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Authors: J. H. Marks

Girl 6 (26 page)

BOOK: Girl 6
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A Cliente 30 no le gustaba perder el tiempo con charlas insulsas. Quería ir en seguida al grano.

—¿Eres fea? —le preguntó.

—No, señor basurero. No soy fea. Soy muy bonita —contestó ella.

—Es que el otro día vi un reportaje por televisión sobre sexo telefónico —le dijo Cliente 30—, y todas las chicas que salieron eran feas. ¿Tú también eres fea?

Girl 6 no sabía si le contestaba lo que pensaba o lo que él quería oír. Había llegado a tal extremo que ya no advertía la diferencia.

—No, no soy fea —insistió ella—. Soy muy bonita.

—¿No irás a mentirme, verdad? —dijo Cliente 30, que por lo visto tenía ganas de mortificarla—. ¿Me has echado de menos?

Sin saber por qué, Girl 6 optó por contestarle con sinceridad.

—Un poco —le dijo.

A Girl 6 aquel cliente le resultaba odioso, pero sentía curiosidad por saber hasta dónde era capaz de llegar. Aunque..., no. No era del todo cierto. Ya no se trataba de curiosidad ni de algo sobre lo que pudiera elegir. Ahora, necesitaba oírlo.

Como muchos sociópatas, Cliente 30 tenía una perversa inteligencia. Sabía cómo manipular a los demás. Sabía lo que querían y necesitaban oír. Se las arreglaba para llevar a Girl 6 por una senda que limitaba con la dependencia y el salvajismo.

—Me he abierto contigo. Confío en ti.

Girl 6 se quedó de una pieza. Aunque sabía que no debía dar el menor crédito a sus palabras, no pudo evitar seguirle la corriente.

—¿Ah, sí?

En cierto modo, la imaginaria personalidad que desplegaba en sus conversaciones con él se imponía al amorfo híbrido formado por Girl 6, Lovely, ama April y sus otros personajes. Más que interpretarlos, eran los personajes los que la interpretaban a ella.

Cliente 30 estaba junto a la autopista del West Side. Aquel tramo se encontraba en pésimo estado. El agua que había descargado una tormenta rezumaba por los pilares de acero. Un coche, que circulaba por uno de los tramos sobreelevados, lanzó varias bolsas de basura al pasar. Una lluvia de desperdicios cayó alrededor de la cabina desde la que llamaba Cliente 30.

Por aquellos barrios, incluso las ratas circulaban nerviosas y se escabulleron frenéticamente hacia sus destinos.

Cliente 30 había decidido cambiar de táctica con ella.

—Confío en ti. De verdad —le dijo—. Y ya es hora de llegar a lo mejor.

—Estoy asustada —dijo ella, con un tono de voz tan quedo que apenas se oyó con el ruido del tráfico.

A Cliente 30 le encantaba que estuviese asustada. Y pensaba recompensarla por darle tal satisfacción.

—Seré rápido. Y te sentirás más feliz cuando haya terminado.

—De acuerdo.

Cliente 30 sabía cómo se sentía Girl 6.

—Porque ahora no eres feliz, ¿verdad que no?

—No.

Girl 6 aguardó a oír más, aunque realmente atemorizada. Su expresión de angustia reflejaba su inútil porfía interior por superar sus contradictorios sentimientos.

—No eres feliz porque eres una mala puta —dijo él, consciente de su debilidad—. Vamos. Dilo.

—Soy una mala puta —dijo Girl 6 entre sollozos, resbalándose hacia el suelo.

Cliente 30 estaba dispuesto a ensañarse con ella. Olía sangre.

—Serás más feliz cuando te haya metido la cabeza en una bolsa bien atada y acabe con tu vida. Listo. Se acabó.

—¿Por qué haces esto conmigo? —farfulló ella. Estaba demasiado exhausta para gritar.

Girl 6 caía por el hueco del ascensor. Sus manos buscaban desesperadamente un asidero; algo que la salvase.

