores que la media. ¿Y bien? Me ha hablado de la violencia… ¿Cómo están relacionadas ambas cosas?

Avanzaban por la planta dedicada a la Evolución propiamente dicha. Tras un cristal, una amplia estantería mostraba obras de Lamarck, Joffrin y Darwin, cuyo libro
El origen de las especies
estaba abierto. El papel amarilleaba y la caligrafía era espléndida. Jaspar pareció extasiarse ante la obra. Acarició el cristal y luego se volvió hacia su interlocutor.

—Éva descubrió que en las sociedades violentas, en las que domina el combate, ser zurdo representa una enorme ventaja para sobrevivir.

Jaspar dio tiempo a Sharko para que digiriera la información, antes de proseguir.

—Según su texto, si existen los zurdos es porque pelean mejor. En combate se benefician de una ventaja estratégica: el efecto sorpresa. En un enfrentamiento, el zurdo lleva ventaja porque tiene costumbre de enfrentarse a un diestro, mientras que el diestro se siente desorientado por alguien que prefiere utilizar la mano o el pie izquierdo. No ve venir los golpes. Es por el hecho de ser menos numerosos, menos conocidos, por lo que llevan ventaja.

Mostró el dibujo de dos hombres cara a cara, con una espada en la mano.

—Mire aquí, por ejemplo. Se trata de una reproducción de la Edad Media. Cuando el duque de Richelieu, en el siglo XVIII, justo antes de batirse en un duelo, se refiere a una de las personas con las que deberá combatir, se inquieta: «Diablos, el primero es zurdo, y pocas posibilidades tengo».

Volvió las páginas y señaló la reproducción del rostro colérico de un vikingo.

—Si los zurdos dominan a sus adversarios, tienen más posibilidades de ascender en la jerarquía, de conseguir mujeres, de reproducirse y así propagar sus genes. Por ello, la Evolución favorecerá esa asimetría y acabará por transmitir el carácter «zurdo» a través de los genes.

—¿En el ADN, se refiere?

—Exactamente. Puede parecer una tontería, pero así es como funciona la naturaleza: todo cuanto es favorable a la propagación de los genes se selecciona y se transmite, mientras que el resto se elimina. Evidentemente, eso no sucede en unos años, a menudo se requiere una maduración a lo largo de siglos para que la información se inscriba en el ADN.

Sharko trataba de sintetizar.

—Así, según usted, cuanto más violenta es la comunidad, mayor es el número de zurdos que la integran…

—Ése es, en efecto, el fenómeno evolutivo que apunta Éva. El carácter «zurdo» se propaga a través del ADN en las sociedades violentas, y se disuelve progresivamente en las otras, para dar paso a los diestros.

—Conozco a zurdos que ni son deportistas ni tienen nada que ver con la violencia. Así, si la naturaleza tiende a eliminar cuanto es inútil, ¿por qué no son diestros, como todo el mundo?

—A causa de la memoria genética. Sus antepasados lejanos a buen seguro tenían interés en ser zurdos. Luchadores, caballeros, asaltantes… El carácter zurdo continúa propagándose a través de los genes, pero en nuestra sociedad moderna va disminuyendo con el paso de las generaciones, puesto que ya no supone una ventaja para la supervivencia. Nuestra cultura moderna acabará por eliminarlo, al igual que acabará eliminando a las mariposas del abedul blancas…

Inclinó el mentón hacia la tesis.

—Por esa razón Éva no halló más zurdos que en otras partes entre los criminales violentos de la ciudad mexicana. Es evidente que tuvo que sentirse muy decepcionada por esa constatación pero, al fin y al cabo, es lógico: no hay duda de que en nuestro mundo, donde basta pulsar un botón o darle a un gatillo de un revólver para matar, ser zurdo ya no sirve para nada, puesto que ya no existe esa noción de interactividad, de lucha cuerpo a cuerpo. En consecuencia, la reserva genética de zurdos acabará agotándose. Un día ya no habrá zurdos en las sociedades modernas, sea cual sea su índice de violencia.

Sharko se tomó su tiempo para asimilar la información, pues todo le parecía de una lógica aplastante y particularmente apasionante. La cultura modificaba el entorno y de éste dependía la selección de los más adaptados… Volvió al asalto con más preguntas:

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