Grotesco (69 page)

Read Grotesco Online

Authors: Natsuo Kirino

Tags: #Intriga, policiaco

BOOK: Grotesco
4.49Mb size Format: txt, pdf, ePub

El espíritu de Yuriko estaba flotando entre el techo mugriento y la mesa abarrotada de cosas; me estaba mirando. Sólo podía ver la parte superior de su cuerpo, que parecía salir del resplandor blanco azulado del fluorescente. Ya no tenía la cara gorda y fea de los últimos tiempos, sino que había recuperado la belleza luminosa de su juventud.

—Ha ocurrido tal y como esperabas, ¿verdad? —le he dicho.

Yuriko ha sonreído, mostrando sus dientes blancos y brillantes.

—Gracias por comprenderlo y dejar que yo fuera primero. ¿Qué vas a hacer ahora, Kazue?

—Trabajar, como siempre. Aún tengo que ganar mucho dinero.

—Déjalo mientras puedas —ha dicho riendo—. Nunca ganarás lo bastante para sentirte satisfecha. Además, el hombre que me ha matado pronto hará lo mismo contigo.

—¿Quién?

—Zhang.

La respuesta de Yuriko no daba lugar a error. Pero ¿cómo había conocido a Zhang? Empecé a pensar: «Yuriko debió de insinuársele; Yuriko es un monstruo y a Zhang le gustan los monstruos, así que una cosa llevó a la otra.» Pero si ocurrió realmente así, ¿significaba eso que Zhang iba a matarme a mí también?

El otro día, cuando me abalancé sobre él, me abrazó, ¿no? Quería que fuera bueno conmigo. Quería que me abrazara. Yuriko alargó un dedo esbelto frente a su cara y lo agitó con decisión.

—No, no, no, Kazue, no te hagas ilusiones. Nadie va a ser bueno contigo. Ni siquiera quieren pagarte. Las putas viejas como nosotras sólo servimos para que los hombres se enfrenten a la verdad. Por eso nos odian.

—¿Enfrentarse a la verdad?

Sin darme cuenta, me he llevado la mano a la barbilla y he ladeado la cabeza.

—Por el amor de Dios, Kazue, ¿todavía intentas hacer esa pose de niña mona? Déjalo ya. Es desesperante. Sencillamente, no lo entiendes, ¿verdad?

—Sí, sí que lo entiendo. Entiendo que cada vez estoy más delgada y, por tanto, soy más guapa.

—¿Quién te dio ese mal consejo?

¿De qué estaba hablando? Luego he recordado que, de hecho, sí me lo había aconsejado alguien. ¿Había sido en el instituto? ¿La hermana mayor de Yuriko?

—Fue tu hermana mayor.

—¿Y sigues creyendo algo que te dijeron hace tanto tiempo? —Yuriko suspiró—. ¡Kazue, eres demasiado crédula! Eres la persona más ingenua que conozco.

—Lo que tú digas. Pero explícame qué has querido decir con eso de enfrentarse a la verdad.

—Que está vacía. Que no es nada.

—¿Yo no soy nada?

Al preguntarlo, inconscientemente, me he rodeado el cuerpo con los brazos. «¡No soy nada!, estoy vacía. ¿Cuándo desaparecí?» Lo único que quedaba de mí era un vestido, el vestido de una licenciada en la Universidad Q, de una empleada de Arquitectura e Ingeniería G. No había nada dentro de mí. Aunque, de todos modos, ¿qué se suponía que debería haber?

Cuando he vuelto en mí, he visto que había derramado el café sobre la página abierta del periódico, y me he apresurado a secarlo con un trapo. Las páginas se han teñido de marrón.

—Kazue, ¿qué estás haciendo? —Mi madre estaba mirándome desde la puerta del salón. Su pequeña cara maquillada estaba contraída en una mueca de miedo—. Te he oído y pensaba que estabas hablando con alguien.

—Eso era lo que hacía. Le estaba hablando a esta persona de aquí.

Le he señalado el periódico, pero el artículo estaba tan manchado de café que era difícil distinguir nada. Mi madre no ha respondido, sino que simplemente se ha llevado una mano a la boca para reprimir un grito. Yo no le he dado importancia y he cogido el bolso que estaba colgado en la silla.