A Cliente 30 no le gustó que le preguntase por qué hacía aquello con ella.

—¡No es asunto tuyo! —le espetó.

—Está bien —dijo Girl 6, como si de pronto comprendiese cuál era el sitio de una profesional del telesexo.

—¿Lista? —dijo Cliente 30, dispuesto a pasar al siguiente nivel de su fantasía. —Sí.

Girl 6 accedía a que la asesinase. Accedía a la más completa negación de sí misma. Accedía a no ser... nada.

Había caído por el hueco del ascensor, pero no estaba muerta. Miró a su alrededor para ver qué había en el fondo del abismo, y vio que un hombre, que se tapaba la cara con la mano, se acercaba a ella.

No podía moverse. No podía escapar. La caída la había dejado paralizada. Estaba atrapada.

El hombre empezó a descubrir su rostro lenta y ritualmente; a revelársele. Ella aguardaba con ansiedad para ver quién era. Pero al primer atisbo de su rostro, no pudo ver más porque él le tapó la cara y empezó a ahogarla.

La voz de Cliente 30 devolvió a Girl 6 por un momento a la realidad.

—Vamos a echarle a la cosa un poco de picante. Voy a ir a tu casa y lo vamos a hacer de verdad. ¿Qué te parece?

Girl 6 se alarmó. Se incorporó en el sillón. Le temblaban las piernas y los brazos. Trató de que el cliente no siguiese por aquel camino.

—Es más divertido así, tío.

—Tonterías —dijo él, que notó el temor en su voz—. Vivo cerca. O sea que dentro de un segundo nos veremos en persona. ¿De acuerdo?

Girl 6 se bajó la falda del vestido y se subió los tirantes. Apagó todas las luces y fue tambaleándose hasta la ventana, a bajar la persiana. Separó dos tablillas de la persiana y miró medrosamente hacia el exterior, como si pudiera verlo acercarse.

Cliente 30 disfrutaba al saberla tan aterrorizada.

—Te meteré la cabeza en la bolsa y te la ataré bien. Veré cómo pataleas.

—No sabes dónde vivo —dijo ella, más que como una afirmación para cerciorarse de la seguridad de su anonimato.

Pero se equivocaba. Cliente 30 sabía dónde vivía.

—En el 1219 de la avenida. Hasta ahora, zorra.

Girl 6 se quitó los auriculares, los tiró al suelo y marcó el número de la central de su agencia. Necesitaba hablar con alguien para salir de aquella pesadilla.

—Soy Lovely. Por lo visto me ha tocado otra... «casualidad» —dijo con sorna—. A ver si me pasan alguien amable, para variar.

No hizo falta que Girl 6 le contase a la operadora el cariz de la llamada. Lo imaginaba de sobra. Si era alguien que llamaba al azar era una pejiguera. Pero si por cualquier circunstancia era alguien que sabía su número y su dirección... mal asunto.

—Tranquila. En seguida la volveré a llamar —dijo la operadora.

Girl 6 colgó. La siguiente llamada la devolvería a su rutina.

En cuanto sonó el teléfono, Girl 6 lo cogió a la primera.

—Estoy en la esquina. ¿Quieres algo? —le dijo Cliente 30.

Girl 6 no sabía si hablaba en serio. Pero se aterró. Jamás le había pasado por la cabeza verse con Cliente 30. Le colgó. Corrió hacia la ventana y la cerró. Luego fue a cerrar con llave todas las puertas del apartamento.

Cliente 30 se había convertido en parte de su realidad. ¿Cómo podía ella haber llegado a esto? Aquello no era su vida. Ni siquiera era la fantasía de nadie. Era una pesadilla.

Girl 6 puso boca abajo el espejo del tocador y arrastró el mueble hasta arrimarlo a la puerta de la entrada. Así no había nada que temer. No podría entrar.

Sonó el teléfono. Girl 6 ni lo tocó. Pero al cabo de un momento pensó que sería mejor intentar disuadirlo y contestó.

Cliente 30 había estado de compras.