—¡Tengo que hacer una llamada! —he dicho gritando.

Cuando he sacado la agenda, han caído al suelo un pañuelo de papel lleno de mocos y otro de tela que también estaba sucio. Mi madre se ha quedado mirándolos, enfadada.

—¿Qué miras? ¡Largo de aquí! —he gritado para que se fuera.

—Vas a llegar tarde al trabajo.

—No pasa nada si llego un poco tarde. El director llegó una hora tarde el otro día, y el día anterior fue una de las secretarias. Todo el mundo llega tarde, ¿por qué no puedo hacerlo yo? ¿Por qué tengo que ser la única que se toma en serio el trabajo? Durante todo este tiempo he vivido esclavizada para mantenerte. ¡Estoy harta!

—Kazue, ¿lo que haces es por mi culpa? ¿Es eso? —ha mascullado. En su rostro se han formado unas arrugas de preocupación mientras me miraba.

—¡No tiene nada que ver contigo! Trabajo porque soy una hija responsable.

—Sí, sí que lo eres —ha respondido mi madre en un tono casi inaudible.

No parecía querer irse, pero al final ha vuelto a su habitación con expresión contrariada. He pasado las páginas de la agenda buscando la dirección de la hermana mayor de Yuriko. Hacía más de diez años que no tenía contacto con ella pero, de repente, he sentido que no podría tranquilizarme hasta que oyera su voz. Mientras marcaba lentamente su teléfono, me he preguntado qué era lo que quería confirmar de forma tan desesperada. Estaba desconcertada.

—¿Diga? ¿Diga? ¿Quién es?

Su voz sonaba asquerosamente lúgubre, cauta. He ido directa al grano, no quería entretenerme.

—Soy yo, Kazue Sato. He leído que han asesinado a Yuriko-chan. Es terrible.

—Sí.

Su voz tenía un matiz depresivo, pero a la vez había una especie de calma en ella.

La hermana mayor de Yuriko ha empezado a hacer un sonido extraño, grave y constante, como una moto al ralentí. Se estaba riendo, y su risa denotaba una liberadora sensación de alivio, una risa que revelaba la alegría que sentía por haberse desembarazado de Yuriko. Yo me sentía del mismo modo, ya que ella había empezado antes que yo en el negocio y luego había salido de la nada para invadir mi territorio: la antigua belleza del instituto. Así que supongo que las dos nos hemos sentido como si nos hubieran quitado un peso de encima. No obstante, al mismo tiempo, había algo que aún nos ataba a ella.

—¿Qué te resulta tan gracioso? —me ha preguntado.

—Nada.

Yo no me estaba riendo, así que no sé por qué me habrá preguntado eso. La hermana de Yuriko está loca.

—Bueno, imagino que debes de estar muy apenada —le he preguntado de vuelta.

—No, lo cierto es que no mucho.

—Ah, claro. Por lo que recuerdo, Yuriko y tú nunca estuvisteis muy unidas. Era como si ni siquiera fuerais hermanas. Quizá otros no se daban cuenta, pero yo lo supe enseguida.

—Sí, bueno —me ha interrumpido—. ¿A qué te dedicas ahora?

—Adivina —he sacado pecho.

—He oído que trabajas en una empresa de ingeniería.

—¿Te sorprendería saber que Yuriko-chan y yo trabajábamos en lo mismo?

Se ha quedado callada, como si estuviera pensando, y de inmediato he sabido que sentía celos de mí. Ella siempre ha querido ser como Yuriko pero nunca se ha visto capaz de imitarla. En cambio, yo soy diferente.

—Bueno, a partir de ahora me andaré con más cuidado.

Y con eso le he cerrado el pico. He colgado de inmediato. Pero, en realidad, ¿de qué nos habíamos liberado la hermana mayor de Yuriko y yo? ¿De vivir? Tal vez mi deseo es que me asesinen igual que a Yuriko, porque yo también soy un monstruo. Y estoy cansada de vivir.

Por la noche seguía lloviendo. He abierto el paraguas y he caminado bajo la lluvia alrededor de la estación de Shinsen con la esperanza de encontrarme con Zhang. Me he parado delante de su edificio, pero su apartamento estaba a oscuras. Aún no había vuelto nadie. Justo cuando ya me disponía a marcharme a casa, he visto a Chen-yi, que caminaba hacia mí. Llevaba una camiseta blanca y fina, unas bermudas y unas chanclas. Estaba empapado de pies a cabeza.

—Buenas noches —lo he saludado.

Al verme, se ha detenido. Detrás de las gafas, sus ojos me miraban inquietos, como si les obligaran a observar algo repugnante.

—Debo ver a Zhang, y he pensado que tal vez esté en casa.

—Lo más probable es que no. Ha cambiado de trabajo, y ahora está ocupado tanto por el día como por la noche. No sé cuándo volverá.

—¿Puedo esperarlo en el apartamento?

—No, es preferible que no. —Ha negado con la cabeza con determinación—. Ahora hay otros hombres durmiendo allí, así que mejor que no.

Se comportaba como si estuviera avergonzado de haberlo hecho conmigo delante de sus amigos.

—Bueno, ¿puedo subir de todos modos para asegurarme?

He empezado a subir la escalera, pero Chen-yi me ha detenido bruscamente.

—Yo iré a ver si está. Espera aquí.

—Si está en casa, dile que lo espero en la azotea.

Chen-yi me ha mirado con desconfianza mientras subía por la escalera, pero no me ha importado. Los desechos desparramados entre el cuarto piso y la azotea se habían multiplicado, como si fueran una especie de organismo vivo. La escalera entera estaba cubierta de porquería: papeles, pedazos de periódicos en inglés, botellas de plástico vacías, carátulas de cedés, sábanas hechas jirones y preservativos. Me he abierto paso apartando la mierda con los pies, he pasado frente a la puerta del apartamento de Zhang y he seguido subiendo. El colchón que había dejado el profesor de idiomas estaba ahora atravesado en la puerta de la azotea, empapado. Zhang estaba sentado en él, con la cabeza gacha. Llevaba una camiseta sucia y unos vaqueros. El pelo le cubría las orejas y daba la impresión de que no se había afeitado en varios días. Apenas se lo distinguía del resto de la basura que se amontonaba allí, y de inmediato me ha recordado a las plantas de mi madre, aplastadas por la lluvia. Cuando dejara de llover, las plantas volverían a erguirse.

—¿Qué haces ahí sentado?

—Ah, eres tú —Zhang me ha mirado sorprendido. Me he fijado en que llevaba una cadena de oro alrededor del cuello.

—Esa cadena es de Yuriko, ¿no?

—¿El qué? ¿Esto? —La ha tocado como si acabara de acordarse de que la llevaba—. Así que se llamaba Yuriko…

—Sí, yo la conocía. Siempre se vestía igual que yo.

—Sí, ahora que lo dices, es cierto.

Se ha enrollado la cadena entre los dedos. Algunas gotas de agua caían de mi paraguas en una esquina del colchón, como si fuera tinta extendiéndose, pero Zhang no parecía notarlo.

—Has matado a Yuriko, ¿verdad?

—Sí. La maté porque ella me lo pidió, igual que mi hermana. Te dije que mi hermana cayó al mar y se ahogó, pero no era cierto: yo la maté. En el contenedor, de camino a Japón, nos acostábamos juntos todas las noches. Le repugnaba la idea de vivir como los animales y, con lágrimas en los ojos, me pidió que la matara. Le dije un montón de veces que no debía preocuparse por nuestra relación; le pedí que siguiéramos adelante y viviéramos juntos como marido y mujer. Pero ella se resistía, así que la empujé al agua y la observé impasible mientras ella agitaba las manos entre las olas, como si me dijera adiós. Estaba sonriendo, parecía feliz de dejar atrás de la vida que había llevado conmigo. Habíamos pedido prestada una gran cantidad de dinero para venir a Japón. Yo no podía creer que ella fuera tan increíblemente estúpida, así que siempre que me encuentro con una mujer que me pide que la mate, me encanta hacerle ese favor. Si no puede con su vida, yo me encargo de arreglarlo. ¿Qué me dices de ti?