—Acabo de comprar unas cuantas bolsas, de ésas tan modernas, de plástico transparente y con «cierrafácil». Son azules.

—¡Déjame tranquila!

—Anda, no seas tímida —dijo él en un tono más amable—. Sólo quiero saludarte.

Girl 6 pensó que tenía que tratar de asustarlo.

—Mi compañero va a llegar de un momento a otro.

Cliente 30 no la creyó.

—No mientas. Yo soy el único que te quiere. Me vas a suplicar que te eche las manos al cuello.

Girl 6 ya no sabía qué decir. De modo que optó por volver a su actitud complaciente.

—Sí, encanto.

—Me lo voy a pasar en grande.

Dado el cariz que había tomado la conversación con Cliente 30, Girl 6 se dijo que había logrado hacerlo volver a la «normalidad».

Se equivocaba. Cliente 30 quería algo más que un polvo rápido.

—Lo vamos a pasar fenomenal. Y luego... se acabó. Nos vemos dentro de un segundo, sexy Girl 6.

Girl 6 estaba aterrorizada y furiosa.

—¡Eres un tarado y un cabrón! ¡Opérate! —le espetó Girl 6, que colgó violentamente.

Sonó el teléfono.

Girl 6 levantó el auricular y volvió a colgar con la misma violencia.

Volvió a sonar el teléfono.

Girl 6 levantó el auricular y colgó.

Sonó el teléfono de nuevo.

Girl 6 rompió a llorar y se secó las lágrimas, presa del pánico. Cogió el teléfono y colgó.

El teléfono sonó otra vez.

Girl 6 dejó escapar un grito ahogado; un grito de desesperación y temor. Le temblaron las manos de tal manera al descolgar el teléfono que se le cayó el auricular.

Oía la voz de Cliente 30.

Girl 6 cayó al suelo. Intentó colgar pero se le volvió a caer el auricular. Empezó a farfullar ininteligiblemente, con voz quejumbrosa, como para no oír las aterradoras palabras de Cliente 30.

Al fin logró colgar el teléfono, que estaba a punto de caérsele de la mesa. Se enderezó trabajosamente y se agarró al sillón.

Sonó el teléfono.

Girl 6 estaba ya fuera de sí. Gemía como un animal aterrorizado, presa de una cruel trampa mortal. Sollozaba. Gritaba. Chillaba. Retrocedía irracionalmente para alejarse del teléfono. Pero no podía escapar al implacable y estremecedor acoso de Cliente 30.

Jimmy se despertó sobresaltado al oír que aporreaban su puerta y lo llamaban con frenéticos gritos. Salió a abrir en pijama y vio a Girl 6, desesperada por entrar, con cara de loca, como una de esas personas que va por la calle con la mirada perdida y que mira sin ver. A él lo miraba como si no lo hubiese visto nunca.

Girl 6 irrumpió en el apartamento sin aguardar a que la invitase a entrar.

Jimmy cerró la puerta, no del todo sorprendido. Algo más calmada, Girl 6 le suplicó que la dejase quedar.

—Necesito dormir contigo —le dijo—. No... Quiero decir que necesito pasar la noche aquí. No me siento segura en mi apartamento.

No necesitaba suplicárselo. Jimmy se sentía fuertemente atraído hacia Girl 6. Pero no era ella, ni de lejos.

Jimmy sabía que debajo de toda aquella sordidez, existía la Girl 6 de quien estaba enamorado. Quizá pudiera hacerla aflorar, conseguir que volviese a ser ella misma. Aunque se hubiese enfadado de verdad con ella —y aún lo estuviese—, no podía evitar compadecerla.

Trató de hacerla reír.

—¿Tiene esto algo que ver con tu trabajo telefónico? —le preguntó con su acostumbrada sorna.

—¿Y a ti qué te parece? ¿Vas a ayudarme o no? Me dices sí o no y ya está.

Jimmy la miró como si mirase a una chiflada. ¿Qué imaginaba que iba a hacer él? Que no se conociese a sí misma, pase. Pero que no lo conociese a él... ¿Cómo la iba a dejar en la estacada?