Zhang ha sonreído levemente en la penumbra. El viento ha arreciado y nos ha salpicado la cara de agua. Yo me he apartado para evitar la lluvia, pero Zhang ha permanecido inmóvil, haciendo una mueca mientras le caía agua en la cara. Su frente brillaba.

—Aún no quiero morir, pero tal vez no tarde mucho en quererlo —he respondido.

Me ha agarrado las piernas.

—Estás demasiado delgada, pareces un esqueleto. No entiendo por qué no puedes ganar peso. ¿Estás enferma? Mi hermana y Yuriko estaban sanas. ¿Por qué eres tú la que está enferma? Es triste, ¿no crees?

—¿Te parece que estoy enferma? Yo, en cambio, no quiero morir.

—Hay mucha gente ahí fuera que ya está camino de la muerte pero ni siquiera lo sabe. Luego hay otros que son la viva imagen de la salud pero que un día deciden morir, ¿no opinas lo mismo?

De pronto me he sentido triste. ¿Por qué cuando hablo con Zhang me siento tan sola y apenada? Me he sentado en el mugriento colchón empapado. Él me ha cogido por los hombros y me ha acercado a su cuerpo. Olía a sudor y a suciedad, pero a mí no me importaba.

—Sé bueno conmigo, por favor.

He apoyado la cabeza contra su pecho y he jugueteado con la cadena, que brillaba en su cuello.

—Lo haré, pero tú también debes ser buena conmigo.

Y nos hemos quedado así, abrazados, murmurando una y otra vez: «Sé bueno, por favor, sé bueno conmigo.»

9

30 de enero

Shibuya: WA (?), 10.000 ¥

Shibuya: Extranjero, 3.000 ¥

Z
hang es un embustero como la copa de un pino, un pedazo de mierda, ¡y un asesino! He dejado mi lata de cerveza, el paquete de calamar seco y el bote de pastillas de gimnema en el mostrador del colmado y me he puesto a pensar en él. —¡Eh! —me ha gritado alguien desde atrás. Me he dado cuenta de que me había colado, pero me ha dado igual. Me he quedado donde estaba y he pedido estofado de
oden
.

—Quiero croquetas de pescado, rábanos y
konnyaku
, uno de cada. Y lléname un cuenco con caldo, por favor.

El hombre que había detrás del mostrador ha resoplado, molesto, pero la empleada —que ya me había visto otras veces por allí— ha ido hasta el caldero de
oden
y me ha servido la ración de estofado de forma mecánica. Las dos chicas que estaban detrás de mí han murmurado algo —un insulto o una queja—, de modo que me he vuelto y las he fulminado con la mirada. Menuda cara tan espantosa tengo. Me divierte asustar a la gente. Ahora me ha dado por mirar a las personas fijamente a los ojos, en el trabajo, en casa, donde sea. Soy un monstruo. Todo el mundo me dispensa un trato especial debido a ello. Si eso supone un problema para vosotros, ¡simplemente tratad de ser como yo!

He salido fuera y he bebido enseguida el caldo, sintiendo cómo el líquido caliente bajaba por mi garganta. Sabía que el caldo hirviendo me encogería el estómago, que éste cada vez se haría más y más pequeño. Por la vía de la línea de Inokashira ha pasado un tren traqueteando. He estirado el cuello para verlo entrar en la estación de Shinsen. Quizá Zhang iba en él.

Ya ha pasado más de medio año desde que Zhang y yo nos quedamos abrazados durante aquella noche lluviosa. Estamos en enero, y es un invierno suave, lo que me hace el trabajo más fácil. Siempre que voy a la estación de Shinsen, busco a Zhang. Una vez miré a través de la verja de la calle y me pareció ver a un hombre que se parecía a él en el andén, pero desde aquella noche lluviosa no he vuelto a encontrármelo. En fin, lo mismo da. Ahora dedico todas mis energías al trabajo de noche. No me preocupa Zhang. Lo que le hizo a Yuriko no me afecta, sólo es que me gustaría que siguiera por aquí.

Other books

Dead Harvest by Chris F. Holm
Wisps of Cloud by Richdale, Ross
Chinese Cinderella by Adeline Yen Mah
The Broken Sphere by Nigel Findley