Horas después Girl 6 no había pegado ojo. Estaba acostada junto a Jimmy sin parar de darle vueltas a la cabeza. ¿En qué se había convertido su puñetera vida?

Girl 6 era consciente de estar a punto de tocar fondo. Un paso más y no habría remedio.

Pensó en la pesadilla en la que se veía caer por el hueco del ascensor como la pequeña Angela King. Y entonces recordó lo que oyó comentar en su última visita a la oficina de Lil. Habían dado a Angela de alta. Se había salvado.

Girl 6 pasó un largo rato pensando si aquello tendría algún significado. ¿Qué tenía que hacer para salir del agujero?

Jimmy también estaba desvelado. Hacía ya bastante tiempo que conocía a Girl 6 y pensaba constantemente en ella. Fantaseaba con la idea de vivir juntos, y de acostarse con ella. Había imaginado que llegaban a una relación plena y estable; sus juegos, las películas que irían a ver, los bares que frecuentarían, las discotecas a las que irían a bailar, los viajes que harían, los hijos que tendrían... Cuando Girl 6 lograse triunfar como actriz, y él vender su extraordinaria colección de reliquias deportivas.

Pues bien: estaba echado en la cama al lado de Girl 6 y no había pasado nada. Ni nada iba a pasar. Cuanto más trataba de prever las cosas, más comprendía que era inútil anticipar acontecimientos. Las cosas sucedían como sucedían y no tenía sentido tratar de cambiarlas.

Girl 6 ladeó el cuerpo y lo miró.

—Jimmy...

Él estaba cansado y cabreado. No tenía ganas de hablar.

-¿Qué?

—¿Duermes?

—Sí —contestó él con cara de fastidio.

Ella se incorporó. Había tomado una decisión.

—Me voy a Los Ángeles.

Jimmy se sorprendió. Otra cosa que no había previsto.

—Creí que Los Ángeles sólo conducía... al Pacífico.

Girl 6 había decidido hacer como Angela King y superar la caída por el hueco del ascensor. Iba a salir del agujero por su propio pie.

—Voy a empezar de nuevo. Voy a intentar muy en serio reanudar mi carrera de actriz.

En cierto modo, Jimmy no quería que se marchase. Pero sabía que era puro egoísmo, un modo poco realista de ver las cosas. Él y Girl 6 nunca podrían vivir juntos. La decisión que ella tomaba era positiva. Girl 6 hacía lo debido.

—Me alegro por ti —dijo él, que también había llegado a una conclusión: tenían que ser realistas—. Yo... La verdad es que estaba sin cinco y he vendido parte de mi colección. No podía esperar veinte años. Hay que comer todos los días. Pagar el alquiler...

Jimmy se levantó de la cama y fue hasta su mesa. Cogió una postal, se sentó junto a Girl 6 y se la dio.

—Quiero que te la quedes —le dijo—. De 1964. La final de béisbol. Firmada por Willie Mays y Hank Aaron. Prométeme que te cuidarás y que me recordarás.

Girl 6 entendió el significado del regalo que le hacía y lo besó.

—Te lo prometo.

CAPÍTULO 30

Girl 6 cruzó el vestíbulo del New Amsterdam Royal y salió del hotel.

Eran las siete de la mañana y, aunque ya había salido el sol, las calles estaban desiertas.

Girl 6 llevaba zapatos de tacón alto, dos pesadas maletas, un neceser y una sombrerera. Mientras hacía equilibrios para que no se le cayese nada, vio al ladrón sentado en un peldaño de la escalera de acceso al hotel. Tenía muy mala cara, como si la hubiese estado esperando toda la noche allí. Llevaba el traje y la corbata como si se hubiese duchado vestido.

El ladrón tenía al lado un ramo de flores silvestres para Girl 6. Alzó la vista al verla y le sonrió. Ella no le devolvió el saludo y pasó de largo, hacia la calle.

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